XV FORO GRUPO DE TRABAJO Nº 3

JOSÉ ANTONIO MOLINA TORRES-NIÑIROL

¿Hay salidas viables a las adicciones?

JOSÉ ANTONIO MOLINA TORRES-NIÑIROL COORDINADOR

El tercer grupo está formado de 18 personas, mitad y mitad de jóvenes y de gente ya granada. La conversación fue fluida, rica, personalizada, nada teórica e interesante.

Comenzamos nuestra corta vida de grupo con una breve exposición del coordinador encuadrando el terreno de la conversación subsiguiente.

Las adicciones, desde el punto de vista neuropsicológico son autopistas neuronales de información autogratificante que hemos frecuentado precisamente por resultarnos en un cierto momento placenteras. Y cuando las recorremos de nuevo, más y más se ensanchan y se afirman como las más rápidas y seguras vías de gratificación. Y se caracterizan por crear dependencia, es decir, por no poder pasar sin ellas.

Como por otra parte nuestra sociedad, la que nos ha tocado vivir, es tan chata, tan alienante y frustrante, todos nos cogemos a esas vías de autosatisfacción que en realidad son de las más variopintas, pudiendo abarcar cualquier cosa, cualquier situación, cualquier relación, cualquier acción u omisión… con tal de haber nos servido de fuente de satisfacción (placer) en algún momento especialmente clave de nuestra vida[1] sean positivos o negativos. Todo lo que reporte una gratificación, aunque sea paradójica y rebuscadamente, es susceptibles de convertirse en una adicción. Multitud de cosas nos presenta la sociedad como espejismos de libertad, como bien reza el título del Foro de este año.

Cualquier adicción es por tanto un síntoma de que uno no es libre y que ha preferido la satisfacción inmediata a la verdadera y profunda.

Así que la frontera entre adicción y no adicción no es externa a cada uno sino que pasa por nuestro interior, por el interior de cada persona, porque todos tenemos trazas, huellas del desamor que pide desesperadamente ser resuelto.

La salida definitiva está, pues, en el interior, sin despreciar todas las medidas y acciones que desde el exterior se puedan poner en marcha. Muy al contrario, defendemos el uso de fármacos y las medidas socio-ambientales tanto las preventivas como las terapéuticas.

Si esto es así, el camino del éxodo, es decir del éxito , es afrontar el vacío que todo ser humano, por serlo, llevamos dentro. Somos seres incompletos, siempre necesitados de ser terminados. Esa es la tarea encomendada a nuestra libertad. Pero asumir este vacío y esta tarea es afrontar la tremenda responsabilidad de ser libres y ejercer nuestra libertad. Y esto da pánico, por lo que preferimos los atajos, las compensaciones, las adicciones[2].

Creemos que la salida está por un real crecimiento en lo afectivo, que lleve al individuo a la maduración en el amor. Crecimiento no fácil ni por parte del interesado ni por parte de acompañante. Además no se puede reducir a un protocolo de intervención, porque si tal hiciéramos, estaríamos matando la naturaleza misma del amor que es la libertad.

Por parte del interesado es necesario:

  1. El reconocimiento de la adicción, sin excusas, sin justificaciones, sin echar la culpa a los demás ni a la sociedad;
  2. La apertura necesaria para aceptar el afecto sólido, el amor denso y real que le llegue de quien le acompaña.

Por parte del terapeuta acompañante es preciso que éste viva:

  1. La capacidad de amar sólidamente, sin generar enganches de afecciones[3].
  2. La firmeza de estar ahí ocurra lo que ocurra.

Así y sólo así le será posible al interesado ir haciendo poco a poco el camino que va desde el miedo al VACÍO INTERIOR, hasta amarlo y al amarlo amarse.

He aquí el camino a recorrer en sus grandes etapas, sin pretender proponer ningún protocolo:

He aquí nuestras conclusiones, tras el diálogo muy interesante y personalizado que mantuvimos en nuestro grupo:

  1. En efecto, las alternativas para sentirse plenos que da la sociedad son poco gratificantes. No son la mejor salida, y cada uno elige la suya en una especie de “sálvese quien pueda”. Desde este sentido, todos somos adictos a algo, más o menos destructivo o productivo. L salida (el éxodo, el éxito) más viable es pasar de las afecciones al afecto que nace del amor que es el caldo de la vida; pasar de la dependencia a la libertad.
  2. Por tanto es crecer en Amor y afecto para superar las adicciones. Se precisa tener un apoyo firme y sólido que nos muestre una ayuda incondicional y sólida que nos da confianza, porque sólo entonces podremos ser capaces de expresarnos y abrirnos.
  3. La falta de afecto nos llevaría a la vulnerabilidad negativa, es decir, nos transforma en personas susceptibles de ser víctimas de cualquier adicción, como ocurre en las familias desestructuradas (se trate tanto de desestructuración visible y constatable como la interna e invisible). Existe, sin embargo, una vulnerabilidad positiva (humanizadora), inevitablemente unida a la asunción del vacío interior, que una vez aceptada nos hace firmes y sólidos.
  4. Hay, por tanto, que darse cuenta de nuestra adicción y aceptarla. No hay que huir despavoridos de nuestro vacío interior y lo que conlleva. No es nuestro enemigo. El pararse a percibirlo y vivirlo es positivo. Y lo que hay que evitar es dejarse arrastrar por las salidas fáciles que se nos presentan que sólo buscan la gratificación inmediata en respuesta a nuestras carencias.

2 Como es obvio, éxodo y éxito tiene la misma raíz etimológica

[1]  Aquí entra todo: sustancias tóxicas (drogas), trabajo, ideologías, práctica religiosa, mistificaciones, ingesta y sus trastornos (la ingesta de algunos alimentos), infelicidad, la cibernética y sus variantes, la diversión, la vigorexia, el ejercicio físico, las ludopatías, la hipocondría, la violencia, y, la adicción más dura de todas: las afecciones porque crean dependencia.

[2] Este pánico a asumir y ejercer nuestra libertad la analiza en su libro, ya un clásico, E. Fromm (“El miedo a la libertad”, Piadós, Barcelona 2006). Desde el mundo de la imagen es famosa la película de L. Buñuel “El fantasma de la libertad” (1974), sobre este mismo contenido

[3] Para mayor aclaración cuando hablamos, utilizamos el término ‘afecciones’ para aquellas relaciones que generan dependencias y enganches, y reservamos el término ‘afecto’ cuando nos referimos al amor sano.