XVIII FORO HANNAH ARENDT, la valentía de una pensadora política

Amparo Madrigal

GRUPO DE TRABAJO Nº 1

¿Qué significa pensar?

AMPARO MADRIGAL MODERADORA

La asistencia a este taller fue de unas 25 personas, (24 mujeres y un varón) La mayoría de las personas asistentes participaron (19) en diferentes rondas, comentando diversos aspectos suscitados durante la conferencia. Solamente unas pocas personas decidieron no hacer uso de la palabra durante las dos horas del taller.

Se propone la dinámica del taller sobre la base de la conferencia que acabamos de escuchar, pero focalizándonos en uno de los aspectos señalados, específicamente en el acto de Pensar. Para ello iniciamos el taller con la pregunta ¿Qué me ha suscitado la conferencia respecto a lo que significa pensar? Dar respuesta a esta pregunta facilitó que cada una de las personas participantes expresara distintos aspectos o inquietudes que despertó en ellas la conferencia.

Conclusiones

A continuación se resumen las diferentes intervenciones organizadas en distintos epígrafes de acuerdo a las inquietudes surgidas durante la conferencia y el taller.

¿Es lo mismo conocer y pensar?

Se inicia la ronda de participaciones con el comentario de una de las asistentes quien sostiene que le había parecido interesante la explicación sobre el Conocer y Pensar. Su comentario da lugar a otras participaciones, algunas de las cuales son para secundarle y otras, por el contrario, para discrepar.

Los aportes, como era de esperar, fueron muy variados, desde quienes afirmaron que les había sorprendido escuchar que no era lo mismo conocer y pensar, hasta quienes mantuvieron opiniones contrarias, como que Conocer es un requisito previo a Pensar, y quienes opinaban lo contrario, que el Pensar es lo que permite llegar a Conocer.

Ante la diversidad de comentarios, una de las participantes vuelve a las anotaciones y ejemplos brindados durante la conferencia, y esto esclarece la diferencia entre el Conocer y el Pensar. Recuerda que el Conocer lleva implícito un criterio de veracidad o falsedad, es comprobable, no cuestionable, es el producto del Conocimiento; por su parte, el Pensar es la reflexión o diálogo consigo mismo, es cuestionable, revisable. Es por ello, que el nivel de conocimientos de una persona que puede ser muy culta -tener educación superior, conocer sobre bellas artes, ciencias, matemáticas, etc-, no garantiza que la persona sea un ser pensante. Es el caso de la Alemania en la que vivía Arendt, que siendo una sociedad muy culta, científicamente avanzada, no reflexionó ante la barbarie Nazi.

En este sentido, uno de los participantes apunta que «nos han educado para conocer, no para pensar, pero es el pensador el que puede cambiar algo», a lo que otra apunta, «muchas veces nos quedamos en las cosa aprendidas, y no cuestionamos esos aprendizajes».

Entonces, ¿qué es pensar?

Continuando con los turnos de palabra, el siguiente aspecto que surge es la interrogante sobre qué es pensar y cuáles son sus consecuencias. Para algunas de las participantes pensar es diferente de imaginar o soñar, pensar es entrar en diálogo con nosotras mismas como personas reflexivas juzgando nuestro propio comportamiento; otras lo explican como plantearse interrogantes; pensar es cuestionar, porque lo que no se cuestiona nos lleva al sufrimiento.

Siguiendo esta línea, surge el comentario opuesto, apuntando que casualmente para algunas personas el NO pensar es más lo más fácil y cómodo, una forma de evitar el sufrimiento, porque se confía en los otros y uno se justifica en el comportamiento de los demás, hacer lo que otros mandan, cumplir ordenes, obedecer, son formas cómodas y bien vistas a la hora de justificar conductas y esconder o evadir la responsabilidad personal.

Hay quienes revelan que con los años y la situación que se vive actualmente, tienen más reserva a pensar: «con los años he renunciado al ejercicio de pensar dado que lo que pienso quiero trasladarlo a la acción, y pensar que es cuestionar, me puede llevar a cuestionar determinadas prácticas»; «cada vez me gusta menos pensar, pues me lleva a cuestionarme demasiadas cosas».

Ante estas revelaciones surgen comentarios opuestos en la línea de haber ido aprendiendo a pensar al ir aumentando en años y experiencias de vida: «pienso más ahora, me siento más libre y más horizontal, me pasa como el que dijo que prefiere sufrir la injusticia a seguir el adoctrinamiento con el que me educaron»; «he aprendido a reflexionar sobre los valores que nos fueron dados, y ahora los cuestiono»; «yo ahora es que pienso, porque antes lo que tenía era adoctrinamiento, pero comencé a ir la Escuela de Adultos y aprendí a pensar»; «antes no tenías opción a pensar, hoy piensas de otra forma y tienes poder para decidir y cuestionar a los líderes y todo».

Una de las participantes vuelve al tema de la conferencia y comenta que le pareció entender que pensar no es necesariamente «cuestionar todo», que no se puede estar cuestionando y analizando absolutamente todo, por lo que se pregunta si sabemos cuestionar y qué es lo que cuestionamos, porque quizá haya temas, asuntos o situaciones vanamente cuestionables y otros que sí son ineludibles o urgentes pensar y/o cuestionar (Ej. el sexo de los ángeles vs. la reforma educativa en la que se pretende eliminar la asignatura de filosofía).

Si no todo es cuestionable, ¿qué lo es y cuál es la forma de hacerlo?

Para una de las participantes estamos viviendo tiempos de grandes cambios; presenciamos un cambio de paradigma global que no sabemos muy bien dónde nos lleva, parece que las situaciones evolucionan, pero a la vez retroceden pues nos quieren «regresar 40 años atrás», otro apunta que vuelven a intentar adoctrinarnos como sucede con el libro recientemente editado por la editorial del arzobispado de Granada: «Cásate y se sumisa», o con la pretendida Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana, la intención de crear una Ley de Servicios Mínimos, y otros muchos temas similares; por lo tanto hay que analizar estos hechos, nuestras actitudes y nuestros valores personales frente a las situaciones que estamos viviendo. En este sentido, se comenta que hay que pensar los valores que tenemos, los que nos han sido «dados a través de la educación y la cultura» y cuestionarnos en cuánto a si éstos se corresponden verdaderamente con nuestro pensamiento, o si simplemente los hemos aceptado obedientemente porque nos han sido dados por la sociedad.

Muchas de las asistentes comparten la idea de que para ejercitar la buena práctica de Pensar, es necesario hacerlo individualmente y en soledad, aunque luego se pueda compartir con los demás, pero inicialmente es imprescindible encontrarse consigo misma -consigo mismo-, para cuestionarnos desde el «centro o el fondo» de una misma y no únicamente desde la cabeza, hay que conectar con todo el tu Ser, para que la reflexión sea un verdadero diálogo sentido. Pero para lograr esto, es conveniente poder hacerlo en soledad, en silencio y dedicar un tiempo para ello.

Esto no significa que para pensar en soledad y silencio haya que tomarse «un año sabático» o tener que cambiar de lugar, ir de retiro espiritual o similar. Una de las participantes comentaba que le gustaba pensar y lo podía hacer en cualquier lugar, realizando tareas de la casa como fregar la vajilla, o cuando sale a caminar.

Sin embargo, reconocía que también le gustaba «pensar en compañía de otras personas», y tanto ella como otros participantes argumentaron entre otras razones que un pensamiento que se queda en el interior de la persona y no genera cambio, no tiene mucho sentido porque no acaba de dar fruto. No obstante, otra de las participantes apostilló que: «quién ve y piensa, es muy difícil que no actúe, y que la primera forma de actuar posiblemente sea compartir con los demás sus pensamientos. «Pensar es una práctica individual, pero que hay que compartirla» En este sentido, otras señalaban que lo que sucedía es que «se piensa en soledad, pero se actúa en colectividad».

Nuevamente surge la inquietud sobre las consecuencias del Pensar, y se comenta que a través del pensamiento –individual- se puede llegar a cuestionar las prácticas de la colectividad a la que se pertenece, por tanto el resultado puede ser el tener que «ir a contracorriente» o terminar aceptando u obedeciendo el «pensamiento del grupo o sociedad imperante», de allí el temor a pensar o cuestionar determinados temas que son más complejos de lo que parecen a simple vista. Ejemplos claro de ello es pensar –o cuestionar- el feminismo, el ecologismo, el sindicalismo, la participación política etc.

Una de las participantes comenta que con el tiempo ella ha ido asumiendo un pensamiento más libre, que le permite diferenciar entre «el objeto» y su posicionamiento como sujeto; explica que determinados casos los ve de esta manera: «Soy feminista, pero Yo soy yo, y el feminismo es el feminismo, tengo que mirarlo de fuera, para desde mi pensamiento fortalecer lo que yo creo, y si no creo en algo decirlo claramente; el pensar ayuda a ser libre y reconocer que no hay posiciones inamovibles, aunque quizá el no ser racista es un valor inamovible».

La ideología y el adoctrinamiento

Aunque en la conferencia se ha planteado que Pensar no significa tener una Ideología, sino todo lo contrario, -significa cuestionar las mismas-, una de las participantes plantean que sobre este tema vendría bien aplicar al menos la primer fase del método socrático, e intentar dilucidar a qué nos referimos cuando hablamos de tener o no tener una ideología, partiendo de las preguntas ¿qué entendemos por ideología?, y ¿por qué hay que tener o no tener una ideología? y se reitera el comentario sobre la preferencia a tener una ideología, antes que caer en una actitud de escepticismo ante las situaciones de la vida.

De acuerdo con la definición del diccionario de la RAE, la ideología es «el conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una persona, una colectividad, una doctrina o una época». Para una de las participantes, tener conciencia sobre «del ideario» que le impulsa es importante; pero también le resulta importante saber que ese marco ideológico no significa la aceptación sumisa de un adoctrinamiento: «la ideología no se puede vivir como un corsé, porque entonces se convierte en un dogma y el comportamiento derivado es la obediencia»; «claro que tengo o tenemos una ideología, pero no la vivo como un adoctrinamiento». Para otra de las participantes, «la ideología es como un contenedor – un corsé- del pensamiento, pero el pensamiento supera al contenedor, el ser pensante no se somete al contenedor».

IMAGENgrupo de trabajo 1Algunas de las participantes comentan las contradicciones que se pueden tener por el hecho de querer o tener que conjugar el propio pensamiento, con la pertenencia a diferentes grupos sociales, algo que es sumamente importante para las personas, el pertenecer a una familia, sociedad, religión o cultura, etc. La necesidad de tener referentes y a la vez mantener la libertad de pensamiento. Así lo comenta una de las asistentes: «con los años he ido intentando ser libre de pensamiento, pero a veces la ideología me marca, a demás hay muchas actividades y demandas que dificultan el tiempo para pensar, la pertenencia a un grupo ayuda, pero a veces hay un poco de contradicción, pues «el gusto moral» que se tiene al pertenecer a un grupo, de seguir a un líder, puede entrar en contradicción con tu pensamiento crítico o libre».

Otra de las participantes señala que «hay necesidad de tener referentes siempre» pero que eso no significa comportarse como la masa; «las masas son las adoctrinadas. Cuando se actúa como masa se hace lo que el grupo hace, y así se justifica el comportamiento y las, actitudes y la persona se esconde».

Pensar en soledad, en silencio- puede dar como resultado el distanciamiento de las posturas del grupo al que se pertenece o de la ideología asumida. Se corre el riesgo de de convertirse en una persona escéptica, distante o apática. Por ello, algunas de las participantes revelan que prefieren el mantenimiento de su ideología antes que caer en la desidia, quedar paralizadas o ser aisladas. Una de las participantes lo expresa de la siguiente manera: «Con tanto pensar se puede caer en el escepticismo. El escepticismo no es cómodo. Desarmar los temas, analizar, quitar aspectos lleva a la soledad. En cambio, al tener una ideología es más fácil la aceptación del grupo». Por ello, una de las participantes comenta, que muchas veces, debido a la pertenencia a un grupo, se puede terminar absteniéndose, pero al menos siendo conciente de ello, y lo expresa de la siguiente forma: «a veces también hay que renunciar a lo personal en función de lo colectivo, pero haciéndolo concientemente»

Por otra parte, una de las asistentes aporta su conocimiento respecto a las etapas o estadios de evolución de la conciencia moral según Kohlberg, quien sostiene que existen diferentes niveles de conciencia moral (preconvencional, convencional y postconvencional) y la importancia de analizar y/o reflexionar sobre en cuál de los estadios o niveles morales nos encontramos. Aclara que en los primeros estadios las personas actuamos con la intención de evitar el castigo o para satisfacer nuestro propio interés, en cambio en los niveles posteriores o superiores se toma conciencia de la importancia de valores universales a los que hay que defender en cualquier situación, aunque sea en contra de lo preferido por la mayoría o en contra de los intereses o valores de los grupos a los que pertenecemos, además de llegar a la conciencia de que estos valores hay de defenderlos por convicción personal, y no por imposición grupal.

Pensar permite tomar conciencia del propio poder

Para una de las participantes, uno de los temas tratados durante la conferencia le llamó mucho la atención. Se trata de la diferencia entre decir NO PUEDO o NO DEBO, de cómo el pensamiento puede llevar a la persona a dilucidar sus dudas respecto a situaciones que demandan de ella una actuación. Comenta que después de muchos años trabajando el empoderamiento, en ayudarse a sí misma y a otras mujeres a decir Sí Puedo, ahora toma conciencia que también hay que tomar conciencia de que hay situaciones en las que hay que tomar conciencia de que No Debo. Ej. reflexionar sobre ¿No Puedo hacer nada ante la injusticia que estoy presenciando, o No Debo hacer nada y por qué?

Respecto a este comentario, otras participantes añaden que el dilema de la persona pensante va desde preguntarse por el ¿Quiero o no quiero; Puedo o No Puedo y Debo o No Debo? Una de ellas lo resume de la siguiente manera: «Si tengo suficiente libertad de pensamiento puedo llegar a decirme: No puedo hacer tal cosa; me he de cuestionar determinadas prácticas que las he vivido como absolutas».

Es el ejercicio de pensar libremente el que nos facilita llegar a tomar decisiones que pueden ser sencillas o cruciales para la vida de una persona. Uno de los ejemplos aparentemente sencillos surgidos durante el taller lo sintetiza una de las compañeras al expresar que «hay que saber decir No a ciertas demandas, no dejarse llevar por las circunstancias o por la costumbre de ‘la espera’ , de posponer tus necesidades a las de los demás. Ej. las abuelas que no tenemos tiempo porque las circunstancias nos hacen continuar cuidando de los nietos», y el otro ejemplo lo da una de las participantes que comenta lo que ha hecho cuando se ha enfrentado a decisiones cruciales, como ha sido el continuar o no con la relación matrimonial, y lo explica de la siguiente manera: «desde siempre he sido contestataria, y cuando pienso en los problemas me ayuda pensar en qué es lo que No Quiero, y esto me ha permitido tomar decisiones, y el poder decidir es lo que me hace feliz, porque quien decidí fui yo misma, aunque a veces puede haber sido un error, y puede llevar a las personas a hundirse, pero eso no debería ser así, porque se puede aprender de esa decisión mal tomada».

Pensar y Actuar

Para algunos de los participantes, el pensar es una práctica que no se facilita por parte de quien ostenta el poder, pues en cuanto se plantean cuestionamientos, dudas o incertidumbres se teme la pérdida del control. Por lo general, el cuestionamiento, la duda y/o la incertidumbre no están bien valoradas por algunas personas o grupos. Sin embargo, para los participantes del taller, el pensamiento es fundamental, porque es el motor para la acción y transformación social. Por ello se plantea que es conveniente tener espacios para pensar colectivamente –una vez habiendo pensando individualmente y continuar haciéndolo-, y se reflexiona sobre la conveniencia y necesidad de mantener foros, conferencias y debates como los que organiza la Fundación Hugo Zárate.

Se comenta la necesidad de continuar reflexionando y compartiendo nuestras reflexiones para intentar frenar la pérdida de derechos sociales y políticos que se han ido cercenando paulatinamente durante los últimos años. Una de las participantes resalta la necesidad de reflexionar sobre lo que es el devenir de una dictadura, y nuestra postura ante este hecho. De allí, la invitación de una de las participantes para continuar pensando y esforzándonos en llevar esos pensamientos a la acción y la transformación social, por eso resalta que tenemos «necesidad de ejercitarnos en el pensar, de dialogar con nosotras mismas, de ser jueces de nosotras mismas, para actuar en conciencia».

Y finalizamos el taller resaltando la importancia de Pensar. Para una de las participantes es a través de la práctica del pensamiento que se logra la libertad: «la libertad que se obtiene a través del pensamiento, lleva a salir de vínculo que tenían presa a la persona, a decir No a unos, y decir Sí a otros.» Y esto conlleva un riesgo, y es el riesgo de vivir en libertad -que a veces se traduce en soledad-, pero se trata de la libertad que da un pensamiento reflexivo, no de de hacer lo que da la gana movidos por el deseo. Lamentablemente existen personas que pasan su vida obedeciendo sumisamente o negándose a pensar por sí mismas, esto es como renunciar a la vida misma o vivir la vida de otros. Una de las compañeras expresa el reto y la importancia de pensar para la vida de la siguiente manera: «Vivir como se piensa y asumir el riesgo. Vivir es eso».