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Mª José Navarro Vercher: «25 Años por la participación, un cuarto de siglo por la justicia social»

Hugo Zárate fue un luchador incansable, que militó en el movimiento vecinal, comprometido con su tiempo, con su entorno, con las personas… Sus últimas palabras, escritas en junio de 1994, hablan de solidaridad, convivencia, respeto, hablan de compromiso por su barrio, del bien común y de calidad de vida; y también menciona las dificultades por las que han de pasar los movimientos vecinales ante el egoísmo insolidario, la falta de respeto hacia las demás personas, la difamación, la mentira, la propagación de bulos… Tanto tiempo ha pasado y, sin embargo, tan actual.

El movimiento vecinal tiene una trayectoria de más de 50 años, y sus comienzos fueron duros, aún en los últimos años de la dictadura franquista, en los que tuvieron que constituirse como Asociaciones de Cabezas de Familia, para comenzar a trabajar por y para sus barrios, siempre exigiendo las mejoras necesarias y luchando por esas libertades, que poco a poco fueron llegando a nuestro país.

Los primeros pasos fueron de contestación social y política, y las asociaciones de vecinos, con su estructura asamblearia, fueron verdaderas “escuelas de democracia” donde los ciudadanos y ciudadanas pudieron aprender el sentido de la participación democrática. Después, tuvieron que trabajar duro para darles a los barrios unas mejores condiciones de habitabilidad y con las infraestructuras necesarias, tanto en el terreno educativo como sanitario, que dieran cobertura a las personas que en ellos vivían.

Con la llegada de la democracia hubo que adaptarse a la nueva situación política, y en los años 80, las asociaciones vecinales vieron sus fuerzas debilitadas, pues en muchos casos, sus dirigentes acabaron formando parte de las instituciones democráticas, aunque esto no acabó con ellas, sino que las hizo reinventarse y explorar nuevas formas de participación en los barrios. En la década de los 90 con la incorporación de la población inmigrante, sobre todo en los barrios más desfavorecidos, y con el incremento de la exclusión social en jóvenes y mujeres, encontraron nuevos cauces de actuación, aunque sin perder su espíritu reivindicativo.

Es en 1976 cuando Hugo Zárate llega a España con 30 años, proveniente de su Argentina natal, en plena Transición, con los movimientos sociales en ebullición y tras la experiencia de su propio proceso migratorio, se incorpora en cuerpo y alma a la Asociación de Vecinos de la Malvarrosa, convencido que, desde estos espacios de participación, se debe trabajar por la dignificación de los barrios. Poco después también formó parte de la Federación de Asociaciones Vecinales de la Comunidad Valenciana, de la que fue su presidente hasta su último momento.

Me une con Hugo Zárate (a quien no tuve la suerte de conocer) el compromiso con los movimientos ciudadanos, en la búsqueda de ese bien común que parece, en este nuevo siglo, en esta nueva realidad, algo casi utópico e inalcanzable.

Después de 25 años de la creación de la Fundación y 26 del fallecimiento de Hugo Zárate, los barrios, pueblos y ciudades, con muchas de las reivindicaciones pasadas superadas (ya tenemos centros de salud, colegios, aceras, calles asfaltadas y el saneamiento en todas ellas…), siguen necesitando del movimiento vecinal, para continuar demandando mejoras en los servicios, la adecuación de los mismos a las nuevas realidades y a las nuevas necesidades que van surgiendo en esta sociedad cambiante, denunciando los intentos de privatizaciones y recortes en las prestaciones, que solo pretenden enriquecer a algunos y debilitar la imagen de dichos servicios públicos y, desde luego, reclamando la calidad y transparencia que nuestras instituciones deben ofrecer a la ciudadanía.

No hay que irse demasiado lejos para ilustrar mis palabras. Tanto en nuestra ciudad, como en nuestra comunidad autónoma, hemos sufrido demasiado por los abusos y tropelías cometidas por quienes nos han gobernado, aplicando solo criterios económicos y no precisamente por el bien común. Y la ciudadanía ha tenido que salir a la calle a reivindicar políticas de sostenibilidad, políticas ambientales, políticas sociales, además de exigir rigor en los criterios de transparencia y buena gobernanza.

Vivimos en un momento crítico de nuestra historia, con una pandemia que azota el mundo y que nos ha enseñado de la importancia de los servicios esenciales, y también de la fragilidad de la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales, debido a esos constantes recortes a los que se les ha sometido durante demasiado tiempo, y aún así los y las profesionales de los cuidados, se siguen enfrentando a esta situación sin descanso, aunque ahora, con el reconocimiento social que merecen.

Y es ahora cuando el movimiento vecinal debe seguir estando, para evitar que se vuelvan a producir recortes en los servicios públicos, privatizaciones absurdas, o que las limitaciones (provisionales) en las libertades individuales, en nombre de la sanidad, acaben convertidas en norma, y también para darles voz a aquellas personas que no la tienen, para visibilizar a los invisibles, “los nadie” que diría Galeano, pues esta crisis, una vez más, va a afectar (está afectando) a las personas con mayor vulnerabilidad, y en nuestro país, lamentablemente, la pobreza va a ir en aumento en los próximos meses.

Necesitamos que en cada asociación vecinal se multipliquen los Hugo Zárate para bregar con lo que está por venir. Es preciso que en la ciudadanía se extienda el sentir y los valores que le movían, para trabajar de manera coordinada, colaborativa, cooperativa, codo con codo, por ese bien común… Y, desde la Fundación que lleva su nombre, se trabajará para ello.

Gracias por ser. Gracias por estar.

Mª José Navarro Vercher
Expresidenta Asociación de Vecinos de Benimamet

 

 

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