En la sociedad actual se han producido grandes avances y cambios vertiginosos desde diversas ópticas y niveles. Estamos experimentando cambios en todos los poderes: políticos, sociales y económicos, lo que hace que cambien los valores y la mentalidad de las personas. Estos cambios han llevado a la antropóloga Margaret Mead a afirmar: «todos somos inmigrantes en el tiempo, por lo que para estar al día necesitamos un reciclaje continuo, es decir, una educación adaptada a estas nuevas situaciones que debe llevar a las familias a estar preparadas para afrontar los conflictos que viven, tanto en el ámbito familiar como con los propios hijos».
En esta sociedad las situaciones de riesgos ocasionadas a niveles individuales como ambientales y familiares se han convertido en algo normal con lo que se convive cada día. Es por ello, que creemos necesario abrir un amplio debate y reflexión sobre todas estas complejidades que afectan a la «educación», con mayúsculas, que se debe ejercer en las familias y en la sociedad, ya que es de esta desde la que se puede prevenir muchas de las situaciones de riego que se encuentren en torno a los/as jóvenes.
Debemos partir de aceptar que educar no es una responsabilidad ni individual ni solo institucional, es responsabilidad de todo el conjunto de la sociedad en la que debemos implicarnos de forma directa.
Las desigualdades sociales que se viven en muchas zonas de nuestro país y entre países llegan a ser estructurales, fomentan la violencia y parecen incrementarse cada día. Voy a narrarle un hecho impactante de violencia estructural.
En el año 1999 un avión volaba de ConaKy a Bruselas, en el tren de aterrizaje lograron viajar dos niños africanos, al llegar a Bruselas habían muerto. Portaban un escrito en el que podía leerse:
A vuestras excelencias y ejecutivos de Europa, en África sufrimos tremendamente. Ayúdenos. Como niños que somos carecemos de derechos. Tenemos una guerra y enfermedades, no tenemos comida, tenemos escuelas, pero carecemos de educación».
La sociedad descrita por estos niños vive la violencia directa (daños a la seguridad física), la violencia indirecta (violencia al derecho a la supervivencia), la violencia represiva (privación de derechos políticos).
En esta sociedad cambiante es difícil precisar dónde caminamos, lo que sólo estamos en condiciones de afirmar es que avanzamos hacia una sociedad estructuralmente compleja y distinta de la de hace tan sólo una década. En este sentido Castell entiende la complejidad social como el resultado «de una serie de descubrimientos científicos y tecnológicos que afectan a los procesos en mayores medidas que a los productos».
Por tanto, si estos problemas son complejos para los mayores aún son perores para adolescentes y jóvenes.
En el caso de éstos no debemos seguir enfatizando sobre la forma de ser, como si antes hubieran sido de otra forma. Mejores, menos violentos, menos agresivos, menos bebedores, etc… En cualquier caso, si son más conocidos los conflictos y los riesgos de éstos, ello se debe al mundo que hemos creado los mayores y de cómo no hemos sido capaces de prevenir determinadas conductas de riesgo que hoy están ahí, y de las que son más victimas que promotores.
El mundo de los adultos presenta una imagen poco motivadora para nuestros jóvenes, al mismo tiempo que las posibilidades que se les ofrecen no solo no colman sus aspiraciones, sino que a muchos los colocará en una situación de marginación y exclusión.
Las redes sociales que existían hace años se han debilitado, mientras se construyen otras más complejas y donde muchos no acaban de sentirse cubiertos y viven por un lado el desencanto de una sociedad que no colma sus deseos gratificantes y, por otro, buscan un escapismo de la responsabilidad que como tal deben asumir. Les coloca ante una situación donde exigen derechos y no asumen deberes, pero participan del relativismo y fragmentación de la sociedad, son permisivos y viven una ética situacionista. No hay ni bueno ni malo, todo depende.
El proceso de crecimiento personal esta sujeto a todo aquello que les condiciona. Siendo esto la familia, la escuela, los grupos de iguales y todo aquello que va configurando su personalidad individual y social.
Las diferentes circunstancias, situaciones y vivencias contribuirán a la creación de zonas de exclusión, zonas de vulnerabilidad y zonas de integración, que dependerá de donde se sitúe la persona y su vida y el recorrido que realice.
Muchos adolescentes, cuya historia social, personal y familiar ha configurado un proceso de socialización que no ha favorecido su desarrollo se encuentran en las zonas de exclusión. Se colocan así en una situación vital muy vulnerable, con un presente lleno de riesgos y un futuro incierto. Por otro lado, el modelo social que vivimos en la actualidad, con un sistema social cada vez más individualista, cargado de valores consumistas y hedonistas, con un nuevo concepto de familia y otros patrones en las relaciones… coloca también a los jóvenes en zonas de exclusión; aunque también aparecen adolescentes que están en mejor posición, con más posibilidades y mejores perspectiva de futuro, y que no quedan al margen de una sociedad excluyente.
Nos encontramos así con unas vidas llenas de carencias y necesidades, con un proceso social que no ha cubierto sus seguridades más básicas, con un desconocimiento de los límites adecuados y necesarios para las distintas etapas vitales, así como unos procesos multiculturales que no llegan a cuajar o a lo que no se les está prestando la atención y medios necesarios. Aparecen entonces adolescentes y jóvenes que no respetan las normas sociales que se han ido estableciendo, ya que sólo es posible entender el límite cuando ha sido establecido sobre la base de unos sistemas de seguridades satisfechas. Ello podría servir como una de las posibles claves para entender muchas de las situaciones que se han vivido y se viven en muchos países en Europa, donde los jóvenes de la «banlieues», de los suburbios, ante su desesperación, falta de horizonte y futuro, explotan de forma violenta y poco racional y, en principio, sin causas aparentes. En el fondo las causas debemos buscarlas en la propia sociedad, así como en ella donde debemos encontrar las soluciones.
Estas situaciones las hemos vivido el pasado verano en Inglaterra y hace unos años en Francia con actitudes en los gobernantes poco afortunadas en cuanto a las respuestas que habría que darles, donde la represión o el castigo poco ayudan a la resolución de los problemas. La actual crisis económica ha venido a perjudicar de forma alarmante esta desesperación que viven miles de jóvenes en Europa sin un futuro esperanzador y donde muchos no podrán trabajar en aquello para lo que se les formo y se les capacitó.
Son terribles las situaciones de desempleo, de falta de expectativas, de desorientación social que les lleva al rechazo del sistema actual y buscan aportar nuevas soluciones a los grandes problemas que nos invaden Es necesario aquí hacer una reflexión sobre movimientos como los surgidos en muchos países de protesta contra el sistema político y económico, que ha tenido su reflejo en nuestro país en el llamado «movimiento del 15 M».
Para ello, es necesario ahondar en las causas para buscar respuestas adecuadas que vengan a satisfacer esos anhelos de cambio social, para poder salir de la actual situación de crisis de forma distinta a como hemos entrado. También, es necesario asumir que solo los esfuerzos para una mayor cualificación no va a producir milagros.es necesario un cambio en el modelo social y económico, y para ello es imprescindible impulso político y valentía para el cambio en nuestros gobernantes.
Se nos intentan presentar los problemas de estos jóvenes como algo que tiene que ver con grupos étnicos, religiosos o de inmigración, aunque en definitiva es un problema que afecta a los excluidos del sistema social cansados de esperar medidas paliativas que poco ayudan a mejorar su situación. Por tanto, las causas son económicas y sociales, son consecuencia del abandono que a veces tenemos a nuestros adolescentes de los barrios y zonas más desfavorecidas. Y sólo existe una forma de evitar estos conflictos y prevenirlos que es devolviéndoles la esperanza y la dignidad que a veces les hemos arrebatado. Solo la acción decidida, sólida, estable, seria y rigurosa y comprometida de las instituciones públicas, organizaciones sociales y de los mismos individuos que formamos parte del puzzle comunitario, puede acabar con esta lacerante lacra.
La ausencia de unas políticas de integración adecuadas y de unos sistemas de prevención acorde a los problemas que tienen los adolescentes, nos hacen temer lo peor y que los estallidos de rabia de estos jóvenes sin futuro se expandan, y en algún momento, cuando las soluciones paliativas resultan poco eficaces, tengamos que lamentar el no haber sabido prevenir las situaciones como la única y mejor vía para evitar y solucionar los problemas que les afectan.
Resulta muy difícil realizar actividades preventivas eficaces si no ponemos en el centro de nuestro análisis el desarrollo de la vida cotidiana. Es necesario que las personas tomen conciencia sobre ellas mismas y sobre su realidad social para poder modificar las situaciones de insatisfacción, desigualdad, marginación, injusticia, etc.. y poder desarrollar en ella acciones educativas coherentes coordinadas y fundamentales.
En cuanto a las situaciones de riesgo que viven los jóvenes son muchas y variadas, pero sólo quiero destacar dos que por su impacto social considero fundamentales en estos momentos. Me refiero a determinadas conductas adictivas y la violencia ejercida por jóvenes contra otros y contra la sociedad en definitiva. La violencia, como podemos ver, es un síntoma y tiene sus causas en la propia sociedad, aunque el consumo de drogas es en sí un acto de autoviolencia por los daños y consecuencias que conlleva para los que la consumen, al mismo tiempo que también presenta sus raíces en esta sociedad al encontrarse en ella el origen, aunque también los expertos apuntan a ciertos rasgos de personalidad que están presente en determinadas conductas.
Sin embargo, esta sociedad consumista y que reprocha determinadas conductas a nuestros adolescentes ofrece también una imagen muy facilitadora de los consumos de todo tipo, donde el consumir sustancias es algo que se vive como normal, y donde los adolescentes no llegan ni siquiera a establecer diferencias claras entre los conceptos que otras generaciones teníamos entre sustancias legales o ilegales. Ellos matizan muchas veces y establecen nuevas categorías entre las drogas. Así vemos como al cannabis la sitúan como una droga menos dañina que las denominadas drogas legales. Existe una normalización y una falta de percepción de riesgo del consumo que indudablemente está llevando a una mayor extensión de las sustancias entre poblaciones muy jóvenes.
Podemos decir, en cualquier caso, que esta afirmación se fundamenta en varios aspectos como son: los datos ofrecidos por las administraciones públicas en los últimos estudios realizados con relación al consumo de las distintas sustancias, que ponen de manifiesto cómo algunas sustancias se estabilizan mientras otras cuentan con importantes repuntes en su consumo; también la importante presencia de las drogas en nuestras calles, así como los datos de aprehensiones realizadas.
En los datos recogidos de la Encuesta Nacional sobre el uso de drogas en estudiantes de enseñanza secundaria de 2010-2011, vemos es estrago pr4oducido por el consumo de alcohol en los jóvenes españoles entre 14 a 18 años, casi el 60% (58,5%) se han emborrachado ya alguna vez en su vida, más de la mitad (52,9%) lo hizo en los últimos doce meses y cerca de uno cada tres (35,6%) se emborracho en los últimos 30 días, frente al 29% que lo recogía la encuesta de 2008. Por otro lado, se observa como avanza la edad de inicio al alcohol que ya se produce antes de los 14 años, siendo la prevalencia mayor en las chicas que en los chicos.
En relación a los jóvenes en tratamiento en dispositivos asistenciales, Proyecto Hombre nos dice que la gran mayoría son jóvenes normales, estudiantes en su mayoría, de clase media, aunque también existen jóvenes de clase económica alta que han iniciado sus consumos en edades muy tempranas, 12 ó 13 años, con el uso de porro, alcohol y, posteriormente, otras sustancias, presentando un perfil de policonsumidores y asociado el consumo a los momentos de ocio del fin de semana, a las fiestas y a la diversión con los amigos.
Además, la existencia de otras adicciones es cada vez mayor y con riesgos descontrolados en adolescentes y jóvenes en el uso de Facebook, Internet, You Tube o Tuenti, que aparecen como nuevos elementos de socialización para muchos de ellos, con una presencia muy alta durante horas ante la pantalla del ordenador en lo que empieza a conocerse como comunidades virtuales y con menos relaciones interpersonales. Por otro lado, existen estudios que apuntan a una pérdida de atención en el trabajo escolar como consecuencia de un uso abusivo de estos instrumentos. Creo que hay que prestar más atención a este fenómeno nuevo que llega a tener en muchos casos consecuencias funestas, y sobre todo por que escapa al ámbito de los adultos.
En cuanto a los factores que actúan y permiten el desarrollo de ambas conductas, vemos que están asociados, y la mayoría de las investigaciones realizadas al respecto vienen a admitir que son, entre otros, una actitud básica negativa, caracterizada por la carencia de afecto y de dedicación, lo que conlleva a que más tarde sea una persona hostil y agresiva con los demás. El segundo factor, es el grado de permisividad y tolerancia ante determinadas conductas agresivas, que se ejerce con los propios miembros de la familia, con los amigos y compañeros y los iguales; tolerancia que aparece por parte de los padres en los primeros consumos así como un inicio temprano de los mismos, y no solo me refiero a las sustancias ilegales sino también en las legales. La escasez de amor y de cuidado y el exceso de «libertad» durante la infancia son condiciones que contribuyen poderosamente al desarrollo de un modelo de reacción agresiva. El tercer factor que incrementa la agresividad y determinadas conductas disociales es el empleo por parte de los padres de métodos de «afirmación de autoridad», como el castigo físico y la expresión de emociones violentas.
El desarrollo armónico e integral de niños y niñas requiere una convivencia presidida por el amor y la dedicación al desarrollo de las personas, de acompañamiento; unos límites claros y bien definido hacia todo tipo de comportamientos agresivos y violentos, así como una educación familiar que no esté basada ni en la permisividad ni en el autoritarismo.
También es necesario, durante la adolescencia la supervisión de padres y madres, para evitar posibles desviaciones, ya que los consumos de sustancias y las conductas disociales suelen producirse cuando los padres no saben qué están haciendo sus hijos o hijas, o cuando ellos u otras personas adultas están ausentes o actúan como ausentes.
La formación de padres y madres es esencial, además, para propiciar una reflexión crítica y constructiva sobre su propio comportamiento porque el estilo de vida marca unas pautas concretas en cada uno de los miembros de la familia. Por eso, la participación e implicación de la familia es esenciales por la responsabilidad que tienen en el desarrollo integral de sus hijos e hijas, así como por las influencias positivas o negativas que pueden ejercer sobre ellos, debido a factores como estilo de vida y educativo, tipo de relación y convivencia, valores, normas, permisividad, fomento de la autoestima, autonomía, la relación y convivencia, valores, normas, permisividad, autoconcepto,..
Los ambientes familiares nocivos alteran la habilidad de los niños y niñas para relacionarse, interfieren con su disposición para la intimidad y destruyen la facultad natural para verbalizar sentimientos. Por el contrario, un entorno familiar entrañable, protector y estimulante
Por ello, por ir centrando el tema que nos trae hoy aquí, me gustaría dar una serie de orientaciones o pautas que puedan servir para modificar el actual estado de la cuestión
Con respecto a la Comunidad Educativa, es necesario crear un clima de comunicación y colaboración de trabajo en equipo, de respeto y de ayuda, para que los chicos y chicas puedan desarrollarse en un ambiente positivo, con unos valores que guíen sus vidas y unas orientaciones que les permitan tomar decisiones de forma responsable frente a las múltiples situaciones que van a encontrarse a lo largo de los años.
La prevención de estas situaciones de violencia, agresiones, consumos irresponsables o conductas disociales debe contribuir a desarrollar la capacidad crítica de análisis sobre la propia realidad personal y social, a descubrir los múltiples factores que intervienen en su inicio, las posibilidades personales, familiares, escolares y sociales para hacerles fuertes frente los intereses económicos, la ausencia de valores, etc.
La Educación para la Salud y para la no violencia hay que integrarlas en los planes curriculares de los centros educativos, y en consecuencia en la programación del Aula. Los centros, profesores y profesoras, deben ser valedores de esta necesidad y trasladar a toda la comunicad escolar su importancia y el compromiso en el ámbito familiar. Esto resulta muy importante, quizás más que los propios conocimientos a conseguir ya que cuando fallan estos aspectos es difícil seguir avanzando en la consecución de competencias académicas.
Crear un clima escolar en el centro, como comentábamos, ayuda bastante a determinar un modelo social de convivencia entre los chicos y chicas. Un lugar donde todos/as se sientan aceptados y del que se sientan parte y protagonistas tanto en el aprendizaje de conocimientos como en el crecimiento como personas.
Para ello, hay que saber gestionar de forma democrática la convivencia entre todos los sectores sociales (padres y madres, profesorado y alumnado), así como crear una organización escolar que vertebre y admita que se den cambios, se favorezcan momentos de encuentro. Se impulse una revisión de los modos de proceder, se favorezca la creación de vínculos estables de cooperación y de ayuda con las instituciones, etc.
El contexto de las aulas ha cambio mucho en los últimos años, y ello requiere nuevas actitudes y nuevos sistemas organizativos. Hay que tener en cuenta que hoy se tienen más recursos y medios para el aprendizaje dentro y fuera de la institución escolar, pero falta coordinación y sistemas consensuados de trabajo entre los mismos. Ahora, más que nunca, son necesarias alianzas para alcanzar unos objetivos que redundarán en beneficio de todos.
No obstante, es posible que existan y se den situaciones individuales que requieran una abordaje diferenciado y una tutela continuada. Ello debe suponer detener comportamientos antisociales, y ofrecer el apoyo necesario para salir de estas situaciones.
También, el ejemplo familiar o la pérdida de los modelos de referencias, llegan a ser a veces elementos educativos fundamental que, bien utilizados, sirven para marcar pautas de referencia a los/as jóvenes. Decía Séneca que el camino más certero es el ejemplo, o como dice la sabiduría popular «largo y penoso es el camino de los preceptos y corto y provechoso el de los ejemplos».
A nivel Comunitario, requiere tomar conciencia de los problemas que existen en la sociedad: paro, delincuencia, violencia, racismo, adicciones, etc.., así como de la importancia que tiene la participación comprometida de todos en la búsqueda de soluciones. La participación debe formar parte de nuestro estilo de vida y, por tanto, tiene que trascender a las intervenciones puntuales, originadas por algún acontecimiento ocasional que nos afecte.
El medio social instruye e inculca en niños y niñas creencias, ritos, normas valores y acuerdos que utilizaran de mayores para recibir e interpretar su mundo. En general, las pautas culturales nos guían y orientan. Nos ayudan a forjar ideales, valores aspiraciones y costumbres que forman parte de la base de nuestras actitudes y comportamientos.
Son innumerables los espacios comunitarios donde se debe intervenir, aunque como es evidente no son los mimos en todas las comunidades.
Las asociaciones vecinales, juveniles, deportivas o culturales contribuyen a crear un clima de colaboración y participación fomentando una actitud de colaboración y convivencia entre personas de distintas edades, con unos objetivos y metas comunes. Y, en definitiva, orientada a mejorar la calidad de vida, promoviendo aspectos relacionados con ésta, el bienestar, la educación y la salud.
Ante la complejidad del problema no podemos mantenernos al margen, debemos, por ello ser beligerantes ya que es un tema que nos afecta a todos y en el que todos tenemos que tomar conciencia de nuestra responsabilidad como padres y madres, educadores, políticos, ciudadanía para buscar caminos de solución. En este sentido, la prevención es la mejor apuesta.
Para terminar, me gustaría hacerlo con una cita de Mayor Zaragoza, «ser vigías del provenir: ésta es la gran misión, porque de esta manera podremos ser capaces de anticipar, de prevenir. La prevención es la mejor victoria, es la que evita el sufrimiento. Pero como clínico que he sido en la prevención de las enfermedades infantiles, sé muy bien que la prevención es invisible. La prevención cuando va acompañada por el éxito, no se ve, y ojos que no ven corazón que no siente. Por ello tenemos que ir creando una nueva cultura de la percepción de intangibles, de la percepción de invisibles, de saber intervenir en prevención, en construir la paz, es la mejor y la más fructífera de las inversiones».
Los jóvenes y las situaciones de riesgo con las adicciones
D. José Chamizano de la Rubia
Defensor del Pueblo Andaluz