de modo que parece que nos cuesta aún más el retorno. El sabor agrio de la violencia y el terror ejercido por unos asesinos, y el dolor inmenso de las víctimas y sus familiares, marca inevitablemente nuestra convivencia.
Pero hay que estar alertas y reflexionar en el porqué de estas atrocidades y en cómo prevenirlas y evitarlas. Y para ello se precisa de todas las estructuras del Estado implicadas en ello. Y pensar que en esta ocasión ha sido nuestro país, pero que a diario esto se produce en muchos lugares del planeta, con mucho mayor número de víctimas y nadie se hace eco de ello. Que el odio no prolifere en nuestra sociedad, a resultas de la mala intención de algunos que pretenden el enfrentamiento total en base a la religión y culturas distintas.
Pero a pesar de todo ello, nos negamos a sucumbir ante este panorama sombrío y pensamos que trabajando, dialogando y desde el respeto, pero con mano dura con los asesinos, habrá esperanza para un mundo mejor.