VI FORO GRUPO DE TRABAJO Nº 2

JUAN SOTO RAMÍREZ

Occidente y El Islam

JUAN SOTO RAMÍREZ COORDINADOR

El atentado contra las torres gemelas de Nueva York ha convulsionado muchos territorios sociales y políticos, alcanzando incluso a ámbitos muy concretos de nuestra vida cotidiana.

Después de décadas de convivencia en Europa con el mundo islámico derivado de los fenómenos de emigración y, a pesar de la proximidad geográfica, especialmente de nuestro país, el mundo musulmán sigue siendo para nosotros un gran desconocido.

Por razones de actualidad y de preocupación, hoy, el islamismo, recibe el foco de atención y el interés de la llamada civilización occidental, casi siempre filtrado por un esquema mental parcial maniqueo.

Como mucho nuestras valoraciones y opiniones se producen desde una concepción cultural y moral, la occidental, que lejos de aproximarse al fenómeno desde el respeto y comprensión, lo hace desde una posición de superioridad. Esta situación nos ha impedido ver más allá de los estereotipos y clichés, del que por otra parte, tenemos abundantes influencias culturales.

La sensibilidad y la hospitalidad y tantas cualidades de estos pueblos, han quedado cubiertas por las manifestaciones más nefastas de determinadas tradiciones, injustificables y condenables desde la consideración de respeto y dignidad que merecen los seres humanos, especialmente las mujeres.

Frente a un código moral y penal islámico que incluye penas brutales en algunos ámbitos, occidente se reclama superior en su concepción ética como la civilización del estado de derecho, olvidando la pervivencia de penas tan brutales como la pena de muerte en el corazón del abanderado de las libertades, EEUU.

Lo que parece claro es que las políticas desarrolladas en Europa no han facilitado una integración real y digna. Es más, han sido un obstáculo para la convivencia multicultural y el diálogo sincero en pie de igualdad entre modelos diversos y plurales.

Hoy vemos como en Europa las terceras generaciones de emigrantes vuelven la mirada hacia sus señas de identidad, hacia sus abuelos, después de comprobar la discriminación que vivieron sus padres en sus intentos de integración en la sociedad occidental.

En todo caso, sólo abordando con decisión y convicción las causas reales del problema, podremos atisbar la posibilidad de una relación estable de mestizaje y de convivencia multicultural, en la que del diálogo y del cruce de las civilizaciones podemos enriquecernos mutuamente, y posibilitar una integración real.

Sólo a través de la superación de la miseria de gran parte del planeta con medidas activas de cooperación al desarrollo, y sentando las bases de una integración real de los inmigrantes, conseguiremos que estos ciudadanos se sientan con derecho a una vida digna en los países de acogida o en sus propios países.

Este es un recorrido más exigente y paciente que la guerra pero sus resultados serán, sin duda, más estables y duraderos.

Debemos ser capaces de encontrar un sistema de valores universales y consensuado para la paz, capaz de vincular a todos los sistemas culturales y religiosos, que supere el estrecho marco de referencia de los valores dominantes y hegemónicos en occidente, fundamentado en el individualismo y la competitividad, y no exento de un sustrato estructural de violencia.