María Moliner, una vida dedicada a la palabra: «No llegó a entrar en la RAE por esnobismo y por auténtica venganza»
Cuando se cumplen 125 del nacimiento de la bibliotecaria, el escritor Andrés Neuman novela en ‘Hasta que empiece a brillar’ la vida de la rebelde y apasionada autora de un diccionario que cambiaría para siempre el español. «Es la lexicógrafa más importante de la historia mundial»
Frecuente en mundos como el arte o la gastronomía, la historia de la literatura no es tan proclive a ejemplos de metonimia tan drásticos como el que encierra la historia que nos ocupa. Y es que si hablamos al lector del Diccionario de uso del español, muy pocos, quizá algún filólogo o lingüista, sabrán que nos referimos al coloquial Moliner, una ambiciosa e incomparable empresa que alcanzaría más de 80.000 entradas de palabras y que llevaría a su autora, la bibliotecaria y lexicógrafa María Moliner (1900-1981) más de quince años de esforzado trabajo. «Como millones de personas de tantas generaciones a uno y otro lado del del océano me enamoré de este diccionario, que siempre me ha parecido de una ejemplar coherencia ético estética y, como decía García Márquez el más completo, divertido y útil de la lengua española», explica a EL MUNDO el escritor argentino Andrés Neuman.
Con el tiempo, su fascinación por el Moliner derivó en una pregunta: ¿quién era, cómo era la mujer que se escondía tras semejante obra y por qué y en qué condiciones acometió semejante empresa quijotesca? «Me fascinaba el hecho de que una obra tan grande en todos los sentidos, tan colosal en su esfuerzo, en sus resultados y en su repercusión había devorado a su autora completamente. Es decir, por un lado el diccionario perpetúa la figura de María, pero por otro es como si hubiera engullido el resto de su biografía y la hubiera difuminado en el imaginario colectivo y popular», reflexiona Neuman. A paliar ese desconocimiento dedica el escritor Hasta que empiece a brillar (Alfaguara), un relato hermoso y concienzudo de la azarosa, rebelde y apasionada vida de la autora de un diccionario que cambiaría para siempre el español.
Lejos del relato habitual, bastante naíf e idealizado, que ha imperado siempre de Moliner, ese que dice que una mujer de 50 años y madre de cuatro hijos se dedicó un buen día a ponerse a reescribir el Diccionario de la Lengua Española en su cocina, Neuman descubre el idealismo, el amor por la educación y el afán de conocimiento de la lexicógrafa, y algunos de los motivos del triunfo de esta visión parcial. «A esta extraña invisibilidad sobre su vida contribuyó la propia interesada, pues los muy fugaces años en que adquirió notoriedad, hacia mediados de los años 60, España seguía bajo la dictadura franquista, y ella, que había estado muy implicada en la República, sobreactuó la falta de importancia del resto de su vida», explica el escritor.
LA MISIÓN PEDAGÓGICA DE LA ‘SINSOMBRERO’
Pero vayamos por partes. Nacida en una familia humilde de Aragón, pero criada en Madrid y educada en la Institución Libre de Enseñanza bajo el magisterio de profesores del fuste de Menéndez Pidal o Américo Castro, María sería, igual que su hermana Matilde, una de las primeras mujeres en licenciarse en la universidad española, e iniciaría una pionera carrera en la administración pública integrándose en los ambientes intelectuales de los años 20. «Aunque es cierto que las mujeres eran minoría, con la recuperación en los últimos años de esa generación de las llamadas Sinsombrero sabemos que había un grupo de pioneras bastante nutrido. Por ejemplo, fue gran amiga de escritoras como María Zambrano y Carmen Conde«, apunta Neuman.
Inmersa en ese espíritu cultural renovador, la novela relata la importancia de Moliner en los planes de alfabetización, de bibliotecas y de pedagogía de la República, las llamadas Misiones Pedagógicas, y sus viajes por el rural valenciano, pues entonces dirigía la Biblioteca de la Universidad de Valencia. Sin embargo, aunque como destaca Neuman «no fue para nada doctrinaria ni sectaria políticamente y no militó activamente en ningún partido, como sí lo hizo su marido, era una persona cultural y emocionalmente identificada con la República, lo que sería su perdición». Acabada la contienda, Moliner sufrió el proceso de depuración que la cúpula del régimen dirigió contra la burocracia y los intelectuales.
Degradada 18 puestos en el escalafón de la burocracia pública, con su brillante carrera destrozada, Moliner se centra en su familia mientras la monotonía de su trabajo en la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, de la que llegaría a ser directora, le lanza a la aventura por la que es recordada, la reescritura, palabra por palabra, de un diccionario que consideraba canónico y encorsetado. «Este trabajo es único en el mundo, una verdadera quijotada, y la convierte, sin duda, en la lexicógrafa más importante de la historia», afirma tajante Neuman, que glosa las virtudes de su famoso diccionario: «Tiene una estructura muy personal y original, y se aleja en todos los sentido del paternalismo lingüístico de la Academia, tanto a la hora de tratar todos los idiomas del español, un debate muy vivo en Latinoamérica, como a la hora de iluminar los márgenes, pues era muy abierta a los neologismos, al habla popular».
Los últimos coletazos de la novela recogen la fama casi inmediata de la que gozó Moliner a raíz de la publicación de su obra a partir de 1966, pero esconden dos detalles sumamente amargos que afectaron a sus años finales, uno privado y el otro público. El primero es la aparición súbita en el verano de 1973 de los primeros síntomas de una arterioesclerosis cerebral, enfermedad que la fue retirando de toda actividad intelectual. «Es una sigilosa y terrible ironía que la mujer que había dedicado su vida a iluminar las palabras, la maestra del lenguaje, las fuera perdiendo una a una. Es casi como si hubiera ido drenando su cerebro en el diccionario», lamenta Neuman.
La otra tragedia fue su frustrada entrada en la Real Academia, en la que hubiera sido la primera mujer. «Fue un acto de esnobismo y una auténtica venganza por haber escrito un diccionario que competía de igual a igual con el académico. El desenlace, que le anticipó su amigo y entonces director de la RAE Dámaso Alonso, debió ser frustrante, porque era una candidata ideal», defiende Neuman, que, sin embargo, concluye afirmando que a Moliner le habría gustado saber que «la polémica que generó este despropósito fue determinante para el acceso, pocos años después, de su amiga Carmen Conde, otra ironía que María, ya muy enferma, no pudo disfrutar».
Andrés Seoane
Publicado en El Mundo