¿Quién tiene el poder de crear fronteras?
Las viejas fronteras seguirán existiendo, pero el factor estratégico hoy es quién tiene el poder de crear fronteras.
Ha habido muchas épocas en las que los territorios estaban sometidos a múltiples sistemas de gobierno. Desde esta perspectiva, los 20 últimos años de globalización son seguramente el periodo más normal. El más excepcional es aquel en el que se fortaleció el Estado nacional. El refuerzo gradual de la autoridad del Estado nacional sobre su territorio se produjo sobre todo a partir de la I Guerra Mundial, y su aparición contribuyó, al mismo tiempo, a la elaboración de las categorías que hemos venido usando en el análisis, las técnicas de investigación y la construcción de datos en las ciencias sociales, que nacieron en su mayoría en esa fase de formalización de los Estados soberanos. Pero esto fue posible, al menos en parte, gracias al ascenso de varios Estados nacionales hegemónicos que tenían impulsos imperiales, por no decir algo más duro. A la sombra de aquellos gigantes existían muchos Estados nacionales, pero su soberanía era más formal que real.
Hoy vemos cómo se abren las fronteras para dejar paso a tráficos de diversos tipos. Sin embargo, creo que lo importante hoy es quién tiene el poder de crear fronteras. Se han establecido nuevas geografías en territorios soberanos y en el espacio digital mundial. Estas son geografías que tienen sus propias fronteras, muy distintas de las del sistema interestatal. Nos enfrentamos a la difícil tarea colectiva de desarrollar nuevos esquemas teóricos y empíricos que nos permitan entender las múltiples relaciones entre terreno y envoltura institucional, en lugar de una relación única entre el Estado nacional y el poder soberano.
La vuelta de Europa a un debate y —en parte— una realidad de institución de fronteras, especialmente los muros físicos, en un momento en el que millones atraviesan esos muros en el espacio digital, es un pronunciamiento peculiar. Pero es un pronunciamiento. Y lo debemos tener muy en cuenta, porque no se refiere, por ejemplo, al sector financiero, que tiene su propia autopista de entrada en todos nuestros países, en los que después obtiene beneficios del sector económico o el hogar más pequeño. Ni tampoco se refiere, por ejemplo, a los traficantes de la industria del sexo. No, a lo que se refieren estos muros es a los frágiles cuerpos de los seres humanos. A ellos sí que pueden detenerlos esos tipos de muros. Los países pueden construir una barrera, al menos durante un tiempo, contra los seres humanos, pero no contra agentes más poderosos y destructivos.
La modalidad de los Estados nacionales de plasmar el significado de fronteras fuertes tiene como consecuencia la simplificación de la frontera: ella queda reducida, en gran parte, a un hecho geográfico y el aparato institucional inmediato para controlarla, protegerla y gobernarla. Lo que aporta la globalización a esta situación es el desglose real y heurístico de la frontera, que en el discurso político se presenta como una condición unitaria.
La globalización de una amplia variedad de procesos está produciendo rupturas en el mosaico de regímenes fronterizos y contribuyendo a la formación de nuevos tipos de fronteras. Esas rupturas y esos nuevos límites empiezan a alterar el significado de la frontera y nos permiten ver que se extiende más allá de la línea geográfica marcada por los tratados internacionales y las instituciones vinculadas a ellos, como consulados y controles de inmigración en los aeropuertos.
Nos permite ver que las fronteras están formadas por muchas más instituciones y están en muchos más lugares de los que se suele pensar. Además nos ayudan a entender las características y los condicionamientos del régimen fronterizo que ha dominado hasta ahora, asociado a la nación-Estado, que, si bien sigue siendo el régimen predominante, lo es menos hoy que hace solo 15 años. Estas transformaciones nos están ayudando a comprender hasta qué punto la historiografía y la geografía que se ocupan de la geopolítica de los dos últimos siglos se han elaborado sobre todo desde la perspectiva de la nación-Estado.
Quiero hacer hincapié en que en el debate sobre las fronteras debemos reconocer la formación de reordenamientos globales, solo en parte territoriales, que descomponen parcialmente el territorio del Estado soberano nacional. Estos reordenamientos van formando espacios protegidos para intereses privados —parciales pero encadenados— que atraviesan territorios nacionales donde antes lo que regía eran los regímenes fronterizos interestatales. Sí, se construyen muros físicos para impedir el paso de cuerpos de carne y hueso. Pero son muros fácilmente atravesados por agentes mucho más poderosos, de los ámbitos de las finanzas, las leyes y las ideas, para bien o para mal. En la medida en que el Estado, históricamente, ha tenido la capacidad de envolver su territorio con instrumentos legales, también tiene la capacidad de cambiar ese envoltorio; por ejemplo, desregular sus fronteras para abrirlas a empresas e inversiones extranjeras.
En mis investigaciones estoy estudiando cómo eso, a su vez, abre el territorio nacional a la inserción de un número cada vez mayor de espacios de poder protegidos con sus propios regímenes de nuevas fronteras en el interior de un país. El objetivo es capturar las complejidades de las fronteras, las múltiples instituciones y localizaciones que las constituyen y los nuevos tipos de frontera que nacen de nuestra dinámica global actual.
Saskia Sassen.
Artículo publicado en Babelia.