El mundo rural, ante su gran oportunidad
La extensión del teletrabajo y las nuevas partidas de los fondos europeos pueden impulsar definitivamente el mundo rural a través de la igualdad de oportunidades para crear un país más fuerte, más equitativo y más sostenible.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha hecho públicas recientemente las cifras de su Estadística del Padrón Continuo, que consolidan la concentración paulatina de la población española en zonas urbanas. De los 8.131 municipios existentes, los 5.002 que tienen menos de 1.000 habitantes apenas representan el 3,1% del total de la población, mientras las 63 ciudades con más de 100.000 empadronados concentran el 39,9% de la población del país. Hay más pueblos que pierden habitantes en España que los que los ganan, un proceso que va acompañado, además, de una progresiva masculinización y envejecimiento de sus habitantes. En los pueblos más pequeños –los que tienen menos de 100 habitantes– la edad media de la población es de 57,6 años, mientras en las grandes ciudades la cifra baja a 43,12 años; es decir, catorce años menos.
El diagnóstico es conocido. Se cuentan por decenas los estudios que evidencian la realidad de las zonas rurales españolas, muchas de las cuales cuentan ya con densidades de población por debajo de los 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado, umbral a partir del cual la Unión Europea establece que una zona tiene riesgo de despoblación.
Sin embargo, algo ha comenzado a cambiar. Desde una perspectiva nacional, en 2017, el Gobierno creó el Comisionado frente al Reto Demográfico, que en 2020 adquirió rango de Secretaría General y ha publicado hace escasas fechas un plan de acción compuesto por más de 130 medidas, buena parte de las cuales van dirigidas al desarrollo rural. En el Parlamento, la llegada de Teruel Existe ha ayudado a situar en la agenda pública esta realidad, y el Senado cuenta con una comisión específica sobre despoblación y reto demográfico; si bien, apenas ha celebrado ocho sesiones en este primer año y medio de legislatura.
Por su parte, diferentes gobiernos autonómicos han publicado o trabajan actualmente en leyes destinadas a la dinamización demográfica o la fijación de población. Es el caso de Galicia, Castilla y León o Castilla-La Mancha o Aragón, comunidades que han anunciado otras medidas como el transporte a demanda gratuito, que llegará a los castellanos y leoneses en 2022.
Al mismo tiempo, la sociedad cada vez está más movilizada (aunque todavía demasiado tímidamente) alrededor de la despoblación (crecen las movilizaciones e iniciativas sociales), aumentan las inversiones de las empresas en zonas rurales (por ejemplo, en el sector de las energías renovables) y se multiplican los proyectos de innovación social ideados y desplegados desde los propios municipios.
En paralelo, la pandemia ha ayudado a acelerar las cosas. La llegada de nuevos vecinos a zonas rurales permitió que en 2020 reabrieran más de una decena de escuelas rurales como la de Aguilar de Alframbra, en Aragón, o la de Ollauri, en La Rioja, que llevaban cerradas treinta años porque no había niños suficientes en sus calles.
Una de las principales razones que explican el desembarco de familias en pequeños municipios es la extensión del teletrabajo, cuya incidencia se ha multiplicado por ocho en los últimos meses, según algunos estudios. Poder deslocalizar la oficina ha permitido a numerosos trabajadores establecerse de forma habitual en municipios en los que antes tan solo pasaban fines de semana o periodos vacacionales.
Asimismo, el Gobierno ha anunciado que destinará 10.000 millones de euros procedentes de los fondos europeos dedicados a la recuperación post-COVID, a la lucha contra la despoblación y a la generación de oportunidades en zonas rurales.
Todos somos parte de la solución. Por estas y otras razones, nos encontramos ante una oportunidad histórica. Quizás, la más relevante que el medio rural ha tenido en décadas. Sin embargo, es necesario que todos nos involucremos; pues todos podemos ser parte de la solución. Desde la perspectiva individual, es importante que quienes viven en zonas rurales se empadronen en ellas.
El pasado noviembre, el alcalde de un municipio de Valladolid se lamentaba de tener 2.000 habitantes reales, pero solo 1.700 residentes empadronados, pues algunas personas preferían mantener el padrón en la capital para asistir a los centros deportivos municipales u obtener plaza en determinados centros educativos. El hecho de que 300 vecinos; es decir, el 15% de la población de ese municipio vallisoletano, no consten oficialmente en el padrón, tiene consecuencias directas en los recursos de que dispone su Ayuntamiento para mantener los servicios de los que ellos disfrutan.
Así, desde la perspectiva colectiva, las instituciones públicas deben, por un lado, coordinar sus esfuerzos y políticas, de manera que no solo se vertebre el territorio, sino que se haga de forma equitativa y con igualdad de oportunidades para todas las personas, con independencia de lugar en el que residan. Por otro lado, deben priorizar la prestación de servicios y la generación de oportunidades: mientras haya ciudadanos de municipios segovianos que necesitan viajes de hasta seis horas en ambulancia para recibir una sesión de radioterapia, municipios sin acceso a una conexión a Internet en unas condiciones mínimas de funcionamiento o transportes públicos deficientes, será muy difícil fijar población en algunos territorios.
Y, finalmente, es esencial que las empresas se involucren de forma más activa. La llegada de industria a determinadas zonas de España, la apertura de centros logísticos o el asentamiento de proyectos corporativos han demostrado ser un revulsivo para la generación de oportunidades. Es, en consecuencia, esencial que las empresas apuesten por las zonas rurales y enfoquen también sus iniciativas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) hacia la cohesión territorial, la vertebración del territorio y la lucha contra la despoblación.
Impulsar las zonas rurales implica crear un país más fuerte, más equitativo, con más oportunidades y más sostenible, pues estas son un pulmón verde cuyo papel para la mejora de la salud ambiental de España resulta absolutamente esencial. Si cada uno de nosotros hace su pequeña aportación y remamos en la misma dirección, podremos aprovechar esta oportunidad histórica y construir un país más próspero y justo que devuelva a las zonas rurales todo lo que nos han dado a tantos de nosotros.
Pablo Maderuelo
Publicado en Ethic