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La indefinición de los “nuevos partidos”

No ha transcurrido tanto tiempo (aunque a veces parezcan décadas) desde que el bipartidismo se fracturó en España, y aparecieron dos nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos, que parecían congraciarse con la ciudadanía, ofrecer aire fresco, otra forma de hacer política, y evitar las clásicas (y a veces viejas) confrontaciones entre derecha e izquierda. Parecía que ambos partidos y sus correspondientes líderes. Albert Rivera y Pablo Iglesias, llegaban a la política española, no solo a quedarse, sino a sustituir a las viejas maquinarias electorales del PP y del PSOE.

Ambos se presentaron como la modernidad democrática, como la transversalidad, como la superación de la confrontación política, como jóvenes sobradamente preparados, como la solución para España. Y no parecía que ninguno de los dos estuviera revestido de humildad.

Para los politólogos será mucho más interesante analizar los éxitos y fracasos de estos dos nuevos partidos que las contiendas electorales del PP y del PSOE, que, aunque han sido también realmente sorprendentes desde que se inició el nuevo siglo, parece que sus tiempos fluctúan de forma diferente, a un ritmo más pausado, que las dos nuevas formaciones.

Ciudadanos surgió de una plataforma cívica antinacionalista, formada por profesionales de diversos campos y, fundamentalmente, por profesores universitarios. Se constituyeron como partido en 2006 (tan solo hace 13 años), y se definieron de centro, incluso socialdemócratas moderados. Sobre todo, pretendían ocupar un espacio transversal y moderno, para todas aquellas personas que quisieran progresar, pero no definirse entre las “viejas” Derecha e Izquierda.

Querían ser tan “coherentes” y “transparentes” que su líder, Albert Rivera, apareció en los carteles electorales completamente desnudo. ¿Lo repetiría hoy? ¿volvería Albert Rivera a posar desnudo para demostrar su coherencia política?

Hoy, aparecen muy alejados del centro político, y ya no tienen empacho en definirse como “centro-derecha”, y situar al PP como su socio principal. A ese partido que ellos venían a regenerar, escandalizados de los casos de corrupción. Los rumores apuntaron siempre a que el empresariado “sensato y preocupado por el bienestar económico del país” impulsaba a este nuevo partido como alternativa a la degradación del PP.

Tan solo 13 años después, en los momentos más bajos del PP, cuando la caída electoral ha sido estrepitosa, cuando su líder se encuentra cuestionado dentro y fuera del partido, y cuando surgen rupturas en el seno del PP, Ciudadanos no ha conseguido situarse como una fuerza alternativa. Sube poco a poco, lentamente, como un eterno segundón. Incapaz de gobernar por sí mismo, convirtiéndose en la muleta del PP.

El problema ahora es que Ciudadanos no solo debe apuntalar al PP en la conquista de gobiernos autonómicos y municipales, en el momento que ha tenido los peores resultados de su historia, sino que debe hacerlo de la mano de la ultraderecha Vox, quien ya empieza a poner condiciones.

Un grave dilema para Ciudadanos quien se juega también su prestigio en Europa. ¿Se puede pactar con Vox y gobernar junto a ellos al mismo tiempo que el liberal Macron negocia en Europa con la principal fuerza de la socialdemocracia europea que hoy la presenta Pedro Sánchez y el socialismo español?

Durante estas dos últimas campañas, los movimientos de Ciudadanos, y especialmente de Albert Rivera, han resultado desconcertantes: solamente ha hablado de Cataluña e independentistas fuera donde fuera y daba igual qué elecciones; en un estado de permanente enajenación, ha situado a su principal líder catalana, Inés Arrimadas, en el congreso de España, imaginando que ocuparía un buen ministerio, y dilapidando lo conseguido como principal fuerza política en Cataluña frente al independentismo; ha establecido líneas rojas con el PSOE, algunas incomprensibles, otras absurdas, y que ahora deberá revisar.

Si Rivera no medita bien sus siguientes pasos en estas negociaciones, puede quedarse como la muleta eterna del PP, quien recuperará espacio electoral. ¿O acaso les va bien en Andalucía? No han podido rentabilizar su posición en el gobierno autonómico.

La paradoja para Ciudadanos es que solo podrá recuperar su espacio y su perfil de centro moderado alejándose del PP y no echándose en sus brazos.

El Movimiento 15-M, también llamado “de los indignados”, fue un movimiento ciudadano formado a raíz de la manifestación del 15 de mayo de 2011. Un movimiento impresionante que emocionó a la ciudadanía por su espontaneidad y porque suponía un sincero ejercicio de crítica e indignación por parte de la gente que obligaba a los políticos a sacudirse el conformismo y la burocracia (entre otras cosas).

Supuso un despertar social.

De allí surgieron nuevas formaciones políticas, entre ellas, y con mayor éxito, Podemos, que se creó en enero del 2014, se legalizó en marzo, y se presentó, cuatro meses después, a las elecciones europeas obteniendo cinco eurodiputados y siendo el cuarto grupo más votado. Todo un éxito.

Tan solo han pasado cinco años. Solo cinco años. La primera infancia.

Y en este brevísimo espacio de tiempo, Podemos ha tocado el cielo, aunque no consiguió asaltarlo.

En los primeros veinte días de su creación, reunió a más de 100 000 miembros, convirtiéndose en el tercer partido en número de afiliados,​ y en octubre alcanzaba el segundo lugar, con más de 200 000. También llegó a aparecer como el primer partido del país en intención directa de voto, según las encuestas.

En las elecciones generales celebradas el 20 de diciembre de 2015, las listas presentadas por Podemos para el Congreso de los Diputados, en solitario o en coalición con otras formaciones políticas, obtuvieron el 20,68 % de los votos y 69 diputados en el conjunto del Estado.

En tan solo cinco años, Podemos creyó que podría gobernar nada más llegar. Y la ambición y prepotencia de su líder, Pablo Iglesias, le llevó a cometer graves errores de estrategia. En primer lugar, pensó que podría realizar un sorpasso al PSOE, y prefirió repetir elecciones donde perdió un millón de votos. A partir de ahí, comenzaron las disputas internas, la ruptura, las declaraciones bravatas de su líder, la huida (o expulsión de sus creadores principales).

En tan solo cinco años, Podemos pasó de ser una opción al PSOE, de ser el partido de la ilusión, de ser la llave en muchos gobiernos autonómicos y municipales, de gritar el “Sí se puede”, a vivir el mayor descalabro electoral imaginable, quedándose fuera de numerosos ayuntamientos y autonomías, y de ser una fuerza política minoritaria, ubicada en la extrema izquierda, y que ha sido superada electoralmente en muchos municipios por Vox.

Solo cinco años han representado el ascenso y caída de una formación política.

Hoy, se ve a un líder desnortado, un partido desorientado, una militancia agotada, y con más gente fuera de la formación que dentro para apuntalarla. Sin ganas de renovación, sin saber cómo hacerla, sin querer asumir responsabilidades, Pablo Iglesias aspira al gobierno de España, a algún ministerio, con el que seguir teniendo presencia pública y cierta influencia, y desde el que recomponer su formación. Aquel que vino a remover cimientos, aspira hoy a ser parte de la “caspa” política para conseguir una salvación.

Podemos no ha tenido tiempo ni de envejecer. Directamente ha liquidado todo su capital político.

Su gran paradoja reside en la necesidad de refundarse. Ni su líder ni sus siglas ofrecen ninguna confianza.

Después del resultado electoral, ni Ciudadanos ni Podemos pueden seguir actuando de la misma forma si quieren seguir siendo relevantes en el panorama nacional. Uno, porque a la sombra del PP y de Vox, envejecerá antes de tiempo y quedará como una “sombra en pena”, con cara avinagrada y gritando contra el independentismo, mientras otros procuran solucionar problemas y gobernar en España. El otro, porque ya no representa una opción política creíble a la izquierda del PSOE, porque no solo de regañinas y broncas se alimentan los electores, porque ya no son la pureza y la inocencia, porque ni siquiera han llegado a viejos, y solo una profunda refundación (de organización, liderazgos, y estrategias) podrá salvarlos.

A veces en las salvaciones está el sacrificio.

Ana Noguera

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