La principal característica de la sociedad actual es la complejidad. Vivimos en un mundo globalizado en el que de manera instantánea tenemos conocimiento de lo que ocurre a la vuelta de la esquina de donde vivimos y a miles de kilómetros de distancia.
Si durante siglos el conocimiento se basaba principalmente sobre la experimentación y la observación directa, hoy construimos nuestro conocimiento de manera indirecta, es decir, ya no observamos directamente la realidad, sino que otras personas e instituciones nos transmiten esa información.
Y es evidente que la percepción de la realidad y, por supuesto la transmisión de la misma, está influida por la ideología, la ética, o los valores, de las personas e instituciones que participan en ese proceso como intermediarios.
En la época actual, los medios de comunicación forman parte de la estructura de transmisión de conocimiento entre las personas y el entorno en que viven. Vivimos en una sociedad mediatizada, muy mediatizada, donde no solo accedemos a la información y la formación a través de los medios, sino que incluso forjamos nuestros deseos, anhelos, valores y emociones a través de ellos.
Mark Woessner, durante unos años director ejecutivo de Bertelsmann, una de las tres mayores corporaciones de medios de comunicación del planeta, dijo en una ocasión que “en el siglo XXI, la fuerza conductora en el mundo productivo será la información”. Y como dice Dênis de Moraes [1], “la frase de Woessner ilustra, con precisión, los vínculos entre las superestructuras de difusión y las bases reproductivas del consumismo. En efecto, la información se tornó un insumo básico y un instrumento de gestión que acentúa la hegemonía de la lógica financiera global sobre los anhelos humanos por un desarrollo sustentable con justicia social. Para operar y competir, el capital financiero necesita fundamentarse en conocimientos distribuidos por las tecnologías de información.”
Entre las funciones de los medios de comunicación en este modelo social en el que vivimos está la creación de una imagen de la realidad, una imagen más o menos deformada, pero nunca exacta, de esa realidad.
Dice Enrique Lynch en su obra La televisión: el espejo del reino[2], que “el televisor enseña un estado del mundo y no le preocupa en absoluto que sea uno solo porque lo que en verdad está haciendo es (re)producirlo siempre de otra manera en el marco de nuestro sistema visual, aprovechándose de las torpezas y las imprecisiones de los órganos de que éste se compone”.
Además, y con el fin de asimilar un elevado volumen de información, la psicología nos ha enseñado que los seres humanos creamos estereotipos, que nos permite simplificar y agrupar la realidad.
Un apartado específico de los estereotipos son las llamadas representaciones sociales, que se refieren a la imagen social o compartida de manera mayoritaria de determinadas cuestiones, personas, acontecimientos o colectivos.
Los medios de comunicación son grandes creadores, divulgadores y mantenedores de las representaciones sociales.
La representación social tiene tanta fuerza que hace años que forma parte de la propia realidad como un elemento o faceta más que es necesario tener en cuenta.
Veamos cual es el mecanismo por el que los medios de comunicación crean, mantiene y difundes estas representaciones sociales.
En primer lugar debemos señalar que cuando hablamos de medios de comunicación no sólo nos referimos a la información y a los periodistas. También nos referimos a los reportajes, las series de ficción, las radio-formulas, la publicidad, los debates, las entrevistas, o las películas.
A modo de ejemplo ilustrativo señalaremos que pocas veces aparecen los trabajadores sociales en las noticias, pero que si aparecen frecuentemente en las series de ficción, donde se transmite de ellos una imagen muy negativa, (normalmente son los encargados de quitar los niños a sus padres, y siempre aparecen en una crisis, nunca previamente evitando que esas crisis aparezcan).
Decir que los asuntos relacionados con la sociedad interesan a los ciudadanos es una obviedad. Basta analizar de manera superficial las encuestas realizadas en España en las últimas tres décadas para percibir que la salud, la educación, las cuestiones de género, las migraciones, el medio ambiente, o la solidaridad, por poner sólo algunos ejemplos, son algunos de los temas que más preocupa a los españoles.
Los medios de comunicación nos repiten periódicamente que ellos se limitan a reflejar la realidad, y por tanto esa situación debería tener una correcta correlación con el tratamiento del tema en los medios, pero esto no es así. Ni cuantitativa ni cualitativamente, los medios de comunicación otorgan a esos y otros asuntos el lugar que si le dan los ciudadanos.
Cuantitativamente porque es evidente que no se trata de los asuntos con más presencia en los medios de comunicación. El debate político, o más bien el debate entre los políticos, o los deportes, o más bien el fútbol, cuentan con más espacio y más tiempo en cualquier medio de comunicación.
Y cualitativamente porque en los casos en los que los medios sí se ocupan de esos temas, no siempre lo hacen con el rigor que sería necesario. Cualquier medio de comunicación cuenta con destacados especialistas en fútbol, terrorismo o programación de televisión, pero no siempre se tienen especialistas en drogas, maltrato a mujeres, migraciones, educación escolar o el cambio climático.
Es decir, que eso que llamamos temas sociales no siempre reciben el tratamiento adecuado en los medios de comunicación. Conocer las causas por la que se produce esa situación nos ayudará a cambiar la tendencia.
En primer lugar hay que decir que la formación de los periodistas, y de otros profesionales de los medios como guionistas, programadores, productores, o publicistas, no incluye los temas sociales. Y a pesar de no tener una formación específica, los profesionales de los medios de comunicación son los transmisores de mensajes, ya sea en forma de informaciones o de opiniones, sobre esos temas para la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Por otra parte hay que decir que para los medios de comunicación, en tanto que empresas, tampoco parecen importantes los llamados temas sociales, que son frecuentemente cubiertos por becarios.
Esta situación es muy importante, porque la inmensa mayoría de los ciudadanos no tiene acceso directo a las fuentes informativas, y se informa de ellas a través de los medios de comunicación. Dado que la imparcialidad absoluta no existe, es evidente que la manera en que se le presentan esas informaciones determinará la manera en que las percibe. Es decir, que la inmigración es vista como una oportunidad, una riqueza o un problema en buena medida por la forma en que es percibida por los ciudadanos a través de los medios de comunicación que leen, escuchan o ven.
Ante esta situación podríamos plantear que basta intervenir los medios de comunicación y plantearles algunas reglas como la necesidad de contar con especialistas o que sean rigurosos a la hora de abordar determinados temas, pero el Artículo 20 de nuestra Constitución, consagra la libertad de expresión. Es un derecho fundamental e instrumental, que vehiculiza el ejercicio de las demás libertades, abarcando tanto a los sujetos individuales como colectivos (empresas informativas). Con el único límite de la veracidad y el respeto al resto de los derechos fundamentales, la libertad de expresión merece la máxima consideración: su ejercicio transciende a las personas y afecta a toda la comunidad, fortaleciendo y cimentando las sociedades democráticas.
Sin perjuicio de este principio de la libertad de expresión, fundacional de la Democracia, es conveniente que, en atención a la relevancia de los medios de comunicación como agentes de socialización y a su repercusión social, se identifiquen unas pautas generales en el tratamiento de todo lo referido a temas sociales.
Los medios de comunicación han alcanzado en nuestra sociedad una importancia capital como agentes de socialización y de enculturización. Nuestra visión de los demás, del entorno e incluso de nosotros mismos, se ve condicionada no sólo por nuestra experiencia directa, sino también (y cada vez más) por un conocimiento indirecto a través de esos medios de comunicación.
Por ello, la actualidad, para conocer y explicar las representaciones socialmente dominantes sobre cualquier fenómeno no basta con limitarse a analizar la realidad del fenómeno en sí, ni tampoco basta con el análisis de la opinión pública mediante técnicas cuantitativas o cualitativas. Es necesario, además, analizar la opinión publicitada o publicada, o, lo que es lo mismo, analizar cuál es el tratamiento que el fenómeno recibe en los medios de comunicación social, para encontrar así algunas de las claves del porqué de esas representaciones socialmente dominantes.
A la hora de abordar los asuntos sociales es necesario distinguir tres ámbitos de análisis interdependientes entre sí: La realidad objetiva de esas situaciones (determinación cuantitativa y cualitativa del problema). Conocida fundamentalmente a través de estudios e investigaciones.
Las representaciones sociales existentes sobre el problema, que condiciona los valores, actitudes y comportamientos de los propios ciudadanos y ciudadanas, de los agentes sociales/familiares implicados, de los profesionales, de la Administración, de los grupos de interés, de los profesionales de los medios de comunicación, y de la población en general.
La imagen mediática, difundida por la prensa, la radio, la televisión, el cine, la publicidad, pero también –y cada vez más- por nuevos sistemas de comunicación como Internet o los videojuegos. Una imagen derivada tanto de los contenidos informativos como de los contenidos de ocio y ficción, de los mensajes promocionales y comerciales, etc.
A pesar de cierta ideología periodística, por cierto muy extendida, los medios de comunicación no se limitan a contar lo que pasa, a ser notarios de la realidad. Pero tampoco construyen la realidad como durante mucho tiempo ha mantenido el radicalismo crítico. Su papel es más bien el de “productores de sentido”: seleccionando aspectos de la realidad, descontextualizándolos y recontextualizándolos o integrándolos en un discurso que, en el caso de los temas sociales, conlleva una determinada visión de esa realidad en forma de problema u oportunidad, a través de una determinada presentación de sus datos, sus causas y consecuencias, así como de sus responsables y soluciones. Una visión que, sin duda, puede contribuir en los ciudadanos a sentir que se encuentran ante una amenaza o ante una oportunidad.
Dicho de otra manera: el discurso mediático sobre las cuestiones sociales no obedece ni al azar (es así como podría ser de otra manera; depende de la intención ideológica del emisor) ni a la necesidad (es así porque no puede ser de otra manera; es fiel reflejo de la realidad de la que da cuenta), sino al orden: existen unas reglas de formulación del relato dependiendo de cada medio, de cada género, de cada formato (según lo que se considera “periodístico”, “interesante”, “con gancho”, lo que “la audiencia desea”) a las que se supedita el tratamiento del fenómeno, en términos cuantitativos y cualitativos.
Esa producción de sentido [3] operada por los medios de comunicación genera un triple efecto entre los ciudadanos:
Una de las características principales del discurso difundido por los medios de comunicación, como ya señaló W. Lippman en los años 20 del pasado siglo, es su capacidad para generar estereotipos. Los estereotipos pueden definirse como creencias populares que caracterizan categorías sociales y sobre los que hay un acuerdo sustancial. Justifican actitudes y conductas en relación al grupo estereotipado (que en muchas ocasiones son proyecciones de uno mismo sobre «el otro»), y permiten diferenciarse e integrarse en el propio grupo de referencia.
Los periodistas, y otros profesionales de los medios de comunicación como programadores, guionistas, locutores, o presentadores, deben tener en cuenta la repercusión social de su trabajo. Ya hemos señalado que la inmensa mayoría de los ciudadanos tienen, como principal fuente de información para la toma de decisiones, la aportada por los medios de comunicación social.
También los responsables políticos y de instituciones que intervienen en el ámbito de los temas sociales deben hacer un esfuerzo por entender la importancia de los medios de comunicación y de la repercusión pública de lanzar mensajes a la sociedad a través de ellos.
En cualquier caso es necesario señalar que existe poca reflexión sobre el papel de los medios de comunicación en la consolidación de la democracia, el ejercicio de la ciudadanía y la conformación de lo público.
Comencemos por recordar que el antropólogo Claude Levi Strauss [4] nos enseñó que la sociedad humana fue posible solamente gracias a las capacidades semióticas y comunicativas que desarrolló nuestra especie. Además, tal y como señala Enrique Sánchez [5], “toda forma de organización social se sustenta en interacciones y acuerdos, implícitos y explícitos, emanados de vínculos e intercambios comunicativos”.
Es importante señalar que eso que denominamos social adquiere su actual sentido cuando está acompañado del concepto política, porque la política social, las políticas sociales, nacen ligadas a los derechos de los ciudadanos y ciudadanas. Puede considerarse que el objetivo es lograr el bienestar proporcionando bienes y servicios a la ciudadanía, o puede considerarse que el objetivo final es la cobertura de las necesidades humanas y la reducción de las tensiones sociales [6].
En cualquier caso, y dado que para establecer un diálogo entre las organizaciones sociales, en especial las ONG, y los diferentes sectores es requisito que las demandas, denuncias y propuestas tengan resonancia pública, para así tener alguna posibilidad de poder ejercer presión política, es evidente que los medios de comunicación tiene mucho que ver con la actuación de las ONG, porque estas organizaciones por si mismas sólo son capaces de llegar a sus socios o simpatizantes, y necesitan de un altavoz adecuado, los medios de comunicación, para llegar a grandes poblaciones (es decir, la opinión pública), y a poblaciones diana (gobernantes, políticos, legisladores, etc.).
No se debe olvidar que los medios de comunicación son empresas que hoy ejercen su función como una industria, una poderosa industria. Manuel Vázquez Montalbán señalaba ya en 1963, en su célebre obra Informe sobre la información[7], que “cuando un lector se enfrenta al hecho cotidiano de un periódico, o se convierte en radioyente y escucha la noticia sonora, o en un espectador y presencia en el cine, o ante la TV, la noticia visual, recibe el producto elaborado por una complicada industria: la industria informativa.”
En el mismo texto, Vázquez Montalbán señalaba también que “no obstante, la producción del hecho informativo reúne particularidades diferenciadoras, consecuencia de la misma materia, materiales y finalidad de la producción. La industria informativa, paraestatal o privada, tiende al control de la verdad que recibe el mercado (léase lectores, auditores o espectadores según se trate de periódicos, radios o cinematógrafos) a base del control de los instrumentos de difusión de dicha verdad o mercancía informativa: las máquinas que las transmiten y los hombres que la elaboran.”
Por otra parte es necesario señalar que hoy no pueden analizarse los medios de comunicación sin tener en cuenta la revolución que se está produciendo promovida por las llamadas nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Hace ya años que Ignacio Ramonet señaló que las autopistas de la información y el elemento multimedia son los pilares de la nueva sociedad [8] . En a actualidad la convergencia que las tecnologías permiten hace que una única vía y un único medio concentren las posibilidades de participación de la ciudadanía en la sociedad de la información [9] .
Además, en las últimas décadas se ha producido una gran concentración de los medios de comunicación en unas pocas manos, empresas o corporaciones de gran poder económico, y eso implica una reducción de la pluralidad de mensajes, una reducción de discursos alternativos. Unos pocos grupos, con gran poder técnico, económico y de información, controlan la comunicación, y, por tanto, la propia forma de participación y de inclusión de los ciudadanos y ciudadanas.
Pero ese camino al mundo descrito por Huxley en su obra 1984 se ha encontrado con una gran paradoja. Esas nuevas tecnologías permiten a las personas, de manera individual o colectiva, convertirse en emisores de información con una mínima infraestructura, esos nuevos canales de comunicación permiten que esos mensajes pueden llegar a pocos o a millones de personas en todo el mundo.
La revolución tecnológica de los medios de comunicación permite a las personas elaborar, emitir manipular e intercambiar textos, imágenes, sonidos, datos, opiniones, reflexiones, emociones, o propuestas con un impacto directo sobre la vida de otras personas en cualquier parte del mundo. Y ese impacto tiene implicaciones sobre aspectos, sociales, culturales y políticos.
El cambio radical que se ha producido, y que se sigue produciendo, en el modo de comunicarnos, ya está afectando directamente la vida de todos, el estilo de vida, las opiniones, la visión del mundo, el modo de producir, organizar, participar, divertirse, la forma de relacionarnos. Nuestras percepciones y comprensiones del mundo y de la sociedad han perdido muchas de sus referencias, y está cambiando la sociedad en su conjunto. Tal y como señaló Ignacio Ramonet, está en juego “el más precioso bien de las democracias: la información” [10] .
Internet en general y algunas nuevas realidades como las llamadas redes sociales, no son una nueva herramienta de la información y la comunicación como algunos creen, en especial profesionales de los medios de comunicación como los periodistas. Muchos periodistas creen que Internet es otro lenguaje para ejercer su profesión, aquello de contar a la gente lo que le pasa a la gente. Pero no es así, las nuevas tecnologías permiten que la gente le cuente a la gente lo que le pasa, lo que siente, lo que piensa, sin intermediarios, de tal manera que cada persona con un ordenador, un móvil o cualquier otro artilugio electrónico, se convierte en un periodista, un tertuliano, un programador, un entrevistador, un orador, un presentador, o un artista. Y eso supone un cambio de enormes dimensiones no solo en el ámbito de los medios de comunicación, se trata de un cambio con enormes repercusiones sociales.
Un aspecto colateral pero igualmente importante de la tecnificación de los medios de comunicación es la llamada cultura del Breaking News, que se fundamente en informar a base de titulares y de breves, eludiendo las crónicas complejas y explicativas, de tal manera que la audiencia tiene como destellos informativos, fogonazos de realidad. Esta práctica, puesta en marcha por la CNN en la retransmisión de La Primera Guerra de Irak, y que afecta de manera especial a la televisión, ofrece a los espectadores una serie de luces sobre la realidad, luces discontinuas y no conectadas unas con otras, de manera que ele la audiencia no dispone de elementos para relacionar unos temas con otros, ni para reflexionas de manera autónoma sobre algunos temas por falta de información, ya que esas cápsulas de 20 a 40 segundos apenas aportan algo más que un titular.
Otro aspecto colateral de los nuevos medios es la imprescindible necesidad de transmitir en directo. Para un medio siempre es más importante una información si tiene en el lugar a un enviado “especial”. Estas conexiones en directo o desde el lugar del suceso peden aportar imágenes, frescura y hasta cierto costumbrismo, pero no siempre aportan reflexión e información veraz. “Estar allí” no es sinónimo de saber lo que pasa o lo que ha pasado.
Durante décadas, los medios recomunicación han permitido a millones de personas tener información del mundo, de la realidad. Hoy los medios de comunicación forman parte de esa realidad.
Es una obviedad señalar que la información y la comunicación son fundamentales para la democracia. Desde un punto de vista histórico, político y sociológico, es evidente la estrecha relación que ha existido siempre entre la información y el ejercicio del poder. Es ya un clásico decir que la información es poder. El modo cómo se da la producción, almacenamiento y difusión de la información representa el punto neurálgico en la lucha política. La propuesta de democratizar la información para democratizar la sociedad debe ser vista en este contexto. Nunca está de más insistir en la importancia de esta cuestión para la construcción de un modelo de desarrollo humano democrático y sostenible, centro de las preocupaciones de los movimientos sociales y en especial de as Organizaciones No Gubernamentales.
La democracia es, o debe ser, participación de la ciudadanía en los asuntos públicos, y no únicamente un sistema político basado en la elección periódica de los partidos para gobernar. En el juego democrático la lucha social se convierte en la fuerza motora, y las elecciones son el sistema para permitir la acción de gobierno a las nuevas mayorías sociales que se crean en la constante evolución de las sociedades.
Noam Chomsky señaló hace ya algunos años que “el papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntar por el tipo de mundo y de sociedad en los que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para esta sociedad” [11].
Ejercer la ciudadanía no es votar cada cuatro o cinco años, es participar de manera permanente en la lucha social. Personas, grupos y clases sociales, depositarios de derechos y deberes, disputan entre sí para lograr ser mayoritarios y poder convertir en políticas públicas sus ideas, opiniones, propuestas y visión del mundo. Esa lucha social no se desarrolla en forma de conflicto abierto sino a través de la acción de las personas y grupos, las alianzas, los pactos, los compromisos, la elaboración de discursos sólidos, la sensibilización social, y la difusión de sus posturas en amplias capas de la sociedad. El objetivo final no es otro que obtener mayor capacidad de presión política.
El carácter estratégico de la comunicación, y en especial de los medios de comunicación, consiste en el hecho de que sea el espacio principal de la lucha democrática por lograr que determinadas opciones se conviertan en directrices de gobierno. La confrontación de ciudadanas y ciudadanos en torno a valores, visiones, ideales, propuestas y proyectos de sociedades y de modelos de desarrollo, se produce, mayoritariamente a través de los medios de comunicación.
Un tema de especial interés es la relación entre los medios de comunicación y el desarrollo, y más concretamente la cooperación para el desarrollo. La asociación entre desarrollo y comunicación ha sido en muchas ocasiones una construcción teórica forzada, con muy poca incidencia práctica.
La economía, la política y la sociología han sido disciplinas más presentes en el desarrollo, entendido este como intervención social transformadora de la realidad. La comunicación siempre ha tenido un papel secundario.
Las aportaciones teóricas de pensadores como Néstor García Canclini o Jesús Martín Barbero han permitido modificar en parte esa situación, al señalar que las personas, los sujetos del desarrollo, a través de la comunicación, forman parte del desarrollo participando como elementos activos del dialogo social.
La comunicación permite en parte el empoderamiento de la ciudadanía y de los diferentes sectores sociales, y de manera muy especial de los sectores más marginado y excluidos. La comunicación permite su visibilización y que escuche su discurso alternativo. Frente a la creencia en que los cambios sociales se producen de manera espontánea, hoy es mayoritaria la opinión de que son las personas las que generan esos cambios a través de su acción, y la comunicación es el elemento que permite coordinar acciones encaminadas a ejercer mayor presión para impulsar o frenar esos cambios.
Hoy existen pensadores que han colocado la comunicación como un elemento fundamental, y estratégico, en el desarrollo. Para ellos la comunicación es uno de los elementos básicos de la participación de la ciudadanía, que no quiere vivir en la pobreza, que no quiere vivir en la incultural, que no quiere vivir, en la dominación, y que por tanto es una ciudadanía potencialmente transformadora del modelo social.
La comunicación permite que las demandas sociales de los sectores más excluidos de los países más pobres se conviertan en causas conocidas y apoyadas, y en demandas con presencia en las agendas políticas de gobiernos y organismos internacionales. La comunicación permite que las personas pobres y excluidas no sean vistas como víctimas sino como sujetos de derechos.
La llamada comunicación para el desarrollo tiene por objeto articular las relaciones entre los y las ciudadanos, creando las condiciones necesarias para el nacimiento de grupos, y comunidades. Y por otra parte incluir en la agenda pública las demandas sociales de las diferentes comunidades existentes.
Sea en temas como la cooperación para el desarrollo o en nuestras sociedades autodenominadas del primer mundo, es evidente que las sociedades actuales son muy comunicativas. Tanto que no se posible un análisis de la situación política, económica o cultural sin tener en cuenta la situación de la comunicación.
En ese ya conocido eslogan de Otro Mundo Es Posible, que guía la acción de millones de personas y organizaciones de todo el mundo, la comunicación tiene un valor esencialmente estratégico en el diseño de es sociedad distinta y en el reflejo de las contradicciones e injusticias de la sociedad actual.
En este apartado queremos recordar el llamado Consenso de Roma, un documento que se aprobó en Roma, Italia, el 27 de octubre del año 2006, en el transcurso de Congreso Mundial sobre Comunicación para el Desarrollo:
El Consenso de Roma: Comunicación para el Desarrollo: Un Baluarte Fundamental para el Desarrollo y el Cambio
La comunicación es esencial para el desarrollo humano, social y económico. En el corazón de la comunicación para el desarrollo está la participación y la pertenencia por parte de las comunidades y personas más afectadas por la pobreza y otros temas de desarrollo. Existe una gran y creciente evidencia que demuestra el valor de la comunicación para el desarrollo.
Desafíos del Desarrollo:
En el año 2006, se estima que 1.3 billones de personas en todo el mundo aun viven en absoluta pobreza. Aunque muchos países han experimentado un considerable desarrollo económico, muchos todavía permanecen sumidos en la pobreza en términos económicos y sociales.
Nelson Mandela nos recuerda que “la pobreza no es natural – es fabricada por el hombre, pero puede ser superada y erradicada por la acción de los seres humanos”.
Los derechos de las personas a la igualdad y a la comunicación están protegidos y estipulados en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Hay muchos otros grandes desafíos relacionados con la pobreza y los derechos humanos. Estos están delineados en las Metas de Desarrollo del Milenio (MDGs), que con frecuencia son el punto de referencia en la toma de decisiones para la sociedad civil, los gobiernos nacionales y la comunidad internacional de desarrollo.
Lograr una mejora en el avance de estos temas requiere abordar algunos desafíos muy sensibles y difíciles: respeto por la diversidad cultural, auto-determinación de las personas, presiones económicas, medio ambiente, relaciones de género y dinámicas políticas, entre otros.
Tales factores a menudo complican y amenazan el éxito de los esfuerzos de desarrollo en general en los foros locales, nacionales e internacionales. El foco de la comunicación para el desarrollo son los temas vinculados a la gente.
Comunicación para el Desarrollo
La comunicación para el desarrollo es un proceso social basado en el diálogo, que utiliza una amplia gama de instrumentos y métodos. Tiene que ver con buscar un cambio a distintos niveles, lo que incluye escuchar, crear confianza, compartir conocimientos y habilidades, establecer políticas, debatir y aprender, a fin de lograr un cambio sostenido y significativo. No se trata de relaciones públicas o comunicación empresarial.
Requerimientos Estratégicos
Las organizaciones para el desarrollo dan mucha más prioridad a los elementos esenciales del proceso de la comunicación para el desarrollo, tal como lo demuestran la investigación y la práctica:
A fin de ser más efectivos para lograr una mejora en el avance con respecto a la pobreza y las otras MDGs, se requiere que los procesos de la comunicación para el desarrollo aquí delineados sean establecidos a mayor escala y profundidad.
Fundación a Largo Plazo
Estos procesos no tratan solamente acerca de aumentar la efectividad de los esfuerzos de desarrollo en general. También tratan acerca de crear procesos sociales y económicos que sean sostenibles, en particular:
Fortalecer la Ciudadanía y la Buena Gobernabilidad
Profundizar los vínculos y procesos de comunicación al interior de las comunidades y sociedades
Estos son pilares esenciales para cualquier tema de desarrollo.
Recomendaciones
En base a los argumentos antes mencionados, y a fin de realizar un avance mucho más significativo con respecto a los difíciles desafíos para el desarrollo que todos enfrentamos, nosotros recomendamos que los ejecutores de políticas y los financistas hagan lo siguiente:
Conclusión:
Tal como Nelson Mandela enfatizó, es la gente la que hace la diferencia. La comunicación trata sobre la gente, y la comunicación para el desarrollo es esencial para hacer que esa diferencia suceda
Por otra parte, es necesario señalar que el actual modelo de globalización existente, que es injusto, tiene, en opinión tanto de los movimientos antiglobalización como de numerosos intelectuales, como aliado a los grandes medios de comunicación. Existe, en este sentido un frente cultural desde donde estos movimientos intentan combatir la homogeneización impuesta desde los grandes medios de comunicación. En su opinión, la hegemonía del capitalismo en su fase actual, ha sido posible gracias a su capacidad de convertirse a en un modo de producción cultural a escala planetaria generador de una antropología de masas y un sistema de valores afín a su modelo económico.
Las organizaciones civiles que componen el movimiento altermundialista, que se caracterizan por la heterogeneidad de sus propuestas, combate este trabajo de los medios de comunicación.
Señala María José Revuelta en El tratamiento mediático de la globalización que “está aceptado en las ciencias sociales que todas las sociedades disponen de ideologías, y que desde los centros de poder se hace uso de unos canales de difusión, a través de los que se difunde un conjunto de creencias, valores y representaciones cognitivas, con el objetivo de influir en la integración de las condiciones de los miembros de una sociedad con sus condiciones reales de existencia. En la actualidad se ha conseguido que los canales de difusión tengan un alcancen planetario, asentando otro de los conceptos rectores sobre los que adoptar una perspectiva para estudiar el fenómeno de la globalización: la comunicación”.
Y añade: “Gracias al dominio sobre los canales de difusión cultural-o medios de comunicación de masas- es posible establecer las formas más relevantes de control social en la sociedad de la información, esto es, las formas que se sirven de mecanismos persuasores/disuasores. Los sistemas democráticos se están extendiendo por todo el planeta, y en estas sociedades se hace más difícil controlar a la gente por la fuerza, por lo que la siguiente opción es conquistar las actitudes y opiniones de la gente, de ahí la vinculación del capitalismo desde los inicios del siglo XX a la industria de las Relaciones Públicas: el objetivo es «controlar a los trabajadores fuera del trabajo induciéndoles una filosofía de frivolidad mediante el consumo. Por sus características la comunicación audiovisual es la que consigue una mayor efectividad persuasiva”.
En el mismo texto se señal que “El objetivo del emisor es convencer de que sus proyectos (productos, servicios, funciones sociales o políticas) y objetivos son pertinentes así como su forma de realizarlos. No se cuenta con la participación real de los receptores, pero se llevan a cabo estrategias de seducción para convencerles de que su colaboración es importante para su labor. Este modelo comunicativo ha resultado ser más efectivo que el modelo de corte autoritario, que se trata de una comunicación unidireccional y fuertemente jerarquizada; podemos ver un ejemplo de este último en una organización bastante alejada de los públicos como es el FMI. En cambio el BM utiliza el modelo que pone énfasis en los efectos, por ejemplo cuando convence a los países en vías de desarrollo de que sus proyectos son los más adecuados, los que les situarán en la senda correcta del desarrollo y de que su contribución al proyecto es fundamental, pero en verdad no se cuenta con la participación real de los países receptores de ayuda. También la OMC se adhiere a este modelo: se dijo que con la creación de esta institución se aplicarían los principios del libre comercio mediante los cuales todos los países se beneficiarían del comercio mundial; que sería una organización democrática donde cada país tendría derecho al voto y los diferentes tratados se harían por consenso. La realidad es que se aplican los principios liberales que conviene a las grandes corporaciones bajo el amparo de los países desarrollados; que el acceso a la información y la presencia en los comités de negociaciones comerciales crean una desventaja a los países menos desarrollados, pues al tener menor número de delegados, disponen de mucha menor información sobre los asuntos a tratar.”
La actividad reivindicativa de muchas organizaciones sociales, ONG, intelectuales e incluso gobiernos de los países en vías de desarrollo, ha visibilizado esta estrategia de comunicación, y está obligando a las grandes corporaciones a modificaciones constantes de sus estrategias de comunicación para dulcificar su mensajes. En este contexto hay que situar el nacimiento de conceptos como responsabilidad social corporativa, filantropía, códigos de conducta voluntarios o marketing social.
Este modelo comunicativo es aplicable a muchas más entidades, comprobando que mediante el diseño de una buena estrategia de comunicación, cualquier entidad es susceptible de convertirse en mercancía, cuando se le asigna y se diseña adecuadamente el/los valor/es oportunos, acordes con el sistema axiológico del capitalismo global. El resultado de estas nuevas circunstancias es un paisaje mediático homogéneo que crea unos códigos amables, un discurso cordial para infundir seguridad al individuo en un mundo violento e injusto, explicando como inevitables las contradicciones mediante manipulaciones semánticas e ideológicas. Se busca la ausencia de reflexión, la inhibición del raciocinio, la utilización de técnicas persuasivas donde domina el componente emocional; la creación de una seguridad ficticia en el individuo que es la que engendra el reconocer la imagen que ha sido creada por otros y que se ha convertido en «la principal relación del individuo con el mundo que antes se observaba a sí mismo.
Antes de abandonar el tema de la globalización queremos recordar que Hans y Peter Blossfeld en el proyecto Globallife hablan de “los jóvenes como los perdedores de la globalización” , lo que da pie a entender algunas de sus actitudes y comportamientos en relación a la extensión de las llamadas redes sociales, tema que trataremos más adelante.
Otro asunto de especial importancia es el papel que juegan los medios de comunicación en el proceso de socialización, en especial de los niños, niñas y adolescentes.
Guy Roche definió la socialización “como el proceso por cuyo medio la persona humana aprende e interioriza, en el transcurso de su vida, los elementos socioculturales de su medio ambiente, los integra a la estructura de su personalidad, bajo la influencia de experiencias y de agentes sociales significativos, y se adapta así al entorno social en cuyo seno debe vivir”.
El proceso de socialización permite que cada uno de nosotros, mediante complejo mecanismos, nos sintamos miembros de una o colectividad, permitiendo el nacimiento del concepto “nosotros”. El proceso de socialización es permanente, y nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida, pero es en la etapa juvenil donde se da con mayor intensidad.
Ya hemos señalado que los medios de comunicación son un importante agente de socialización de niños, niñas, y adolescentes. Hoy las nuevas tecnologías permiten que la comunicación de los jóvenes esté abierta no al entorno más cercano, como ocurría antes, sino a todo el mundo a través de las pantallas del ordenador, y además esa comunicación puede producirse con un número muy elevado de jóvenes, no con grupos reducidos, como antes.
Si ya hemos señalado que a través de los medios de comunicación se producen aprendizajes, se ocasionan conocimientos, se transmiten valores, y se va configurando una cierta visión del mundo y de la realidad, parece evidente que los jóvenes de hoy, con los medios de comunicación de hoy, están sometidos a procesos de socialización diferentes a los tradicionales.
Durante años se pensó que la función principal de los medios de comunicación era la de informar, dejando una pequeña parcela para la formación y el entretenimiento. Hoy esa situación ha cambiado, como ha señalado Margarita Rivière en un libro [12] “los medios, en mi opinión ya no informan o, si lo hacen, ese objetivo resulta secundario. Los medios, aunque no quieran reconocerlo porque seguramente no tienen tiempo de reflexionar, educan. Ésa es su misión: la educación permanente de las personas, mediante la creación de preferencias, de valores, de hábitos culturales, de mitos y antimitos, de costumbres”.
La familia, la escuela, el grupo de amigos, la vecindad, han perdido peso en la educación de la juventud frente a los medios de comunicación. El peligro no está en este cambio sino en que esos medios de comunicación que están educando a la juventud no se sabe a quien pertenecen, que dueños tienen, que intereses defienden. Si antes los padres querían conocer la identidad de los amigos de sus hijos para evitar las “malas influencias”, ahora no saben nada de las empresas que atrapan a sus hijos durante horas frente a las pantallas, y por lo tanto desconocen la influencia que están teniendo.
El gran éxito de la modernidad ha sido la lenta pero permanente extensión de la ciudadanía. Si la relación de las personas con el Estado se había basado durante siglos en ser súbditos, la llegada de la modernidad vincula a los individuos con el Estado mediante el reconocimiento de una serie de derechos y deberes para todas las personas. El origen puede situarse en la Ilustración, luego llegaron las revoluciones de la Edad Moderna y finalmente la Revolución Francesa, donde se sentaron las bases de la ciudadanía republicana.
Dice Salvador Giner que “La condición de ciudadano es el mayor logro de la civilización moderna. Todos los demás empalidecen ante él. Muchos otros, desde el acceso universal a la educación hasta la asistencia médica y sanitaria a toda la población, tienen su fundamento moral y jurídico en la entronización de la ciudadanía como principio. La condición ciudadana es la que permite a los humanos, sin distinción, hacer valer su humanidad.” [13]
Uno de los problemas de la ciudadanía es que si no es completa, universal, siempre quedarán excluidos que a la vez que reivindican su derecho a la ciudadanía ponen de manifiesto la injusticia de la ciudadanía existente basada en la marginación de algunas personas.
Como concluye el Documento de Debate Educación y Ciudadanía, editado por la Fundación Esplai, “Ni la ciudadanía ni la identidad deben estar asociadas al lugar de nacimiento; tampoco es posible pensar en una ciudadanía nacional o europea sin concebir una ciudadanía universal. El espacio de ciudadanía es aquel que garantiza de forma común los derechos, las responsabilidades y la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos y, a la vez, respeta e integra las identidades particulares y diversas de todos ellos. El contexto del impacto de la inmigración en nuestro país sitúa esta cuestión como uno de los temas cruciales de nuestra vida colectiva en los próximos años, que hay que afrontar desde la lógica de la ciudadanía.”
En la actualidad esta trilogía está en revisión por diversos motivos: la generalización de la migración de millones de personas en todos los continentes, el proceso de globalización, el nacimiento de decenas de nuevos Estados, el reconocimiento internacional de naciones sin Estado, la legitimidad de derechos específicos para algunas minorías (pueblos indígenas por ejemplo), o la creación de entidades supranacionales.
Antes de continuar con estas reflexiones sobre la ciudadanía hay que señalar que se trata de un éxito del que hoy solo se beneficia una pequeña parte de los habitantes del mundo, porque en muchos países el concepto de ciudadanía sigue siendo una utopía, y en algunos países considerados democráticos siguen existiendo resquicios para que todos sus habitantes disfruten de la ciudadanía.
Los políticos de cualquier parte del mundo llenan sus discursos de referencias a la democracia, pero un detenido análisis descubre con demasiada frecuencia que la democracia es sólo un concepto abstracto y que la realidad impide a los habitantes disfrutar de la libertad. Porque no otra cosa que el reconocimiento de las libertades es la democracia siempre y cuando se regule y concilie su ejercicio con la libertad de otras personas. Y hablamos de libertades políticas, religiosas, económicas, intelectuales, de valores, civiles, de pensamiento, artísticas, o culturales.
La democracia se basa en el concepto de ciudadanía. Pero junto al reconocimiento formal de los derechos y deberes, y de las libertades, la ciudadanía debe ejercerse, y para ello necesita información y formación de calidad, basada en la verdad. Y esto último es uno de los puntos débiles de la ciudadanía en nuestra sociedad.
Sobre la inadecuada transmisión de información a los y las ciudadanas en nuestras sociedades trata la casi totalidad de este texto, en el que esperamos quede reflejado el interés por manipular los mensajes que perciben los ciudadanos para que tengan dificultades a la hora de ejercer su ciudadanía y se responsabilicen de su buen gobierno. Parte de esa manipulación se basa en la invisibilidad de determinados fenómenos, por ejemplo la marginación y la exclusión social, imaginando que esa invisibilidad se convierte en inexistencia.
Desde niños aprendemos a reírnos de las avestruces por esa costumbre suya de esconder la cabeza creyendo que si dejan de ver un peligro, éste desaparece. A pesar de las risas existen algunos adultos, pocos, eso sí, que actúan como si esa táctica de enfrentar los problemas fuera correcta.
Una costumbre más extendida, y desde luego menos motivo de burlas, es la de actuar movidos únicamente por aquello que se ve, olvidando, obviando, todo aquello que permanece oculto a nuestros ojos. Esta costumbre está especialmente arraigada entre la llamada clase política, entre las autoridades. Y para ellos, aislados de la realidad tras innumerables despachos, secretarias, jefes de gabinete, y asesores, sólo es visible aquello que aparece en los llamados medios de comunicación social.
No tratamos de describir una hipótesis, o una teoría, sino que intentamos describir fielmente una realidad.
Pongamos un ejemplo de esta situación: Durante años las drogas, las drogodependencias, y los factores asociados a las mismas hemos sido carne de titulares: muertes por sobredosis, inseguridad ciudadana, movilizaciones, carencia de recursos asistenciales, leyes injustas, la lista de motivos que nos llevaban a las primeras páginas de los periódicos es muy larga.
Los problemas estaban ahí, como la movilización social, pero también estaban los medios de comunicación social, y los políticos, las autoridades, tenían presente el fenómeno de las drogodependencias, y no hablamos sólo de dinero, sino de declaraciones políticas, de proyectos, de propuestas de cambios legislativos, de estructuras administrativas.
En los últimos años, la movilización social generada alrededor de las drogodependencias ha permitido la creación de una importante red asistencial que ha implicado indudables mejoras en la calidad de vida de miles, de decenas de miles de personas con problemas de adicciones.
Las muertes por sobredosis primero dejaron de aumentar para reducirse paulatinamente, la inseguridad ciudadana achacable a las personas drogodependientes ha disminuido mucho, no existen lista de espera en los recursos asistenciales, y la extensión de los programas de reducción de daños es prácticamente total. Es decir, el fenómeno de las drogodependencias ha dejado de ser motivo de escándalo, y claro, hemos ido abandonando poco a poco las primeras páginas de los periódicos y los titulares.
Y las autoridades, al menos esas que gobiernan teniendo únicamente en cuenta esa parte de la realidad que ven, o que les muestran los medios de comunicación social, han tomado nota de este importante cambio y han dejado de tener en cuenta las drogodependencias.
Pero no nos engañemos, los problemas siguen ahí, miles, decenas de miles de personas siguen sufriendo por problemas derivados de un consumo problemático de sustancias psicoactivas ilegales. Han cambiado las sustancias, los patrones de consumo, el perfil de los consumidores de drogas, los recursos asistenciales, el abordaje terapéutico, la legislación específica, es decir, han cambiado las circunstancias, los entornos, pero el problema sigue ahí, aunque los políticos crean que ya no está porque no se topan con él a diario al mirar los resúmenes de prensa que les preparan los asesores.
Otra de las debilidades de nuestras democracias para el ejercicio de la ciudadanía es la existencia de exclusión social. Hace años que ha quedado demostrado que la existencia personas en situación o riesgo de exclusión social no es coyuntural y que es estructural en este modelo socioeconómico en que vivimos los occidentales.
Por otra parte debemos recordar que, aunque a veces se nos olvida, la marginación, exclusión social, no sólo es la carencia de trabajo, vivienda digna, salud, derechos sociales, alimentación adecuada, o entorno saludable. Exclusión social, marginación, también es estar ausente de los proyectos políticos, de las propuestas de futuro, de los presupuestos oficiales, de las estadísticas, de la visión social construida cada día por los medios de comunicación social.
Una de las características de las organizaciones sociales del Tercer Sector e que no se resignan a esta invisibilidad. Uno de sus retos de futuro es hacer visible esa parte de la realidad que hoy está quedando fuera de la foto.
Y todas estas carencias, todas estas desigualdades, toda esta marginación, todas estas personas, existen, aunque una parte de la sociedad y desde luego las autoridades crean que no, porque ellos no las ven en los titulares ni en las primeras páginas de los periódicos ni en los telediarios. Y las personas que formamos parte de las organizaciones sociales no nos resignamos a esta invisibilidad, y creemos que es nuestro reto enfocar los focos sobre esa parte de la realidad y acercar los micrófonos a esas personas, a esos ciudadanos.
Pero que nadie piense que las organizaciones no lucrativas creen conocer ya esa realidad oculta, saben que existe, porque en buena medida conviven con ella, pero creen necesario estudiarla y preguntar a sus protagonistas para que cuenten como se ven ellos mismo, para que digan que piensan, que quieren, que sueñan.
El actual modelo socioeconómico divide la sociedad entre personas productivas y no productivas, y los colectivos con los que trabajan las ONG son difícilmente percibidos como productivos, y ellos mismos se perciben así, lo que supone un elemento añadido de exclusión social y marginación, que solo puede ser abordado con redes públicas de protección social.
Es importante que entendamos que las asociaciones sin ánimo de lucro son redes sociales, pero no deben convertirse en familias sustitutas para personas con problemas de vulnerabilidad. Las ONG han nacido para mejorar la calidad de vida de las personas, para mejorar el mundo en que vivimos, no para la beneficencia.
Otra de las debilidades de la democracia es la reducción de las libertades que hemos sufrido en los últimos años. Si durante siglos la tendencia fue el aumento de libertades, evolución lenta pero continua, en los últimos años hemos tenido una involución.
Si se nos permite una licencia histórica: Un nuevo fantasma recorre el mundo: la represión, el recorte de libertades.
Muchos teóricos señalan que el 11 de septiembre del año 2001, con los atentados contra las torres gemelas de Nueva York, marcó el inicio de esta política represiva basada en recortar paulatinamente libertades y derechos de los ciudadanos. Nosotros no estamos de acuerdo, creemos que la ofensiva neoliberal comenzó antes, mucho antes, y que la caída de las torres gemelas únicamente fue una disculpa para incrementar y acelerar un proceso que se había hincado muchos años antes.
Esa fecha lo que si significó fue la identificación del motivo por el que los poderes fácticos del mundo querían recortar los derechos de los ciudadanos: que no era otro que el miedo a lo diferente, a los diferentes.
Y diferente es el que tiene otra religión, otra lengua, otros rasgos físicos, otras costumbres, otros valores.
El discurso oficial es bien sencillo: vivimos en un mundo maravilloso, pero somos tan ingenuos que los malvados se aprovechan de nuestro paraíso de libertades y nos hacen daño. Para solucionar ese problema la receta también es bien sencilla: si se recortan nuestras libertades también se recortan las de nuestros enemigos, y tienen más problemas para dañarnos. Es decir, que para tener más seguridad nos proponen, o más bien nos imponen, un recorte de libertad.
Pues bien, nosotros creemos que ese planteamiento es falso, que ese dilema no es real. Para nosotros el mundo se rige por unas leyes y normas que son injustas, y que basan la prosperidad, la seguridad y la libertad de algunos en la pobreza, la inseguridad y la represión de la mayoría. Y ante esa situación lo que queremos es un mundo más justo, más solidario, y más libre para todos.
Decíamos antes que la política de la represión viene de muy atrás. No queremos ponernos nostálgico, pero… que lejos queda la sensación de libertad que se vivió a finales de los años sesenta del siglo pasado en muchos países del mundo, o en la década de los años ochenta en nuestro país.
Problemas, conflictos, discrepancias, exclusiones ha habido siempre y e todas las sociedades. Para superarlas solo existen dos caminos: avanzar en la defensa de las libertades individuales para lograr una convivencia de esas heterodoxias, o acotar y limitar las libertades individuales para ilegalizar, prohibir y censurar esas divergencias.
En toda sociedad, en cada momento histórico, ambas tendencias coexisten, pero una se impone sobre la otra.
En esta sociedad que estamos viviendo la tendencia es claramente represiva. Es cierto que el modelo nació en los Estados Unidos, en el imperio, pero no es menos cierto que los poderes más cercanos lejos de resistirse a esa tendencia parecen encantados con ella y aportan sus propias innovaciones.
Las ONG forman parte de un movimiento social que tiene sus fundamentos en la solidaridad, los derechos sociales y la libertad y sabemos que estos tiempos son difíciles.
Los organismos internacionales, el gobierno central, y las autoridades autonómicas y locales parecen estar apostando por medidas represivas para hacer frente a los problemas.
Por otra parte, no debemos olvidar que España nunca ha llegado a tener una Estado de Bienestar como el que llegó a imponer la socialdemocracia en el norte y centro de Europa, y antes de llegar a él ya han comenzado a desmantelar lo poco que habíamos avanzado.
La llegada de la democracia tras la larga noche del franquismo abrió puertas a las libertades que nos llenaron de esperanzas. No podíamos sospechar que treinta años después la respuesta del Estado iba a volver a ser la de más policías.
Otro de los temores es que tal vez esa ola represiva que lo invade todo tal vez busque la desmovilización social. Si los poderes logran convencer a los ciudadanos, con el inestimable apoyo de los medios de comunicación de que la exclusión social está resuelto o en vías de resolverse, que cada persona con problemas dispone de un recurso adecuado, y que el último fleco pendiente es el de los malos, los delincuentes, pueden llegar a plantear algunas preguntas: ¿son necesarias las ONG, será necesario seguir apoyando económicamente a las entidades sin ánimo de lucro, o será mejor utilizar el dinero de los impuestos para incrementar el número de policías que mantengan libre de drogas nuestras calles?. Hacer frente a esas preguntas será difícil, porque ellos manejan los grandes medios de comunicación y nosotros tenemos escasa capacidad de influencia. Antes de que esa situación se de debemos estar vigilantes, unidos y mantener la actividad crítica.
Para concluir este apartado, queremos señalar que cada vez existen más colectivos que se consideran excluidos de la participación social, es decir, del ejercicio efectivo de la ciudadanía. Tradicionalmente estaban los grupos de personas en situación de exclusión social, “los nadie” de los que hablaba Eduardo Galeano, pero a esta situación se han ido sumando otros colectivos: jóvenes, personas de la llamada tercera edad, o parados de más de 40 años. En muchas ocasiones estos grupos acusan a los medios de comunicación de su ostracismo y de su marginación. Aunque no existen estudios para refrendar esta acusación, un análisis de los medios de comunicación y de la imagen que proyectan de estos colectivos: que oscila entre la inexistencia y la carga social, pasando por numerosas problemáticas asociadas, permite señalar que existen razones fundadas para esta crítica.
Las personas mayores son, para los medios, consumidores de medicinas, de pensiones y de otros recursos públicos. Los jóvenes parecen vivir en un permanente botellón menos cuando se agrupan para destrozar mobiliario urbano en medio de alguna manifestación, y los parados de más de 40 años son personas inadaptadas a un mundo tecnológico, por poner sólo algunos ejemplos.
El ejercicio de la ciudadanía implica el reconocimiento a participar en la vida social, política y económica, y muchos de estos grupos consideran que no se les reconoce públicamente el derecho a esa participación en igualdad de condiciones. Es cierto que las leyes reconocen estos derechos, pero al igual que ocurre con las mujeres, con las personas de etnia gitana con las personas seropositivas, existe una práctica diaria de negación de derechos por la vía de la práctica cotidiana.
Si se nos permite un ejemplo, podemos preguntarnos, y preguntar a los medios de comunicación, cuantas mujeres ocupan la dirección de un periódico, emisora de radio o televisión, cuantas personas de étnia gitana escriben o hablan en los medios, cuantos jóvenes participan de alguna manera en algún programa que no sea de entretenimiento, o cuantas personas mayores colaboran con los medios. Y en todos los casos se trata de grupos amplios.
Vamos a dedicar algunas reflexiones a las relaciones entre los medios de comunicación y eso que llamamos Tercer Sector. El motivo para este análisis más detallado no es otro que la consideración de las organizaciones sin ánimo de lucro que componen el Tercer Sector como las representantes de la sociedad civil en el estos primeros años del siglo XXI.
Los antropólogos e historiadores hace años que han demostrado que la ayuda mutua ha existido siempre, que es tan antigua como el ser humano. Las organizaciones de ayuda mutua son, en este sentido, tan antiguas como la civilización.
En la década de los setenta del siglo pasado nació en Francia el concepto de Economía Social, que hoy todo el mundo reconoce que es uno de los principales agentes económicos de un país. Hoy esa terminología se usa en Francia, Bélgica y España, pero no en otros países, en los que se usan otros términos como Sector Voluntario, Tercer Sector, Economía de Interés General (Alemania), y en los países anglosajones Economía del Non Profit.
La conceptualización del Tercer Sector es reciente. Tras la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, se reestructuró en el capitalismo el papel del Estado. Nació entonces el Tercer Sector y se comenzó a hablar de capital social. Hoy sigue sin existir una definición jurídica de lo que es Tercer Sector, aunque todo el mundo utiliza la expresión. Los medios de comunicación tienen frecuentes referencias a este término sin que sepamos si todos entendemos los mismo cuando lo citamos.
Los estudiosos consideran que el acta oficial de nacimiento del Tercer Sector es el Informe elaborado por la Comisión Filer, en los Estados Unidos de Norteamérica, a mediados de la década de los setenta del siglo XX. Este informe fue una iniciativa conjunta del Gobierno norteamericano, en concreto del Departamento del Tesoro, y de algunas organizaciones filantrópicas privadas, encabezadas por John Rockefeller III. El informe ofreció, por primera vez una visión de conjunto del sector no lucrativo en el país. En los años siguientes se hicieron estudios similares en diversos países desarrollados.
La OCDE habló por primera vez de Tercer Sector en el año 1980. Desde algunos años antes, en el ámbito europeo se hablaba, en el ámbito económico, de Instituciones Sin Fines de Lucro (ISFL).
Hoy en las Naciones Unidas y en el Consejo de Europa las ONG tienen estatus consultivo oficial, algo que no ocurre en el caso de la Unión Europea. En España existen numerosos Consejos de temas específicos que reconocen el papel de las entidades no lucrativas como organizaciones de interés social.
En la década de los 70 del signo XIX las ONG se multiplican, “favorecidas por la incapacidad manifiesta de los organismos gubernamentales para construir y ofrecer eficientemente soluciones en áreas sociales sujetas a conflictos; y también debido al incremento de los índices de pobreza, inseguridad y de exclusión de los códigos de la modernidad: empleo, salud, educación, cultura, seguridad social”, como señalan Lisbeth Rosillón y Orlando Villalobos.
Los mismos autores señalan que “en el ámbito internacional, y especialmente en los países de mayor desarrollo, las ONG son interlocutores de primera línea: en 1994, la mitad de los proyectos aprobados por el Banco Mundial fueron asignados a organizaciones de este tipo; en 1996 el mismo BM estimaba que más del 15% del total de la cooperación internacional se canalizaba a través de Organizaciones No Gubernamentales.
En los países más desarrollados y ricos el Sector Público ha estado decreciendo desde la década de los 90 del siglo pasado. Eso ha implicado in crecimiento de los otros dos sectores: el privado y el Tercer Sector.
Las características de las entidades que conforman el Tercer Sector en los países occidentales son:
Además, hay que señalar que en el Tercer Sector lo social es lo primero, y lo económico va en segundo lugar, o simplemente es el medio para lograr sus fines.
El papel de las Entidades No Lucrativas en las sociedades occidentales se puede resumir en cinco funciones:
Diversos estudios han señalado la relación existente entre el desarrollo de un país y el tamaño del Tercer Sector. A más desarrollo mayor tamaño. Esto significa que el Tercer Sector se desarrolla no sólo por la reducción del Sector Público, por eso que algunos denominan el adelgazamiento del Estado, sino que intervienen otros factores como la complementariedad entre lo público y lo no lucrativo, como elementos de crecimiento y desarrollo.
Una de las características del Tercer Sector es su juventud. La inmensa mayoría de las Organizaciones que lo componen se han creado en los últimos cuarenta años, y eso es muy poco tiempo en términos históricos. En Europa, otra de las características es el elevado porcentaje de financiación pública de estas organizaciones, y eso está relacionado con el elevado número de actividades relacionadas con el bienestar público.
En ocasiones se transmite una idea unificada del Tercer Sector, pero existen diferentes maneras de organizarse. El Tercer Sector, especialmente en Europa, no es homogéneo. Existen cuatro modelos claramente diferenciados:
· Modelo Renano.- (Alemania, Suiza, Austria, Países Bajos). Se basa en organizaciones privadas. El Tercer Sector es muy poderoso. Trabajan de manera jerarquizada. Elevado papel de las entidades de origen religioso. Tienen un Estatuto especial casi público. Tienen preponderancia los fondos públicos. Fuerte influencia política.
El Tercer Sector es muy fuerte, pero en parte porque no existen políticas sociales públicas. Pocos impuestos y pago individual para los servicios. En EEUU existen muchas deducciones por pago a ONG.
En Iberoamérica existe una dualidad dentro del Tercer Sector:
Desde el ámbito de la Economía Social se ha señalado lo que hacen las Instituciones Sin Fines de Lucro: “prestan servicios de no mercado pero no se financian vía impuestos sino vía cuotas (asociaciones), voluntarios o con subvenciones (públicas y privadas) voluntarias y que no pueden apoderarse de los excedentes que generan”. Según esta definición ningún agente del Sector Público forma parte de la Economía Social.
Tercer Sector, ONG, Entidades Sin Ánimo de Lucro, Sociedad Civil, Economía Social. Existe una enorme cantidad de de términos para referirse a las entidades del voluntariado y el no lucro. En ocasiones se utilizan estos términos como sinónimos, pero no lo son.
El concepto ONG engloba a las Asociaciones, las Fundaciones y las llamadas Entidades Singulares (Cruz Roja Española, ONCE, Cáritas Española). El concepto Tercer Sector, además de a las ONG engloba a las corporaciones y organizaciones profesionales y a las mutualidades y mutuas. Si a eso le añadimos las cooperativas, las sociedades anónimas laborales, y otras instituciones de la economía social podemos decir que estamos ante las organizaciones de la Sociedad Civil.
En cualquier caso hay que señalar que jurídicamente no existe una definición de lo que es Tercer Sector o de lo que es una ONG, ni en España ni el los países de nuestro entorno. Se trata de una terminología que se ha ido incorporando en los últimos lustros a la realidad pero no a las leyes.
En todos los países existe legislación sobre el Non Profit, es decir sobre lo no lucrativo, pero no en todos los países es igual, en unos se incluye a las entidades religiosas en oros no, en una se incluye a los partidos políticos en otros no, en unos se incluye a los sindicatos en otros no, en unos existe una ley específica en otros diferentes leyes, en unos se contempla esta realidad únicamente desde el aspecto económico, en otros desde aspectos sociales, y económicos.
No todo el sector no lucrativo defiende fines de interés general. Las organizaciones de ayuda mutua o sin ánimo de lucro pueden defender intereses particulares legítimos pero cuya defensa no implica mejora en la calidad de vida de la ciudadanía en general.
En España no existe una legislación específica sobre el sector no lucrativo, existen diferentes leyes que abordan el tema de manera parcial. Las principales leyes son:
A este listado hay que añadir un innumerable número de Decretos, Decretos Ley, y Disposiciones de diferente tipo. Además existe una legislación específica en cada una de las Comunidades Autónomas.
En la Constitución, a pesar de ser de las más modernas de Europa, no se incluye un reconocimiento al Tercer Sector, a las ONG o a la Sociedad Civil. La Constitución Española de 1978 reconoce y protege las asociaciones y las fundaciones (artículos 34 y 22). Es decir, existe dispersión jurídica sobre lo no lucrativo y sobre los fines de de interés general, así como una falta de concreción absoluta sobre lo que es acción social.
El Tercer Sector es relativamente joven, y por eso es normal que aun estén por definirse sus límites jurídicos (qué es Tercer Sector y qué no lo es). Esta definición debería ser armónica al menos dentro de la Unión Europea.
Esta indefinición del tercer Sector no es sólo hacia el exterior, es decir, no se refiere sólo a marcar la frontera que separa el Tercer Sector del Sector Público y del Sector Privado, sino que también existe una indefinición hacia el interior. La construcción de lo no lucrativo se ha realizado por contraposición, es decir, lo que no era público, y no era mercado, y eso ha permitido una amalgama de organizaciones y actividades muy diferentes entre sí que es necesario organizar y clarificar.
Una reflexión que queremos hacer es la relación existente entre el notable crecimiento del Tercer Sector en todo el mundo y la ciudadanía. Es posible señalar que en a partir del fin de la segunda guerra mundial numerosos colectivos y millones de personas que se sentían participes de la sociedad a través de los partidos políticos, los sindicatos, y otras organizaciones, comenzaron a no sentirse representadas por estas instituciones, a la que comenzaron a considerar parte del poder, del establisment, y como siempre ha ocurrido a los largo de historia, buscaron otras formas de aunar esfuerzos e intereses. En este contexto aparecen las entidades no lucrativas, que permiten a millones de ciudadanos y ciudadanas de todo el mundo sentir que forman parte de la acción, de la sociedad, de las soluciones a los problemas.
Tras esta introducción, pasemos a analizar la relación entre el Tercer Sector y los medios de comunicación. Comencemos por decir que la totalidad de las entidades sin ánimo de lucro desarrollan actividades de comunicación, tanto interna (dirigida a sus socios, usuarios, patrocinadores), como externa (dirigida a las instituciones, los medios de comunicación y la sociedad).
Hoy todavía son pocas las ONG que cuentan con departamentos o áreas específicas de comunicación en sus estructuras, aunque todas desarrollan actividades de comunicación. Es decir, la gran mayoría de la entidades sin ánimo de lucro desarrolla su comunicación de forma desordenada y espontánea y, por tanto, ni se explota ni se tienen en cuenta su potencial y consecuencias.
Las entidades del Tercer Sector son conscientes de la potencialidad y de las ventajas de la comunicación, y en los últimos años están realizando un gran esfuerzo por montar departamentos de comunicación con profesionales, ya sea como voluntarios o con contratados.
Como señala una publicación de la Fundación Luis Vives: “Cada vez, por tanto, se insiste más desde diferentes ámbitos en la importancia que tiene para las organizaciones no lucrativas la gestión profesional de su comunicación. Para cualquier entidad, la comunicación es la herramienta básica de interacción con los públicos. A través de ella, por ejemplo, las organizaciones dan a conocer sus actividades o resultados, reciben respuesta de sus usuarios o responden ante sus financiadores. Pero, además, la comunicación debe ser entendida como una herramienta para conseguir los objetivos estratégicos de la organización a medio o largo plazo, hacer más sólidas las relaciones con sus públicos, crear una imagen y una reputación entre esos públicos, en definitiva, generar valor para esta organización más allá de su valía objetiva en términos de volumen de actividad o cobertura de las actividades. Sin embargo, si para cualquier tipo de entidad la comunicación tiene un valor estratégico, para las organizaciones que trabajan con valores intangibles la gestión adecuada de aspectos como la reputación, la imagen y la transparencia es, en muchas ocasiones, vital para la propia supervivencia de la organización.”
Todas las organizaciones necesitan relacionarse con el exterior y controlar la imagen que de sí mismas se proyecta, y necesitan controlar los mensajes que lanzan y los que se perciben. En el caso de las organizaciones sinónimo de lucro esta necesidad es si cabe aun mayo y más compleja. Por una parte se trata de organizaciones que pretenden modificar el modelo socioeconómico vigente o bien cambian la mentalidad de buena parte de la ciudadanía, y por otra parte se trata de organizaciones en las que los valores sobre los que asientan y los fines que defienden son tan importantes como las actividades que desarrollan o los productos que elaboran.
Además, y tras la explosión que ha vivido en los últimos años el sector no lucrativo, y las ingentes cantidades de fondos que manejan muchas de las organizaciones, la sociedad, las instituciones, y los medios de comunicación, exigen a estas organizaciones una transparencia que no exigen a otros sectores económicos, políticos, empresariales o sindicales.
El Tercer Sector se identifica con el voluntariado, pero en los últimos años las sociedad es consciente de las entidades que los conforman manejan ingentes cantidades de dinero procedente tanto de donaciones privadas como de subvenciones, es decir, de dinero público. Y esa dualidad ha implantado una exigencia de control de gasto, de eficacia y eficiencia, muy por encima de la que se está exigiendo en otros ámbitos.
En este terreno se produce una de las primeras zonas de conflicto entre las ONG y los medios de comunicación. Las primeras señalan que se han producido escasos casos de uso inadecuado de los fondos, en cualquier caso un número muy por debajo del de otros sectores, y acusan a los medios de comunicación de publicitar estos casos muy por encima de los de entidades de otros ámbitos y de acusar en general a las ONG de una mala praxis que ha únicamente afecta a una entidad, cuando nunca se señala a otros sectores de malas prácticas de manera general.
Lo curioso es que la sociedad confía en la ONG. Diversos estudios y encuestas señalan que la opinión pública tiene mayor confianza en las entidades sin ánimo de lucro que los medios de comunicación, los partidos políticos, la Iglesia, los sindicatos, la patronal, o las fuerzas armadas, por poner solo algunos ejemplos. Es cierto que sería necesario analizar en detalle las diferentes organizaciones no lucrativas para conocer la base de esa confianza, pero aquí hablamos de un genérico: las ONG.
Si es necesario señalar que esa confianza tiene un elemento fundamental en el desconocimiento. La población desconoce lo que son las ONG, que entidades son o no son ONG, su funcionamiento, o su financiación. La ciudadanía identifica la labor de las entidades no lucrativas con temas que le preocupan y sobre los que creen que otras instituciones no hacen nada: la paz, los derechos humanos, la exclusión social, el medio ambiente, el hambre, la pobreza, la justicia.
La Fundación Luis Vives ha señalado tres problemas de las ONG respecto a la comunicación en relación son sus públicos:
Y añade la Fundación que “Una gestión profesional y adecuada de la comunicación de la entidad puede ayudar a solucionar estos problemas y, en definitiva, a mejorar y hacer más fluida la relación con los públicos. Para ello, es indispensable que, al menos, se adopten los siguientes enfoques:
En definitiva, la solución para superar esta situación pasa por realizar una gestión estratégica y global de la comunicación de la organización.”
Otra de las zonas de conflicto entre las ONG y los medios de comunicación es el desconocimiento de las primeras por parte de los segundos. Para muchos medios el sector no lucrativo es cosa de grupos minoritarios de jóvenes que tiene muy buenas intenciones, que defienden grandes causas pero no consideran que detrás estén organizaciones serias. A este respecto podemos recurrir a los datos.
En España existen actualmente 164.962 entidades sin ánimo de lucro en las que trabajan 942.093 personas contramatadas y 4.244.568 voluntarios/as (lo que equivale, según los economistas, 1.316.765 puestos de trabajo).
Además, esas organizaciones aportan 31.073 millones de Euros anuales de valor añadido. El Tercer Sector representa el 7% del empleo asalariado de la economía española (y cerca del 10% si se añade el trabajo voluntario).
El Sector No Lucrativo representa el 5% del Producto Interior Bruto (PIB) español, según el documentado estudio: “Las cuentas de la Economía social. El tercer sector en España”, publicado en 2004 por Fundación Once.
La bibliografía refleja la existencia de dos tendencias extremas en el análisis de las repercusiones de los medios de comunicación. Un grupo de estudiosos considera que los medios de comunicación son los abanderados de la libertad y la participación de la ciudadanía en la vida social y política. Por el contrario, existe otro grupo de de estudiosos que considera a los medios de comunicación nefastos por destruir la inteligencia [14] e imposibilitar el ejercicio de la ciudadanía, o bien el medio más poderoso imaginable para manipular y controlar las conciencias con fines explícitos o implícitos de propaganda. Hace décadas que Umberto Eco se hizo eco de este debate en su obra Apocalípticos e integrados.
Para los primeros es evidente que los medios de comunicación deben gozar de una gran libertad, ya que su acción es beneficiosa para todos y todas. Y cuando hablamos de libertad nos referimos a libertad de expresión y a libertad de empresa. Para los segundos es evidente que los medios de comunicación deben ser controlados y su acción regulada para reducir los daños.
Seguro que alguno de los presentes está pensando que este planteamiento es muy teórico y que todo se reduce a la relación de los medios de comunicación con el poder. Unos medios están a favor del gobierno de turno, y ofrecen una visión amable y positiva de la sociedad, mientras que otros medios están en contra del gobierno y trasmiten una visión negativa y casi catastrófica de la sociedad.
Pero no hablamos aquí de eso. En realidad los medios que a veces aparecen enfrentados entre si, solo discrepan sobre la gestión de este modelo social, pero todos coinciden en defender el mismo modelo. No hay mucha, en realidad no hay ninguna, oferta alternativa en los kioscos o en el dial. Solo cuestión de matices sobre la gestión de los políticos o los agentes sociales [15].
Las grandes corporaciones empresariales de la que forman parte hoy los medios de comunicación (dedicadas a la información y al entretenimiento), cumplen el papel de mantener y reproducir el modelo de capitalismo.
La globalización se ha extendido rápidamente por el papel que han jugado, que siguen jugando, los medios de comunicación, que han sido la herramienta fundamental en esta cuestión. Y también han sido los medios de comunicación los que han extendido a todos los lugares del planeta la nueva religión: el consumismo como valor supremo y universal.
Como ha señalado Dênis de Moraes [16], “el avance del neoliberalismo en el terreno político-cultural reposa, en gran medida, en la capacidad demostrada por las industrias de información y entretenimiento reoperar como máquinas productivas que estructuran, simbólicamente, el discurso de la vida y de la producción. Los propios conglomerados de medios asumen la responsabilidad por la influencia desmedida en las mentes y en los corazones de todo el mundo.”
Si alguien piensa que estamos hablando del hace unos años pensamiento único, tiene razón. Los grandes medios de comunicación, los mass media, contribuyen a una reducción de la oferta informativa, aunque a veces pueda parecer lo contrario y que muchos ciudadanos y ciudadanas piensen en una enorme y amplísima oferta.
Pensemos en un jueves santo por la madrugada, todas las emisoras de radio, incluso esas que parecen tan enfrentadas en el día a día, retransmiten procesiones, lo mismo podría decirse de las cadenas de televisión. Quien quiera huir de esa versión parcial de la realidad, descubrirá que los medios no ofrecen otras alternativas. Se puede elegir una procesión de Sevilla, una de Granada, una de Madrid o una de Valladolid, ¿pero eso es a lo que llamamos oferta informativa, es ese el amplio espectro ideológico de nuestros medios de comunicación, esas son las alternativas del oyente/espectador?.
No debemos olvidar que los grandes conglomerados industriales de los medios de comunicación se encuentran entre las mayores empresas, multinacionales, del mundo, y que la industria de la comunicación ha sido la que mayor crecimiento ha tenido en el ámbito internacional en los últimos años, aunque los propios medios se esfuercen por ocultar estas informaciones.
Lo que ocurre es que la población no está asistiendo impasible a esta acción de las grandes corporaciones. La prensa lleva año perdiendo lectores, y las grandes cadenas de televisión han iniciado también una lenta perdida de audiencia. Un análisis crítico de la situación nos facilita una explicación a esta tendencia. Los lectores, los oyentes, los espectadores, consideran que los medios de comunicación tradicionales no están respondiendo a sus expectativas, y además esos medios dificultan, cuando no impiden su participación. Las llamadas nuevas tecnologías (en algún momento tendremos que dejar de hablar de nuevas) permite una intervención directa de los ciudadanos y ciudadanas en el proceso informativo, y cualquiera puede convertirse en informador y no solo en lector o espectador, como antes. Y esta fisura está siendo aprovechada por millones de personas en todo el mundo, que comenzado a comunicarse directamente, sin la intermediación de los medios de comunicación.
Cualquier persona, pero especialmente los jóvenes, se informan de lo que ocurre en cualquier parte de l mundo y en cualquier situación, no mediante la lectura de la prensa o visionando los informativos de televisión, sino mediante redes sociales, y blogs en los que personas como ellos exponen sus informaciones, opiniones y emociones. Y estos mismo medios les están permitiendo organizarse y organizar su respuesta al modelo neoliberal. Las famosas protestas antiglobalización de Seattle, a las que siguieron otras en Niza, Praga, Québec, Barcelona, Gotemburgo, Washington, Davos, Monterrey o Salzburgo, son buena prueba de ello.
La famosa reunión en Davos de las personas más poderosas y ricas del mundo recibe mucha más atención por parte de los medios de comunicación que los Foros Sociales Mundiales de Porto Alegre, que en algunos medios apenas superan ser un breve. Pero millones de personas de todo el mundo, especialmente jóvenes, siguen los debates de la ciudad brasileña y diseñan sus estrategias de actuación conforme a lo que allí se debate. Demostrando que ya se ha roto el monopolio informativo de los medios de comunicación tradicionales.
Recordemos en este punto que Simon Nora y Alain Minc elaboraron en 1978, a petición del entonces presidente de la República francesa, Valery Giscard d’Estaing, el documento La informatización de la sociedad[17], en el que se señalaba ya entonces: “en tiempos pasados, toda revolución tecnológica provocaba una intensa reorganización de la economía y la sociedad (…) Así ocurrió con el advenimiento de la máquina de vapor, del ferrocarril y de la electricidad. La ‘revolución informática’ tendrá consecuencias más amplias. No es la única innovación técnica de estos últimos años, pero sí constituye el factor común que permite y acelera todas las demás. Sobre todo, en la medida en que altere el tratamiento y la conservación de la información, modificará el sistema nervioso de las organizaciones y de la sociedad entera”.
Y eso está sucediendo hoy, que el 20% de los habitantes de la tierra representan el 90% del tráfico en Internet, porque la famosa brecha digital existe. Pero las ONG y otros movimientos sociales permiten que esta información alternativa llegue a rincones en los que todavía no llega Internet.
Dice el mexicano Enrique Sánchez [18] que “si bien la comunicación es un aspecto constructivo, condición necesaria –aunque no suficiente- para la existencia de la democracia, los modernos medios de comunicación –que no siempre son plenamente de comunicación- no necesariamente favorecen su desarrollo y eventual consolidación”.
La información nació con la humanidad, pero en su concepción más actual la información nace con las primeras sociedades donde era importante la opinión pública: Grecia primero y Roma después. La prensa, tal y como nos recuerda David Casablancas, en una reciente publicación, “nació de las inquietudes y los intereses de los grupos de presión políticos o empresariales y es un reflejo del establishmen” [19].
Los modernos medios de comunicación, nos referimos a la prensa, nacieron en parte como herramientas contra el poder establecido. La burguesía impulsó la prensa como factor de presión sobre el Antiguo Régimen. Con el paso de los años y la modernización de las técnicas de persuasión los medios de comunicación se consolidaron como herramientas poderosas. Y el Poder decidió hacer uso de esas herramientas para consolidarse en el poder. Por eso no es de extrañar que la ciudadanía perciba a los medios de comunicación como parte de la estructura del poder. En una gran encuesta que se desarrolló en los países de América Latina y el Caribe entre los años 2002 y 2003 sobre la Democracia en el continente se incluyeron preguntas a los líderes de la región, y estos identificaron a los medios de comunicación como factores de poder fácticos junto a los grupos financieros y empresariales.
Hay quienes han señalado que de la visibilidad en los medios de comunicación de los conflictos sociales depende el futuro mismo de la sociedad democrática [20].
Pero no debemos olvidar que el modelo de los medios de comunicación vigente, que no es el único posible pero si es el que ha triunfado, es difícilmente compatible con el ejercicio de la ciudadanía. Si la ciudadanía surge del reconocimiento de derechos civiles, derechos sociales y derechos políticos, parece evidente que la reflexión, el racionamiento y el conocimiento complejo son elementos fundamentales en el proceso de toma de decisiones. Por el contrario en el actual modelo social, en esa modernidad líquida de la que hace años nos habla Barman [21], la aceleración, la simplificación se han impuesto. Y los medios de comunicación, con sus estereotipos, su búsqueda de titulares, sus exageraciones, sus narraciones simples, pero también con su huida de las matizaciones, del pensamiento complejo, de la reflexión densa y colectiva, contribuyen a esa contradicción, imposibilitando el normal ejercicio de la ciudadanía.
Tal vez sea este el momento de recordar que en la actualidad, tal y como reflejan numerosas encuestas y estudios, el periodismo atraviesa una indudable crisis de credibilidad. La publicación de falsedades y mentiras, las filtraciones interesadas, los intereses particulares de algunos medios y de algunos periodistas, los reportajes más espectaculares que reales, la connivencia política entre algunos políticos y algunos periodistas, el papel de la prensa rosa, o la publicidad encubierta, han dado lugar a numerosos escándalos en los últimos años. Escándalos que han abandonado la confidencia de las redacciones y han llegado al gran público, que ha retirado la tarjera de credibilidad al periodismo. Pero incluso sin estas mentiras los medios de comunicación habrían perdido credibilidad, porque las encuestas señalan que la población identifica a los medios e incluso a los periodistas, como defensores de determinados intereses particulares. Hoy es corriente entre la ciudadanía que todo el mundo señale a los periódicos como identificados con tal o cual partido, o tal o cual grupo empresarial. Lo mismo ocurre con los periodistas o tertulianos. Y no nos referimos sólo a intereses políticos o económicos. ¡Hasta en la desprestigiada prensa del corazón todo el mundo sabe que unos periodistas defienden o critican a unos personajes (seguramente sería mejor hablar de personajillos) en función de cómo se llevan con ellos (intereses particulares) y no en función de sus actuaciones o declaraciones.
Hoy los medios de comunicación oscilan entre ‘pro’ y ‘anti’ cualquier cosa. Los medios están a favor o en contra del gobierno de turno, sin matices, como están a favor o en contra de la oposición. Están a favor o en contra de cualquier movimiento económico (una fusión de empresas, por ejemplo) sin fisuras. Están a favor o en contra de los gobiernos de otros países. Todos los medios tienen una postura sobre el aborto, los matrimonios homosexuales, las células madre, el proceso de Bolonia para la Universidad, la última ley de enseñanza vigente, o el consumo de drogas. Y esas posturas, a favor o en contra, son inamovibles, rocosas, inflexibles. La mayoría de los ciudadanos intuyen que los medios de comunicación primero toman postura y luego buscan los argumentos para defenderla y explicarla.
Además, la ciudadanía no se reconoce en esas posturas enfrentadas. A la mayoría de las personas les parecen bien unas decisiones del gobierno y mal otras. Lo mismo vale para las posturas de la oposición. Algo similar ocurre en la mayoría de los casos, y por eso tal vez hace años que la ciudadanía no se ve reflejada en los medios, donde se vive un estado de crispación y de enfrentamiento que los ciudadanos no viven en su día a día y en su relación de unos con otros.
Y eso sin hablar de las exageraciones. Cuando los medios dicen que el país está paralizado por un partido de fútbol de la selección española o un Madrid-Barcelona, resulta que millones de personas (siempre más de las que están viendo el partido) pasean, van de compras, están en el cine o en teatro, montan en bicicleta, se besan, navegan por Internet, leen un libro, juegan a baloncesto, bailan, estudian, o charlan alrededor de una cerveza. Pero es que la normalidad no es noticia, nunca es noticia.
La actualidad, la rareza, la espectacularidad, la declaración altisonante son características esenciales del periodismo, pero no de lo social, no de la ciudadanía. Lo urgente no es lo mismo que lo importante, lo último no es lo mismo que lo consolidado.
Porque no debemos confundir la ciudadanía con la audiencia. Los índices de audiencia no son el reflejo del pensamiento colectivo, y no solo por la burda manipulación basada en la mágica desaparición de los no conectados, sino porque no es lo mismo, no pude ser lo mismo elegir entre los derechos sociales y la expulsión de la casa de un concursante, o entre los límites entre libertad y seguridad que elegir que famoso baila mejor.
Hay quien ha señalado que una de las características de esta época es el deterioro e incluso el fin de compromiso mutuo, y no es necesario argumentar mucho para señalar a los medios de comunicación como inductores directos, aunque no únicos, de esa situación.
Hay quien señala que la mala calidad del periodismo se basa en la mala calidad de la sociedad. Que tenemos los medios de comunicación que nos merecemos. Y que los medios de comunicación no son peores que otras instituciones. Pero no compartimos esa visión. Creemos que los ciudadanos y ciudadanas son mejores que la imagen que de ellos reflejan los medios de comunicación. Los medios no reflejan la realidad tal cual es, que es uno de sus mitos. Los medios escogen los elementos más triviales, simples, morbosos, llamativos, espectaculares y escandalosos de la sociedad. Queremos decir con ello que los medios no mienten, pero si eligen aspectos muy concretos de la realidad y construyen con ellos una imagen deformada, intencionadamente deformada, de esa realidad, y luego la proyectan de manera reiterativa hasta lograr que muchos ciudadanos acríticos terminen creyendo que la realidad es así, pero no lo es, y por eso la actividad de la ciudadanía termina desbordando los límites marcados por los medios.
Una de las características de la sociedad actual es la superabundancia de noticias e informaciones. Hoy es casi imposible vivir sin ser bombardeado por miles de informaciones. Si hace algunos años era necesario comprar un periódico, encender una radio o la televisión para acceder a las noticias, hoy nos regalan la prensa, nos ponen noticiarios mientras esperamos el metro y escuchamos la radio mientras corremos por el parque. Pero como enseñan en todas las facultades de periodismo existen dos formas de tener a alguien desinformado, una es no facilitarle información, otra facilitarle un exceso tal de información que sea imposible de digerir. Y así podemos afirmar que el actual exceso de noticias e informaciones no solo no nos acerca a la verdad sino que está sumiendo a una parte importante de la población en la mayor de las oscuridades informativas.
Si a ese dibujo le añadimos la cada vez menor calidad de la información transmitida y la permanente disminución de la pluralidad de las informaciones, disponemos de una caricatura en la que nuestro actual modelo social no sale muy bien dibujado. No parece que los libros de historia puedan hablar en el futuro de nuestra sociedad como de una sociedad informada, plural y transparente.
Lo que no aparece en los medios, a pesar de su discurso, si existe. Cada pocos segundos muere un niño en el mundo por hambre, por desnutrición, o por enfermedades fácilmente curables. Aunque los medios no hablen de eso ocurre de manera permanente, familiares llorando alrededor de los entierros lo atestiguan. Los medios españoles han dedicado millones de páginas y minutos a los 1.000 asesinados por ETA, pero es difícil encontrar informaciones sobre los 15.000 africano muertos que se calcula ha ocasionado el salto del Estrecho para buscar una vida mejor. Las mujeres exhaustas y embarazadas que llegan a nuestras costas en cayucos no llegan embarazadas para dificultar su extradición, llegan embarazadas porque han sido violadas y humilladas en su viaje a Europa. En el mundo existen otras guerras además de Iraq y Afganistán o el Congo, aunque los medios de comunicación no hablen de ellas. Todos los días mueren personas en esos conflictos aunque sus fotografías o sus testimonios no lleguen a los informativos. El cambio climático no es un debate académico o político como pretenden los medios. Hoy está causando muertos y desplazados en diferentes partes del mundo. Algunos de los países más pobres del mundo, donde la población muere de hambre, exportan alimentos al primer mundo que los paga a un precio que sus habitantes no pueden hacerlo. Las mascotas de Estados Unidos comen más carne, más proteínas que los habitantes de África. De los más de 6.000 millones de habitantes que tiene la Tierra apenas 500 millones viven confortablemente, mientras más de 5.500 millones viven con penurias. Más de 300 millones de niños y niñas viven sometidos a condiciones de violencia, brutalidad, explotación y esclavitud inadmisible. La producción planetaria de los productos alimentarios básicos representa más del 110% de las necesidades mundiales, mientras 30 millones de personas siguen muriendo de hambre cada año, y más de 800 millones se encuentran infra-alimentadas. En 1960, el 20 % de los más ricos de la población mundial alcanzaban unos ingresos treinta veces mayor que el de los 20% más pobres. En la actualidad, los ingresos de los ricos en relación a los de los pobres ya no es de treinta, sino de ochenta y dos veces mayor. Las doscientas veinticinco fortunas más grandes del mundo representan un total de más de 1.000 millones de euros, o sea, el equivalente a la renta anual del 47% de las personas más pobres de la población mundial (2.500 millones de personas). El patrimonio de las quince fortunas más ricas del planeta sobrepasa el Producto Interno Bruto PIB total del conjunto de países de África subsahariana. Y eso ocurre aunque los medios no lo digan.
Un telediario de cualquier cadena de televisión tiene una duración de unos 30 minutos, de los que más de un tercio son par deportes (por cierto única sección que tiene un presentador propio, un especialista, como si para hablar de salud, de educación, del paro, de la pobreza, del parlamento, del hambre o de la guerras sirviera cualquiera pero para hablar de deporte). En el resto del informativo difícilmente se ofrecerán veinte informaciones sobre otros temas. La importancia vendrá dada por la existencia de imágenes o no, y no por la importancia en si de la información, la información política, esa que de alguna manera afecta a toda la ciudadanía, se reducirá a un intercambio de acusaciones de unos políticos sobre otros, se hablará de algún encuentro histórico, porque cada semana hay uno, nos ofrecerán un par de noticias sobre sucesos, alguna crónica internacional (económico-política si es de un país desarrollado y de guerras, hambre o desgracias si es de un país pobre), nos relajarán con alguna información relacionada con algún famoso, y nos darán cumplida información sobre algún estreno cultural importante. Pero todos sabemos que la realidad es algo más, que ocurren más cosas.
Los grandes medios de comunicación tienen un corresponsal permanente en el Vaticano, y tal vez otro para toda África, y tras el desarrollo de China es posible que tengan otro corresponsal para toda Asia. Y eso es en si mismo una manipulación, porque se ha decidido otorgar, de manera arbitraria, más importancia a unas fuentes que a otras. Por eso en cualquier medio de comunicación español es más fácil encontrar declaraciones del Papa, un gobernante no elegido por votación popular en las urnas y que dirige un país de tal vez varios miles de personas, que de cualquier gobernante asiático, que gobierna sobre millones de personas y del que seguramente en cada crónica nos recuerdan que en su país no existe una democracia plena (porque todo el mundo sabe ya que nuestros medios de comunicación son los encargados de dar las credenciales oficiales de democracia).
A pesar del mensaje que tratan de transmitirnos, la libertad no es elegir que concursante debe abandonar la casa de Gran Hermano. Decidir no es votar cual es la canción de verano. Participar no es enviar un SMS para criticar las confesiones de una famosa en un programa de televisión. Opinar no es saber como creen algunos tertulianos.
Hoy, en la primera década del siglo XXI no es posible ejercer la ciudadanía sin tener en cuenta a los medios de comunicación. Pero no es menos cierto que su propia existencia dificulta, cuando no impide, ese ejercicio de ciudadanía.
La libertad de expresión y la libertad de empresa son las dos esencias sobre las que se ha basado la actuación de los medios de comunicación. Pero nadie puede negar que los medios solo otorgan o facilitan la libertad de expresión a un grupo muy reducido de ciudadanos y ciudadanas, a algunas instituciones de poder y a algunos grupos empresariales. Y que decir de la libertad de empresa. Hoy, en plena crisis nos es mas fácil señalar algo hace solo unos meses era imposible, que el mercado no es justo ni equitativo, ni la solución a los problemas de desigualdad y exclusión, y que son necesarias medidas de control y redistribución.
Y es que ese es el centro de la cuestión, los medios de comunicación son empresas, empresas ideológicas, que defienden los intereses de sus grupos de interés, valga la redundancia. Sean medios de titularidad pública o privados, defienden determinados intereses particulares, no los de la ciudadanía, no los de la sociedad. Accionistas, grupos políticos, empresas, anunciantes, son los beneficiarios directos de los medios de comunicación. Los lectores, oyentes o telespectadores somos, en muchas ocasiones, la coartada para la defensa de esos intereses. Los medios de comunicación son dependientes de los grandes poderes económicos. Y esa dependencia tiene un precio.
Los medios de comunicación son poderosas empresas que si en algún momento estuvieron al servicio de otras corporaciones, hoy forman parte de esas corporaciones, y en tanto que tales exigen una parte del poder y de la riqueza mundial. Dênis de Moraes en su obra Cultura mediática y poder mundial nos recuerda una célebre frase de Rupert Murdoch, dueño de News Corporation, un colosal impero de comunicación presente en 133 países. Dijo Murdoch: “No se preocupen. No queremos controlar el mundo. Sólo queremos un pedazo de él”.
Señala David Casablancas en un libro ya citado aquí [22] que “El problema principal del periodismo de hoy en día es que parece haber renunciado a asumir su papel crítico con el poder”. Y añade que “Los medios de comunicación han cedido terreno frente a las presiones políticas y económicas. Apenas perciben diferencias entre el discurso periodístico y el de los grupos que ostentan en poder. La autocensura, la precariedad laboral y la propia inercia del oficio han diluido el papel crítico del informador. La tendencia que hay en todo el mundo hacia la concentración de medios en pocas empresas dificulta aún más la pluralidad de voces y opiniones.”
El divorcio entre la sociedad y los medios de comunicación no ha dejado de crecer. El encorsetamiento ha sido tan grande que la sociedad buscaba las costuras para desbordar esa situación. La aparición de los nuevos medios de comunicación ha permitido ese desbordamiento. Internet y los móviles están permitiendo ya que grupos de ciudadanos y ciudadanas, especialmente jóvenes, se informen sobre la realidad con medios alternativos a los tradicionales medios de comunicación,
Existe, también es cierto, un creciente número de profesionales de los medios de comunicación que, preocupados por esta situación, buscan alternativas construyendo las bases de un periodismo social, ciudadano, cívico, preventivo o alternativo. Comunicadores sociales de todo el mundo, en especial en América Latina, están planteando alternativas interesantes de comunicación comunitaria y directa.
Para finalizar queremos señalar que consideramos que la comunicación seguirá siendo un elemento fundamental de las sociedades, y que los medios de comunicación, sean cuales sean en los próximos años, serán una herramienta fundamental. Pero ya ha ocurrido un hecho que se consolidará en los próximos años, que los ciudadanos y ciudadanas, al menos una parte importante de ellos, han dejado de ser consumidores pasivos de los medios de comunicación, ya sea en su versión informativa o de entretenimiento, y han decidido ser protagonistas de los mismos. Es decir, han encontrado otra manera de participar en la vida social, y eso es una buena noticia para la democracia y la ciudadanía.
Medios de comunicación y ciudadanía: Historia de un desencuentro.
Javier Marín Nieto – Periodista