Una imprevisible bola de cristal
A causa del cambio climático, nos enfrentamos a corto plazo a una modificación profunda y necesaria de nuestros modos de vida, tanto a nivel individual como global.
Migraciones humanas
Aunque no nos informen de ello los medios de comunicación mayoritarios, hemos entrado ya en un proceso migratorio de centenares de millones de personas. Son, quizás, los primeros «refugiados ecológicos» del planeta. El mundo debería absorberlos sin recurrir a la violencia; lo contrario agravaría aún más sus terribles circunstancias.
Guerras por el agua y los alimentos
Su carencia provocará la huida de amplias poblaciones de zonas convertidas en desiertos a causa de la sequía y pueden acabar siendo motores potenciales de graves conflictos.
Su extensión alterará los tambaleantes equilibrios mundiales, con situaciones geopolíticas impensables hace unos años. Las crisis económicas serán otra de las consecuencias que agravará aún más la enorme brecha entre países pobres y ricos; sobre todo, porque los segundos no han hecho absolutamente nada por minimizar esa brecha.
Solo un cambio radical de paradigma socioeconómico podría frenar la situación.
Como consecuencia de esta profunda transformación en curso, han aparecido distintos movimientos.
El negacionismo
Sus seguidores niegan la realidad, se evaden, no quieren saber, ignoran… Su actitud les permite proteger instintivamente su psique de la angustia que genera un futuro muy amenazante.
La colapsología
En el extremo opuesto, nos encontramos con quienes hablan de «hundimiento» o «colapso». Son los «colapsólogos», término inventado por Pablo Servigne y Raphaël Stevens.
Dichos teóricos han estudiado y documentado el hundimiento global que supuestamente se avecina. Aunque creen que todavía es posible reducirlo si se hace algo; en caso contrario, consideran totalmente factible la eventualidad de dicho hundimiento.
El supervivencialismo
Los supervivencialistas anticipan una catástrofe total inminente. Sus acciones consisten en prepararse para dicha catástrofe. Para ello, recurren a técnicas basadas en huir del mundo urbano, sumergirse en plena naturaleza, eliminar el confort, compartir y ser solidarios.
Ahora bien, nada tienen que ver con los «supervivencialistas» ricos, personas henchidas de egoísmo que ya han empezado a prepararse armándose hasta los dientes, construyendo búnkeres, almacenando víveres, fabricando grandes navíos donde protegerse hasta que lo peor haya pasado, buscando islas desiertas en Oceanía o países alejados de cualquier costa como Nueva Zelanda. En el fondo, se trata de proyectos ideados por imbéciles que demuestran una enorme ignorancia medioambiental.
El esperancismo
Aunque conscientes sus seguidores de las grandes conmociones por venir y sabiendo que el mundo, el sistema productivista y los modos de vida actuales deberán modificarse por completo, conservan la esperanza de que las acciones presentes y futuras, a muy corto plazo, frenen los impactos.
Por ello, tratan de actuar en la medida de sus capacidades y posibilidades. Apuestan por la creciente concienciación de las personas y critican duramente la inmensa inercia de los gobiernos mundiales desde siempre, a causa de sus lazos político-financieros con los grandes lobbies, lo que los hace culpables de que continuemos inmersos en la ignorancia y la falsa ilusión.
¿Qué hacen mientras tanto los lobbies y los gobiernos mundiales?
Han decidido pasar por alto las recomendaciones del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) y de la ONU ante un terrible calentamiento del planeta de 2,7ºC, con todas las consecuencias que de ello se derivan.
Se niegan a cambiar el sistema de producción capitalista, lo cual implica la extinción de la humanidad de aquí a finales de siglo.
Las «curvas de Meadows»
En ellas quedaba reflejada la constatación de lo que nos venía si no actuamos a tiempo y continuábamos con nuestro insensato modelo actual.
Las «curvas de Meadows» simulaban matemáticamente The Limits to Growth, informe encargado al Instituto de Tecnología de Massachusetts por el Club de Roma, en el que se proponían fechas de picos y recesiones.
Se trataba de seis parámetros que contemplaban el almacenamiento de los recursos no renovables, la demografía, la alimentación por habitante, los servicios por habitante, la producción industrial por habitante y la contaminación global, y que dio pie a una docena de escenarios que tenían en cuenta la situación existente desde 1900 a 2100.
Escenario que contemplaban
Si la humanidad continuaba como hasta el momento en que se publicó, habría:
Un decrecimiento importante de la cantidad de recursos no renovables hasta 2030, en que empezaría a decrecer con menor fuerza.
Un aumento de la producción industrial por habitante a un ritmo sostenido hasta 2015, en que se hundiría, para alcanzar en 2100 el ritmo de la década de 1920.
Un crecimiento de la alimentación por habitante desde 1900 que se descolgaría a partir de 2020 y empezaría a descender hasta alcanzar en 2100 un nivel ligeramente inferior al de 1900.
Un pico de ascenso en los servicios por habitante —sector terciario comercial (transportes, servicios bancarios) y sector terciario no comercial (enseñanza, sanidad…)— hasta 2025, en que se desplomarían, para acabar en 2100 en un nivel algo inferior al de 1900.
Un aumento de la población mundial hasta 2030-2035, en que empezaría a caer más lentamente que otras curvas, para igualar en 2100 su nivel de 1975.
Un fuerte crecimiento de la contaminación global hasta 2030-2035, en que empezaría a caer, hasta alcanzar en 2100 el nivel de 2050.
Incidencia del cambio climático en el informe Meadows, pérdida de la biodiversidad y energías renovables
Los dos primeros parámetros son enormemente graves; el tercero, optimista, aunque hay que ir con mucho cuidado, pues no todas las energías renovables son positivas.
No obstante, la simulación del informe Meadows continúa siendo asombrosa e instructiva, y los datos reales mencionados no la contradicen.
¿Qué podemos hacer?
Si queremos restringir al máximo los masivos estragos que nos esperan —teniendo en cuenta que los gobiernos y los lobbies siguen sin hacer absolutamente nada de provecho—, deberíamos elegir gobernantes aptos y ponernos en marcha.
Pepa Úbeda