El mundo educativo y cultural reclama nuevas finalidades, que asignen metas y horizontes a la acción ciudadana así como nuevos cantos que incentiven y motiven la tarea . Estas finalidades y motivaciones se construyen con los mimbres de los mejores relatos protagonizados por el propio mundo asociativo.
El sistema educativo actual se ha conformado históricamente en confrontación con los requerimientos y exigencias de la sociedad moderna. De la instrucción, formación y educación que se proporciona a sus niños y jóvenes, depende en buena medida la viabilidad del proceso de modernización. Cada viraje en este proceso ha significado una convulsión en el sistema educativo, que requería articular sus piezas y adecuar sus funciones. Se espera de la educación que contribuya a adaptar los valores tradicionales a las exigencias de la modernización y a socializar los nuevos valores con el fin de que no se produzcan quiebras individuales y colectivas.
Este empeño modernizador está en el origen del actual sistema educativo, que consiguió de este modo redefinir las finalidades educativas en función de la autonomía del sujeto, crear unas instituciones académicas con el fin de canalizar las responsabilidades comunitarias y establecer un nuevo horizonte para la educación acorde con la racionalidad instrumental. Detrás de cada ganancia, se esconden unas pérdidas, que se viven como malestares en el ámbito educativo y minan incluso la propia finalidad de la educación.
El sentido de la educación se construye hoy pleiteando con estas reducciones y cultiva alternativas a estas pérdidas. Amplía los espacios educativos, que habían sufrido una excesiva reducción a las aulas, promueve nuevas responsabilidades entre los agentes sociales y activa el deshielo de la razón instrumental desde la preferencia por los que están peor situados.
El desbordamiento del aula El sistema educativo moderno existe para institucionalizar los momentos y las formas del aprendizaje; a la escuela se va a aprender y cuantas veces se quiere aprender; la educación se ha unido primariamente a una etapa de la vida que tenía que ver con la doma inicial de niños y jóvenes para introducirles en una determinada sociedad. Era como la puerta de entrada que dotaba de equipaje suficiente para vivir personal y socialmente un mundo de sentido, funcional a los procesos de modernización.
Pero, ¿quién debe aprender y cómo debe estructurarse el aprendizaje? La sociedad industrial ha organizado el sistema educativo en función de la sociedad de mercado, liderada permanentemente por la tecnología y en función de la disciplina de la fábrica, necesitada de personas competentes y sumisas. El destino de la escuela es preparar para el ejercicio profesional; y ese futuro profesional del estudiante configura a su vez las reformas educativas.
Cuando la educación, como institución moderna, se sustanció en el aula, con sus prestaciones y providencias formales, inició un camino hacia la autoreferencialidad y el ensimismamiento. La educación empezó a desvincularse de la familia, de la comunidad, de las organizaciones sociales, de la salud, de los servicios de proximidad. Y perdió la gran riqueza que procede de la producción comunitaria de la educación. La educación se identificó torpemente con el sistema escolar y con los recursos institucionales. Y el aula se convirtió en la gran metáfora del mundo industrial: organización jerárquica y división del saber entre quien sabe y quien no sabe; y el libro llegaría a ser la gran metáfora con la que concebimos al sujeto y su posición en el mundo.
La ilusión ilustrada de que la escuela podría, por si sola, satisfacer todas las necesidades educativas de la vida humana, se ha quebrado y, en su lugar, hay que vincular la educación a otras fuentes, a otros contextos, a otros escenarios. Y de este modo, la educación desborda el marco escolar para recuperar los mundos de vida y busca nuevos vínculos con la calle, con la familia, con la comunidad, con la comunicación. Ningún problema hoy empieza en la escuela ni puede abordarse solamente en ella.
La educción hoy pretende ser más permeable a los dinamismos comunitarios, a las familias, a las organizaciones sociales; no puede identificarse con el sistema educativo formal, sino que éste se considera sólo como una pequeña parte de los instrumentos que una cultura dispone para iniciar a los jóvenes en sus formas de vida; puede incluso, como es el caso hoy, entrar en contradicción con otros sistemas que intentan transmitir a los jóvenes las reglas de vida . Cuando la familia se reúne para comer y sus miembros intentan dar un significado a los acontecimiento de la jornada, o cuando los niños intentan ayudarse para comprender el mundo, están ejerciendo la educación.
La educación, de este modo, es una aventura colectiva que se sostiene sobre la producción comunitaria de los bienes educativos. No es manteniendo el mito del capitán del barco como podrá sobrevivir la educación, sino insertándose en el seno de un movimiento que se sustenta sobre la colaboración. La preocupación mayor de la educación consiste en activar los dinamismos comunitarios, despertar lo que está dormido en cada persona, activar el protagonismo del propio grupo y sus potencialidades. La educación se apoya en la fuerza transformadora de la tradición comunitaria; es decir, en el papel activo y decisivo de las comunidades en la gestión de sus propios riesgos, por el cual las poblaciones dejan de ser objeto de educación para considerarse sujeto. En la educación, la población no es un simple objeto de aprendizaje, sino que es a la vez sujeto y objeto. Sin su protagonismo, no hay solución posible a ningún problema educativo.
El fin de la educación consiste en crear significados, ofrecer motivos para vivir, hacer al individuo consciente de sus raíces, posibilitar habitar en el mundo como en su hogar y activar procesos de integración; las aulas que posibilitan el intercambio de conocimientos e institucionaliza la enseñanza es un simple medio. Pero con demasiada frecuencia el medio se convierte en fin y ni siquiera se puede afirmar que exista un vínculo automático entre escuela y educación. La tarea fundamental hoy consiste en establecer nexos entre el medio de la escuela y el fin de la educación.
La educación con sentido se resiste a tener que elegir entre la escuela y las vinculaciones, que la desbordan, entre las técnicas pedagógicas y los espacios de sociabilidad.
Nuevos actores educativos La apuesta por la modernización hizo emerger dos actores sociales, cuyas exigencias han marcado las sucesivas reformas educativas: las Administraciones del Estado y el sistema productivo. En confrontación con las Administraciones públicas, consiguió de este modo conquistar la libertad académica y la autonomía frente al poder político, al tiempo que preparaba los profesionales adecuados que requería el Estado moderno. El Estado de las autonomías y la construcción de la Unión europea, en los últimos años, exigían no sólo una nueva redistribución de las competencias sino una armonización de estudios, capacitaciones y titulaciones.
Recientemente, se ha confrontado con el sistema productivo y de su encuentro nació la voluntad de adecuarse a las demandas de la nueva racionalidad. El avance del conocimiento científico y del desarrollo tecnológico, sus implicaciones cada vez mayores y más directas sobre los procesos productivos, obligan a una formación básica y más prolongada, a una formación mas consistente y a la vez más versatil, susceptible de adaptarse a necesarias y frecuentes innovaciones.
El proceso de modernización dividió el espacio social entre lo público y lo privado e hizo a lo primero equivalente del Estado y a lo segundo lo hermanó con el Mercado. La educación necesita una redefinición de lo público: no es estatal, porque está fuera del control directo del Estado y de sus Administraciones, más bien representa un «espacio asociativo, sin coerción, de solidaridades concretas» (Michel WALZER); no es tampoco privada, porque tiene por bien interno el servicio a los ciudadanos y el interés público.
La educación responde a otros requerimientos que no son los de las Administraciones ni de las Empresas, se añade un tercer actor que representa lo popular, que hoy se sustancia como espacio público. De este modo, la educación y la cultura amplían las fronteras de la ciudadanía social y están llamadas a jugar papeles más significativos en la creación del espacio de lo público. Se delinea un sentido de lo público, que no se vincula solamente a los aparatos del Estado, sino a una pluralidad de sujetos y dimensiones de la ciudadanía. Cada vez que la educación y la cultura se ha aliado con los intentos privatizadores de la enseñanza, han perdido su propia sustancia; y toda vez que han consentido identificarse sólo con los requerimientos estatales, se ha vanalizado su tarea más propia como generadores de libertad.
El deshielo de la razón A causa de la apuesta modernizadora, la educación ha estado durante dos siglos confiscada por la idea de la enseñanza como aprendizaje de conocimientos, habilidades e instrumentales, en función de la competencia técnica. Respondía al primado de la razón instrumental, interesado en los medios más que en los fines y en alcanzar el máximo de eficiencia con el mínimo coste. Asimismo, la educación postulaba la autonomía del individuo como su finalidad primordial. Con la edad moderna, las exigencias de la utilidad desplazan a las de la perfección; la educación se entiende y se valora desde las prestaciones que es capaz de ofrecer. La educación se emparentó, en primer lugar, con la perfección y se orientó a desarrollar las capacidades humanas de acuerdo con las oportunidades históricas de su clase social: educar significaba, hasta el s.XVII, enseñar a buscar la perfección a través del ejercicio de la razón y de la virtud, aspirar a la verdad y al bien (paideia).
Con el proceso de modernización, el destino de la educación se vincula a la preparación a la competencia en la sociedad de mercado. Se crea, de este modo, un sub-sistema especializado, que se sustancia en la escuela y se convierte en la puerta de entrada a la profesión. La especialización funcional implica un distanciamiento creciente de los mundos vitales; y la escuela es el primer ámbito en el cual el niño aprende a controlar sus sentimientos en función de la lucha por ser el primero y alcanzar un lugar en la sociedad competitiva. Progresivamente, la finalidad educativa se convierte en mero aprendizaje. «Aprender a aprender» resultará la fórmula más lograda de la pedagogía; y desarrollar la capacidad de aprender, que se podrá utilizar en cualquier situación, el éxito mayor de la educación. El ideal del aprendizaje no está en acumular conocimientos justos o en saber la verdad, ni en desarrollar capacidades útiles ya que pronto resultarán inapropiadas. Se trata de una competencia instrumental, formal, sin contenido, que, en lugar de estar orientada a valores, lo está al dominio de instrumentos.
La educación necesita producir un nuevo horizonte de necesidades humanas que no son meramente funcionales, sino que solicitan respuestas sobre el sentido, sobre el significado de la vida y de la muerte; la utilidad deja paso a la realización solidaria de sí mismo; la educación ya no puede entenderse como adaptación a las exigencias de la sociedad, sino como auto-realización de una personalidad autónoma y crítica. La educación no tiene que elegir entre crear productores y consumidores o favorecer el despliegue de las capacidades de cada persona. En el primer caso, domestica, manipula e impone; en el segundo, se construye sobre la reciprocidad y la convivencialidad, como elementos sustantivos de la identidad. Identidad no necesariamente debe interpretarse como algo que se impone para distinguirnos y separarnos del otro; hay una identidad que consiste, precisamente, en no cerrarse en sí misma y en avanzar hacia formas de existencia solidaria. Pero es una coartada de la actual hegemonía cultural convertir la identidad personal en una defensa desaforada de la autonomía, entendida como no depender de otros para no ver coartadas nuestras posibilidades de crecimiento. Necesitamos, en su lugar, una identidad abierta que se deja asaltar por el grito de los últimos y de los que están pero situados, aunque sea una identidad fracturada por la diferencia y tensionada por la desigualdad.
Lo que estaba en el origen del bienestar del individuo y ampliaba la capacidad de dominio, iba a amenazar nuestras vidas. El crecimiento económico justificaba la mala distribución y el progreso, podría indicarse en dólares. La centralidad de las tecnologías convierte la salud en un problema técnico y el bienestar, en un asunto de dólares. Se ha hablado de una perdida de resonancias, de profundidad y de riqueza en el ámbito humano.
La educación actual necesita recrear el concepto mismo de saber, que tiene menos de aprendizaje de conocimientos clasificados y codificados que de adquisición de una sabiduría original, donde importa menos el aprender que el saber hacer, para poder influir sobre el propio entorno y hacer frente a las situaciones; el saber ser, con el fin de contribuir a la realización personal en todas las dimensiones del ser humano, desde el corporal hasta el espiritual y religioso ; y el saber convivir, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas, realizar proyectos comunes y prepararse para tratar los conflictos.
En este contexto, la educación y la cultura necesitan, como reconoce el Informe DELORS en la Educación encierra un tesoro (1.996) «conciliar la competencia que estimula, la cooperación que fortalece y la solidaridad que une» (p. 17).
Las diversidades, que en los últimos años se visualizan en el hecho migratorio, son un reto y una oportunidad para la educación y la cultura. Los 150 millones de personas que se desplazan hoy por el mundo han puesto sobre la mesa una nueva cuestión: no sólo sus derechos como personas sino también sus derechos culturales. Lo cual supone un profundo desafío para la educación, que debe plantearse cómo desarrollar los generadores de un proyecto de civilización vinculado a las migraciones en un mundo único, el reconocimiento y defensa de las identidades colectivas de las minorías y el respecto de los derechos humanos en sus tres generaciones.
Las migraciones cumplen tres funciones esenciales en orden a la educación: a) demuestran y desvelan las carencias y las inercias del sistema educativo, b) abren nuevas potencialidades y amplios horizontes para la construcción social, c) crea una cultura cívica favorable a una sociedad mestiza, plural y tolerante.
El encuentro con las migraciones debe incorporar las aportaciones históricas de las distintas etapas que han ido construyendo buenas prácticas en confrontación con las desigualdades económicas y con la presencia de las diferencias en el ámbito educativo; en ese largo itinerario, no siempre fácil y pocas veces lograda, ha ido creando dispositivos y providencias en contacto con la diversidad que se despliega básicamente en forma de desigualdad socio-económica, en forma de discapacidad orgánica y en forma de diversidad cultural. Los inmigrantes no son ni pobres, ni deficientes ni inadaptados, sin embargo necesitarán de todos los dispositivos que el sistema educativo elaboró en contacto con aquellas realidades. Sólo de este modo podremos atender a una nueva vulnerabilidad que produce los desplazamientos y pérdida de los tejidos sociales y llama a las puertas del sistema educativo.
Se ha hablado mucho de lo que tiene que hacer los migrantes para incorporarse al sistema educativo, pero muy poco de lo que tiene que hacer el sistema educativo para afrontar los flujos migratorios.
Ante las desigualdades: principio de universalización En la medida que las migraciones desvelan la doble desigualdad: la que existe entre Norte-Sur, y la que existe dentro mismo del Sur entre capas dirigentes y población, es necesario activar los dispositivos de la universalización; una desigualdad entre las dos orillas, que coloca el 90% del PIB del conjunto mediterráneo hoy día en el Norte. La desigualdad es el efecto llamada capaz de empujar a unos a morir en el umbral de Europa, en el estrecho de Gibraltar o en cualquier río Grande, intentando alcanzar un paraíso parido por las ondas de televisión. BASCHIR, un marroquí superviviente del naufragio de una patera, se pregunta: «Y a pesar de todo, ¿por qué queremos viajar? Seguro que para vosotros es difícil comprender por qué una persona normal, que tiene una casa y un pequeño trabajo y una familia, lo deja todo y se echa a la aventura. Por qué camina miles de kilómetros, paga sobornos a policías de media Africa y se pone en manos de desalmados para llegar a Europa». «La respuesta es que no tenemos otro horizonte. Y preferimos jugarnos todo para encontrarlo…; y si nos morimos en el Estrecho, es que Alá lo ha querido así».
Cuando las desigualdades llaman a las puertas del sistema educativo, la respuesta fue la universalización de la educación. Ante este principio decaen todas las circunstancias agregadas: ser legales o ilegales, documentados o indocumentados, regulares o irregulares. El derecho de todo inmigrante a incorporarse al sistema educativo es primario y no puede tener ningún eximente ni condicionante.
Del encuentro con las desigualdades han surgido dos principios básicos inspiradores que tienen especial relevancia hoy: la universalización y la discriminación positiva.
Las deficiencias de escolarización y las diferencias de oportunidades para los niños de clases sociales diferentes planteó la necesidad de universalizar la enseñanza. La universalización se reconoce en la Constitución española (art.27) al proclamar el derecho de todos a la educación, declara la enseñanza básica obligatoria y gratuita, y obliga a los poderes públicos a garantizar el derecho de todos a la enseñanza.
La universalización no es un proceso mecánico que puede implantar de suyo a través de declaraciones legales, por importante que sean; ni es un proceso abstracto que puede implantarse por encima de coyunturas históricas. Cuando la desigualdad afecta también a diferencias no solo de oportunidades sino también de condiciones de partida, el proyecto universalizador requiere medidas de discriminación positiva o de acción afirmativa.
Cuando las minusvalías y discapacidades llaman al sistema educativo, éste vivió un salto cualitativo. La integración de los minusválidos y discapacitados en el marco escolar fue un momento decisivo para recrear la función de la educación ante las diferencias y de este modo se elaboraron buenas prácticas para responder al desafío de las personas os niños con discapacidad; sus intuiciones han sido decisivas para la pedagogía de la integración.
Decir que un determinado alumno presenta necesidades educativas especiales , pertenece ya a la práctica cotidiana de la educación . La madurez del sistema se expresa en su capacidad de elaborar nuevos modelos de intervención basados en el concepto de «necesidad educativa especial», en promover prácticas de integración escolar, y en fomentar el principio de individualización, evitando de este modo el etiquetaje y las aulas especiales.
En contacto con las minusvalías físicas y síquicas se ha desarrollado el principio de normalización, que se propuso evitar la creación de guetos educativos y cualquier forma de segregación. El principio de integración escolar unido al principio de normalización han permitido atender a alumnos y alumnas que demandan un respuesta diferencial . Niños y niñas que anteriormente eran encaminados hacia otro tipo de centros se incorporan hoy ,aunque lentamente y en ocasiones con inercias y retrasos, a la escuela ordinaria. Esta dinámica ha obligado a revisar la educación especial tradicional que se ha visto cuestionada y llamada a una profunda transformación.
Ante las exclusiones sociales: el principio de individualización Cuando las dificultades evolutivas o sociales llaman al sistema educativo se incorporó el concepto de itinerario personalizado y el enfoque curricular.
No existen dos exclusiones iguales ya que cada una de ellas es inseparable de su historia- La aproximación educativa a la exclusión como una realidad estática está abocada al fracaso ya que no hay una condición única, ni es homogénea ni uniforme sino diversa y plural; se es excluido de distinta forma en el pueblo que en la ciudad, cuando se tienen cubiertas todas las necesidades o cuando se vive en la intemperie, se es joven de distinta manera cuando se malvive en las fronteras de la subsistencia o se dirige una agencia bancaria. La misma drogodependencia tiene un sentido diferente cuando golpea al joven de las periferias populares y a los altos ejecutivos.
Resulta esencial incorporar al debate de la pedagogía un hecho básico: cómo viven los niños los procesos migratorios. También en esto podemos afirmar que no existen dos iguales. Hablar de niños emigrantes es una falacia, lo que existen son niños sin adjetivos.
En la Escuela se escribirán tantas trayectorias como biografías personales existan; quizá sean trayectorias menos lineales de lo que un educador es capaz de desear. Se evitará el academicismo estéril para inventar nuevos espacios educativos y nuevos tiempos educativos. Cada educando tiene un tiempo propio para aprender, para saber , para convivir. Será necesario proscribir toda forma de enseñanza normalizada ya que no existen moldes sino biografías personales que deben construirse.
Nació así el enfoque curricular, que impone adaptar la educación a los contextos particulares y a las distintas experiencias vitales de los alumnos; el descubrimiento del carácter procesal de la educación con el concepto de heterocronía de tiempos y ritmos propios implica la necesidad de diversificar las actividades, los sistemas de enseñanza y las respuestas educativas así como de allegar medios suplementarios e instaurar métodos pedagógicos específicos. Descubrimos en este contexto las trayectorias escolares más flexibles para los alumnos con dificultades de integración en el sistema escolar, pero que a menudo están dotados para otros tipos de actividades.
Si las migraciones fueran un episodio individual, el sistema educativo estaría suficientemente equipado para afrontar la incorporación de las migraciones ; pero es también un aventura colectiva y un hecho cultural.
Llamo co-desarrollo al enfoque que intenta hacer que las migraciones como fenómeno cultural y colectivo, pasen de ser una fuente de conflictos a una cooperación positiva, entre alumnos de distintos países y sobre todo entre culturas diferenciadas.
La pedagogía del codesarrollo no se plantea como instrumento para frenar las migraciones (versión del codesarrollo que propugna la derecha) ni como medio para sustituir las migraciones por el desarrollo (versión del codesarrollo que propugna la izquierda) sino como el camino para conseguir objetivos sociales, económicos y pedagógicos en el encuentro e interrelación.
La pedagogía del codesarrollo se opone a tres propuestas que gozan hoy de alta consideración. Se opone a las propuestas propugnan la segregación o ghetización de los inmigrantes («cada uno en su sitio»). La segregación se está presentando como una propuesta pedagógica sostenida por una fuerte presión social. Una mitad de los ciudadanos reconocen que experimentan a menudo u ocasionalmente sentimientos racista. De cada 100 españoles, 48 creen que los grupos de inmigrantes no deben mantener sus costumbres distintas sino que deben adoptar las de nuestro país.
Otras veces se sostiene con razones presuntamente pedagógicas: impiden el desarrollo normal de los alumnos aventajados o el proceso normalizado del aprendizaje. Y otras veces se apoya en razones ideológicas, su última versión se encubre con la teoría del choque de civilizaciones. Consagra de este modo la imposibilidad de entenderse porque detrás hay una lucha de dioses. De nuevo necesitamos a Marx para que nos ayude a traer a la tierra lo que es de la tierra.
Se opone así mismo a las propuestas inclusionistas que incorporan las migraciones como hecho individual, sin que ello suponga ninguna modificación en los contenidos, en las organización escolar.
La transformación de un proceso social en un hecho cultural, político y educativo necesita de unos generadores culturales; en nuestro caso, tiene especial importancia el diálogo intercultural, que es capaz de convertir las migraciones en un proyecto de cooperación , la cultura de la tolerancia, que limita los monopolios y la construcción de redes internacionales de solidaridad que posibilitan la ciudadanía mundial.
Generadores de cooperación Lo decisivo en la educación es provocar experiencias del «nosotros». Cuando un niño y un anciano caminan juntos llevando un saco de leña y al llegar a casa dicen «Hemos traído la leña», se está consolidando la experiencia del nosotros. Los niños de la migración han de poder vivir un espacio colectivo donde experimenten la pertenencia al nosotros. Crecer es abrirse a un futuro teniendo la certeza de poder decir «nosotros». ¿Se puede construir un nosotros desde la experiencia de un trauma? Los sicólogos clínicos se han ocupado de entender y curar el trauma de niños que han sido simples acompañantes de los traumas de los mayores. Y es evidente que la sicoterapia no es la única estrategia posible. Cabe orientar hacia este objetivo la educación a través de la pedagogía de la cooperación.
En primer lugar, la cooperación no es una trasferencia de recursos de quienes tienen a quienes no tienen; es ante todo un método de trabajo que se sostiene sobre la implicación e incorporación de los propios inmigrantes. No se trata de que unos -los inmigrantes- tienen problemas, y la sociedad receptora tiene soluciones. Por el contrario es un proceso de conocimiento y de reconocimiento recíproco, en la cual tu historia y la mía contienen elementos de verdad, y no es justo pensar que la mía es verdadera y la tuya es falsa y equivocada. Ninguna verdad puede adjudicarse la absolutez.
En segundo lugar, la cooperación se sostiene sobre la pedagogía de la acogida. Acogida es escucha activa, lo cual supone, de ordinario, un bajo nivel de tecnicidad. Corresponde a la sociedad civil crear nichos afectivos que ofrezcan la posibilidad de recrear la propia identidad.
La pedagogía de la cooperación fortalece el «empoderamiento» como el desarrollo de potencialidades, la construcción de habilidades, el fortalecimiento de las capacidades de relaciones. Todo aquello que permitirá hablar de las migraciones no desde la relación de ayuda exterior sino como el despliegue de la propias capacidades.
Generadores de interculturalidad La presencia de las migraciones en el ámbito educativo es un generador de interculturalidad. Los migrantes no sólo traen derechos personales sino que traen sus culturas. Llamaremos interculturalidad a una opción de civilización, que no sólo respeta los derechos individuales de las personas sino también el reconocimiento de las identidades culturales. Lo primero conlleva el principio de universalización de los derechos subjetivos; lo segundo, el principio de diferenciación de los modos culturales; el respeto a la identidad irrepetible de cada individuo, independiente de su sexo, raza o etnia, y el respeto de aquellas formas de vida o tradiciones en las que se reconocen los miembros de un grupo. Reconocimiento e identidad son los dos polos de la interculturalidad. Significa que los derechos de dos culturas pueden inter.-afectarse, aportándose cosas valiosas y criticando o eliminado cosas nocivas. en un proceso de mestizaje e interpenetración de las culturas
La interculturalidad es un proceso cultural, ético y político, que reconoce en el intercambio un hecho positivo y enriquecedor. La grandeza de la cultura es ser polifónica y la cacofonía es la negación misma de la cultura. La creatividad cultural resulta siempre de intensificar ese encuentro y esos contactos. Lo recordaba el poeta antillano Derek WALCOTT (Premio Nobel de literatura 1.992) :»soy heredero de todas las literaturas de la gente de mi isla; basta arañar la superficie para encontrar esas culturas originales, se trata de una influencia orgánica que fluye por mis venas» (LaVanguardia 10 junio 1.994). «Las culturas se influencian unas a otras. Las culturas perecen en el aislamiento y prosperan en la comunicación.
La interculturalidad es primariamente un hecho biológico, la trama misma de la vida ; cada uno de nosotros es el resultado de romper tabiques en nuestro interior. Cada uno de nosotros es un espacio de intersección entre distintas tradiciones culturales, una especie de conglomerado de civilizaciones y de tradiciones. Somos identidades múltiples. Sólo una identidad muerta es una identidad fija. Vivimos el constante encuentro con lo que no somos. Estamos sujetos a la prueba del otro. Las otras fes, las otras historia, los otros sueños son también los míos. Este conglomerado va resolviéndose vitalmente por medio de un compromiso, de una reconciliación personal, de un dialogo o de una ruptura. Somos el resultado de una «destabicación».
Así mismo, es un hecho social vinculado a la movilidad social y al pluralismo. La movilidad ha trasformado a los seres humanos de sedentarios en transeúntes gracias a las nuevas tecnologías y a los cambios culturales. Los seres humanos dejan de estar domiciliados en moradas fijas y estables para convertirse de nuevo en nómadas. El 80 % de ciudadanos no viven donde nacieron. Traspasar las fronteras es el nuevo estatuto de la ciudadanía. En toda ciudad coexisten distintas cristalizaciones artísticas, simbólicas, urbanísticas : cristiana, ilustrada, musulmana, judía, árabe. Se practican distintas religiones, tenemos distintas capacidades, diversas motivaciones. Convivimos con otras razas, con otros credos. Si miras hacia España la ves como celtibera, fenicia, griega, romana, musulmana, judía, cristiana, goda. La diversidad es el estado lógico de lo social y el mestizaje es el estado natural de lo social, o como dice SARTORI «el código genético de la sociedad abierta». No existe la pureza lingüística, sexual, culinaria u onírica. La ciudad policultural ya está aquí con nosotros.. Sin el mestizaje no se puede entender la ciudad moderna ni el caminar de la historia. La unanimidad no es la salud de una sociedad.
Todo lo que producen los seres humanos está felizmente contaminado, incluso aquello que podría invocar un mayor grado de pureza y autoreferencialidad, como es la ciencia o la religión. Como ha demostrado en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, Sánchez Ron, la ciencia busca siempre el mestizaje: en el lenguaje, en las experiencias, en los ámbitos de acción. «Las lenguas han sido violadas y transgredidas y mezcladas de manera constante». La historia de la religión de Israel, de las religiones orientales, del islam y también del cristianismo no se entiende sin los entrecruzamientos de influjos religiosos múltiples.
Generadores de tolerancia La tolerancia, el respeto y el diálogo se han convertido hoy en el horizonte cultural del sentido de la educación ¿Qué significa invocar la tolerancia como generadora de una educación intercultural, plural y mestiza?
La tolerancia nace históricamente como disolvente de todo monopolio y culturalmente como reacción ante el dogmatismo y el absolutismo. Históricamente, la tolerancia nació como disolvente de todo monopolio y postula el pluralismo; ha tenido en sus orígenes un sentido emancipador como un CONTRAPODER que limita a los monopolios y concentraciones del poder; La historia humana ha conocido un sin fin de monopolios que ha conseguido que en cada momento resultara dominante un bien: la fuerza física, el prestigio familiar, el carisma religioso, el poder militar , el cargo político, la propiedad territorial, la sabiduría, el capital, el conocimiento técnico. Frente a ellos, la tolerancia creaba espacios de libertad en la medida que limitaba el poder de cada uno de esos bienes. La tolerancia es lo contrario del monopolio, es la fuerza que erosiona la concentración de poder en pocas manos, como lo hace un disolvente. Es una fuerza disuasoria contra cualquier concentración de poder.
Culturalmente, nace para limitar los dogmatismos y absolutismos, mediante el arte de la separación. Cuando se diferenció la Iglesia y el Estado nació la libertad de conciencia y la libertad académica: nadie está por encima de la conciencia. La diferenciación entre público y privado originó la creación de la privacidad. La diferenciación en el ámbito religioso originó la libertad de conciencia: nadie está por encima de la conciencia, tanto si la conciencia es verdadera como si es falsa. La diferenciación en el ámbito político originó la creación de la vida democrática. La diferenciación entre la verdad y la opinión generó la ciencia. La tolerancia es la celebración del límite y la intolerancia es el olvido del límite. Todo tiene una fuerza expansiva, cancerígena que rompe, el limite; nacen así los comportamientos intolerantes.
La educación asume las dos adquisiciones de la cultura de la tolerancia. Pero debe pleitear contra algunos encubrimientos que se producen en el ámbito educativo. Hay un recurso a la tolerancia, que compromete gravemente su sentido emancipador. La tolerancia deja de ser un contrapoder para consagrar la indiferencia; deja de ser un dispositivo antidominación para encubrir la desigualdad como disparidad en las condiciones de vida entre los ciudadanos, deja de ser encuentro entre culturas para convertirse en el grado cero de los valores culturales.
La tolerancia en una sociedad intercultural es un dique contra el monopolio de una cultura por encima de otras. Invocar la tolerancia en la construcción de una sociedad intercultural significa aludir a un contrapoder que limita la prepotencia de una cultura sobre el resto. Lo cual tiene la máxima actualidad ya que existen culturas que se atribuyen a sí mismas la omnipotencia, el dominio sobre todas las demás que de este modo actúan de rivales.
Hablar de tolerancia entre las culturas en el contexto liberal significa indiferencia y desigualdad. La tolerancia y globalización liberal se necesitan mutuamente. En nombre de la tolerancia, se consagra la arbitrariedad del mercado para producir igualdad y justicia, en nombre de la tolerancia, se consagra el individualismo posesivo, en nombre de la tolerancia, se consagra las grandes concentraciones de poder político, económico, informativo. De este modo la globalización liberal ha vaciado de sentido emancipador y liberador el ejercicio de la tolerancia. Al final, la tolerancia equivale a una indiferencia hacia el otro, que se convierte en pasividad frente a los hechos que exigen de nuestra parte una respuesta dinámica y activa. La tolerancia encubre la desmovilización, la ausencia de militancia, el debilitamiento del compromiso ya que cada uno puede pensar y actuar a su gusto, de modo que asisten tantas razones a los que invadieron Irak como a los que se resistieron a ello.
La tolerancia no es indiferencia. Hay un limite donde la tolerancia deja de ser emancipadora y liberadora: cuando se convierte en pasividad frente a los hechos que exigen de nuestra parte una respuesta decidida y activa. No se debe soportar pasivamente el reguero de muertes que causa la inmigración: ni los 20 millones de refugiados que va dejando la intolerancia. Estos hechos no exigen de nosotros el uso de la tolerancia, sino el ejercicio del coraje y del compromiso.
El debate actual sobre la interculturalidad ha desplazado la preocupación por la igualdad y la justicia a la preocupación por la cultura. Hay un culturalismo que oculta y desplaza los problema más reales.
La tolerancia, que impide o debilita el compromiso solidario con los desposeídos, los postergados y las víctimas de la intolerancia, es simplemente un dispositivo legitimador. Es intolerable aquello que destruye la cuota de justicia a la que cada uno tiene derecho individual y social.
No todas la culturas son iguales y ni siquiera igualmente respetables. Si existen consensos básicos sobre derechos humanos no hay porque valorar lo mismo las culturas que los desprecian y conculcan sistemáticamente. «Los problema que afectan a la dignidad humana admiten muy poca tolerancia.»
Se produce la banalidad del mal. Hace ya cuarenta años, con ocasión del proceso contra Eichman, Hannah ARENDT dejó sentado que al criminal -como a tantos hombres «terroríficamente normales»- le aquejaba la falta de reflexión para distinguir lo bueno y lo malo. Por eso nos previno contra ese fenómeno contemporáneo que es «la tendencia a rechazar el juzgar en general. Se trata de la desgana o incapacidad de relacionarse con los otros mediante el juicio…En eso consiste el horror y, al mismo tiempo, la banalidad del mal».
Finalmente, cuando se debilita la frontera entre lo justo y lo injusto, sólo queda el uso del poder. Cuando no sabemos si la guerra de Irak es justa o injusta, sólo queda el imperio, como ha sucedido. Hay una especie de derrumbe. Solo 1 europeo de cada 4 considera que dispone de principios claros para distinguir el bien y el mal.
Si queremos defendernos de la indiferencia, del todo vale, que neutraliza el valor de las culturas, es necesario redescubrir el uso público de la razón. El ejemplo más evidente de la dimisión del uso público de la razón son las tertulias. Hemos entrado en una fase donde la tertulia se impone como escenario de la razón: basta tener músculos para opinar, belleza para pontificar y éxito social para crear opinión.
La tertulia nos deja moral y políticamente desarmados ante la sinrazón. Que los muchachos de Gran hermano sean los grandes creadores de opinión indica hasta qué punto es grave la enfermedad colectiva sobre la opinión pública. La tertulia es el arte de hablar por hablar . Lo que importa ya no es el valor de lo dicho sino el mero hecho de decirlas: ya no hay que contraponer unas a otras, sino yuxtaponerlas una tras otra, mientras sale la publicidad.
Generadores de redes internacionales Para la tarea de construir la sociedad mundial inclusiva necesitamos acción conjunta que incorpore a los propios inmigrantes, como agentes de la nueva ciudadanía. Y no será posible si no se socializa en la educación, como microcosmos de las redes y construcción de vinculaciones internacionales, de puentes y redes es hoy un gran generador de codesarrollo.
Las migraciones invitan al sistema educativo a construir redes sociales, en torno a la inmigración. Sabemos que las redes mafiosas en torno a la inmigración ya existen. Sin embargo son muy débiles las alianzas en torno a la dignificación de los inmigrantes.
Hace unos días, lo solicitaban los padres de esos 10.000 jóvenes muertos en las pateras: querían que alguien desde aquí les dijeran si habían llegado o si se habían quedado en el estrecho. Con este reclamo, invitaban a la sociedad civil a desempeñar funciones de seguimiento, información y comunicación.
Las redes sociales nos invitan a recuperar una intuición antropológica básica, que ha expresado poéticamente Manuel RIVAS: «Todos soltamos un hilo, como los gusanos de seda. Roemos y nos disputamos las hojas de morera pero ese hilo, si se entrecruza con otros, si se entrelaza, puede hacer un hermoso tapiz, una tela inolvidable».
La importancia de las redes sociales ha sido ampliamente documentada por la antropología y ha mostrado sus virtualidades en el campo de la cooperación, de la salud, de la protección y de la educación, del medio ambiente. La estrategia de red alude a tres cualidades: a) tiene una existencia capilar: centenares de batallas tienen lugar en centenares de sitio, simultáneamente b) se produce desde abajo ampliando el control democrático y la democracia participativa : poseen la escala humana y en él todo lo grande empieza en lo pequeño: por la red sabemos que no hay pequeñas victorias. c) buscan convergencias entre los movimientos sociales y las fuerzas sociales entre parte del Norte y del Sur: no es necesario estar de acuerdo en todo para trabajar conjuntamente.
Este tapiz reticular está armándose en tres direcciones básicas, que conforman los rostros actuales de la globalización: una se teje a través de las redes entre capitales, empresas y finanzas internacionales, que reduce el inmigrante a un recurso laboral, otra se crea a través de instituciones globales interesadas en reconocer derechos y responsabilidades, por la cual se están creando esferas de justicia en distintos ámbitos; y por la tercera la globalización crea la sociedad civil mundial desde abajo, con una ciudadanía mundial, que todavía no ha encontrado su plasmación jurídica e institucional pero que tiene una amplia geografía de iniciativas, cuya expresión más intensa se produce en el Foro Social Mundial, cuando sabe conjugar la resistencia y el proyecto, la protesta y la propuesta.
Para esta cultura de las redes internacionales de solidaridad, necesitamos de todas las tradiciones culturales que nos enseñaron a caminar juntos y a resistir. Pero sobre todo necesitaremos de la memoria histórica. Durante quinientos años, el Occidente viajó al Sur y al Oriente, imponiendo su voluntad económica y política sobre las culturas de la periferia, sin pedirle permiso a nadie. Ahora esas culturas regresan al Occidente poniendo a prueba los valores mismos que el Occidente propuso universalmente: libertad de movimiento, libertad de mercado y el respeto debido a los derechos humanos que acompañan a todos y cada uno de los trabajadores migratorios.
El regreso se visualiza cada día en las fronteras y en los mares; un escenario, que hiere y ofende. La ida se hizo con el dinero, la espada y la cruz, el regreso se hace como furtivos en plena noche. Los que ayer fueron, marcharon como triunfadores, buscando la riqueza y la gloria, los que regresan lo hacen como perdedores e intentan escapar a la pobreza local y a la resignación.
Este proyecto educativo precisa de un clima cultural apropiado, que hoy se reconoce como inteligencia colectiva, capital social y civismo. Es tanto un clima social alternativo como un compromiso personal, es a la vez un ambiente social y un tejido convivencial, es un potencial cultural y un clima cooperativo.
Quizás los primeros que entendieron la importancia de la inteligencia compartida fue la empresa cuando descubrió el marketing: vieron que hay organizaciones sociales que aprovechan la información, aumentan la capacidad de resolver problemas; hay escuelas, familias, empresas inteligentes y otras que son torpes: trasmiten visiones ajustadas, no sesgadas, afirman la estabilidad afectiva, resuelven más problemas de los que plantean. Cada miembros individual resulta estimulada, aplaudida, fortalecida por el ambiente.
Los sociólogos que se han ocupado del nacimiento del nacismo observaron asimismo, que estuvo precedido por prejuicios, miedos, crueldades que produjo una claudicación de la inteligencia social. Cuando uno de los grandes artífices de la guerra civil española escribe un libro que titula «La paz no fue posible» alude a esta situación de estupidez y ofuscación. Y, por el contrario, cuando se presenta la transición española se alude a la inteligencia social, a algo que impregna el ambiente y sobrepasa los sujetos individuales.
Los físicos hablan de energía embalsada como potencial creador de iniciativas. «Para que nazca un árbol en el desierto, es necesario que en algún lugar exista un depósito de agua».
Algunos científicos sociales (COLEMAN, PUTNAM, BOIX…), que intentaron comprender las diferencisentre países para explicarse el desarrollo o el subdesarrollo, hablan de capital social, de cultura cívica, de conocimiento colectivo para significar la capacidad en el ambiente, en el contexto, en el que actúan los individuos. El capital social consiste en un depósito de confianza, de créditos de cooperación, de fondos de acogida y de tejido social.
Disolución de las estructuras colectivas La cultura como capital social necesita recrear las estructuras colectivas frente a la entronización de lo individual, que ha convertido la sociedad ideal en un mundo de individuos aislados, dueños de las cosas y de los otros. Como sucede en el supermercado, donde la libertad es el poder de un sujeto sobre las mercancías disponibles, la libertad consiste en tener dominio sobre las cosas. Cuando puedo comprar lo que quiero, soy libre aunque nadie me conozca y la cajera ni siquiera me mira a los ojos. La libertad es, entonces, la opción individual, que me permite adueñarme y poseer un objeto. La libertad es una función de la propiedad y la autonomía personal es una función del dinero.
Se ha consagrado el principio de individualización frente a los modos de existencia comunitaria. Los grandes productores de exclusión son los mecanismos que atomizan y fragmentan, que rompen los vínculos comunitarios. Cuando se debilita lo colectivo y el valor de estar juntos, los sujetos frágiles no pueden resistir al furor económico, ni a la prepotencia del poder ni a los egoísmos corporativos. El globalismo neoliberal antepone el mérito individual a la colaboración, la competencia a la cooperación y el éxito personal a la tarea compartida.
Individualismo posesivo En la ámbito económico de la globalización liberal, se consagra el individualismo posesivo, como dominio sobre las mercancía en el espacio de un mercado libre. Las culturas se convierten en productos en el interior de un mundo como supermercado. Se compromete la comunidad a favor del individualismo y la relación humana como libre comunión. La globalización económica, realmente existente, ha convertido el mundo en un supermercado global que va más allá de la pura economía para convertirse en una ley que regula la misma vida humana. El mercado es como un huracán que tiene tanta fuerza que invade todos los sectores de nuestra vida. De modo que hablamos de los mercados de capitales, del mercado de trabajo, de mercado del amor, de las flores, de las bebidas, de las drogas, de los matrimonios, de los ancianos, de los juegos olímpicos.
Ideología del conquistador En el ámbito social, se consagra la autonomía individual, que equivale a valerse por sí mismo en una sociedad activa. Se compromete la percepción del otro, que deja de ser un colaborador para convertirse en un competidor. La libertad es una función de las capacidades y habilidades y equivale a ser activos. Se sacrifica el sentido compasivo. Compromete la finalidad misma de las políticas sociales, que abandonan a los débiles y vulnerables para ocuparse de las clases medias.
Refundar el civismo como cultura Los generadores de este capital social se despliegan en tres frentes de acción: en el fortalecimiento de las iniciativas sociales, en la confianza en las capacidades de trasformación, en la creación de una cultura pro-derechos humanos.
Cada uno de nosotros, en determinadas situaciones, se siente más capaz, animado, inteligente y generoso y en otras circunstancias se resbala hacia la impotencia, el desanimo o la desconfianza. Como decía Antonio MACHADO «¡Qué difícil es no bajar cuando todo baja». Nos hace falta hoy una inteligencia colectiva y compartida que valore el mestizaje y aprecie la diversidad. A veces creemos que trabajar en la inmigración es trabajar en los inmigrantes cuando el problema de la inmigración no está en ellos, sino fuera de ellos. Nos obliga a superar una pedagogía individual centrada exclusivamente en la persona del inmigrante para fomentar una pedagogía social. Si el capital físico, formado por prestaciones y subsidios, nos llevó a privilegiar la preocupación por los recursos para la inmigración; si el capital humano, nos ha llevado a enfatizar la formación individual y la inserción como un proceso individualizado; es hora de enfatizar el capital social que produce cambios en las relaciones entre las personas, crea «expectativas de cooperación sostenidas por redes institucionales (asociaciones) y pautas de cooperación continuadas».
Fortalecimiento de las iniciativas sociales El capital social es intangible ya que no se localiza en los objetos físicos, ni en las personas sino en las relaciones justas, confiadas, creíbles.. El capital social o cultura cívica se despliega en una amplia geografía de iniciativas sociales en forma de voluntariado que connota un compromiso ligado a la gratuidad y conectado con fuertes motivaciones altruistas con los mas débiles, de asociacionismo que connota organización y actividad dirigida a actividades de animación cultural y social, de movimientos sociales, que representan a los ciudadanos en función de la tutela de ciertos problemas sociales: medio ambiente, feminismo, derechos humanos, infancia, consumidores, defensa de los enfermos del sida, defensa de enfermos crónicos, de empresas sociales, que instalan la solidaridad en el mundo de la economía y de los servicios a las personas, de movimientos profesionales, y otras iniciativas que muestran el alto grado de efervescencia social en este campo.
Confianza en las posibilidades de trasformación La inteligencia colectiva está erosionada por el miedo y la inseguridad. El otro es portador de amenaza y el emigrante económico es un enemigo: el que quita trabajo, quita seguridad, trae delincuencia e inseguridad. Es el pánico de perder lo que uno cree que le pertenece, es «el terror muy propio de nosotros, los que vivimos bien, ante cualquier amenaza que pueda ponernos al nivel de quienes siempre viven mal». (GONZALEZ FAUS. La VANGUARDIA 27-9-2001) Con un elemento añadido, que cuando la sociedad de la abundancia pierde su seguridad, la perdemos todos y cuando los pobres la perdieron les afectaba sólo a ellos.
El miedo socava las raíces mismas de la esperanza. Cuando en torno al 11 de septiembre se decía que «a mí me da más miedo lo que pueda ocurrir que lo que ha ocurrido», se significa la orientación misma de las expectativas con respecto al futuro. El miedo no es un buen compañero de la esperanza, más bien es la sombra inevitable de la derrota ya que asfixia los potenciales, que activan el ánimo y la confianza. A veces tengo la tentación de que la mayor parte de las energías se dedican a conservar lo que ya existe, escribe el escritor israelí, David GROSSMAN (El PAIS 21-10-2001)
Pero sobre todo, el miedo se utiliza para borrar la política en la conciencia de la gente. En tiempo de miedo, se puede aumentar los presupuestos militares, sin discusión, se puede reducir los gastos sociales sin consulta, se puede aceptar los estrago chechenios con el silencio general, se puede aumentar el poder de la policía sin la sorpresa general, se puede otorgar poderes extraordinarios al presidente como una condición de la seguridad.
El miedo distorsiona las agendas de los gobiernos y desplaza las preocupaciones de los ciudadanos hacia su propia seguridad, como si las energías sociales se focalizaran hacia la preocupación por la seguridad, real o ficticia..
Cultura de los derechos y responsabilidades De derechos se habla cada vez menos, a favor de nuevas categorías como «oportunidades», «aspiraciones», «capacidades»…..que constituyen el objeto de los nuevos mercados sociales. Como afirma Ricardo PETRELLA, la categoría de necesidades ha ocupado el espacio de los derechos. «Desde hace algunos años, el sistema dominante, en todas las ocasiones, está afirmando la ideología de las necesidades y no de los derecho, y está sustituyendo la cultura de los derechos humanos y sociales por la de necesidades vitales». Mientras se desarrollaba progresivamente el mercado social, se debilitaban las políticas de promoción de los derechos sociales universales.
Si las organizaciones que estamos aquí, que nos movemos en la esfera de la solidaridad. atendemos a las aspiraciones y expectativas, acudiremos al deporte, al tiempo libre, a los centros de esplai; si atendemos a los derechos, acudiremos a los inmigrantes, a los excluidos escolares, a los minusválidos síquicos…De este modo, orientados por las aspiraciones y expectativas, haremos nuestro viaje hacia el centro, hacia las clases medias. El resultado es que en los últimos años las organizaciones solidarias han ocupado los espacios sobre todo del deporte, el tiempo libre; que ciertamente tienen sus compradores y sus clientes. Las propias Organizaciones no gubernamentales se sustancian en el Tercer Sector y se renuncia a la dimensión crítica.
El secretario general de Naciones Unidas lo expresó el 28 de enero de 2.002: «Creo que a la larga comprenderemos que los derechos humanos junto con la democracia y la justicia social, constituyen la mejor profilaxis contra el terrorismo. No hay ninguna contradicción entre una acción eficaz contra el terrorismo y la protección de los derechos humanos».