Hay que desvelar el liderazgo de la mujer africana
«Existen pocas armas tan poderosas como una niña con un libro en la mano», dijo Malala Yousafzai ante los miembros de la Asamblea de la Juventud de Naciones Unidas en julio de 2013. Lo cierto es que en todo el mundo hay unos 263 millones de niños y jóvenes menores de 18 años que están sin escolarizar, y la peor parte se la llevan las niñas, sobre todo en África subsahariana, donde 15 millones nunca tendrán la oportunidad de asistir al colegio. El género es una condición decisiva a la hora de acceder a una educación que permita el desarrollo intelectual de las menores. También lo es el lugar de nacimiento, y el continente africano presenta uno de los índices de alfabetización más bajos de todo el globo.
Las desventajas que las niñas, jóvenes y mujeres sufren por la imposibilidad de acceso a la educación se traducen en falta de capacitación y, por tanto, de oportunidades para acceder al mercado laboral. La congoleña Antoinette Kankindi, profesora de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Strathmore en Nairobi (Kenia), compagina su labor en las aulas con el proyecto African Women Leadhership. Kankindi ha puesto en marcha numerosas iniciativas a favor de la mujeres en el continente. Su trayectoria le ha valido el Premio Harambee 2017 para la promoción e igualdad de la mujer africana.
Antoinette Kankindi procede del seno de una familia numerosa dedicada a la ganadería. Su infancia transcurrió en medio del Congo más rural. De sus padres heredó la conciencia de remediar algunas injusticias y así contribuir a la visibilización de la mujer en África, cuyo papel tiene un peso social decisivo. «Hay que desvelar el liderazgo de la mujer africana», afirma. «Desvelar» en el sentido de subrayar tres de los valores dentro del contexto de la cultura tradicional africana: la familia, la solidaridad y la hospitalidad. «La mujer es una guardiana y maestra de estos valores», asegura la filósofa.
Estos tres pilares reposan sobre la figura de la mujer africana tradicional, que entra en conflicto con algunas reivindicaciones modernas. Se explica: «La influencia del individualismo liberal y el feminismo radical provocan el rechazo hacia el papel tradicional de la mujer cuando estas son más jóvenes y ponen a prueba su capacidad de seguir sosteniendo la comunidad». «Estoy apoyando a jóvenes empresarias para estas puedan crear empleo, y que así se establezcan puentes entre ellas y las mujeres que no han tenido la suerte de llegar a sus niveles de educación. Avanzaremos todas sin dejar a nadie atrás», continúa.
Kankindi no es ajena a la violencia que asola el continente y se muestra convencida de que es imposible mejorar la vida en cualquier lugar si no se trabaja por mejorar la situación de la mujer. «Todos los conflictos que tenemos están provocados, por lo que no están pensados para finalizar. La mujer africana es la que realmente construye paz. Es la que se queda cuando los hombres se van», apunta.
África está en el centro neurálgico de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2063 adoptada por la Unión Africana. El reto no es menor cuando hablamos de género en el continente. Proporcionar las herramientas necesarias a las jóvenes para que se formen, conozcan sus derechos y construyan lazos de unión que les permita avanzar a ellas y a sus comunidades, tendrá que pasar necesariamente por «la creación de autoempleo como perspectiva de futuro para el desarrollo de la mujer africana, que deberá ser protagonista de su propia realidad», concluye Kankindi.
En la pasada edición, el Premio Harambee recayó en la directora de la Coalición de Camerún contra la Malaria desde 2007, Esther Tallah, destacada impulsora de la educación de calidad para las niñas de este país africano.
Sinay Sánchez
Artículo publicado en Ethic