Urbanismo inclusivo: un antídoto contra la gentrificación voraz
El caso de Union Market, en Washington DC, demuestra que un barrio puede marcar tendencia y generar riqueza, sin que se disparen los precios.
Union Market era un centro de producción y distribución de alimentos en la década los treinta. Sus fachadas industriales se mantuvieron, y el distrito se ha puesto de moda y ha evolucionado a un barrio moderno, plagado de restaurantes, tiendas, galerías de arte y todo lo que crea tendencia en una ciudad. Hasta aquí, la historia de este distrito de Washington DC no se diferencia de la de tantas otras zonas de ciudades de todo el mundo que han vivido transformaciones similares. Pero este caso de urbanismo planificado tiene una historia de éxito detrás.
La diferencia con ejemplos cercanos, como el de Malasaña en Madrid o Gràcia en Barcelona, es que Union Market no pretende echar a sus moradores para convertir sus viviendas en pisos turísticos que renten el doble de dinero, al contrario: antes de llegar a esta situación profundamente segregacionista (el centro de Madrid solo permanece para los más pudientes, mientras que las clases medias se ven obligadas a moverse a la periferia), la empresa EDENS (una de los propietarias y desarrolladoras de bienes inmobiliarios en centros urbanos más importantes del país) tomó la iniciativa para que los inquilinos no tuvieran que desplazarse de sus hogares a otras zonas. Y no solo eso: el objetivo era convertir Union Market en un ecosistema económico, donde sus residentes pudieran trabajar y generar riqueza, al tiempo que reducían la brecha de desigualdad.
La clave, como cuentan desde la empresa, era no imaginar el proyecto como un conglomerado de edificios de ladrillo, sino como un centro lleno de oportunidades para todos. El primer paso de EDENS fue reunir a miembros de la comunidad, instituciones, urbanistas y responsables políticos para ayudar a crear un plan piloto a escala y una visión general del proyecto. De ahí surgieron los principios rectores que luego transformarían un antiguo centro de producción y distribución de alimentos en un distrito para la prosperidad inclusiva.
Era un reto ambicioso: había que crear puestos de trabajo en la zona, involucrar a la comunidad, impulsar la conexión con la ciudad, fomentar el espíritu emprendedor y, por supuesto, salvaguardar la identidad cultural e histórica de la zona. Y todo esto suponía posibilitar un desarrollo económicamente viable, con dos patas principales: un impacto positivo en la comunidad, y la consecución de los objetivos financieros de los inversores y socios de capital del proyecto.
El resultado es un espacio donde las empresas establecidas pueden crecer, aprovechando el aumento de visitantes de un barrio que se ha modernizado y puesto de moda. En el último años se han creado 20.000 nuevos trabajos entre sus residentes, y la zona dispone de viviendas atractivas para un amplio abanico de grupos socioeconómicos, y sin precios ni condiciones excluyentes. Este distrito se ha convertido en una referencia de innovación en sectores diversos como el alimentario, el tecnológico, la ingeniería, el comercio minorista, el cine, el arte y las comunicaciones. Todo esto gracias a un trabajo en comunidad con un mismo fin (crear un barrio próspero para sus residentes), en el que, por ejemplo, los promotores inmobiliarios mediaban entre los inquilinos y las empresas como una suerte de asesores laborales, para poner en contacto la mano de obra más cualificada con los contratadores de los diferentes puestos.
También se desarrollaron programas para incubar emprendedores y se apoyó con especial ahínco la iniciativa propia. La mayoría de las startups suelen pertenecer a sectores tecnológicos, pero muchos otros modelos de emprendimiento de otros sectores también tienen cabida para crecer y desarrollarse en Union Market. Así, el proyecto desarrolló el programa Launch Pad, que permite a los aspirantes a empresarios presentar nuevas ideas de restaurantes a un grupo de chefs e inversores de capital riesgo. Los ganadores tienen la oportunidad de lanzar su concepto en Union Market bajo la tutela de cocineros y restauradores de renombre.
Los resultados de esta manera de generar riqueza y empleo, asociada a la idea de comunidad y pertenencia, ya son medibles: de las 37 empresas de Union Market, más del 40% son propiedad de mujeres y el 32% pertenecen a personas de razas diferentes a la blanca. Por otro lado, 17 empresas que comenzaron en Union Market han abierto hasta tres locales más en Washington DC.
El espíritu inclusivo va más allá de igualar la brecha de clases: Union Market ha colaborado con la cercana Universidad de Gallaudet para Sordos para emplear activamente a miembros con discapacidad auditiva e incorporarlas a la sociedad. Y en los múltiples eventos culturales y artísticos que Union Market organiza de forma abierta para el público, siempre figuran intérpretes de lenguaje de signos.
Todo esto parece una utopía, pero es una realidad tangible que demuestra que el concepto de barrio se puede repensar. También en nuestro país. Y sería una forma de detener la sangrante diáspora de las clases medias residentes del centro de nuestras ciudades.
Luis Meyer
Artículo publicado en Ethic
junio 7th, 2018 at 8:45 pm
Pero en este país de mis amores, vamos hacia atrás. En valencia tenemos el caso de la Marina que nadie sabe qué hacer con ella. Un espacio precioso que ha pasado a propiedad municipal, con nuestro Mediterráneo y edificios antiguos de tamaño reducido que no tapan el paisaje y sólo se les ocurre una idea. Un hotel de treinta plantas que lo rompería todo, el skayline, la armonía con los edificios de alrededor etc.Una aberración en forma de pirulí.