En sintonía con el título del VIII Foro de su ponencia inicial y el del propio grupo de trabajo, comenzó su andadura este cuarto grupo con una presentación por parte del coordinador de las tres palabras claves en el enunciado objeto de nuestra reflexión. Ésta resultó intercomunicada con espontaneidad y en la perspectiva de ofrecer nuestra síntesis colectiva al grupo general en reunión posterior. Tales palabras son: EDUCACIÓN, MORAL Y COTIDIANIDAD.
La primera como factor esencial de la maduración personal humana en libertad interior frente a la necesidad y las determinaciones externas que puedan provenir tanto del ámbito natural como del social.
La segunda, lo moral, reconocido como dimensión esencial de lo humano, junto con la lógica (verdad), lo estético (arte) y el amor (filantropía).
Y finalmente, en lo cotidiano, como lo único real, aún en su doble dimensión material/espiritual y también en su dualidad dialéctica temporal,pasajero/permanente, eterno.
El clima, ambiente y talante que se respiraba hacía al caso sobre el tema propuesto, pues no era otro que el de “diálogo” tolerante y sincero y con miras hacia la posible mejora y consolidación de un compromiso social ya particular y privado de cada uno de los presentes, que a su vez resultaban heterogéneos en edad, oficio y formación espiritual y cultural.
Así pues y solamente enumerando de pasada los distintos factores de la educación (familia, escuela, la política con su dimensión legal y económica, la religión, la calle, los medios de comunicación, el arte, la cultura, etc. etc.) el grupo echó a andar con orden y naturalidad suficientes y con los siguientes resultados aproximados.
De una forma sencilla y en sintonía con la visión crítica de la ponencia inicial, se esbozó una visión histórica y actual de la educación en España después de la Ley Moyano del XIX, la escuela franquista, la Ley General de Educación del 70 y con la LOGSE del 90 vigente y en la perspectiva de la Ley de Calidad de la Enseñanza (LOCE) del P.P. en trámite de aplicación progresiva inmediata.
Con práctica unanimidad se constata en la escuela actual una cualificación cientificista y psicologista, con cierta funcionarización peyorativa del profesorado y una ausencia generalizada de gran parte del sector familiar. Todo ello junto con la crisis de la escuela funcional, autosuficiente y homogénea, como decía el ponente, y la falta de otros referentes personales y colectivos, pues se constata más bien una flojera en cuanto al rigor del saber, el orden y la intensidad del esfuerzo por parte de un sector del alumnado carente a su vez de una interiorización equilibrada entre estudio y esfuerzo por un lado y triunfo personal y social por otro. Una escuela intelectualista y memorizadora en la perspectiva de una deificación social de la tecnología como elixir de felicidad aún a costa de factores espiritualmente tan esenciales como la inteligencia, la disciplina, la creatividad y la socialidad, por citar algunos de los indispensables para una buena educación.
De igual modo, en intervenciones personales al hilo del tema moral, se remarcó lo determinante que resulta la crisis de valores espirituales y humanistas de nuestra actual sociedad para la educación y la ilusión profunda de nuestros escolares; la forma tan deleterea que tienen ciertos medios de comunicación (T.V sobre todo) para unificar a la baja las exigencias morales, con sensación generalizada de que “todo vale” para el éxito social o económico. No obstante, se reconocía que, a medio y largo plazo, “hay que sembrar” con paciencia, por ejemplo en asociaciones de vecinos y/o ampliando redes populares que funcionen y convenzan por lo menos a minorías concienciadas y responsables.
Más,una propuesta sociopolítica integral y más completa de cultura y elevación moral no se ve en perspectiva inmediata, entre otras cosas por falta de lectura y carencia de un verdadero aprendizaje para la vida, siempre complementario a la formación académica de la escuela. Reiteradamente se echa de menos esa red de instituciones que contemplen consecuentemente esa formación también moral en su proyecto educativo que quedaría asimismo amparado por la constitución española vigente.
Porque, en efecto, se puede observar la necesidad de que la escuela forme para la vida y no sólo para el oficio, dando la impresión de que esas que llaman “asignaturas transversales” dan para poco en una tarea educativa tan profunda y motivadora como la que se requiere ante los peligros sociales que nos acechan.
Porque incluso en Galicia con lo del “Prestige” se ha visto a los jóvenes con ganas de participar altruísticamente aunque los cauces hayan sido más bien ocasionales, parciales y muy poco institucionalizados: se ha visto que el utilitarismo y el mercantilismo reinante no terminan de convencer a una juventud abierta para creer y valorar lo gratuito y generoso de la vida. Y si los padres andan enfrascados den sus faenas y preocupaciones y más bien distantes y fuera de onda con respecto al proceso educativo de sus hijos, pues tanto peor para todos, pues su aportación se ve como imprescindible.
Ya en el capítulos de propuestas, se reclamó el interés y el ejemplo del profesorado, con el agravante de que nadie enseña a ser buenos padres; que se fomente las ganas del saber en los alumnos; y su esfuerzo para la consolidación de hábitos morales elevados (laicos y religiosos), porque lo ecológico y la paz y el hambre entre personas y pueblos apremian. En suma, que se necesitan más campañas y cauces institucionales para estos temas entre los jóvenes, que si no, se aíslan peligrosamente en sus músicas estridentes, ordenadores, videoconsolas… Y luego llega entre otras la violencia de género como consecuencia sutil e imperceptible desu mala o ausente EDUCACIÓN MORAL.
Y todo ello con paciencia pues, como se apuntó, ese trabajo formativo, profundo y complementario ya fructificará por lo menos en minorías de jóvenes nobles, es decir, inteligentes y generosos. Y el compromiso político, ya caerá consecuentemente por su propio peso en su momento. Se reclamaban también pruebas mejores y más completas que los exámenes en el proceso escolar y sin obligar hasta los 16 años pues la educación académica se ve como un derecho y nunca como una obligación homogénea hasta los 16 o 18 años. Y siempre con razonamiento como mecanismo sagrado para el saber y madurar también moral (valores).
Y si no, que el coscorrón personal y social no sea muy grave precisamente como consecuencia de las dejaciones y deficiencias que constatamos en la educación cotidiana que reciben actualmente nuestros jóvenes.Y todo desde, por y para la vida cotidiana, la de ellos y por lógica para una Humanidad actual cada vez más urgida y apremiada por la tensión de tener que afrontar los enormes peligros que amenazan su indefectible aunque misterioso progreso hacia un futuro cada vez más culto, moral y feliz.