IX FORO EL CONFLICTO, LA VIOLENCIA Y LA PALABRA DESDE LA CIUDADANÍA

Eduard Vinyamata

Conflictos, conflictología y vida cotidiana

EDUARD VINYAMATA PROFESOR

Por poco que hayamos vivido, nos hemos percatado perfectamente que los conflictos y las crisis son cosas comunes con las que tropezamos con mucha frecuencia. Problemas y conflictos con nosotros mismos cuando la desorientación o el enfado nos dominan, conflictos con los padres, la pareja, la familia, las personas con las que trabajamos o con nuestros vecinos. La vida, el mundo, bulle en un mar de conflictos mezclados con la inefable sensación de felicidad que se nos deja sentir en ocasiones.

Por poco que hayamos vivido, nos hemos percatado perfectamente que los conflictos y las crisis son cosas comunes con las que tropezamos con mucha frecuencia. Problemas y conflictos con nosotros mismos cuando la desorientación o el enfado nos dominan, conflictos con los padres, la pareja, la familia, las personas con las que trabajamos o con nuestros vecinos. La vida, el mundo, bulle en un mar de conflictos mezclados con la inefable sensación de felicidad que se nos deja sentir en ocasiones.

Por otra parte, todos los medios de comunicación, la televisión los diarios, los comentarios sobre la vida política ya sea local, nacional o internacional, son como la crónica inacabable de conflictos. Los conflictos acompañan nuestras vidas, los intentos por resolverlos también. No podemos disfrutar de cuanto tenemos sino disponemos de tranquilidad, de paz, lo más placentero se vuelve doloroso y, si no encontramos el remedio, acaba destruyendo lentamente nuestras posibilidades de felicidad y la vida misma.

IX Foro Fundación Hugo Zárate "Conflictos, conflictología y vida cotidiana"

Nada funciona bien sin poseer la capacidad de vivir en paz, sin aquella habilidad que nos permita convivir desde la diversidad e, incluso, el desacuerdo. Convivir de manera positiva, no a la fuerza ni en contra de unos u otros, eso ya no sería convivencia. Sin embargo, ¿de donde surgen aquellas capacidades de entendimiento si existen discrepancias?, ¿de donde aquellas capacidades de convivencia desde el respeto a la diversidad y a la libertad de cada cual para interpretar por si mismo lo que mejor le conviene?; ¿de donde surge la tolerancia, de donde aquello que nos permite cooperar para el bien común, cual es la formula que combina, sin perjudicar, la diversidad y la unión sin contradecir ni una ni otra?. ¿Como hacer para vivir en paz, serenamente, en un mundo tan agitado, convulso, donde la inseguridad se siente cada vez mas cerca…?

Desde el momento de nacer hasta el fin de nuestra vida experimentaremos estados permanentes de conflicto y de serenidad con nosotros mismos. El hecho de vivir, de crecer, subsistir, reproducirse, relacionarse y fallecer son momentos de crisis y conflicto mezclados con momentos sublimes de serenidad y paz interior. En buena parte dependerá de nosotros mismos. La toma de decisiones, las influencias externas producidas en nuestra relación con el entorno social y natural serán los causantes de angustias y temores. También lo serán la relación que mantengamos con nosotros mismos; si comprendemos o no nuestra significación y sentido, si acertamos en nuestra adaptación al entorno, si controlamos nuestra capacidad de imaginar y desear, de aceptar y de resolver dudas y necesidades.

El conflicto se encuentra en la base de la vida y de toda relación humana. El interés de la Conflictología no se limita al ámbito de lo político ni de los conflictos sociales violentos sino que se interesa por toda manifestación conflictual y, en particular, por los conflictos entre personas: Las relaciones de pareja, las familiares, entre compañeros de escuela o de trabajo, las relaciones vecinales y ciudadanas… Y por los conflictos con uno mismo, provocados por situaciones de crisis más o menos graves. El infortunio, la enfermedad y la proximidad de la muerte suelen ser aquellos momentos excepcionales en los que nos hallaremos completamente solos frente a lo desconocido, combatiendo y pacificando, al mismo tiempo, nuestros miedos y temores mas íntimos y personales. No se trata ni de negar el conflicto, ni de evitarlo, ignorarlo o intentar destruirlo; se trata de comprenderlo.

Los planteamientos son similares y equivalentes en todos los casos, lo único que cambia son el número de personas que intervienen en un conflicto determinado, las armas con que se combate y el escenario en que se produce. Los mecanismos y las significaciones son las mismas. Esto es lo que confiere a la Conflictología una significación propia como ciencia del conflicto. Se trata de comprender les causas y el desarrollo del conflicto para poder intervenir cuando éste sobrepasa las posibilidades de autocontrol o cuando los perjuicios nos parecen muy elevados. No me refiero a las pequeñas dificultades que configuran una relación, ni tampoco aquellos temores que nos hacen prudentes; todo esto es perfectamente normal, tiene su función y, normalmente, sabemos como sacar provecho y superarlo. Cuando hablo de conflictos, me refiero únicamente a aquellos que superan las posibilidades de solución por uno mismo, aquellos conflictos que inequívocamente perjudican de una manera grave a las partes involucradas. No creo que nadie discuta que las guerras son un nefasto error, aunque puedan aportar algún beneficio aparente algunos de los que las promueven. Sin embargo, también protagonizamos guerras sin hacer uso de armas de fuego, pero con resultados tremendamente destructivos.

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La Conflictología es el compendió de conocimientos sobre el conflicto y de técnicas y procedimientos de intervención en los mismos. No se circunscribe tan solo a una única manera de comprensión ni a un único método, los incluye todos desde la pluralidad terminológica, de denominaciones, conceptual, de procedimientos y sistemas de tratamiento y transformación de los conflictos. Conflictos o crisis con uno mismo, conflictos con otras personas, conflictos colectivos, sociales e internacionales donde, siempre, la violencia acostumbra a estar muy presente.

La violencia que trata de destruir o de dominar al otro, a los otros, movidos por el miedo a no obtener aquello que deseamos, por el miedo a perder lo que poseemos, por el miedo a lo desconocido, por la incertidumbre y la inseguridad que, individual o colectivamente, sentimos con referencia a los otros, a la vida misma, a lo desconocido.

La Conflictología posee una visión integral e integradora que va desde las crisis personales hasta los conflictos internacionales, pasando por toda otra manifestación de violencia como elemento esencial constitutivo de los conflictos. Una violencia que posee muchas expresiones y que no se reduce a la estrictamente física.

La violencia que pretende dañar a uno mismo, al otro, al entorno. Una idea y una realidad violenta que hace uso de la fuerza desde el odio y que puede manifestarse de muchas maneras. A nadie pasa inadvertido los perjuicios y el mal que puede generar los rumores, los engaños o las sutiles humillaciones. Esto también es violencia puesto que genera daño. Contrariamente, la No Violencia es todas aquellas actitudes y comportamientos tendentes a beneficiar, a favorecer y a respetar la vida, a las otras personas, al medio en el que vivimos.

La cultura dominante en los países modernos, entiende que cuando una pareja o matrimonio tiene dificultades notables de relación, la solución pasa casi inevitablemente por el divorcio. El drama que representan los procesos de separación y divorcio, nos mostraran un panorama similar al de un campo de batalla. Muertos, heridos, destrucción y miseria. Sin negar la libre opción a que las personas decidan romper los vínculos matrimoniales, no podemos negar que los divorcios representan largos periodos de sufrimientos psicológicos, tanto durante los procesos de separación como, incluso, posteriormente.

Seguramente, muchos divorcios, como proceso de ruptura de los vínculos matrimoniales, encuentran su justificación en el proceso de separación mas que en la causa primera en que se inició éste. Es decir, el inicio de la crisis o del conflicto que, frecuentemente, suele ser una acumulación de malentendidos, de alteración de la percepción del otro, de malestar con uno mismo o debido a la existencia de pequeños conflictos no resueltos; en ocasiones las causas primeras acostumbran a ser alteraciones de la salud o en la vida laboral, la evolución intelectual, sexual o social. Conflictos mal gestionados que han dado paso a una pérdida progresiva de la expresión afectiva o a pequeñas ofensas mutuas. La escalada de la crisis, del conflicto, resulta similar a la que se produce en otros ámbitos conflictuales y, por tanto, el sistema de resolución acaba siendo muy parecido.

La mayoría de divorcios plantean problemas psicológicos y, al mismo tiempo, dificultades económicas, con respecto a los hijos y al entorno familiar en general. Todo ello se incorpora y agrava, aun mas, la relación critica de la pareja, incrementando gradualmente la tensión y favoreciendo el desarrollo del conflicto. Las dificultades y la tensión llevará a un incremento gradual en la capacidad agresiva y, por tanto, a niveles conflictuales cada vez mas alejados de la convivencia normal y satisfactoria. El malestar generado en la convivencia motivará intentos repetidos por dominar, castigar o vengarse, ya sea de una manera explícita o implícita, consciente o inconscientemente. Las maneras, formas y sistemas de castigar o imponerse al otro pueden resultar tremendamente sutiles: Negarse mediante excusas razonadas a mantener relaciones sexuales o tratar de imponer éstas, humillar a la pareja utilizando el conocimiento íntimo que se tiene; negando la ayuda o la solidaridad en momentos en que se necesitan; siendo infiel o desleal; negando el afecto; difundiendo rumores entre amigos o familiares… Cuando tales medidas hagan insoportable la convivencia, la única salida será el divorcio. Sin embargo, tampoco ello representará resolver lo importante.

Los lazos afectivos, incluso después de la separación, pueden continuar durante años aunque transformados en odio y resentimiento; los hijos continuarán siendo de ambos y, tal vez, si estos son pequeños, entre ambos recaerá la responsabilidad y el derecho a ocuparse de estos. Tal vez, continúen existiendo también lazos patrimoniales, amistades comunes, recuerdos y un largo etcétera. Las soluciones aportadas por el divorcio no son ni una panacea ni definitivas. En los procesos de divorcio pocas veces de tiene en cuenta las secuelas que llegarán a padecer los hijos ni el coste emocional que comportará. Muchas personas, después de un divorcio, se hallaran incapacitadas por mucho tiempo, o de por vida, a poder recuperar su capacidad sexual y afectiva normal. No tiene ninguna gracia encontrarse a los treinta o cuarenta años, a la mitad de la vida, en una situación seguramente irreversible. En los países de tradición divorcista, las personas acostumbran a casarse y divorciarse varias veces, con los correspondientes traumas y problemas que podrían haberse evitado si el primer divorcio hubiera sido resuelto satisfactoriamente.

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Desde la Conflictología el planteamiento es distinto a como viene haciéndose tradicionalmente. Frente a una situación de conflicto de una cierta importancia, el objetivo no consistirá en proponer ni el divorcio ni la negación de tal posibilidad. En situaciones de conflicto matrimonial, hablar de divorcio puede resultar tan imprudente como ponerse a fumar junto a un poste de gasolina. De lo que se trata, justamente, es de alejarse, por el momento, de toda posibilidad de incrementar la tensión y los problemas; mas bien se trata de reducirlos en lo posible y como medida táctica. La toma de decisiones importantes desde estados de ánimo alterado no representan un buen consejo ni puede considerarse como una buena vía para que las personas afectadas puedan actuar con entera libertad; ya sabemos que actuar desde unas capacidades reducidas no es actuar libremente. Favorecer el inicio de un proceso de separación, aunque puedan existir razones «objetivas» lo único que generará son mas razones para llevarlo a cabo, pero de ninguna manera servirán para resolver el conflicto. El conflicto únicamente quedará resuelto cuando se recupere la capacidad de relacionarse normalmente, la armonía, cuando los sentimientos de odio, frustración o el recelo hayan remitido hasta niveles, como mínimo, que no alteren de manera grave la relación. El conflicto quedará resuelto cuando se produzca un acto de reconciliación, tanto si, posteriormente a éste, las partes deciden continuar con la convivencia y la unión como si deciden darla por acabada y se separan.

Reconciliación no es una palabra mas, es un proceso anímico, psicológico y emocional que repercute de manera decisiva en el comportamiento. Los procesos de reconciliación significan una aceptación voluntaria y positiva del otro y la comprensión del conflicto que se ha producido. Reconciliación y pacificación son términos que van mucho mas allá del simple concepto formal o de su estricta significación semántica.

En los casos en que un matrimonio llegue a resolver positivamente su conflicto, reconciliándose, y decida divorciarse, las consecuencias serán radicalmente diferentes de las parejas que se divorcien sin resolver su conflicto. Un matrimonio que se divorcia después de resolver su conflicto -o que se reconcilia y lo resuelve después de separados- no conservarán resentimientos sino que mantendrán una buena amistad; no tendrán problemas en compartir los hijos ni en administrar el patrimonio común; sus capacidades afectivas y sexuales se mantendrán y serán capaces de poder rehacer su vida en este sentido, sin traumas ni dificultades excesivas.

Generalmente, los conflictos se agravan debido a la pésima gestión de los mismos, no a la primera causa que los pudo haber iniciado. Las personas se divorcian motivados por largos periodos de tiempo transcurridos peleándose, desconfiando y ofendiéndose mutuamente; no tanto por un hecho concreto que pudo marcar el comienzo de los problemas de relación.

Llegados a éste punto, conviene resaltar el papel de la Conflictología a diferencia del que desarrollan abogados y mediadores especializados en problemas de relación matrimonial. La Mediación -en el sentido restrictivo y excluyente que se da en Europa- o el abogado, no actúa si no es requerido por una o las dos partes en conflicto, los conflictólogos actúan siempre, aunque no hayan sido requeridos por las partes directamente afectadas, en este sentido se aproxima mas a la profesión médica. Pueden actuar requeridos por los hijos o los padres del matrimonio en conflicto o, también pueden hacerlo movidos por razones humanitarias. Su actuación no será nunca dirigista, coactiva ni violenta; no se inmiscuye jamás en la vida íntima del matrimonio ni propone soluciones ni ofrece consejos. Sin embargo, interviene de manera eficaz, aunque normalmente de manera indirecta y prudente.

Los profesionales de la Conflictología conforman un grupo transversal interdisciplinario. No tienen que ser, forzosamente, abogados o psicólogos, aunque si pueda convenir poseer conocimientos en ciencias humanas y sociales aplicadas al Conflicto y sus métodos de resolución pacífica y no coactiva.

A diferencia de otros profesionales, de como viene haciéndose tradicionalmente, la Conflictología no actúa analizando los casos que se le presentan, ni emitiendo juicios valorativos sobre los mismos, ni recomendando soluciones en un sentido u otro. No es ésta la manera de hacer. Posee un escaso interés indagar sobre que tipo de ofensas y como éstas han podido establecerse en las relaciones matrimoniales en conflicto. Fácilmente pueden suponerse disponiendo de conocimientos o experiencia en los ámbitos conflictuales. Por otra parte, la indagación sobre los detalles de un conflicto matrimonial violentarán a la pareja que los tenga que exponer a un tercero y contribuirá a que la tercera persona -el profesional que intervenga- llegue a perder su capacidad neutral debido a la influencia que produzca en él las explicaciones que le den. Se estará perdiendo un tiempo precioso y se estará favoreciendo la presencia y permanencia de una de las causas del conflicto.

Con frecuencia, los problemas de relación no consisten mas que en la repetición incansable de las cosas que no van bien o el recuerdo, insistente, de las dificultades y ofensas que se han producido. En estos casos, lo mejor parece que debería ser dejar de darle vueltas, de insistir, de hablar sobre ello. Proceso necesario para poder reducir la tensión, pacificar los ánimos y replantear los problemas de otra manera a como a venido haciéndose.

Conocer los detalles del conflicto, en muchas ocasiones y aunque parezca mentira, puede resultar contraproducente para ayudar a resolverlo. Fomentar que la pareja en conflicto hable de sus problemas frente a una tercera persona que intentará moderar la forma en que se desarrolle el diálogo, puede representar algunos inconvenientes y efectos secundarios indeseables. Frente a una tercera persona, determinados temas resultan tremendamente difíciles y violentos hablar sobre ellos; el papel de un mediador intentando mejorar la comunicación resultará muy difícil desarrollarlo desde la necesaria neutralidad y eficacia. Los problemas de comunicación no se resuelven únicamente mejorándola, en ocasiones, la solución está en cambiar de sistema, dejar por un tiempo la comunicación verbal deteriorada y hacer uso de otros sistemas. Tampoco podemos olvidar que, con frecuencia, los problemas de relación, los conflictos, no tienen su causa en un defecto aparente de comunicación sino que su causa la hallaremos en problemas anímicos, de salud, psicológicos o sociales. Sin embargo se hace necesario disponer de una comprensión integral y de sistemas que permitan ayudar a que las partes implicadas los resuelvan por si mismas.

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Las acciones de asedio psicológico o Mobbing, es decir, los conflictos en los centros de trabajo, no acostumbran a desarrollar manifestaciones de violencia física, el asedio acaba siendo de carácter psicológico muy sutil y, al mismo tiempo, muy doloroso. De manera parecida a como sucede con el desarrollo de una competitividad excesiva en la que casi todo vale y en la que los principios cooperativos son claramente deficitarios. El asedio psicológico que se genera en las relaciones de pareja o en las relaciones interpersonales en general, surge del odio y del resentimiento y se manifiesta a través del engaño, la humillación y el desprecio. El mobbing forma parte de la vida cotidiana de la inmensa mayoría de centros de trabajo, muy presente en la vida política y social y de muchas ong’s de carácter humanitario o de organizaciones políticas y religiosas., aunque ello nos parezca mentira.

Los conflictos familiares, como entre compañeros de trabajo, tienen muchos parecidos con las guerras civiles, aunque pocas veces se utilicen armas de fuego o armas blancas. Las armas de los conflictos entre familiares y entre compañeros de trabajo son el rumor, la mentira, el desprestigio y los abusos de poder encaminados a someter y sustraer los resultados del trabajo de los demás. Todo ello, eso si, sin apenas gritos, envuelto en disquisiciones ideológicas, justificaciones arguméntales y grandes muestras de aparente seriedad y sentido ético.

A lo largo de la vida de la Humanidad, ésta ha desarrollado innumerables métodos de intervención en los conflictos y sistemas de comprensión de los mismos desde todos los ángulos de observación y reflexión. Existen infinidad de estos, todas las culturas y en todas las épocas y desde todas las ideologías y formas de pensamiento han procurado encontrar maneras concretas y prácticas de reducir o eliminar los conflictos. Sin embargo, en muchas ocasiones, los intentos de gestionar o administrar los conflictos se han transformado en un nuevo conflicto. Cuando la violencia, la manipulación o la represión se han transformado en la manera de solventar disputas o divergencias, el método acaba siendo el conflicto.

La medicina conoce las secuelas del asedio en el trabajo, del odio entre familiares, de situaciones críticas frente a la vida, del estrés continuado. El estrés acaba haciendo estragos en la salud de las personas y acaba afectando también a la sociedad. La medicina a desarrollado sus propios métodos conducentes a procurar reducir el estrés y recuperar la calma ya sea mediante fármacos o diversas medidas higiénicas para recuperar la salud. Sin embargo, ello es únicamente una parte del problema y de su posible solución. No es necesario ser médico para entender y hacer uso de estos sistemas.

También la psicología hace aportes importantes al análisis y tratamiento de los conflictos. Todas las escuelas en psicología dedican buena parte de sus esfuerzos a las crisis y a los conflictos. La percepción y las actitudes que se desprenden de éstas son elementos importantes en el desarrollo conflictual. Las terapias, los diversos métodos, son maneras distintas y parecidas de intervención. En algunas personas unas resultan mas efectivas que otras, sin embargo, todas las aportaciones son interesante tener en cuenta.

La antropología y la filosofía también cuentan con sistemas de análisis de los conflictos que nos descubren elementos insospechados generadores de insatisfacción, inseguridad e inquietud que acaban por fundamentar reacciones conflictuales que ni la medicina ni la psicología podrán contribuir a restablecer. La filosofía también cuenta con métodos prácticos para recuperar la serenidad y el sentido de la vida que, en ocasiones, se encuentra en la base de actitudes y desconciertos generadores de ansiedad y de temores que contribuirán al desarrollo de crisis y de conflictos.

En general, la transformación de las percepciones de uno mismo, de los otros o de la vida es el punto de partida para la transformación de actitudes y comportamientos tanto individuales como sociales. Los conflictos pueden ser transformados propiciando estas transformaciones en la manera de entender este mundo, en la manera de vivir. En ocasiones necesitaremos el concurso de terapias psicológicas o de medicamentos, en muchas otras ello resultará innecesario.

Entre las terapias psicológicas destaca una de carácter no dirigista, la Programación Neurolingüistica (PNL) que viene a ser una especie de «automediación» o mediación con uno mismo con la finalidad de planificar y desarrollar por si mismo cambios de actitud y de comportamiento cuando lo que afecta a las relaciones con otras personas no es la dificultad del acto comunicativo que promueve la mediación, por ejemplo, sino la comunicación consigo mismo. La fantasía también puede ser un buen recurso para superar determinadas percepciones negativas, evitar o solucionar conflictos. La obra de H.E. Stanton es de referencia obligada.

Dentro del ámbito de las técnicas y procedimientos disponemos de una diversidad que conviene conocer, preservar y hacer buen uso. La mediación no es el único sistema de abordar los conflictos, en ocasiones podría llegar a resultar incluso inconveniente, a pesar de resultar muy útil en otros casos. La mediación es un recurso técnico si se cuenta con capacidades analíticas para comprender la causa del conflicto. Sin un conocimiento previo, la acción mediadora podría no aportar nada e incluso llegar a perjudicar. En conflictos de pareja, por ejemplo, si la causa de las disputas posee un trasfondo depresivo, la mediación no aportará más que una mayor frustración y, consecuentemente, el deterioro de la relación o del proceso de separación.

No conviene olvidar o dejar de tener en cuenta procedimientos eficaces de observación y de intervención en conflictos. La negociación, por ejemplo, nos puede facilitar técnicas eficaces de entendimiento entre partes enfrentadas similares a las que aporta la mediación. Asimismo, el entrenamiento o «couching» resulta extremadamente útil en buena parte de conflictos en los cuales las personas en disputa lo están debido a su incapacidad por organizarse su propia vida y gestionar sus propias soluciones a sus problemas. Con mucha frecuencia, los conflictos poseen una base de desorganización, de incapacidad funcional para resolver por si mismo los problemas propios. De nada serviría facilitar la comunicación como procuran la negociación o la mediación, cuando el problema, la causa del conflicto, tiene que ver con esta dificultad de afrontar los pequeños pero importantes problemas cotidianos.

Otra de las aportaciones que convendrá tengamos bien en cuenta son las obras, propuestas y experiencias del llamado Mobbing o asedio psicológico. La problemática de los conflictos en el trabajo ha adquirido unas proporciones y consecuencias importantes. Se han creado numerosas asociaciones anti-mobbing y sus consecuencias se pueden leer cada día en los periódicos y en las numerosas denuncias en los juzgados. La medicina del trabajo, los expertos en riesgos laborales y muchos psicólogos dedican cada vez mayores esfuerzos a mitigar y desterrar esta práctica de consecuencias nefastas para la salud de las personas y el rendimiento de los centros de trabajo.

Existe una tendencia a encerrarse en una única denominación, en un único sistema y método y, desde esta postura rechazar otras aportaciones. De hecho, este tipo de actitudes nos muestran mas una actitud competitiva que el interés por lo que se está haciendo y el objetivo de ser útiles a las personas en conflicto a las que, teóricamente, pretendemos ayudar.

Veamos un esquema que relaciona tipologías, intensidad y características conflictuales con las técnicas de intervención usual y apropiada. Como esquema que es, su intención es simplificar una visión general para poder tener en consideración el conjunto, a costa de reducir la complejidad de cada uno de los conceptos, sin por ello negarla.

Cada conflicto conviene que sea abordado de manera adecuada, no pueden establecerse moldes o sistemas universales para todos ellos. Resultaría un error pretender mediar un conflicto cuya solución radica en el arbitraje. Como lo mismo sucedería al revés. El arbitraje es muy eficaz y aconsejable en conflictos de carácter básicamente mercantil, en los cuales no se da un componente emocional y la solución se traduce por la aplicación simple de la regla o reglamento arbitral. En estos casos, las partes en conflicto ni deben verse, la solución está en acuerdos sociales previos que prevean la intervención de tribunales arbitrales que aplicaran la norma y el sentido común sin necesidad de acudir a los tribunales ordinarios o a psicólogos, terapias y procesos de mediación totalmente innecesarios en tales casos.

La mediación es eficaz cuando el conflicto se genera en un acto de comunicación deficiente y las partes se muestran incapaces de establecerlo de manera positiva y calmada. En estos casos, el mediador es una figura útil que no pretende sustituir los criterios de las partes en conflicto, simplemente ayudarles a que puedan establecer una comunicación positiva y eficaz que contribuya, no únicamente a solucionar sus propios problemas de relación sino, incluso, a mejorarla aunque no existe conflicto alguno.

En ocasiones, casos mediables en los que la mediación no acaba de obtener los resultados esperados, la ayuda nos llega de la Dinámica de grupos, una técnica anterior y previa a la mediación en la que la observación y la reflexión sobre problemas similares por parten de otras personas que implementan soluciones originales, se transforma en aquel origen inspirativo para los propios problemas y conflictos. La Dinámica de grupos resulta muy útil cuando las personas con dificultades de relación y de comunicación les resulta difícil o imposible establecer actos de mediación con la persona en conflicto. La manera de encontrar solución a su situación consistirá en asistir a reuniones de grupo donde encontrar inspiración y experimentación o contraste a sus dificultades.

La educación es otro recurso inestimable a la hora de aportar soluciones y ayuda a personas en conflicto . Sin embargo, cabe distinguir el acto instructivo del educativo. Educar no es instruir. No se pretende comunicar unas informaciones, más o menos útiles para que la persona que se instruye pueda aplicarse en su beneficio. Se trata mas bien de procurar que la persona adquiera su propia sabiduría a través de su propia experiencia vital con la ayuda u orientación del educador. En este sentido, la educación nos ayuda en el aprendizaje sobre como vivir.

La adquisición de valores inspirados en la experiencia vital, la reflexión y la inteligencia emocional, nos llevará a percibir la vida de una manera determinada, con lo que desarrollaremos actitudes y comportamientos que modificaran y transformaran nuestra manera de vivir, de solucionar nuestros problemas y de resolver nuestros conflictos . En este sentido, el viaje puede representar una actividad pedagógica de extraordinario valor. Existen obras y expertos que nos pueden enseñar como hacer uso y que resultados positivos llegar a obtener. En muchas ocasiones, cuando la situación conflictiva se hace insostenible y no se ven soluciones, la solución puede consistir en aconsejar un viaje, cambios en la vida, en la rutina, lo que facilitará la distensión y cambios en la perspectiva que aportarán, por si mismas, nuevas ideas sobre como solucionar una situación determinada.

Existen innumerables técnicas que pueden ser aplicadas en la resolución de los conflictos si conocemos sus repercusiones en la salud, el estado de ánimo y el desarrollo positivo de las relaciones. La actividad física y el ejercicio contribuyen al bienestar físico y psíquico, con lo cual facilitaremos la prevención o la corrección de situaciones de estrés que acabarán fundamentando buena parte de los procesos conflictuales. Difícilmente podremos contribuir a ayudar a mejorar relaciones deterioradas por conflictos sino hemos aprendido como se vive de manera satisfactoria en toda su integridad. No esperemos resultados mágicos de la aplicación de ideas generales, debemos contar con recursos específicos que mejoren la vida de las personas. En definitiva, la enfermedad surge de la debilidad del organismo debido a condiciones de vida precaria o errónea. Así, pues, los conflictos surgen también de formas de vida que no responden a las necesidades de ésta.

Veamos de manera esquemática, diversas maneras y técnicas de abordar la solución de conflictos.

Seguramente, no se trata de resolver ni gestionar los conflictos de otros, ni tan solo de mediar ni negociar, sino más bien de facilitar que cada persona, todos, pueda vivir, crecer y ser feliz. Como única garantía de estabilidad y concordia, de progreso y de paz. Y ello representa procurar por la libertad y la justicia social de todos y cada uno y de manera real y concreta.

Se trata, en definitiva, de facilitar el tratamiento adecuado en cada caso y a cada persona o sociedad en conflicto, para que ésta misma pueda recuperar su autoestima, se seguridad, satisfacer sus necesidades, el propio equilibrio y serenidad, su libertad y, de ésta manera, poder solucionar sus propias crisis y conflictos.

Me parece que los conflictos ni se resuelven ni se gestionan sino que son transformados. Ayudar a transformar, a que las mismas personas y sociedades los transformen por ellas mismas en sus mentes y sus corazones, me parece el único camino que conduce a la paz.

Si desconocemos aspectos tan importantes como los procesos de desarrollo de las actitudes violentas, agresivas y del miedo, poco podremos hacer llegado el momento de afrontar un conflicto. De nada sirve intentar hablar, comunicarse o razonar con una persona en situación aguda de estrés, de tensión y de miedo. De nada serviría en tales casos intentar una mediación o un proceso negociador.

Asimismo, el conocimiento sobre las necesidades humanas nos aportará mucho en el momento de comprender actitudes y comportamientos personales o sociales de rechazo, oposición o desafección cuando la satisfacción de necesidades como la seguridad, la subsistencia o cualquier otra se encuentra en un estadio de insatisfacción manifiesta. Las soluciones a conflictos en los que se dan situaciones manifiestas de injusticia social las encontraremos, únicamente, en proveer solución a tales problemas.

La riqueza de técnicas y procedimientos en la solución de conflictos resulta extraordinaria. Los juegos, especialmente diseñados con este propósito, resultan de gran utilidad en procesos educativos encaminados a mostrar soluciones imaginativas que aportan sensibilidad a los razonamientos. La obra de Paco Cascón es de referencia obligada para aquellos que deseen poseer recursos eficaces para contribuir al establecimiento de la paz en cualquier situación. Asimismo, el recurso a las narraciones posee unos efectos y aplicaciones similares. En este sentido, la obra de Dufur también resulta de referencia clara.

El uso de la filmografía, las lecturas de autoayuda, de la literatura, las dramatizaciones, son otras técnicas que facilitan tipos de intervención en conflicto de valor equivalente. Formas no directivas sugerentes para que las personas aprendan por si mismas a encontrar solución a sus propios problemas, a sus conflictos de relación y a sus crisis personales. Estas técnicas indirectas pueden resultar de mayor eficacia que la intervención directa y explícita como sucede en los procesos de negociación o mediación y, en todo caso, puede resultar de una ayuda importante para preparar las posteriores sesiones y aprovechar los intervalos en que estas se suceden.

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El contacto físico, en algunos casos, puede llegar a ser mucho mas eficaz que un largo discurso lleno de razonamientos y buenos consejos. Me remito a nuestra propia experiencia personal. Cuando de manera sincera expresamos nuestras intenciones y emociones a través del tacto, de la proximidad física, incluso en el ejercicio profesional, los resultados se hacen notar y las personas llegamos a entender lo que sucede y lo que se nos propone por la vida emocional y a través de un contacto físico, del simple tacto. Evidentemente, cualquier manifestación en este sentido debe tener en cuenta las convenciones culturales establecidas. Existen países en los cuales el contacto físico se reserva a la intimidad y la familia, transgredir esta norma no escrita podría significar una ofensa grave. En otros lugares, por el contrario, la comunicación verbal que no vaya acompañada de expresiones no verbales no resulta convincente. De una manera u otra, el poder del tacto no conviene desdeñarlo ni subvalorarlo.

De manera parecida podríamos otorgar similares ventajas al humor y la risa. No todo conviene apoyarlo en el razonamiento y el consejo. En ocasiones las recomendaciones no llegarán nunca a ser comprendidas mientras que el aprovechamiento del humor y del reír franco contribuirá decididamente a diluir tensiones y a entender, en clave de humor, las descripciones negativas que conllevan la expresión de la mayoría de conflictos. Lo que ya sabemos por nuestra propia experiencia de la vida nos lo corroboran argumentaciones científicas sobre el valor terapéutico de algo tan simple como el uso del humor en la solución de los conflictos.

Todas las técnicas que pretenden devolver la calma, la tranquilidad a personas sometidas a tensiones y crisis pueden ser útiles para generar las condiciones necesarias e imprescindibles para afrontar y facilitar que las personas puedan solucionar, por si mismas, sus propios conflictos. Para que pueda ser efectiva la comunicación debe estar presente un cierto sosiego, de manera parecida a como resulta también necesario para poder reflexionar y llegar a determinaciones equilibradas. Existe un amplio abanico en el cual escoger: Yoga, diversos tipos de meditación, músico terapia, actividad física… Cada una de estas puede resultar idónea para un caso u otro. Lo que resulta imprescindible, a mi modo de entender y desde la Conflictología, es la necesaria inclusión de sistemas de relajación en la formación y el ejercicio profesional de quienes trabajan en conflictos.

La propia transformación de las personas que desean trabajar y formarse en Conflictología me parece algo importante. Lo que no se llega a que llegue a formar parte de uno mismo, a vivir y practicar, difícilmente podrá enseñarse y comunicarse a otros. Si un mediador, por ejemplo, se dedica a desacreditar o a hacer circular rumores en contra de alguien, como podrá llegar a enseñar, a mostrar, a alguien que este comportamiento violento es causa de conflicto y que el rencor, el odio y la agresividad deben ser superados si se quiere establecer otra manera de solucionar los conflictos y de vivir satisfactoriamente uno mismo…

Conocer la amplitud y complejidad de los conflictos, su importancia, nos conducirá hacia perspectivas plurales y abiertas de acceso al conocimiento de las crisis así como al uso de una tecnología de intervención en los mismos que no se circunscribirá a un único método. Este es el oficio del conflictólogo. La persona, el profesional, que aprende a comprender los conflictos, las crisis, la violencia que se inscribe en éstos, que hace uso de aquellos procedimientos conducentes a mitigar, solucionar o transformar la vida de las personas hacia un estilo sereno y satisfactorio de vivir y de dejar vivir.

Normalmente, nuestra forma particular de vivir se fundamenta en una concepción específica de la vida, en una percepción de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. La manera en como adquirimos conciencia de nosotros mismos y de nuestra significación en la vida predeterminará valores, actitudes y comportamientos, tanto a nivel individual como social y político. Buena parte de los conflictos se fundamentan en este hecho aparentemente secundario. Si disociamos nuestra conciencia de existir del resto de la vida, de los otros, de la naturaleza y de la sociedad que nos rodea, habremos puestos los fundamentos imprescindibles para justificar todo tipo de violencias y desmanes y nuestra propia desgracia.

En sociedades tan racionales, preocupadas obsesivamente por el poder y la posesión, se reflexiona poco de algo tan sutil, y a la vez tan determinante, como esta capacidad de fundirnos con la vida en su conjunto, con eso al que llamamos naturaleza. Del sentirse íntimamente formar parte de todas las expresiones de la vida, del universo. Algunos lo han denominado mística y espiritualidad, que no siempre tiene que ver con la noción de religión, para otros, no es más que el proceso de percepción que se produce cuando nos disociamos, nuestra conciencia de existir, del resto de la vida. Esta disociación, nos permite ver al resto de seres humanos y a la naturaleza, como simples objetos a nuestra disposición, cuya existencia adquiere sentido para nuestro uso y abuso. Contrariamente, cuando nuestra conciencia, nuestra sensación de existencia, se une a todas las formas expresivas de la vida, éstas forman parte de nosotros mismos y viceversa. Las actitudes que se desprenden de una y otra manera de entender son diametralmente opuestas. Cuando existe disociación, cuando no existe unión entre las diversas formas de la vida, el miedo, los deseos y la angustia crecen, la explotación salvaje de la otra persona, de la naturaleza e incluso de nosotros mismos resulta algo lógico y razonable. Sin embargo, a la inversa, cuando nos sentimos formar parte del conjunto, el respeto, el goce y la cooperación nos acompañan hasta mas allá de lo que denominamos muerte, incluso la muerte adquirirá una significación muy distinta, no será finalización sino transformación… El conflicto desaparece, el miedo también, no hay más crisis ni más deseos de posesión puesto que se posee todo al formar parte de la vida en general. La paz, el agradecimiento y el afecto son los únicos sentimientos que prevalecen. Esta es la paz natural, la que surge de la comunión con la vida en sus diversas expresiones. En este sentido, concepciones de místicos , así como el pensamiento pacifista y no violento se estrechan y se hacen comunes. No puede haber paz sin formar parte del conjunto de la vida desde la diversidad que se complementa, única manera de respetarla.

En sociedades donde se persigue la diferencia y se generan desigualdades, donde se impide la libertad y se limita la felicidad, por razones de establecimiento de un orden que conjure el miedo a la propia naturaleza, el conflicto surgirá en infinitas expresiones y las personas y los sistemas sociales enfermaran. Las opciones no violentas, de paz se justifican en propuestas de cambio. El cambio de valores, espiritual, de formas de vida, de alimentarse, de respirar incluso; de actitudes y de comportamientos, cambios culturales profundos tanto a nivel individual como colectivo, puesto que ambos conceptos resultan indisociables. Cambios en la concepción y la realidad del poder, no se persigue el poder para mejor o peor administrarlo sino su restitución a las personas.

Normalmente, concebimos la ausencia de violencia con la pasividad, con la ingenuidad o la indiferencia. Estamos convencidos en nuestra intimidad que la violencia es la mejor forma de defensa y de asegurarnos el respeto. Y por tanto acabamos actuando violentamente aunque intentemos demostrar que no es así. No acertamos a ver que violencia es cualquier cosa que pueda perjudicarnos a nosotros mismos, a otros. Confundimos paz con lejanía de la guerra. Pocas veces relacionamos paz con nuestra vida cotidiana, con nuestro entorno familiar, laboral o social más próximo. Pensamos que, si la paz es lo contrario de la guerra y la guerra la hacen los soldados y nosotros no lo somos, entonces, creemos vivir en paz.

Sin embargo, nuestras vidas acostumbramos a vivirlas desasosegadamente, con angustias e inquietudes debidas a infinitos temores de no ver satisfechos nuestros deseos y necesidades. El miedo nos lleva a luchar desesperadamente, de manera agresiva, con nosotros mismos y con quienes nos rodean. Por esto resulta tan importante modificar nuestra manera de ver el mundo y de planificar nuestra vida. De poco servirá afiliarse a una organización humanitaria si actuamos de manera deshumanizada, de poco servirá proponerse vivir en paz si nuestras ambiciones y posesiones nos obligan a luchar por ellas. Lo que poseemos nos posee.

En un mundo abundante y bello, nuestros temores nos conducen -a todos- a una lucha constante que fácilmente puede acabar en un conflicto. Sentimientos de culpa, de odio y rencor, derivan con facilidad hacia estados depresivos o agresivos que acaban considerados como algo normal de la vida, pero que no tendrían porque serlo.

Anhelamos vivir apasionadamente, pero en calma, sin temor. Aspiramos a que nuestras relaciones sean fáciles, harmónicas… A nadie le gusta que le odien o que le excluyan. Queremos disfrutar de la vida, sin amarguras, en paz. Deseamos recibir un trato justo y afable, sin violencia. Sin embargo, con frecuencia inflingimos a otros todo aquello que rechazamos y aborrecemos.

Las relaciones entre las personas, los grupos sociales y las naciones están impregnadas de conflictos. Guerras en las cuales las armas no son únicamente de fuego, también con el rumor, el engaño y el odio o el resentimiento se destruye y se puede generar sufrimiento. Pequeñas y crueles guerras entre compañeros de trabajo, entre conciudadanos, amigos y compañeros, entre familiares… Esta es la paz que empieza en nosot

ros mismos y que acaba determinando las relaciones sociales e internacionales.

Aprender y enseñar Paz y No Violencia, acaba siendo lo mismo que aprender y enseñar a vivir satisfactoriamente, en calma, en plenitud, a ser felices. Las personas felices no atacan, no tienen miedo ni odian, viven en paz.

uestras sociedades se han dotado de infinidad de métodos, técnicas y procedimientos para intentar contener los conflictos, encauzar su energía creativa, reducir sus costes, buscar solución, gestionarlos, administrarlos o transformarlos. Desde la medicina se ha procurado encontrar métodos terapéuticos para reducir el estrés a niveles normales. Desde la práctica del derecho y la administración de justicia también se han establecido sistemas como el arbitraje o la mediación para canalizar de manera inteligente conflictos que no deberían acabar dentro del complicado engranaje judicial.

Sin embargo, todo ello, merece ser observado y encauzado de manera integral e integradora. En muchas ocasiones, cambiar la manera de ver las cosas, cambiar de manera de vivir y aprender a sentir es la mejor forma de superar crisis y de superar conflictos de manera positiva y eficaz. Existen tantas maneras de comprender, de analizar los conflictos, de intervenir positivamente en ellos, de ayudar en su tratamiento, transformación y gestión que no podemos, honestamente, reducirnos a una sola denominación, a un único método, a una exclusiva aproximación al mismo.

De vivir en paz con uno mismo y con el entorno, de ser felices, de vivir plenamente. De eso se trata, de eso trata la Conflictología.