300 días en las vías
Pero volvamos a los 300 días. 300 días celebrados a lo grande, con cena ‘de traje’, ‘sangría muy floja’ y discursos de Joaquín contreras y Loli García, que tras 30 años luchando por el soterramiento se han convertido en figuras míticas del movimiento vecinal de Murcia y fuera de sus fronteras, porque la experiencia de esta Galia murciana sita en un rincón del sur de nuestro país ya vuela por las redes más allá de los barrios y de la región. Por ello digo que los 300 días se celebraron a lo grande, tan a lo grande que fuimos ‘trending topic’, o como se diga en murciano, que me consta que no es fácil que nos entiendan cuando pronunciamos esas palabras en otros lugares. El inglés con acento murciano es lo que tiene.
El alcance de las noticias sobre el conflicto de las vías es cada vez mayor, pese a que esta tierra apenas tiene quien le escriba o tertulie en las alturas mediáticas. Nos consta que ha habido noticias, imágenes y vídeos que han volado hasta alcanzar de una forma u otra millones de visualizaciones. Todo eso en un tiempo en que sólo se hablaba de Cataluña, lo que aquí pasaba no importaba a ningún medio nacional, siendo como era y es un conflicto con dimensión estatal entre un gobierno y una región, con un ministro de Fomento que vino el pasado mes de septiembre a exigir el desalojo de las vías y que en vez de aplacar el conflicto lo reavivó hasta llegar a donde estamos. El señor de la Serna quiso entrar como un general romano a tierra conquistada, pero las aldeas se levantaron e hicieron sonar un tam-tam, un run-run que movió a la solidaridad de las vecinas y vecinos de los pueblos y barrios del alrededor. Ya no eran sólo unos abuelos y abuelas de los barrios del sur de Murcia.
Fue precisamente esa fraternidad y dignidad vecinal lo que convirtió el conflicto de las vías en un problema de dimensión regional. Por allí pasaron gentes de todos los pueblos de la región y familias de tres generaciones que veían con estupor como se les quería excluir de la ciudad por un muro, por un maldito muro que implicaba la precarización de sus barrios, condenados a convertirse en guetos.
Si ese general de Roma, en este caso de Madrid, no hubiera venido así, «tan chulo y amenazante», tal vez no hubiera pasado todo lo que paso después. Y en ese después está el día de la romería de la Fuensanta. El recorrido de la procesión por el paso a nivel se esperaba cuanto menos simbólico, pues la colocación del muro impediría en un futuro que la romería desfilase precisamente por ese sitio, pero fue propio de una película de Berlanga. La concentración de miles de personas por la tarde, como nunca hubo ningún martes, y los cortes de las vías de esa noche, indicaban que habían barrios y pueblo con mayúsculas y que el conflicto no terminaba pese a las amenazas de un ministro prepotente y la presencia abrumadora de las diferente compañías de antidisturbios que pasaron por aquí, antes de irse a Cataluña. Gracias al ministro el conflicto empezó de nuevo con una fuerza inimaginable unas semanas antes. Hay que recordar en este punto que de la Serna vino ‘en caliente’ tras perder un conflicto contra la Coordinadora de Estibadores en todos los puertos del país.
El resultado de esa noche del 15 de septiembre es conocido: los arrastres. En uno de los cortes de vías pudimos ver arrastrado por los suelos a Joaquín el cura y más vecinas, en una actuación policial que llamaré desafortunada, por decirlo ‘suave’. Y entonces llegó esa histórica manifestación del día 30, que la plataforma cifró en más de 50.000 personas, pero que según otras fuentes llegó hasta 70.000 personas. Con esa movilización en las calles, la mayor manifestación de la historia del movimiento vecinal por el soterramiento en Murcia, nadie se imaginaba que cuatro días después la respuesta del Gobierno fuera cerrar el paso a nivel exactamente el 3 de octubre. Fue una provocación en toda regla, así se entendió al menos, y durante una semana quedo interrumpido el tráfico ferroviario.
Recuerdo también una noche que la gente, desde las terrazas de los bares y cafeterías del norte y centro de la ciudad aplaudieron el paso de las marchas llegadas del sur, incluso se unieron a las consignas que gritaban estos vecinos y vecinas, camareras y camareros incluidos. Lo mismo se vivía en los balcones a su paso. Ese día, esa misma noche, fuimos conscientes de que el conflicto se podía ganar, porque desde siempre si se mezclan poderosas razones, resistencia, unidad, sentimientos y emociones, los movimientos sociales se convierten en imparables.
Los momentos más crudos llegaron cuando llegó el frío, un clima que parecía enviado por el ministro. Pero se aguantó, y vino la Navidad, y con ella la misa del gallo que dio Joaquín el cura en las vías, que nos emocionó incluso a los no creyentes. Con el frío llegaron también los ‘viakingos que tuvieron su punto. Eso de murcianos y vikingos no se entendía mucho fuera de aquí, pero en Murcia el surrealismo funciona. La ironía, el humor y las ganas de reírse entre tanto atropello también, pero esa también es otra historia que alguien contará seguro. Lo que no puede ponerse en duda es que el aguante de los barrios no hubiese sido tal sin ese movimiento cultural que se ha ido construyendo de forma paralela y complementaria.
Como también hay que contar el papel de los cristianos de base de la HOAC desde el origen del movimiento vecinal en los barrios, entre ellos el cura del barrio del progreso, Pepe Tornel, que ya no está entre nosotros , como tampoco está Antonio Fernández, cofundador del movimiento vecinal. Pero allá donde estén, seguro que se sentirán llenos de orgullo de sus vecinas y vecinos de los barrios del sur de Murcia, que están luchando por su futuro como cuando ellos empezaron hace 30 años.
No quiero terminar sin hacer mención al más que nombrado muro, con adaptación musical incluida. Hay algo claro en todos los corrillos de las vías: EL MURO NO SE VA A PONER. Se dice y se repite, porque quienes lo dicen, las vecinas y vecinos de los barrios, no van a permitirlo. Y ahora nos queda esperar la resolución definitiva del conflicto, y también la anulación de las multas y los procesos judiciales en aplicación de la ‘Ley Mordaza’, esa medida que el Gobierno del PP impuso precisamente para evitar que la gente luchara por sus derechos.
Han sido 300 días con sus 300 noches que han llenado de orgullo y dignidad a esta tierra murcianica. 300 días y los que quedan para acabar definitivamente con el muro de la desigualdad, la precariedad y la represión. NO AL MURO.
*Dedicado al sacerdote del Barrio del Progreso Pepe Tornel y a sus hermanas Loli y Carmen.
José Coy
Articulo publicado en ElDiario.es