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La globalización ¿Comporta beneficios para las mujeres?

La globalización es un proceso que conlleva interdependencia económica entre países, desregulación de los mercados, liberalización del gasto público y aumento de las transacciones transfronterizas. Todo ello es posible gracias a las nuevas tecnologías de la información que permiten que el sistema actúe a escala planetaria y en tiempo real (Manuel Castell). El flujo de capitales y de personas a nivel global no beneficia por igual ni a los países ni a las personas. Las trasformaciones sociales y económicas que conlleva la globalización tienen importante consecuencias para la vida de las mujeres.

En cualquier parte del mundo las oportunidades de las mujeres son peores que las de los  hombres. La división sexual del trabajo propicia que los hombres se ocupen del trabajo productivo dejando a las mujeres el reproductivo. Esta dicotomía ha condicionado la vida de las mujeres al relegarlas al espacio doméstico y de cuidados; el espacio público, el espacio de poder, es un privilegio masculino. El patriarcado, como sistema social que oprime a las mujeres sigue siendo una realidad, por ello aunque en algunos países las mujeres hayan alcanzado cuotas de poder y las desigualdades sean menores, los hombres son los que toman las decisiones políticas y económicas.

La globalización, al abrir las fronteras y los mercados, podría haber posibilitado la igualdad de género, pero los informes internacionales nos dicen lo contrario. Como consecuencia de la globalización económica las empresas transnacionales han trasladado su producción a países menos desarrollados, donde la mano de obra es más barata. En muchos casos son las mujeres quienes desarrollan una actividad poco cualificada y mal remunerada. Disponer de empleo, en principio, puede servir para emancipar y empoderar a las mujeres, pero al ser un trabajo precario y seguir al tiempo ocupándose del trabajo de cuidados, hace que la vida de las mujeres no sólo no hay mejorado con la globalización, sino que en muchos casos el «desarrollo» supone para ellas esfuerzos añadidos y peores condiciones de vida.

Según el informe UNA ECONOMÍA PARA EL 99%, de OXFAM Internacional, tan sólo 8 personas (8 hombres en realidad) poseen ya la misma riqueza que 3.600 millones de personas, la mitad más pobre de la humanidad. El desarrollo sostenible ya no será posible sin tener en cuenta a las mujeres migrantes, a las desplazadas, a las trabajadoras domésticas, a las víctimas de trata y prostitución.

Saskia Sassen señala que la globalización produce unas dinámicas en las que las mujeres desempeñan un rol fundamental, pero la literatura económica se olvida de este hecho y actúa como si esta nueva realidad económica fuera neutral al género, cuando la realidad es que las mujeres salen muy perjudicadas en este proceso. La producción de una alimentación de subsistencia, el trabajo informal y la prostitución son actividades que han adquirido gran importancia para la supervivencia de las mujeres.

El capitalismo neoliberal, que se ha impuesto en el proceso de globalización, está consolidando un modelo de sociedad que sólo se preocupa de maximizar los beneficios económicos y se olvida de las ventajas que podría tener para los países en proceso de desarrollo el intercambio cultural, así como posibilitar que un elevado número de personas se beneficien de la nuevas tecnologías. Lo que en realidad está sucediendo es que el neoliberalismo está potenciando que las organizaciones criminales puedan realizar sus operaciones con más facilidad a escala transnacional, aprovechándose de la globalización económica y de las nuevas tecnologías de comunicación y transporte, Castell (1998).

En este sentido Rosa Cobo Bedía analiza cómo a medida que crece el capitalismo neoliberal, aumenta la prostitución, que a partir de los años ochenta es parte integral del nuevo capitalismo. Señala que la globalización económica se convierte en una intersección entre el norte y el sur, pues el sur aporta mujeres para el consumo sexual de los varones del norte. La prostitución es un mercado esencial para la economía capitalista, para la economía criminal y para los estados, que se lucran de la explotación de las mujeres. La industria del sexo y el tráfico de mujeres son una efecto no previsto de la globalización, pero al tiempo son la consecuencia de mercados sin control, de élites económicas voraces y de estados que necesitan  reengancharse a la economía global. 

Sassen analiza cómo los países en desarrollo vieron que el comercio del sexo podía convertirse en una estrategia de desarrollo, por lo que cuando la producción local y los cultivos no sirven para generar ingresos, en muchos casos el sector del espectáculo es el medio elegido como estrategia de desarrollo. Apunta también que el hecho de que el crimen organizado se haya introducido en el comercio del sexo, la creación de redes étnicas transfronterizas y la transnacionalización sugieren que la industria del sexo seguirá creciendo a nivel global.

Para ONU Mujeres la eliminación de la violencia de género es una prioridad, ya que constituye una de las violaciones de los derechos humanos más generalizadas en el mundo actual. Son muchos los países que no tienen legislación sobre violencia de género o abuso sexual. El riesgo de sufrir violencia machista es una realidad para las niñas en muchos países. Ya sea por el riesgo de sufrir mutilación genital, por matrimonios con hombres adultos siendo aún muy pequeñas o por ser vendidas como esclavas sexuales. En muchas sociedades las niñas tienen limitado el acceso a la educación.

La igualdad y el empoderamiento de las mujeres es uno de los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible que recoge la Agenda 2030, ya que se considera que el desarrollo sólo será sostenible si beneficia por igual a mujeres y a hombres.

Desarrollo Sostenible según el Informe Brundtland es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. Impulsar el Desarrollo Sostenible se ve cada vez como imprescindible si queremos parar la destrucción medioambiental hacia la que caminamos. El deterioro del planeta lleva aparejada la vulnerabilidad social de un número cada vez más elevado de personas, de las cuales muchas son mujeres. El índice de desigualdad es cada vez mayor tanto entre contenientes y países como entre personas dentro de cada país.

Finalizamos parafraseando a Flora Tristán (escritora y pensadora feminista francesa de ascendencia peruana), mientras no se tenga en cuenta a las mujeres en el proceso de globalización, mientras mujeres y hombres no tengan las mismas oportunidades, el desarrollo no será posible.

Ángeles Brinon
Artículo publicado en Ágora

 

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