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La València del siglo XXI y el París de los años 20

No es exagerado decir que en València se está produciendo tal vez, como señala Toni Mollà , la mejor narrativa, en valenciano/catalán y castellano

No existe constancia documentada de que Vicente Blasco Ibáñez Ernest Hemingway llegaran a establecer contacto personal; seguramente había demasiada distancia generacional, y literaria, entre ellos. Pero sí visitaron ambos, en fechas similares, una geografía cuya creatividad y libertad, en los años 20 del pasado siglo, tras la Gran Guerra, atrajo a los mejores escritores, artistas e intelectuales de todo el mundo: París. El nobel estadounidense, con poco más de 20 años, se refugió en la capital gala junto a su esposa Hadley Richardson con la determinación de dejar el periodismo y convertirse en un gran novelista. Con tal objetivo contó con el apoyo de figuras que como Gertrude Stein, Scott Fitzgerald, James Joyce o Ezra Pound le ayudaron a pulir una prosa que le acabaría llevando al éxito mundial con novelas como Por quién doblan las campanas , Adiós a las armas, El viejo y el mar así como sus deliciosos cuentos. Sus memorias de este tiempo, resumidas en su París era una fiesta (texto en el que acaba desmitificando a aquellos que le arroparon) son, tal vez, la mejor crónica de un periodo feliz que finalizaría con la crisis económica de 1929 y con el estallido de la II Guerra Mundial.

Vicente Blasco Ibáñez conoce ese París en su época madura, y cuando ya es un autor de éxito mundial; cuando era lo que Josep Plà definió como “un hombre lleno de gloria”. En 1919 su novela Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis (1916) ha sido la más vendida en los EE.UU., y en 1921 es llevada al cine con Rodolfo Valentino de protagonista. Nunca más un creador valenciano ha alcanzado tanta proyección internacional en el terreno de las letras. El novelista valenciano visita París e intenta volver a su querida València, donde es recibido por una masa entusiasmada que adoraba a “Don Vicent”. Todo se truncó con la Dictadura de Primo de Rivera, que le obligó a volver a Francia, esta vez a su villa de Mentón. Pero es en París, en esos años, donde publica una serie de panfletos contra el dictador: Una nación secuestrada (El terror militarista en España), Lo que será la República española (Al país y al ejército) y Por España y contra el rey (Alfonso XIII desenmascarado).

Ernest Hemingway

Ernest Hemingway

Ahora que hemos comenzado los años 20 de un nuevo siglo, son muchos los ejercicios comparativos que se intentan establecer; incluso algunos con malos augurios, recordando que en el pasado siglo ese fue un periodo de entre guerras que acabó modificando la geopolítica mundial tras masacrar a decenas de millones de personas. Ocurrió algo semejante cuando se consolidó el cambio de milenio, con profusión de hipótesis sobre posibles desastres, algunos adelantados en los años 80 por películas apocalípticas. El París actual tampoco es la ciudad que atrae la creatividad artística mundial que ha encontrado en destinos como Berlín, San Francisco o Amsterdam, como ejemplos, espacios donde innovar en todos los ámbitos de la Cultura. En un mundo globalizado los centros de generación de tendencias, en todos los ámbitos, también se han multiplicado; una diversidad que también tiene sus ventajas.

En el terreno literario, vale la pena detenerse en ese inicio de los años 20 en España. No es exagerado decir que tal vez, como señala Toni Mollà, en València se está produciendo la mejor narrativa, en castellano y valenciano/catalán. De estar produciéndose el mismo fenómeno en Madrid o Barcelona, los suplementos y espacios culturales de los medios de comunicación de ámbito estatal estarían prestando una cuidada atención. En nuestro ámbito lingüístico, por ejemplo, autores como Manuel Baixauli, Joan Benesiu o Martí Domínguez confirman la calidad de una narrativa en la que siguen presentando títulos autores como Xavi Aliaga, Ferran Torrent u otros nuevos y con interesantes obras como Guillermo Colomer. Seguro que me olvido de muchos, pero referenciar a estos resulta obligado. En castellano, en poco tiempo también han emergido con fuerza escritores de éxito en crítica y público como Matilde Asensi, Santiago Posteguillo o Elísabet Benavent.

Existen muchos factores culturales, sociales y económicos, en València y en el resto de España (especialmente en Catalunya), que podrían estar influyendo para que esta ciudad haya entrado en los años 20 con unas condiciones óptimas para convertirse en una referente de la creatividad, no sólo en la narrativa. No se trata, como aventuran algunos, de hablar de otro Siglo XV valenciano; pero sí de observar que en València basta darse una vuelta por algunos barrios para confirmar que, sin ser el París del pasado siglo, en la capital del Turia la vida cultural bulle como no se había conocido en décadas, en la mayoría de los casos gracias a la iniciativa privada. Es tanta la vida creativa que hay fines de semana en los que es imposible abarcarlo todo; exposiciones, teatro, conciertos, debates, etcétera. Otra cosa, no nos engañemos, es el consumo de la narrativa en valenciano, que es preocupante, pero esa es otra historia (sin olvidar las dificultades que tienen los autores valencianos para entrar en el mercado catalán). València amenaza con destacar mucho en esta década, y esta vez por algo que será un lujo disfrutar.

Salvador Enguix
Artículo publicado en La Vanguardia

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