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“En la Malva-rosa tenemos muchísima cocaína y un ligero repunte de heroína”

  En la Unidad de Conductas Adictivas de Padre Porta atienden a más de 9.000 personas con un equipo doble que no da abasto y, aunque reconocen que el barrio tiene «un problema de salud pública», aseguran que la situación ha mejorado respecto a los 2000

Vente aquí y no te muevas”. Son las 11 de la mañana en la Unidad de Conductas Adictivas de Padre Porta y la recepcionista llama al de seguridad porque un hombre corpulento ha irrumpido muy nervioso. Pide a voces ser atendido, pero no es factible. Tiene por delante una larga lista de usuarios. Ajena a la tensión de la sala, mientras el guarda tira de psicología para enfriar los ánimos, la enfermera y coordinadora en funciones Ana Belén Muñoz entra y sale frenéticamente de las habitaciones de este recurso adscrito al Departamento Clínico-Malvarrosa hasta que por fin encuentra cinco minutos para confirmar lo evidente: están desbordados.

“En la Malva-rosa hay un problema con el consumo de drogas. Es un problema de salud pública desde hace más de 30 años. Es cierto que parte de la conflictividad del barrio se ha desplazado a Barona –nombre informal de Orriols por el apellido de un promotor de pisos baratos–, pero seguimos teniendo el gheto de Casitas Rosas. El hecho de vivir en esos bloques o las zonas colindantes hace que la probabilidad de consumir drogas sea más alta que en cualquier otro barrio no tan degradado. En esta UCA atendemos a más de 9.000 personas. Contamos con un equipo doble, pero no es suficiente”, lamenta la enfermera.

Entre las sustancias más consumidas destacan la marihuana, el alcohol y otros dos clásicos: “En la Malva-rosa tenemos muchísima cocaína y también hemos visto un ligero repunte de la heroína. La presencia de esta última va fluctuando, pero nunca desaparece. También hemos visto entre la gente joven un incremento en el consumo de los opiáceos de prescripción, caso de la codeína o, en menor medida, el fentanilo”, dice Muñoz sobre una población extraordinariamente expuesta a los estupefacientes: “El menudeo tiende a coger a los jóvenes porque son más fáciles y además suelen estar tan fichados que necesitan buscarse la vida de ese modo. Estos chavales empiezan tonteando con la droga que ellos mismos venden y terminan autogestionándose el consumo, que es el mayor peligro”.

Enfoque no punitivista

Pese al constante trasiego de usuarios, en la UCA se permiten analizar el momento actual con cierto optimismo –“no estamos bien, pero estamos mejor que a principios de los 2000, antes había más focos de compraventa en el barrio”– gracias a su denodado esfuerzo y al de una comisión creada para abordar el problema de las drogas más allá del enfoque punitivista. Esta mesa de trabajo se reúne con frecuencia –la última vez el pasado lunes– y  está integrada por el Centro Municipal de Servicios Sociales de la Malva-rosa (CMSS), el centro de salud, el IES Isabel de Villena, técnicos en prevención de adicciones del Ayuntamiento de València y entidades sociales como Save the Children o la Fundación Secretariado Gitano.

Su trabajo de fondo, más estructural, actúa sobre diferentes capas. “En esta comisión se buscan soluciones multifactoriales, de la seguridad al urbanismo. En las Casitas Rosas hay callejones sin salida que invitan al consumo”, explica Jorge Martínez Quiles, coordinador técnico del Servicio de Bienestar Social del Ayuntamiento de València, que pide la demolición de los bloques y un programa paralelo de intervención comunitaria para no dejar caer a sus habitantes. Ese sería el futuro, pero, ¿qué ofrecen ahora? “Reconozco que los Servicios Sociales en general, no solo en València, tienen una actitud muy poco proactiva. Es demasiado receptiva”.

Lo cierto es que el barrio ha acudido masivamente a su CMSS, que en 2022 atendió a 6.291 personas sobre una población total de 12.824. Es decir, un 49%. Esta cifra da una idea de su realidad socioeconómica, pero no habla de la cuestión en particular, porque en el centro de Servicios Sociales de la Malva-rosa trabajan como en las otras doce sedes de la red, es decir, sin un tratamiento especial para los problemas relacionados con la drogadicción.

«Lo que hacemos es sembrar»

La primera línea de asistencia corresponde a Sanitat. Los ayuntamiento son unidades de prevención de conductas adictivas. Tampoco trabajan de manera extraordinaria en la Malva-rosa desde el servicio de Adicciones de la Concejalía de Salud, tal como explica su jefe Francisco Bueno: “Lo que hacemos es sembrar. Acudimos a los colegios e institutos que lo reclaman y explicamos cuáles son las drogas de síntesis, los derivados anfetamínicos, qué es el CBD, contamos que el vapeo no es más sano que un cigarrillo porque tiene muchos metales pesados, etc”.

Durante el curso pasado la Concejalía de Salud realizó actividades de prevención en seis centros educativos de la Malva-rosa. En ellas se ofreció información veraz para que cada persona tome sus propias decisiones. Pero a medio camino entre la prevención en los institutos y el tratamiento en la UCA existe una zona gris donde el sistema falla. Donde todo recae en la voluntad individual. De las seis actividades mencionadas había una extraescolar denominada “Al Salir de Clase” que proponía alternativas de ocio para los jóvenes. Estaba diseñada para realizarse de octubre a mayo, pero el taller duró un mes y medio por falta de demanda de alumnos y familias.

La siembra no siempre da frutos. Influyen muchos factores. Desde la falta de oportunidades laborales hasta la romantización de las drogas, especialmente en una fase de consumo iniciático. El «con mi cuerpo hago lo que quiero». También la inacción política o la metástasis del problema. “La idiosincrasia de la Malva-rosa no se soluciona con un programa de prevención de las adicciones, por eso hay una comisión de seguimiento donde participa gente de Sanitat. Y luego tengamos algo en cuenta: sin trapicheo no hay compra, y sin compra no hay consumo”, señala Bueno en alusión a unas Casitas Rosas con las que no siempre se hace justicia: “Los alumnos de estos bloques con los que trabajamos son chavales sanos y están cansados de que se meta en el mismo saco a todo el barrio. Al final estos temas de drogas se limitan a segmentos muy concretos de población ”.

«Más presencia policial no resolverá el problema»

Los vecinos y vecinas de Malva-rosa salieron a la calle este jueves para protestar contra “el mercado de la droga” de Casitas Rosas y reclamar un plan integral que solucione la degradación del barrio. Fue la segunda protesta multitudinaria en dos años. La primera se organizó después de que el Síndic de Greuges emitiera una queja de oficio –en 2021– recomendando tanto a la Conselleria de Políticas Inclusivas como el Ayuntamiento de València la aprobación, financiación y “aplicación urgente del Plan Especial de la Malvarrosa, de forma que se asegure la actuación integral sobre la zona”.

El síndic Ángel Luna afeaba que en el contrato programa suscrito entre la Conselleria de Igualdad y el Ayuntamiento no se considerasen acciones concretas para el barrio de la Malva-rosa. «El aumento de profesionales que supone el contrato programa permite la creación de un nuevo centro social en el Cabanyal y la disminución de la ratio del personal por número de habitantes en el de la Malva-rosa”, señalaba Luna en un texto que calificaba al barrio de vulnerable “por su degradación de carácter urbanístico, falta de condiciones de higiene y salubridad para una convivencia comunitaria digna”.

Aquella queja sacó las vergüenzas a las instituciones implicadas en el problema y espoleó –y sigue espoleando– a la Asociación de Vecinos de la Malva-rosa para exigir un plan que incluya la demolición de algunos bloques junto a la regeneración de todo el entorno. “Solo con más presencia policial no se va a resolver el problema”, argumentan los vecinos, partidarios también del enfoque social: “Igual hay que tirar edificios abajo pero también hay que deshacer la situación de gheto social, garantizar el derecho a la vivienda y dar salida a las personas toxicómanas”, opina Pau Díaz, portavoz de la asociación. “Debería existir un trabajo social de campo en el que se fuese al encuentro de las personas necesitadas de atención inmediata y ofrecer canales de solución para sus problemas. En ese sentido queda muchísimo por hacer”, añade Agustín Abarca, de la misma asociación.

Claudio Moreno
Publicado en Levante.emv

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