XX FORO GRUPO DE TRABAJO Nº2

Mª José Navarro

Los valores para superar la crisis

Mª JOSÉ NAVARRO VERCHER COORDINADORA

Conclusiones del Grupo de trabajo

El título de esta mesa de debate es “Los valores para superar la crisis” y surge la duda ¿qué crisis? Si la crisis económica nos ha llevado a la crisis de valores o los valores han entrado en crisis y esto ha sido el desencadenante de la crisis económica en la que estamos inmersos… Aquello de ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?

Vivimos en un mundo mercantilista, consumista, globalizado, patriarcal, individualista, desigual, en el que prima la cultura de conseguir cualquier cosa con el mínimo esfuerzo. Rodeados de tecnología que no somos capaces de dominar, sino más bien es ella la que lo domina todo, ya que nos ha hecho esclavos de sus endiablados aparatos de comunicación. Inmersos en la corrupción más espantosa de la que parece que nadie es culpable. Y sin embargo, ellos, los de arriba, los dominadores, los poderosos, los de la élite, nos culpan a los de abajo, a la ciudadanía, de haber llevado a la sociedad a esta quiebra económica y social.

Como si de un gran juego de Monopoly se tratara, nuestro país se vio inmerso en una vorágine de especulación y especuladores que nos ha llevado a estar sumidos en la mayor crisis económica de los últimos años. Aquí se compraba, se vendía, se urbanizaba, se intercambiaba, se hipotecaba y todos eran felices en sus manejos, amasando fortunas y acaparando propiedades… Hasta que llegó un negro día en que la banca se quedó sin liquidez y de golpe se dejó de comprar, de vender, de urbanizar, de intercambiar, de hipotecar, y esos especuladores dejaron en la bancarrota a miles y miles de ciudadanos. Y aunque a los de siempre, a los ciudadanos de a pié, nos ha tocado pasar por las casillas de impuestos, por los repagos, por las de las compañías eléctricas y de aguas, increíblemente pocos de estos especuladores han pasado por la casilla de tasas de lujo, ni por la de la cárcel…

Fruto de este Monopoli al que nadie nos preguntó si queríamos jugar, somos espectadores cada día de cómo miles de ciudadanas y ciudadanos de nuestro país se quedan en la más absoluta de las miserias. El último informe de Cáritas elaborado en 2014, así lo afirma. Sobre 35 indicadores sociales clásicos (educación, vivienda, sanidad, empleo, cultura, movilidad, pensiones, etc.), sólo el 34,3% de los españoles vive con normalidad, sin estar afectado por carestías esenciales, mientras que un 40,6% se va hundiendo en la precariedad, el 24,2% sufre ya exclusión moderada y el 10,9% está en severa marginalidad. Por comparar por arriba, hace solo seis años no tenían problema la mitad de los españoles (50,2%). Hay que destacar que, efectivamente, la crisis no está afectando por igual y se ceba en los más pobres que cada vez son más pobres y cada vez hay más pobres, mientras que muchos ricos no solo no la están padeciendo, sino que incluso han mejorado sus rentas y la calidad de sus vidas.

Y tal vez, sometidos por esta cultura individualista y egoísta, ese adormecimiento masivo, esa pasividad que nos envuelve, también somos testigos mudos de asesinatos machistas cada semana. 54 mujeres fueron asesinadas el año pasado víctimas de violencia de género, y son 45 las mujeres asesinadas hasta la fecha por la misma causa. Un total de 800 mujeres han sido asesinadas en España, víctimas de la violencia de género, desde 2003 (MSSSI, 2015).

Pero lo más alarmante, e impactante, es que, a fecha 31/07/2015, el teléfono 016 atendió 522.399 llamadas pertinentes relacionadas con la violencia de género: 385.883 llamadas fueron por mujeres afectadas; 122.851 llamadas por familiares o personas allegadas y 13,665 llamadas realizadas por otras personas (MSSSI, 2015).

Somos capaces de justificar el rechazo a los refugiados o a los inmigrantes de cualquier lugar del mundo con excusas vanas y vacías. Esos refugiados que huyen de sus países por guerras que en la mayoría de los casos hemos propiciado desde el primer mundo e inmigrantes que vienen buscando una vida mejor, cosa difícil de entender para los que lo tenemos todo. Somos capaces de mantener a los “sin papeles” en Centros de Internamiento de Extranjeros, denominados CIE’s, en unas condiciones de precariedad insoportables y vulnerando los derechos más básicos de las personas, como el de la privación de libertad por no tener el permiso de residencia.

Y ¿será cierto que tendremos algo de culpa? Tal vez no deberíamos sentirnos angustiadas por ese sentimiento que parece ir más allá de nuestras acciones, pero sí que sería conveniente reflexionar sobre esto, y desde luego, buscar soluciones que nos lleven a poder modificar poco a poco nuestra actitud, lo que en un efecto onda va llevar a que vaya cambiando la actitud de las personas que tenemos a nuestro alrededor y con ello, iremos modificando nuestro entorno inmediato…

Para ello no se entiende otra posibilidad que no pase por la educación. La educación en mayúsculas. La educación íntegra. Esa educación que nos haga crecer como personas, entendiendo a los demás y a nosotros mismos, pues es absolutamente necesario educar en emociones y en valores. Como diría María Montessori “Todo el mundo habla de la paz pero nadie educa para la paz, la gente educa para la competencia y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz”.

Pero difícil lo tenemos en estos momentos, ya que estamos sometidos a la ley de educación más mercantilista y competitiva que hemos tenido jamás, que prima, por encima de cualquier otro aspecto, el individualismo y la rivalidad frente al compañerismo y la solidaridad. La LOMCE con sus reválidas, con sus exámenes para medir no sé sabe qué, con sus salidas que separan y excluyen al alumnado que no entra dentro de sus esquemas establecidos, la LOMCE clasifica al alumnado desde edades muy tempranas, selecciona según su rendimiento y establece itinerarios para dirigirles hacia el puesto de trabajo que van a ocupar, a la vez que devalúa la formación profesional como una edu­cación de segunda categoría. La Formación Profesional Básica (FPB) segrega a los es­tudiantes de forma irreversible; es una formación que no titula por sí misma y aparta del sistema, expulsa al alumnado con fracaso escolar.

La LOMCE también se puede atribuir el “mérito” de la reducción de horas en asignaturas tan importantes como la filosofía o la música, esas asignaturas que ayudan a tener una mente abierta y lo que es más importante, ser críticos con lo que nos rodea. Está claro que a esos poderosos de los que hablaba antes no les interesa crear mentes críticas, que cuestionen el entorno y la situación que les rodea.

Con este estado de cosas unas palabras de Freire para la reflexión “Me parece una enorme contradicción que una persona progresista, que no le teme a la novedad, que se siente mal con las injusticias, que se ofende con las discriminaciones, que se bate por la decencia, que lucha contra la impunidad, que rechaza el fatalismo cínico e inmovilizante, no esté críticamente esperanzada”.

Y por ello, debemos estar esperanzadas ya que se puede avanzar en igualdad a través de la educación en valores. Esos valores que son tan necesarios para que esta sociedad sea más justa, más acogedora, más segura, más solidaria, que sea capaz de aceptar las diferencias que nos hacen únicos, de hacer que todas las personas nos sintamos respetadas,  integradas, en igualdad de condiciones…

Conclusiones de la mesa de debate

Después de la introducción transcrita más arriba, se inició el debate en el que hablamos de muchas cuestiones relativas a los valores y la crisis en la que estamos inmersos.
Una idea que surgió al principio y que nos dio juego fue aquello del “pesimismo activo” que acabamos traduciendo como esperanza, y la necesidad de que sigamos siendo activos, pues es la única manera de avanzar.

También salió otra idea sobre la que trabajar que era la de la importancia de crear espacios de reflexión personal, pues en la vorágine de esta sociedad consumista, en la que estamos rodeados de información por todas partes, no tenemos la posibilidad de reflexionar sobre toda esa información, que acaba desinformándonos, haciéndonos siervos de los medios y sus propagandas dirigidas. Todos tuvimos claro que las crisis y las guerras son programadas, provocadas y dirigidas hacia unos intereses que, evidentemente, no son los nuestros, los del pueblo, sino de los poderosos que cada vez quieren serlo más.

Surgió una idea en cuanto a la crisis de recursos del mundo y cómo salir del sistema del “maxiconsumo” que pasaba, bien por el nazismo, o bien por el decrecimiento voluntario como posibilidad de que lo poco que queda pueda repartirse equilibrada y equitativamente entre todas las personas.

Otra cuestión a tener en cuenta es la paralización y desmovilización ciudadana una vez iniciada la democracia y que ha tenido como consecuencia la aparición de unas generaciones de personas inactivas socialmente.

Pero para poder ser críticos con lo que nos rodea y para saber participar hace falta una educación que enseñe a pensar y a educar en valores y emociones, que pasaría por algo tan simple como las asambleas de aula, y, por supuesto, la coherencia en las familias, ya que los niños y niñas aprenden por observación, por lo que es imprescindible esa coherencia, entre los valores que queremos transmitir y nuestras acciones, para que el aprendizaje sea positivo.

Todos tenemos nuestra responsabilidad individual, pero también hay responsabilidades colectivas que debemos asumir.

Y, precisamente, esa educación que nos hace falta, esa educación que nos haga crecer como personas y como ciudadanos activos y críticos, es la que la LOMCE impide con sus recortes, con su mercantilismo, con su competitividad, con la exclusión temprana del alumnado, con la reducción horaria de la filosofía, la plástica y la música.

Desde luego, tenemos que trabajar para que los jóvenes adquieran ese compromiso social, ya que otro mundo es posible. Y, a pesar que los adultos solemos ser escépticos con esa juventud, hay chicos y chicas comprometidos con la sociedad, que están ahí, que saben lo que quieren y cómo lo quieren.

Hay que ver la crisis como una oportunidad de crecimiento y ser abiertos, receptores y tolerantes con los jóvenes, que vienen con sus ideas nuevas que hay que respetar. Se enlazó esta idea con la de que los conflictos los vemos como algo negativo, pero que aprendiendo a resolverlos pacíficamente, a través de la mediación, por ejemplo, podemos aprender de ellos, lo que nos vuelve a llevar a esa educación en valores y emociones.

También se habló de las desigualdades de género y de los roles y estereotipos que debemos romper para poder conseguir esa igualdad real y efectiva. Y se volvió a la formación en igualdad tanto en las aulas, como en las familias…

Y por supuesto, surgió la idea de esa responsabilidad que tenemos todas y todos con nuestro voto en las próximas elecciones generales.

Concluyendo, se puede decir que, a pesar de que se estuvo debatiendo sobre un amplio abanico de cuestiones: crisis económica, crisis de valores, corrupción, género, jóvenes, participación, consumismo, manipulación de las comunicaciones, responsabilidades, guerras… la solución a la mayoría de ellas pasaba por la educación. Se ha de cambiar el sistema y se debe apostar por esa educación inclusiva y en igualdad, en la que se fomenten los valores y la convivencia pacífica y se enseñe al alumnado a conocer y gestionar sus emociones. Solo así podremos llegar a ese cambio social tan necesario.

Y estuvimos de acuerdo en que la frase de María Montessori lo resumía a la perfección “Todo el mundo habla de la paz pero nadie educa para la paz, la gente educa para la competencia y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz”.