Miami: Spain,12 points
Yo no era uno de los dos gallegos o gallegas que estaban delante de la tele el sábado para ver el Benidorm Fest de TVE (49,5% de share en Galicia, la media en España fue del 21%). Tampoco fui de los miles que lo siguieron en los bares o en alguna pantalla gigante. Yo lo que aquí se ha etiquetado como #AldraxeFest (UltrajeFest) lo vi por Twitter y YouTube. Por una parte, no estoy en la franja de edad mayoritaria de los espectadores –casi cuatro de cada diez– de los 16 a los 24 años. Por otra, creo que las decepciones se deben de sobrellevar en privado. Y una compañera experta en el tema, Marta Veiga, ya había advertido de que en las semifinales de Eurovisión suele aparecer “un dark horse, que es como el mundo eurofán denomina a aquella candidatura que no había hecho mucho ruido, pero que se acaba revelando como un rival poderoso”.
Yo había previsto titular esto “Eurorrenovación” o algo así, porque me lo había creído. Me había tragado que la apuesta de RTVE era presentar algo renovador, y la respuesta de los eurofans había ido en ese sentido. Rigoberta Bandini es una inteligente artista multidisciplinar. “Ay mamá” se escuchaba en bucle en Radio 3 (y en Telecinco); es un tema incisivo que tiene la garra del Sabina más inspirado (y menos canalla) interpretado por Amaral y era la bandera de un feminismo cálido y tierno que se ganó las mentes y los corazones de lo que algunos llaman de forma despectiva “la izquierda cuqui” (yo no, pero no se me ocurre ahora algo mejor). Tanxugueiras son lo que parecen (o lo que parecían antes de que, por necesidades del guion benidormiano, se transformaran en una especie de burbujas de Freixenet góticas): unas voces extraordinarias en unas chicas que hace pocos meses lograban armar una fiesta en la mesa de un bar cualquiera o con motivo de la apertura al público del Pazo de Meirás sin más ayuda que las de sus panderetas, ese instrumento humilde y portátil. “Terra” es un canto telúrico, no solo de las abuelas, sino de sus nietas (prácticamente cada asociación de vecinos y cada centro social tiene su grupo de pandereteiras y cantareiras) y se aupó a la pole con su propio impulso.
Así estábamos en las previas. Las dos Españas, pero progres. Por un lado, las que reinventaban las raíces y por el otro la que reivindicaba la ternura. Lo demás era casi solo ruido de fondo. De los que consideran que los idiomas oficiales que no son el castellano son únicamente para hablar en la intimidad o que exhibir una teta es concitar al vicio y al fornicio. Estaba el progresismo contando los votos y verificando encuestas en sus respectivas sedes de campaña y en esto llegó Chanel. O, mejor dicho, llegó el negocio. Leroy Sánchez, de la acreditada industria churrero-musical radicada en Miami, que ya había sido el autor del tema con el que Blas Cantó participó en Eurovisión 2021, se presentó en TVE con otro producto en la cartera, y con una esforzada profesional del canto y el baile, Chanel Terrero (“el tema me ha caído del cielo”) del ganchete.
“España dijo sí a la lengua vehicular que nos une a todos. Ni lenguas que nos separan ni feminismo rancio”, resumió un millennial del PP que es delegado de la Junta de Andalucía en Madrid la situación en un tuit igual de claro que aquel de “vencido y desarmado el ejército rojo…”. Bueno, no creo que la lengua vehicular que nos une sea el spanglish. Y tampoco fue España, sino cinco personas. O quizá tres, si es cierto lo que confesó Maxim Huerta: “Tanto Felix Bergsson como Marvin Dietmann, el jurado internacional, estaban emocionados con Tanxugueiras, pero el voto es individual si las demás, el jurado nacional, le votan bajo…”.
Nada que objetar. Business is business y the show must go on. Es más, TVE anuncia que la cosa musical continuará. Me permito dos consejos. El obvio, que no sea un concurso, salvo que quieran perder cualquier resto de credibilidad como medio público. El otro es que cuide los detalles tontos. Una presentadora que cobra lo que cobra (me imagino que la tarifa justa en estos casos) debería trabajarse como mínimo el saber pronunciar los nombres de una docena de participantes, sobre todo cuando solo uno de ellos contenía un fonema no habitual en castellano (una pista, Alaska: la X de Tanxugueiras se pronuncia como la Sh de Shakira). Y hay muchísimos más ejemplos para darle paso a una canción en periférico que el del idioma inventado de la canción belga en 2003 (el grupo era Urban Trad y la cantante, Verónica Codesal, es gallega y tiene también en Bruselas un grupo de pandereteiras, Ialma): en Eurovisión se ha cantado en tártaro de Crimea (Ucrania), tahitiano (Mónaco) o suajili (Noruega) y a la jacobina Francia la han representado en bretón y en corso.
A todo esto, me gustaría ver la crítica de la canción ganadora que probablemente haga aquel señor de ABC que definió la propuesta de Tanxugueiras como “agro y enaguas”. Soy todo ojos.
Xosé Manuel Pereiro
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