Pedro Sánchez: «Aquí está el PSOE. Aquí está la izquierda»
Contra la mayoría de los dirigentes socialistas, contra casi todo el aparato, contra Suresnes, contra la mayoría de los medios de comunicación, contra el poder económico, contra Cebrián, contra Felipe, contra Zapatero… contra unas élites tan alejadas siempre de los ciudadanos, sus preocupaciones y sus intereses. Pedro Sánchez renace de sus cenizas y regresa al frente del PSOE con una victoria incuestionable y más poder del que nunca tuvo antes. Ha recuperado Ferraz a lomos de la indignación de tantos socialistas por la abstención ante el PP y la forma en la que se tumbó al primer secretario general elegido directamente por los militantes.
Susana Díaz, la candidata que prometía “un PSOE ganador”, ha sido incapaz de vencer en su propio partido. Solo se impone en su propia federación, Andalucía, y por los pelos en Aragón. Pierde en todas las demás y en muchas agrupaciones ha conseguido un resultado inferior incluso al número de avales que presentó con su nombre; un indicador bastante claro de hasta qué punto presionó en su nombre el aparato.
Hasta el recuento de los avales, cuando se vio venir lo que finalmente ha pasado, Susana pretendía ganar estas primarias sin despeinarse, sin competencia, sin molestarse siquiera en presentar un proyecto propio –solo Esperanza Aguirre había intentado antes ganar unas elecciones sin programa–. Solo presentó sus propuestas por escrito cuando la tozudez de los datos del recuento de avales, hace unas semanas, demostró que siempre es un error confiar en tu propia propaganda.
La imagen de Susana Díaz es pésima entre los votantes y simpatizantes del PSOE, según todas las encuestas. También salía peor que Pedro Sánchez en la valoración de todos los españoles, incluyendo a quienes no se plantean votar al PSOE. No era así entre las élites socialistas, donde nunca antes un candidato ha tenido apoyos tan unánimes, a pesar que muchos de ellos, en privado, admitían que la presidenta andaluza tenía los pies de barro. Ellos también han sido claramente derrotados y de la generosidad e inteligencia del nuevo secretario general dependerá que formen parte del futuro del PSOE o solo de su pasado.
Sánchez tiene en su mano el mandato más claro que ha tenido jamás un líder socialista desde que Zapatero perdió la presidencia. Ya había ganado antes unas primarias, con menos votos pero más margen frente a Eduardo Madina, pero en aquella ocasión Sánchez contaba con el apoyo mayoritario de un aparato que después consideró que la victoria era compartida y quiso tutelar cada uno de sus pasos. Nadie de los que le apoyaron en las primarias creía en él, empezando por la propia Susana Díaz, que solo le apoyó porque Eduardo Madina le parecía poco dócil.
Los partidarios de la candidata derrotada tienen herramientas para limitar ese poder. En el grupo parlamentario –donde los de Pedro son minoría–, en los gobiernos autonómicos, en las federaciones… En teoría, Sánchez tendrá que pactar también los nombres de la nueva Ejecutiva socialista, que debe ser respaldada por los delegados en el próximo Congreso. En la práctica, el resultado le deja las manos casi libres.
A partir de hoy, Pedro Sánchez tiene una nueva oportunidad de la que, en esta ocasión, será plenamente responsable. Dentro de su equipo le aconsejarán dos cosas contradictorias: uno, que sea generoso e integre a los derrotados; otros, que aproveche esta victoria para regenerar el partido. Probablemente mezcle un poco de ambas recetas. De su éxito o fracaso dependerá en gran medida la posibilidad de un país donde el Partido Popular no siga para siempre en La Moncloa.
Artículo publicado ElDiario.es