Una característica comúnmente aceptada de la sociedad de nuestro tiempo es su pluralidad y multiculturalidad, que a su vez irán incrementándose conforme avance el siglo XXI. Aunque la complegidad y la pluralidad es una realidad, existen determinados intereses que parecen pretender que los ciudadanos y ciudadanas perciban lo contrario.
La necesaria pluralidad y multiculturalidad contrasta con el tratamiento que se da en los principales medios de comunicación social, que son los principales contructores de memoria y opinión colectiva. La concentración de los MCS en manos de grandes grupos empresariales empobrece la diversidad y pluralidad, a la vez que dificulta la multiculturalidad, reduciendo nuestra, hasta ahora, propia cultura. Atentan contra el contraste de opiniones, contra la diversidad informativa y paradógicamente limita el derecho a la libertad de expresión e información.
La mundialización de la economía y la política, junto con el progreso tecnológico han situado a los medios de comunicación de masas en el centro de la política y de la sociedad. Unos medios que contribuyen a la potenciación de determinados estilos de vida y de auténticas contrarevoluciones ideológicas, políticas y económicas, en las cuales las estrategias de imagen y comunicación toman más importancia que nunca. Todos constatamos el aumento en la parrilla de la programación de las televisiones, de los programas con escaso interés cultural y formativo, «realities shows», concursos deplorables, programas basura, degradación de la mujer, violencia permanente, informativos no plurales con de una clara tendencia política, etc.
Hasta los anuncios publicitarios desarrollan su papel de uniformizadores al anunciar más que el propio producto o servicio, un modelo de sociedad, de estilo de vida, de valores, determinado: competitivo, machista, individualista, hedonista, economicista, etc. En definitiva una sociedad consumista que se caracteriza por hacer hincapié más en el tener que en el ser.
Es curioso que las cosas que a la mayoría de los participantes en estas jornadas nos preocupan y a las que dedicamos una gran parte de nuestro tiempo, nunca aparezcan en los programas audiovisuales. Programas que tienen un gran impacto de audiencia y son capaces de modelar las conductas. Parece impensable que hubieran programas que permitieran dar a conocer el trabajo solidario y voluntario que día a día realizan miles de personas. ¿Cómo funciona una asociación de madres y padres de alumnos?, ¿Cómo se lo montan los alumnos y alumnas de determinado instituto para participar?, ¿Qué experiencias de éxito y que pueden servir de ejemplo para otras, ha desarrollado determinada asociación de vecinos?¿Cómo se han organizado determinado grupo de inmigrantes para poder sobrevivir en nuestra sociedad y cuáles son sus puntos de vista, sentimientos, preocupaciones ante lo que contemplan?, ¿Cuál es el punto de vista de los excluidos?, ¿No existen excluidos en una España que va bien?¿Qué hacen cada dia las personas solidarias?, Etc. son ejemplos de temas que una gran parte de nosotros desearíamos que los medios de comunicación de masas abordaran.
Es verdad que nuestra sociedad es cada vez más compleja y una reacción habitual es la inhibición o la banalización de la realidad. Los temas sensacionalista, las catástrofes, el cotilleo rosa, el fútbol, etc. han pasado a ser uno de los factores más importantes de socialización entre las personas, forman parte de los más altos niveles de audiencia y aparecen como la cultura común.
Ante esta situación la educación en valores democráticos cobra una gran importancia; pero no podemos caer en un optimismo pedagógico basado en que la escuela pueda cambiar la dinámica de la sociedad. La escuela es un subsistema dentro del sistema social y por tanto se ve afectada para bien y para mal de su entorno. No podemos hacer dejación del papel de la sociedad (políticos, padres y madres, medios de comunicación, organizaciones sociales, etc.) para encomendar la responsabilidad únicamente al profesorado.
La LOGSE ha planteado como solución para la educación democrática o educación ciudadana, los temas transversales: educación para la paz, consumo, ambiental, igualdad, salud, etc. en definitiva educación en valores. Es urgente e imprescindible ofrecer a los pequeños ciudadanos propuestas éticas alternativas a las que habitualmente les ofrece la sociedad de su entorno, de esta forma no se trata que la escuela transforme la sociedad, sino que les podamos ofrecer una posibilidad de educación en y para la libertad.
No obstante desde mi punto de vista lo más importante para la educación en valores democráticos es lo que algunos han llamado el currículum oculto. ¿Qué es lo que se hace y se le pide al alumno en el centro educativo?. No se trata tanto de las disciplinas o asignaturas, sino esas otras tareas que no aparecen siempre explicitadas; pero que conforman la personalidad y el sistema de valores, y especialmente, los democráticos en los alumnos. Por ejemplo: la creación de la asociación de alumnos y alumnas o la participación en un sistema de representación democrática como son los delegados y la participación en el grupo clase o en el Consejo Escolar del Centro, tiene una gran importancia para el aprendizaje de valores como la libertad de expresión, la tolerancia, el comprender y respetar al otro, la responsabilidad y acción sobre los temas que nos afectan, etc. No se trata tanto de proclamar que nuestros centros educativos educan en valores democráticos, sino fundamentalmente que se trata de centros democráticos. Es necesario acortar distancias entre los valores proclamados y los valores practicados.
Así los resultados del proyecto de la Oficina Internacional de Educación, ¿Qué educación para qué ciudadanía?, recogen que los métodos que favorecen el aprendizaje mediante una acción concreta sobre la propia realidad de la comunidad o en colaboración con ella, logran un mayor impacto que las meramente cognitivas. Las actividades participativas ofrecen la posibilidad de adquirir un conocimiento práctico de los procesos característicos de la vida cívica y política en el ámbito de la comunidad, parecen estimular actividades favorables y positivas.rLa educación cívica y democrática debe cumplir tres metas: desarrollar una perspectiva histórica que permita a los estudiantes conocer la herencia cultural de las diversas sociedades en el espacio y el tiempo, el desarrollo de destrezas de acción social como habilidades para debatir, discutir, argumentar, negociar, comprometerse y por último la reducción del etnocentrismo y por tanto la eliminación o debilitamiento de prejuicios culturales y cualquier tipo de discriminación.
Sobre la democracia paritaria, soy de la opinión que es necesario introducir medidas de discriminación positiva siempre que las situaciones de partida no sean iguales. Es decir se trata de actuar para que el punto de partida garantice la igualdad de aquellos que no son iguales. El caso de las mujeres es uno que aparece con gran importancia por el número de personas afectadas pero existen muchos otros casos donde la desigualdad de partida es mucho más grave. Las medidas de discriminación positiva deben establecerse como instrumento, pero teniendo claro el objetivo. Hay que evaluar los efectos que producen y su congruencia con lo que pretendíamos y en su caso establecer medidas correctoras. A modo de ejemplo debería estudiarse si la paridad de la mujer en los partidos políticos facilita la incorporación de más mujeres a las organizaciones que la han adoptado o por el contrario produce desviaciones indeseadas como que las mujeres que ya pertenecen a la organización impiden la incorporación de otras para así no tener que repartir el poder existente. Es necesario no olvidar tomar otras medidas que facilitarían la participación de más mujeres y la conciliación de la vida personal, laboral y política: revisión de los horarios de participación, ofreciendo espacios para los hijos y adaptación de los horarios escolares, la incentivación de la corresponsabilidad de tareas domésticas, revisión de los medios de transporte y la accesibilidad de los locales, etc.