Bueno, respecto a la formación del grupo de trabajo, he de decir que no éramos muchos, por lo que pudimos ponernos fácilmente en círculo y crear un debate bastante fluido. Con el fin de que todos hablasen establecimos desde el principio un turno rotativo de intervención en sentido contrario a las agujas del reloj, con la posibilidad de respuesta y abundancia sobre cada una de las intervenciones. Por lo visto salió bien ya que, aunque algunos hablaron mucho más que otros, como es común en esta clase de cosas, todos llegaron a dar, al menos, dos aportaciones/intervenciones y por suerte nadie declino su turno. Tal vez el único problema fue la media de edad, ya que no había demasiada juventud, pero hoy día, aunque me duela decirlo, parece que el criterio se reparte más en las edades más avanzadas; la experiencia es un grado, supongo.
Surgieron de las intervenciones numerosas cuestiones que suscitaron un intenso pero ordenado debate, sobre todo en clave de queja sobre la coyuntura, pero con la aparición de ciertos datos que estructuraron el taller en relación con el tema.
Se identificaron a grosso modo los valores considerados perniciosos: el egoísmo, el individualismo, el deseo materialista, la apatía, la competición y la edificación del dinero, más allá de su utilidad real. Sobre todos estos contravalores, digamos, surgió también a colación el asunto de su origen, llegando a una sorprendente unanimidad sobre que su origen era la propia sociedad. Por su propensión a crear corrupción y engaño (citando textualmente), se dejó ver un gran desencanto con la estructura misma del sistema actual al completo (economía, valores, contradicciones…) y una simpatía especial por el anarquismo. Esto es bastante comprensible por no haber existido, a diferencia del comunismo, ningún gran ejemplo de anarquismo que se haya desplomado por su propio peso (entre otros factores históricos y coyunturales que darían para varias tesis, y doctorales, por cierto), y por una cierta aversión de parte del grupo hacia casi cualquier clase de autoridad que fue omnipresente durante todo el taller.
Respecto a los valores ideales que surgieron, cabe mencionar: la solidaridad, el altruismo, el respeto, el civismo y la cooperación. Aunque respecto a su forma de difusión hubo gran acuerdo en nuestro mutuo desacuerdo. Por un lado estaba el grupo que opinaba que el cambio debía realizarse dentro de cada uno de forma individual, y que esto acabaría llevando al cambio de todo el resto de la sociedad a través de un proceso de asimilación por imitación (podría asociarse con una forma más abierta del estoicismo clásico, principalmente los más pro anarquistas se alineaban con esta idea). Por otro se encontraba el grupo que opinaba que, estando esto muy bien, no era suficiente para provocar un cambio real en la sociedad, y que un cambio real, siempre a largo plazo, habría de estar basado en la educación y en una difusión de estos valores por medio de los medios de comunicación, logrando que los individuos cambiasen, en vez de dentro hacia afuera, de fuera hacia adentro, en un proceso de asimilación por influencia mayoritaria cualitativa (Lenin estaría orgulloso, la mayoría de los que apoyaban esta concepción simpatizaban con formas de autoridad laxa y controlada otorgada por la mayoría cuantitativa de buen grado).
En cualquier caso ambos corrientes se cogían de la mano en el sentido de que es necesario un cambio y de que éste ha de comenzar dentro de cada uno de los realmente interesados.
No puedo por menos que agradecer a mi avalista intelectual Miguel Ruiz Márquez por haberme puesto en contacto con esta organización, al conferenciante Juan Soto por abrirnos a todos a una nueva visión del crecimiento personal y espiritual y a la Fundación Hugo Zárate junto con todos sus componentes por brindarme esta oportunidad inestimable, una más que grata experiencia y una confianza que solo espero haber merecido justamente.