XI FORO GRUPO DE TRABAJO Nº 1

JAVIER RIVERA LINARES

Arquitectura diferente

JAVIER RIVERA LINARES COORDINADOR

Introducción

Al plantearme la Fundación Hugo Zárate, a la cual aprovecho para agradecer su invitación para formar parte del XI Foro, la moderación del taller arquitecturas diferentes, me pareció fundamental ir a buscar la definición de la palabra taller al diccionario, hallando para mi sorpresa, entre otras muchas menos aplicables, las que siguen:

“Sitio donde se trabaja en una actividad manual”

“Escuela práctica organizada por un organismo o institución en que lo alumnos aprenden alguna actividad creativa”

“Grupo de participantes en un seminario que trabajan juntos sobre algún tema”

Por lo que opté por intentar agruparlas y ponerlas en práctica con los participantes del taller. Para ello les propuse que construyeran entre todos y con sus propias manos una ciudad, una ciudad a escala. Repartimos unas bases de cartón negro a modo de parcelas y dos barras de tiza blancas rectangulares a modo de edificaciones, otorgándoles libertad para colocarlas en cualquier posición de la parcela, pudiendo partirlas y agruparlas como quisiesen, incluso renunciando a parte de la supuesta edificabilidad.

Como era de esperar, cada uno de los presentes edificó su solar sin tener en cuenta a los vecinos de parcela (a pesar de que estas estaban numeradas por detrás), mayoritariamente aprovechando la totalidad de las edificabilidad y creando una micro propiedad muy lejos de obtener una visión global de la ciudad. Al juntar las parcelas de cartón negro con sus torres, bloques y casitas de tiza sobre una base de cartón blanco (el efecto estético lo hacía muy escenográfico) conformaban una especie de continuo difuso y disperso en el que era imposible (a pesar de la parcelación previa) reconocer el tejido de ninguna ciudad habitable.

Pero el juego que les planteaba tenía truco, primero no era sólo un juego, sino una reflexión encubierta y segundo la parcelación repartida correspondía en realidad a un esquema de ciudad europea; con un centro histórico con parcelas irregulares y pequeñas, un ensanche con parcelas cuadradas y medianas, una edificación abierta con parcelas grandes y una huerta con parcelas muy grandes; de tal manera que a través de los mismos íbamos descubriendo los diferentes tejidos que puede tener una ciudad, las arquitecturas, la parcelación, el espacio libre o la escala que les corresponde a cada uno de ellos.  La operación iba un poco más allá y acabábamos descubriendo que la parcelación sobre la que habían construido su ciudad, quedando irreconocible, era la nuestra, Valencia.

Este divertido preámbulo de manualidades nos sirvió, además de para romper el incomodo hielo que se crea en estas situaciones, para comenzar un pequeño análisis de las mencionadas zonas de la ciudad de Valencia, practicando una mirada crítica sobre las mismas para acabar viendo que otra ciudad es posible:

Centro histórico

Aparecían reflexiones entorno al antiguo tejido acotado, constreñido por las exiguas murallas, con una parcelación pequeña, de calles estrechas y escala de peatón. Un espacio público que ha necesitado de operaciones de esponjamiento y que sin embargo se ve continuamente apropiado por el vehículo privado, con los problemas de tráfico y aparcamiento que conlleva.

Ensanche

Basado en el ideal que planteaba Cerdá para Barcelona, como un sistema de manzanas y ejes que podían absorber núcleos históricos (caso de Ruzafa en Valencia) y que aparece con una escala intermedia  entre el ciudadano y el vehículo. Descubríamos la perversión del original, con la pérdida de prácticamente la totalidad de los patios de manzana y la paulatina reducción de espacios libres y verdes a favor nuevamente del tráfico rodado.

Periferia

Nuevamente entendimos que el ejemplo propuestos por los arquitectos de la llamada modernidad había sido mal aplicado, el intento de condensación de la edificación en bloques para liberar espacios verdes a su alrededor no se cumplía, colmatando parcelas sin orden y rodeados de potentes infraestructuras para llegar a ellas, donde la escala estaba pensada para el tráfico, el tráfico rápido. La ciudad en este escalón se hace dispersa, desestructurada, es el punto de conexión con la que habíamos construido nosotros a escala. También este tejido podía mejorar su espacio público, le hacía falta reconstruir nuevos ejes cívicos que reordenaran su estructura urbana.

La huerta

El repaso acababa con la maltrecha huerta. El ilimitado crecimiento de la ciudad la consume, sin respetar sus arquitecturas, sus sistemas de riego, sus paisajes ni por supuesto sus cultivos. Entendíamos que debemos defenderla de la expansión sin fin de lo urbano, a imagen y semejanza de aquellas murallas que acotaban el tejido histórico, pero ahora serían murallas de parques y jardines, de corredores verdes que impidan la urbanización paulatina de la huerta.

Tras un breve recorrido por otras tipologías de ciudades (norteamericanas, asiáticas, africanas…) les mostraba el ejemplo que estábamos importando para nuestras ciudades, un modelo basado en el crecimiento ilimitado (utópicamente sobre un territorio limitado) y que otorga prioridad absoluta al transporte rodado, especialmente al vehículo privado, llegando a una situación insostenible.

Pero no queríamos acabar con una imagen negativa del proceso, queríamos hacerlo con algo positivo, y siempre lo hay,  recogimos la lluvia de ideas que habían salido a lo largo de la sesión para darle la vuelta a la situación, cortar con el modelo hasta ahora utilizado y empezar a invertir la ciudad. Basándonos en los postulados de la città slow (ciudades lentas – movimiento iniciado en 1999 en Italia que plantea una ruptura con la fast way of life)  proponíamos devolver la ciudad a los ciudadanos, a la reflexión, a la conversación, recuperar el espacio público, potenciar la cultura y los productos locales, utilizar sistemas de reciclaje y de energías renovables, disminuir el tráfico rodado y todos los niveles de contaminación (del aire, acústica, lumínica…), motivar la biodiversidad y vegetar los espacios libres públicos y privados, fomentando la participación y la implicación ciudadana en el desarrollo de nuestras ciudades.

Acabamos recordando un famoso corrido mexicano que resumía todo lo anterior y nos dejaba esa sonrisa buscada para despedirnos: no hay que llegar primero, hay que saber llegar.