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La clave para vivir una vida larga y feliz no está ni en el amor ni en el dinero: está en un hábito que debes practicar a diario

¿Cuál es la clave para vivir una vida larga y feliz? Seguro que muchos responderán hablando de amor y de dinero. Pero no, no tienen nada que ver con eso. Desde 1938, el Estudio de Harvard sobre el Desarrollo Adulto investiga qué hace que las personas sean felices y se sientan plenas emocionalmente.

Tras empezar con 724 participantes -chicos de familias desfavorecidas y con problemas de Boston, y estudiantes universitarios de Harvard-, el estudio incorporó a los cónyuges de los hombres originales y, más recientemente, a más de 1.300 descendientes del grupo inicial. Los investigadores entrevistan periódicamente a los participantes, les piden que rellenen cuestionarios y recogen información sobre su salud física.

Durante años, los investigadores han podido ver cómo los participantes entraban y salían de relaciones, encontraban el éxito y el fracaso en sus trabajos, se convertían en madres y padres. Es el estudio longitudinal en profundidad más largo que se ha hecho sobre la vida humana, y ha llevado a una conclusión sencilla y profunda: las buenas relaciones conducen a la salud y la felicidad. El truco está en que esas relaciones deben alimentarse.

¿La clave para vivir una vida larga y feliz? Tener amigos

No siempre damos prioridad a nuestras relaciones. Las personas cada vez pasamos más tiempo practicando actividades solitarias como ver la televisión, escuchar la radio o pasando el rato en Internet.

Intenta calcular cuánto tiempo pasas con un buen amigo o familiar. No tenemos por qué pasar todas las horas con nuestros amigos, y algunas relaciones funcionan porque se ejercen con moderación. Pero casi todos tenemos personas en nuestras vidas a las que nos gustaría ver más. ¿Estás pasando tiempo con las personas que más te importan? ¿Hay alguna relación en tu vida que os beneficiaría a ambos si pudierais pasar más tiempo juntos? Muchas de estas personas son recursos sin explotar, esperando a que les demos un uso. Y enriquecer estas relaciones puede, a su vez, nutrir nuestra mente y nuestro cuerpo.

No hace falta examinar descubrimientos científicos para reconocer que las relaciones nos afectan físicamente. Todo lo que tienes que hacer es notar la energía que sientes cuando crees que alguien te ha entendido de verdad durante una buena conversación, o la tensión y angustia que sientes después de una discusión, o lo poco que duermes durante un periodo en el que te estás enamorando.

En este sentido, tener unas relaciones sanas y satisfactorias es un tipo de forma física -la forma física social- y, al igual que la forma física, hay que trabajar para mantenerla. A diferencia de subirse a la báscula, mirarse rápidamente en el espejo o medir la tensión arterial y el colesterol, evaluar nuestra forma física social requiere una autorreflexión un poco más sostenida.

Requiere dar un paso atrás en el ajetreo de la vida moderna, hacer balance de nuestras relaciones y ser honestos con nosotros mismos sobre a qué dedicamos nuestro tiempo y si estamos cuidando las conexiones que nos ayudan a prosperar. Encontrar tiempo para este tipo de reflexión o meditación puede ser difícil y, a veces, incómodo. Pero puede reportar enormes beneficios.

Muchos de nuestros participantes en el Estudio de Harvard han dicho que rellenar cuestionarios cada dos años y ser entrevistados con regularidad les ha dado una grata perspectiva de su vida y sus relaciones. Les pedimos que piensen realmente en sí mismos y en las personas a las que quieren, y ese proceso de autorreflexión ayuda a algunos de ellos.

Es una práctica que puede ayudar a cualquiera. Mirarse al espejo y pensar honestamente en qué punto se encuentra uno es un primer paso para intentar vivir una buena vida. Darse cuenta de dónde se está puede ayudar a poner de relieve dónde le gustaría estar. Es comprensible tener ciertas reservas ante este tipo de autorreflexión.

La falta de amigos es algo malo para la salud

Otra buena razón para buscar tener amigos es que la falta de amistades tiene un efecto pernicioso sobre la salud. La soledad tiene efectos físicos en el cuerpo. Puede volver a las personas más sensibles al dolor, suprimir su sistema inmunitario, disminuir la función cerebral y alterar el sueño, lo que a su vez puede hacer que una persona ya de por sí sola esté aún más cansada e irritable.

La investigación ha descubierto que, para los adultos mayores, la soledad es mucho más peligrosa que la obesidad. La soledad continua aumenta las probabilidades de muerte de una persona en un 26% en un año determinado. Un estudio realizado en el Reino Unido, el Environmental Risk (E-Risk) Longitudinal Twin Study (Estudio Longitudinal de Gemelos sobre el Riesgo Medioambiental (E-Risk)), reveló las conexiones entre la soledad y una peor salud y autocuidado en adultos jóvenes.

Este estudio en curso incluye a más de 2.200 personas nacidas en Inglaterra y Gales en 1994 y 1995. A los 18 años, los investigadores les preguntaron si se sentían solos. Los que se sentían más solos tenían más probabilidades de sufrir problemas de salud mental, adoptar comportamientos peligrosos para la salud física y afrontar el estrés de forma negativa. Si a esto añadimos que la soledad está inundando las sociedades modernas, tenemos un grave problema. Las últimas estadísticas deberían llamarnos la atención.

Néstor Parrondo
Publicado en Revistagq

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