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Alternativas para combatir la guerra que hemos declarado a la vida

Querida comunidad de CXTX:

Hace unos meses en un programa de noticias vi unas imágenes que me afectaron de una forma que ni yo misma sabía explicarme. Se trataba del rescate en el mar de varias personas que viajaban en una barca prácticamente deshinchada. Parece que rescataron con vida a todas, menos a un niño de meses que se ahogó. Lo que me dejó tocada no fue la imagen del bebé muerto en brazos de un hombre con chaleco reflectante que le miraba horrorizado. Lo que me impactó es que al pequeño la cadena de televisión le habían pixelado la cara.

Los protocolos que protegen la imagen de los menores habían funcionado a la perfección pero ¿qué mierda de seguridad es la de un sistema que no falla en proteger la intimidad de un bebé muerto y, sin embargo, no es capaz de garantizarle la vida? Según lo escribo vuelvo a sentir el revoltijo de sentimientos que tuve.

Seguridad es una de las palabras más escuchada en los discursos de los poderes políticos y económicos. Seguridad frente el terrorismo y los fanatismos religiosos; las migraciones, no como un problema político y ético, sino como una amenaza a la seguridad; seguridad para los inversores y los negocios; compañías aseguradoras para todo,.. Y creo que necesitamos darle una buena vuelta a eso de la seguridad, disputar el concepto.

La humanidad se encuentra en una difícil situación. Los últimos informes sobre cambio climático señalan la posibilidad de que los ecosistemas ya estén colapsando, Es imposible seguir ocultando los signos de agotamiento de energía y materiales que se encuentran en el origen de las guerras formales y no formales actuales. Ya no es creíble, además,  que la destrucción del hábitat sea el precio que hay que pagar para conseguir un bienestar generalizado. Más bien, se aceleran las desigualdades en todos los ejes de dominación –género, clase, procedencia, edad… y las dinámicas que expulsan a las personas a los márgenes o de la propia vida, mientras que sectores privilegiados retuercen la legalidad o la vulneran para blindar la seguridad de su posición

La precariedad es la falta de estabilidad o seguridad. La vida de muchos seres humanos es cada vez más precaria pero, a pesar de la manifiesta gravedad de la situación, de las evidencias y los datos, la crisis pasa política y socialmente desapercibida.

Necesitamos comprender cuáles son los mecanismos económicos, políticos, culturales y simbólicos, cuáles son los mitos y creencias que apuntalan una forma de progresar que destruye las bases materiales que hacen posible vivir vidas seguras.

Los seres humanos obtenemos lo que precisamos para estar vivos de la naturaleza: alimento, agua, cobijo, energía, minerales… No hay economía ni vida posible al margen de lo que proporciona la tierra, por ello, decimos que somos seres ecodependientes. La dependencia material de la naturaleza nos lleva directamente a tomar conciencia de los límites físicos. Nada puede crecer de forma permanente –ni un bosque, ni un arrecife de coral, ni una ciudad, ni la economía capitalista– mientras para hacerlo necesite extraer cantidades crecientes de materiales y energía, usar lo que regeneran las ciclos naturales o generar residuos.

La dinámica expansiva de la acumulación capitalista ha convertido la economía en una especie de aparato digestivo que devora recursos finitos y excreta residuos a una velocidad tan grande que ha terminado por translimitar la biocapacidad de la tierra.

Y lo ha hecho de una forma muy desigual. Las economías “avanzadas” no se sostienen con los recursos que hay en sus propios territorios, sino que se mantienen sobre la extracción y el despojo de los territorios de otros pueblos, en los que la vida se transforma en precaria e insegura.

Y además, cada ser humano presenta una profunda dependencia de otros seres humanos. Durante toda la vida, pero sobre todo en algunos momentos del ciclo vital, las personas no podríamos sobrevivir si no fuera porque otras dedican tiempo y energía a cuidar de nuestros cuerpos. En las sociedades patriarcales, quienes se han ocupado mayoritariamente del trabajo de atención y cuidado a necesidades de los cuerpos vulnerables son mayoritariamente las mujeres, porque ese es el rol que les impone la división sexual del trabajo. Este trabajo se realiza en el espacio privado e invisible de los hogares, organizado por las reglas de la institución familiar o resuelto a partir del trabajo precario de mujeres, sobre todo migrantes que vienen de los mismos lugares que las materias primas que sostienen las economías “ricas”.

Construir vidas seguras para las mayorías sociales requiere la transformación radical de un metabolismo social que potencia el crecimiento de los agregados monetarios y esconde el agotamiento y deterioro de las bases materiales y la explotación del trabajo fundamentalmente feminizado de sostener la vida, mientras el sistema la ataca.

Los muy ricos lo tienen claro. Tal y como nos contaba Rushkoff en el artículo “La supervivencia de los más ricos y cómo traman abandonar el barco” que publicamos en CTXT, los sectores más poderosos se están preparando para afrontar la nueva situación. Después del huracán Sandy en 2012, lo único que se mantenía iluminado en Manhattan era la torre de Goldmann Sachs, adaptada para resistir ante eventos climáticos extremos.

Si queremos perdurar, la economía y la política tienen que situar la seguridad de las vidas concretas y cotidianas como una prioridad. No la seguridad de las inversiones, ni la de los negocios. No la seguridad concebida como el blindaje de las élites ni como el aislamiento de la miseria.

Si se considera que la acumulación o el crecimiento son sagrados, independientemente de qué se produzca, a costa de qué y para quién se produzca, entonces se asume una lógica sacrifical. Merece la pena sacrificar la seguridad de las mayorías sociales con tal de que la economía crezca.

Lo que se produce tiene que satisfacer necesidades humanas con criterios de equidad. Distinguir entre las producciones socialmente necesarias y las socialmente indeseables es imprescindible y los indicadores monetarios al uso no lo permiten.

Queremos ayudar a desvelar cómo la economía capitalista se sostiene destruyendo naturaleza y explotando el trabajo humano, también el de las mujeres en las tareas de reproducción cotidiana y generacional, y aportar caminos y alternativas para reconfigurar lógicas económicas que garanticen la seguridad de las mayorías.

Hay demasiada realidad pixelada delante de nosostros. Mirar la realidad de forma nítida, mirar Esa Escandalosa Cosa, como decía Donna Haraway, y sus consecuencias no es un ejercicio agradable pero es indispensable para reconstruir algo alternativo a esta declaración de guerra a la vida.

Es una tarea política hermosa para realizar, también proporcionando información rigurosa, veraz y comprometida.

Un fuerte abrazo y gracias por estar ahí.

Yayo Herrero
Artículo publicado en Ctxt

  1. Salud Says:

    Maravilloso y exacto. Todas las personas, en nuestro ámbito, podemos trabajar al menos por el cuidado de la madre tierra y por equilibrar la división del trabajo.

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