BLOG | Artículos de Opinión

Un reflejo de la sociedad

Último pleno del parlamentario Aitor Esteban. No leerá este artículo, pero le envío mi reconocimiento y mi aprecio.

Desde diferentes posiciones políticas, mi profunda admiración por su elegante papel como diputado convencido y comprometido con la democracia.

No entiendo ni comparto el nacionalismo. No hay ningún rasgo, ni histórico ni cultural, con el que me sienta afín. Y lo digo desde la Comunitat Valenciana o País Valencià, como así lo consideran muchos nacionalistas de izquierdas. En mi tierra también tengo muchos compañeros y amigos con un hondo sentimiento nacionalista. Yo no lo siento. Pero respeto su compromiso y defensa democrática.

Desde mi militancia socialista hace ya 40 años, encuentro en su discurso y actitud los valores democráticos del diálogo, la palabra, el consenso, la búsqueda de intereses comunes.

Sus últimas palabras recogen dos mensajes imprescindibles para que no los olvidemos:

  • El parlamento es un reflejo de la sociedad. Ni más ni menos. No es cierto que los políticos sean algo aparte de los votantes que los eligen. La ciudadanía somos responsables de a quienes elegimos y los políticos utilizan el lenguaje o la acción que creen que gustará a su votante. Recuerdo con consternación el triunfo de Díaz Ayuso sobre Ángel Gabilondo: el simplismo frente a la racionalidad; la desvergüenza frente al conocimiento; el populismo frente a la seriedad; el insulto e improperio frente al discurso democrático. Y en el parlamento hay “buena gente” y “mala gente”, como ocurre en la sociedad en la que vivimos. Exactamente igual que nosotros mismos: ciudadanos comprometidos y preocupados o aquellos dispuestos a llevar el egoísmo a su máxima expresión.
  • El segundo mensaje ha sido para los jóvenes. Acertado mensaje para una juventud cada vez más alejada de la política, que piensa que los partidos políticos estorban y que la sociedad puede funcionar sin las estructuras sociales. El otro día leí una entrevista al periodista Iñaki Gabilondo quien decía, con pesar, que la juventud cree que “una dictadura es un sistema como el actual pero sin partidos políticos”. Nada más lejos de la realidad. Una dictadura es la represión, la falta de libertades, no amar a quien quieres, no decir lo que piensas, no ser como quien quiere ser.

A mis 60 años, soy la primera generación de la historia que no ha vivido una guerra ni las consecuencias de ella. No somos suficientemente conscientes de que la historia de la humanidad siempre ha sido violencia, horror, miseria, dolor, muerte. ¿Estamos dispuestos a echar por la borda los únicos 70 años de paz que ha vivido Europa?

Para terminar en una guerra se necesitan pasos previos. En primer lugar, ir desmontando las estructuras e instituciones democráticas desde dentro del sistema para generar desconfianza ciudadana, es la mayor deslealtad que se puede cometer contra el sistema. Posteriormente, ir minando los valores sociales, los que sustentan la convicción en la defensa de los derechos y del bienestar colectivos, defendiendo el bien común. Por último, cuando ya se ha conseguido que la desconfianza se instale entre la ciudadanía, las instituciones y sus representantes, cuando ya se ha perdido la convicción en la defensa del sistema democrático, solo queda expandir el odio, la polarización, la crispación, el insulto, la deshumanización del otro, …

La ciudadanía solo ve el griterío del parlamento, porque da titulares y porque muchos políticos viven tan solo de esos segundos de polarización y crispación. Si los medios de comunicación callaran las voces estridentes durante un mes, dando solamente espacio mediático a quienes hablan desde la cordialidad parlamentaria, los populistas alborotadores se quedarían sin micrófono y seguramente algo ayudaría a devolver la razón al debate parlamentario. Sin embargo, como bien ha dicho Aitor Esteban en su despedida, allí se hace mucho más trabajo que solamente gritar.

Desde la diferencia ideológica, desde la incomprensión nacionalista, pero desde la misma orilla democrática, ojalá fuera el diálogo y la búsqueda de consensos lo que recupere el parlamento que usted hoy abandona.

Ojalá en todos los grupos parlamentarios abundasen muchos como Aitor Esteban, el prestigio de la función social de la política y de las instituciones subiría muchos puntos.

Ana Noguera

¿Quieres dejarnos algún comentario?

Tu email no será publicado, únicamente tu nombre y comentario.