Alejandra Soler: la maestra «indestructible» que conectó con los más jóvenes
No olvido la primera y única vez que he podido conversar con Alejandra Soler (Valencia, 1913), la maestra republicana que “al final de todo” sigue siendo “comunista”, según reza su autobiografía; la profesora de voz cándida que sobretodo quiere escuchar y que se reserva para el final del diálogo un mensaje de optimismo para los que luchan por los ideales demócratas.
El encuentro fue hace apenas dos meses. Estábamos en La Nau, la sede de la Universitat de Valencia, donde se licenció en Filosofía y Letras y se convirtió en una de las primeras universitarias españolas. La mirada con nostalgia y con orgullo. Ha venido para participar en el documental que el realizador Ricardo Macián rueda sobre una figura olvidada en nuestra historia, el empresario y editor valenciano Vicent Miquel Carceller. Recorre la exposición dedicada a La Traca, la revista que en la década de los 30 del siglo XX azotó satíricamente a la Corona, la iglesia y los militares. Precisamente Tina Rabanal, la nieta de Carceller, es quien empuja su silla de ruedas y al preguntarle qué piensa de aquellos textos y viñetas, contesta: “La Traca hizo más por la República que los líderes políticos, que no supieron llegar a la gente de la base”.
“Cuando muere Carceller, Alejandra Soler tenía 27 años”, contextualiza el realizador Macián. “Testimonios de aquella época, pero además activista política y mujer no había ninguno más. Personalmente no se conocieron, pero ella fue lectora de la revista y compartían una conexión ideológica y cultural” a favor del nuevo sistema de gobierno”, me cuenta quien desde hace un año no cesaba en visitarla para poder conocer a fondo aquel periodo y quien afortunadamente me la presentó.
Soler estudio en el Instituto Luis Vives, al que volvió en febrero de 2013, justo un año después de la Primavera Valenciana, para formar parte de la cadena humana que abrazó al centro en conmemoración a aquellos días de resistencia estudiantil. Justo el año en que en el mes de julio celebró el siglo de vida. “Ella vio la similitud con sus años en el instituto, enmarcados en el final de la dictadura de Primo de Rivera. Recordaba los enfrentamientos entre la policía a caballo y los estudiantes, quienes lanzaban productos químicos desde el laboratorio”, recuerda el profesor de Biología y Geología del centro y recuperador de la memoria histórica de la ciudad, José Azkárraga.
Ante todo, educadora
Defensora a ultranza de la educación pública e igualitaria, fue una de los fundadores de la organización sindical estudiantil Federación Univesitaria Escolar (FUE) en la calle de La Nave. De hecho, en 2001, cuando la Universitat de València les entregó la medalla de oro, fueron sus manos las que la recibieron. “Durante la guerra ejerció de profesora en Terrassa”, relata Azkárraga, “donde viajó junto a su marido, el periodista Arnaldo Azzati, y donde hacia incursiones al frente para subir la moral de los combatientes”.
“Arnaldo y yo éramos miembros del Partido Comunista, además de muy amigos, y miembros de la FUE, esto explicará que esta amistad desembocara en unas relaciones mucho más íntimas en mayo del año 1936, cosa que ocultamos a nuestros familiares. En aquella época estas situaciones no se toleraban ni se comprendían. Nosotros estábamos bien así y por convicción no queríamos casarnos, éramos refractarios a papeles y compromisos legales. Considerábamos y continuamos creyendo toda la vida que el único compromiso válido es el amor. Sin él no hay contrato que una. Esto, yo lo sabía muy bien por la experiencia de mis padres, que amargó mi niñez. Sin embargo, terminamos contrayendo matrimonio civil el 3 de noviembre de 1936, y tuvo la culpa de ello, como de tantas cosas, la guerra civil. La situación se ponía fea, podían mandarnos a sitios diferentes, y sólo si entre nosotros había un vínculo legal podíamos esperar que se respetarían nuestros deseos de no separarnos”, rememoraba la misma Alejandra en las memorias que publicó en 2005.
A su autobiografía la tituló La vida es un río caudaloso con peligrosos rápidos. Al final de todo… sigo comunista. Sin duda, hacía referencia a la experiencia que empezó a vivir tras la victoria del bando franquista, el bando contrario. El padre de Soler, un hombre de izquierdas y con él que ella había elegido vivir tras el divorcio de sus padres, fue uno de los primeros presos políticos de la ciudad de Valencia. Los franquistas lo encarcelaron en la prisión ubicada en el Monasterio de San Miguel de los Reyes. A raíz del homenaje y acto de desagravio que el pasado noviembre la Dirección General de Cultura quiso rendir a los allí encarcelados, su titular, Carmen Amoraga, quiso conocerla personalmente en su casa: “Alejandra tuvo que exiliarse sin saber si su padre estaba vivo o muerto. Ella, que era muy de coger la mano, me dijo: ‘ahora sí que veo que hay esperanza, que se está haciendo justicia’”. Hablaron en más ocasiones. “Era consciente que era la memoria viva de los momentos más gloriosos y los más tristes. Conoció la República y la dictadura. Ha conocido a protagonistas de la historia y ha sido protagonista, aunque mucha gente no ha sabido quien era durante mucho tiempo”, señala Amoraga.
La URSS les reclama
Alejandra vivió un tiempo en un campo de concentración en Francia, donde al poco tiempo llegó su marido. Pensaban marcharse a México, pero los dos recibieron dos encargos prácticamente simultáneos. “A ella le pidieron dirigirse a Rusia para educar a los niños y niñas que tuvieron que marchar allí acogidos. A él, Dolores Ibárruri le solicitó su colaboración para montar Radio Moscú”, relata la profesora, sindicalista y feminista Encarna Signes, quien la pasada anoche la acompañaba cuando se marchó: “hasta para morir fue discreta”.
Se conocieron dentro del partido. “Yo tenía 24 años y ella casi cuarenta más. Y desde entonces hemos sido amigas”. Es el don que cada testimonio recalca al empezar a describirla, su capacidad de empatía con los más jóvenes. También entregada en la amistad e insaciable en el trabajo: “Ha muerto en la brecha. Hace tres días estaba participando en el encuentro de universidades populares ya encontrándose un poco malita”.
La maestra de los niños de la guerra fue nombrada en 1958 Jefa de la Cátedra de Lenguas Romances de la Escuela Superior de Diplomacia en Moscú. Así ejerció hasta 1971 cuando vuelve a España. “A pesar de que entregó su vida por un mundo igual, la represión franquista la castigó. No le dejaron ejercer de profesora, pues las oposiciones las había aprobado durante la II República, y tuvo que conformarse con vivir de la traducción de libros. También todos los bienes familiares habían sido requisados”, detalla Signes.
En 1986 murió su marido “lo que la sumió en un largo silencio”, afirma Azkárraga, quien añade: “Empecé a ir a las tertulias de ‘Amics de la FEU’ en el año 98 y ella aún no iba. Apareció unos pocos años después y le dio otro aire a las conversaciones. Ella era una persona muy culta, muy cariñosa al mismo tiempo, muy habladora y asumió un papel predominante. Me llamó la atención sobre todo una cualidad extraordinaria, su facilidad para relacionarse con gente joven y para mantenerse activa y actual. Hablaba de problemas de la actualidad y no de batallitas”.
No faltó la semana pasada a la tertulia de los jueves. En estos debates entre los fundadores del sindicato, hijos de antiguos miembros y defensores por la educación pública, la conoció la profesora Pilar Sanz: “Ella entregaba su amistad. Ha conseguido que gente de 20, 30 y 40 años menos que ella nos hayamos hecho sus amigas, mujeres que procedíamos de espacios diferentes, pero que la confluencia ha sido su amistad. Hablar con ella era siempre un momento de crecimiento personal, de sabiduría, de energía, de optimismo, de solidaridad”.
La voz de muchos otros
Tenía la costumbre de leer todos los días El País y una de sus últimas lecturas fue el libro de Marcos Ana, el preso político que más tiempo pasó en una cárcel franquista. “Ella era muy autónoma. En este último tiempo la cabeza era tan potente que arrastraba a su cuerpo, que empezaba a acusar la edad. La hemos protegido de los acosos de prensa, aunque le encantaba recibir a los periodistas. Consideraba que si era llamada era porque era la voz de muchos otros”, coinciden sus amigos de la FUE.
Su periplo ha sido distinguido en los dos últimos años. La Generalitat le otorgó el año pasado su Alta Distinción y en 2015 fue nombrada hija predilecta de València por ser una de las primeras licenciadas de la ciudad. La recuerda el alcalde, Joan Ribo: “Alejandra fue, en definitiva, maestra. Maestra las 24 horas del día y todos los días de su vida. Es más. Me atrevo a decir rotundamente que será por siempre maestra porque su legado es indestructible”.
Fotos: Eva Máñez
María Iranzo
Artículo publicado en Valenciaplaza