El arquitecto de la China actual: Deng Xiaoping
La opinión de la calle sobre China es un cóctel de desconocimiento, falta de rigor, medios occidentales interesados en demonizar al país, falta de trasparencia desde la propia China y prejuicios labrados en negativo desde hace décadas. Las críticas sobre este país están acertadamente argumentadas más por la falta de libertades que en reparos a su sistema económico mixto. En estas breves líneas me centraré en el modelo económico.
La sociedad china avanza a una velocidad como ninguna otra potencia lo ha hecho nunca en tan poco tiempo.
¿Pero qué es lo que ha hecho de China la segunda potencia mundial y en disputa por el primer puesto? Es muy sorprendente porque hace tan solo 65 años, los chinos se morían de hambre, literalmente, por decenas de millones. Cómo un país tan absoluta y radicalmente pobre ha subido a los puestos de cabeza de las potencias mundiales.
Mucho más inquietante siendo uno de los pocos países a los que llamamos comunistas. El modelo económico del nuevo gigante supone un desafío para la filosofía política dominante que siempre ha mantenido que solo la “Economía liberal” al modo occidental era capaz de generar prosperidad. China demuestra sin paliativos que eso no es cierto.
¿Cómo se puede nadar contracorriente y salir triunfante? Esa es la pregunta que todos podemos hacernos.
En mi próximo libro planteo otras cuestiones que no caben en un artículo reducido: ¿No hay nada en su modelo que sea exportable? ¿No tenemos nada que aprender, nada sobre lo que reflexionar de ese modelo?
Es seguro que el prodigio no es fruto de la casualidad. No es sensato pensar que China sea capaz de ese enorme milagro que ha llevado a cientos de millones de personas de la más radical pobreza a un nivel de vida homologable a las grandes democracias y que no incluya ninguna idea interesante.
Y si hay que nombrar un líder de esta transformación sin duda es Deng Xiaoping; a juicio de todos los analistas el gran arquitecto de los avances económicos. Al igual que Adolfo Suarez pilotó la transición a la democracia, Deng modificó el sistema radical comunista chino hacía el modelo actual mixto.
Él manejó con guante de seda y en un difícil equilibrio interno la decidida apuesta por salir de la economía comunista a un sistema liberalizado pero con control estatal. Lo hizo con la filosofía confuciana, con el “Yin y el Yang”, prudente, progresivo con una lucha interna con los líderes recalcitrantes pero mayoritarios del maoísmo que lo veían como un traidor con veleidades capitalistas. Su periodo como máximo mandatario fue del 1978 al 1993. Fue audaz e innovador.
Inició la descolectivización del campo y la implantación del sistema que permitía a las familias tener beneficios privados para ellos mismos. Dejó libertad de precios a la agricultura que hasta entonces estaban marcados artificialmente por el Estado. Permitió la propiedad privada de haciendas, negocios y ahorros; de todo salvo del suelo que es en concesión por cincuenta años.
Diseñó un gran invento imitado posteriormente por otros muchos países: las Zonas Económicas Especiales (Z.E.E.) de enorme importancia y que resultó el despegue definitivo. Las Z.E.E. tenían dos objetivos. Uno evidente y material: hacer caja para unas arcas estatales escuálidas. Y el segundo objetivo, más sutil y cultural: había que convencer al pueblo chino y a sus dirigentes predecesores de que dejar entrar la libertad de mercado parcialmente era compatible con los ideales chinos marcados literalmente a sangre y fuego desde Mao. Fue una tarea titánica el cambio de mentalidad.
Promocionó el ahorro de las familias en pequeñas cuentas bancarias. Puso en marcha a 600 millones de chinos que accedieron a clase media y que generaron la mayor migración de la historia de la humanidad con un traslado masivo del campo a la ciudad con todas las dificultades logísticas y de viviendas que ello supuso. Con Deng Xiaoping, China pasó a ser la “Fábrica del mundo”.
Permitió las inversiones extranjeras pero bajo un fuerte control con el criterio de que fuesen beneficiosas para el país y con condiciones.
Inició una lenta recuperación del prestigio de los intelectuales que habían sido denostados y hasta perseguidos por su predecesor maoista.
La forma de salir del comunismo de la U.R.R.S. no sedujo nunca a Deng Xiaoping que eligió otro camino para su apertura económica, sin duda más largo y prudente. Hoy, y a la vista del resultado de la Rusia actual, parece fácil la decisión, pero en ese momento, la década de los 80, con Gorbachov pilotando la Perestroika era tentador copiar el modelo ruso.
Además del éxito económico hay un elemento sustancial poco mencionado por la historia que es el siguiente: Occidente deslocalizaba su industria por los bajísimos costes de la mano de obra china, pero Deng cobraba una factura intangible a las empresas, el Know-how, el conocimiento, el saber hacer industrial, tecnológico y logístico. Tuvo la habilidad y la visión de ir exigiendo a cualquier empresa que quisiera instalarse en China la presencia de personal local en los niveles de producción cada vez más altos y cualificados. Como Occidente despreciaba entonces la capacidad de competir de China, no era celosa de ceder conocimiento. Así Deng puso las bases del crecimiento, no solo en lo económico, sino de formación tecnológica de su país. “Fabricaba” recursos humanos de calidad industrial y de alta cualificación. Eran los cimientos del actual nivel de desarrollo e innovación chino hoy puntero en el mundo.
A Deng Xiaoping se le atribuye la frase célebre de “Gato blanco o gato negro, que más da, lo importante es que cace ratones”. Esto da una idea del enorme pragmatismo del personaje. Lo importante era que el pueblo no pasara hambre, cómo se consiguiese era secundario.
Él dejó encarrilada una economía mixta que ellos denominan “Socialismo con características chinas” o bien “Economía de mercado socialista”. Podemos afirmar con contundencia que la China de hoy no es comunista de ningún modo, y tampoco una economía liberal al estilo occidental. Hay libertad de empresa pero sin permitir que los grandes poderes económicos imperen por encima del poder político. Un reto, un desafío imaginativo y audaz (del que en otro momento podemos hablar, en este artículo no puedo extenderme).
En su curriculum lo económico es impresionante, pero en lo social hay dos manchas que no, por tener alguna justificación, son menos condenables: los sucesos de Tiananmén en junio de 1989 y “La Política de hijo único” puesta en marcha en 1979 y felizmente ya derogada.
Deng Xiaoping sin duda fue el mayor artífice del actual éxito de China, cambió el devenir de 1.400 millones de personas directamente y del resto del mundo en su consecuencia.
Salvador Beltrán Talamantes
Publicado en ElDiario.es