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Brexit y el olvido de la historia

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Es posible que la Unión Europea, luego de varias décadas de su aparición no haya colmado todas las expectativas de los ciudadanos de los países que la conforman.

Su excesivo burocratismo, su déficit democrático, sus políticas neoliberales, su escasa reacción humanitaria frente a la crisis de los refugiados, la manipulación de las decisiones económicas y financieras de parte de la Troika2 como  en el caso de Grecia, son algunas de las realidades de la UE, la unión aduanera, comercial y monetaria más grande del mundo.

Sin embargo, hay otras verdades, si se tiene una mirada en perspectiva menos inmediatista y menos pragmática, que tienen que ver con el hecho de que la UE con todos sus defectos ha logrado algo de lo que pocos hablan, esto es, un importante  equilibrio geopolítico entre los países que conforman la UE sin precedentes.

El lapso entre la primera guerra mundial y la segunda gran guerra, dos carnicerías que llevaron al colapso económico, social y moral de Europa con la consiguiente pérdida de millones de vidas, fue de 22 años.

La no repetición de aquellas experiencias auto destructoras en lo que va del tiempo desde la creación de la Unión Europea hace más de medio siglo  debe llamarnos a una reflexión y a sopesar la evolución de Europa desde la última postguerra y su logro más importante que es la paz entre las naciones de la comunidad acostumbradas en el pasado en guerrear mutuamente.

Desde luego han habido  conflictos  como el caso de Kosovo en los 90, además hubo la participación de los países europeos a través de la OTAN en varios conflictos en el Medio Oriente, y en otras partes de globo hasta el presente. El armamentismo por ello mismo  no ha cesado. En el Reino Unido están aquellos que quieren la renovación del Tridente con fines “disuasivos”.

Siendo de todos los intervencionismos la participación en la guerra de Irak la mayor prueba de que el espíritu guerrerista en Europa ciertamente no ha desaparecido del todo.

Sin embargo, el abandono o la cesación de la UE, en lo que respecta de a sus fines primigenios ideado por sus fundadores que interpretaron el sentir de los pueblos de Europa hacia la coexistencia  en paz y la apertura de una nueva era de progreso y de convivencia democrática, representaría un claro retroceso respecto de lo logrado hasta ahora.

Desde esta perspectiva, el Brexit, que sería el primer caso de la salida de un estado miembro de la UE, pero no de cualquiera sino de una de las tres mayores potencias europeas junto con Alemania y Francia, debilitaría – de un modo u otro – el equilibrio geopolítico ganado al interior la comunidad de 28 países.

Estos tres países están integrados a otras naciones europeas con economías muy dispares, unos más ricos que otros, es cierto, pero compartiendo un mismo foro  para dirimir sus opiniones y resolver problemas comunes. Lo cierto es que, el abandono del barco de la UE por parte del Reino Unido no hará más que añadir una mayor incertidumbre a la ya existente  desde la crisis especulativa financiera de 2008 por sus secuelas de desempleo e incremento  de la desigualdad.

Con todo, el pueblo británico ya se pronunció en el referendo del 23 de junio. Sin embargo, con todo lo democrática que haya podido ser esta decisión, no se puede perder de vista que detrás del Brexit hubo una ideología innegablemente xenofóbica, anti inmigrante y ultranacionalista.

Por lo tanto, no sólo es el espíritu de paz de la UE  lo que se debiera mantener entre el Reino Unido y el conjunto de los países de la UE luego del Brexit, sino que también se deben explorar todas las vías para que el Reino Unido no se convierta en una nación paria y  más bien preserve su tradición de nación liberal, tolerante y democrática. Recordar la historia nos ayuda a no volver a repetirla.

Claudio Chipana Gutierrez.
Artículo publicado en The Prisma.

 

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