Luis García Montero: «Se corre el peligro de nacer y morirte sin estar enamorado»
«Comprendí el argumento de esta historia / en la noche estrellada, / una historia de amor, / este año y tres meses, / estos días finales que ya son, / ahora, recordados, / los más felices de mi vida«. Así termina el poemario que Luis García Montero escribió durante la enfermedad de Almudena Grandes y que ha llegado este miércoles a las librerías con el título de, precisamente, Un año y tres meses (Tusquets). Unos versos finales resultado del duelo y la búsqueda de respuestas al infortunio a través de la poesía.
«Es una sensación real», explica el poeta a infoLibre, diario digital en el que colabora desde su fundación y de cuya Sociedad de Amigos es miembro, como lo era también Almudena Grandes. Y prosigue: «Es mucho el dolor y es mucha la pérdida, pero cuando pasan los días y pasa el tiempo y uno empieza a convivir diariamente con la muerte, agradece haber podido cuidar a la persona que quería, e incluso haber podido ser cuidado por quien estaba cuidando. Después, además, uno comprende que eso es el final de una relación de treinta años que ha sido alegre y feliz, que tiene como consecuencia la necesidad de cuidar».
Esos versos finales son capitales, la luz imposible en la oscuridad impenetrable. Los escribió García Montero «utilizando» otros escritos en Animal de bosque por Joan Margarit, quien «vivió una enfermedad muy parecida a la de Almudena y murió un poco antes». Margarit cuenta en ese poema que al comprender lo que ha sido su vida y poder estar con la gente que verdaderamente quiere en sus momentos finales, ese año va a estar entre los más felices de su vida: «Él lo cuenta como alguien que va a morir, yo necesité contarlo como alguien que ha cuidado y que vive la enfermedad pero se queda en la vida«.
El también director del Instituto Cervantes habla con serena emoción, encadenando las palabras con dialéctica delicada, como el profesor que pacientemente explica la lección y comparte con sus alumnos las respuestas a las preguntas que todavía no han llegado a hacerse. «También está la idea muy razonable de decir que si la pérdida es tan grave es porque lo que se ha compartido y lo que se pierde es muy importante», apunta.
La poesía como vehículo para tratar de comprender la realidad. El misterio y el secreto, Los cuidados, Nuevo diagnóstico, La costumbre del daño, La resistencia, Amor de siempre, Conversación de las ausencias, La muerte es sueño. Estos son algunos de los títulos que, cronológicamente, conforman este poemario que ha ayudado a García Montero a afrontar la pérdida y sobrellevar el luto. Incluso a darle la vuelta a la queja por su mala suerte.
«Al cabo de un tiempo, uno puede hacer un ejercicio diciendo que van a ser unos de los años más felices de mi vida. Porque cuando pase el tiempo, a mí me toque y yo haga resumen de mi vida, quizás de los momentos más inolvidables a los que yo nunca renunciaría en mi memoria son ese año y tres meses que compartí con Almudena. Porque a partir de ahí el dolor ya es mío, pero durante un año y tres meses la experiencia del dolor y la enfermedad fue compartida con ella. Y eso es lo que me queda», reflexiona.
Un año y tres meses es, en palabras del propio autor, una colección de poemas con la que ha intentado enfrentarse a sí mismo para «encontrarle sentido» a lo que vivió desde el día que les dieron la noticia de que Almudena estaba enferma hasta los días en los que tuvo que asumir su muerte: «A ella le dieron la noticia en septiembre de 2020 y murió en noviembre de 2021. Este es el libro de alguien que está acostumbrado desde su adolescencia a relacionarse con la vida a través de la poesía. La poesía me acerca a mí mismo en mi relación con la vida y con los demás. La poesía da conocimiento y el intento de buscar un nuevo sentido a lo que se ha quedado sin sentido».
Son poemas que rememoran con delicadeza y emoción, contenida a veces, descarnada otras, la enfermedad y la resistencia, el miedo, la esperanza, la necesidad de cuidar, las ilusiones, las decepciones, la soledad y la intensidad de lo vivido hasta tener que asumir la muerte. En sus versos se despliega el argumento del último paseo en verano, el diagnóstico inesperado, los cuidados, la noche de fin de año en el hospital, el desgarro del dolor, la casa vacía, los recuerdos convocados por la ausencia… los momentos de una larga historia de amor que aquí cobra todo su sentido a través de unos versos en primera persona pero que trascienden el hecho autobiográfico para comunicarse con esa verdad compartida por los seres humanos en nuestra relación con el amor, el paso del tiempo y la muerte.
«En la escritura uno encuentra apoyos para el pensamiento», defiende, para luego destacar que la cultura sirve para «reivindicar el derecho a la alegría y, cuando te enfrentas con el dolor, buscarle un sentido distinto a la queja». «Por ejemplo, vamos a cuidarnos porque somos vulnerables y vamos a no perder la esperanza porque de los malos momentos hay mucha gente que sale. Y después, íntimamente, si me estoy quejando es porque he tenido una gran suerte a la hora de compartir una historia de amor durante casi treinta años. Se corre el peligro de nacer y morirte sin estar enamorado. O incluso hasta de casarte, tener hijos y que todo se convierta en una cosa de costumbres conyugales y sociales que al cabo del año son ya una relación absolutamente de supervivientes en el mal sentido de la palabra. Por eso uno se queja, pero se dice ¿y la suerte de haber compartido una historia de amor durante tantos años?».
En esta experiencia tan honda hay algunos aspectos que García Montero ha querido contar expresamente como, por ejemplo, la «supervivencia» y la «disciplina» con la que se puede vivir la enfermedad: «Nosotros hemos tenido mala suerte, porque en un 80% de los casos el cáncer se supera, y uno acude a una consulta a una sesión de quimio y se encuentra con personas que van a revisión un año después y salen contentos porque les dicen que el cáncer se ha superado. O te encuentras con alguien que va cada seis meses a una sesión de quimio porque la enfermedad se ha cronificado y lleva cinco o seis años conviviendo con ella».
«Eso conviene decirlo», remarca, para pasar entonces a defender la «apuesta fundamental» por la sanidad pública, pues eso es «lo que hace que esa posibilidad de supervivencia afecte a toda la sociedad». «De lo contrario, nos vamos a encontrar en una división entre los que puedan sobrevivir y una mayoría que tenga que acostumbrarse a morir a los 45 o 50 años», señala con pesadumbre, destacando la importancia de los cuidados: «La convivencia significa que la identidad individual del yo conforma un espacio común que tiene que ver con el nosotros. Con el nosotros del amor o de la convivencia social. Y la plenitud verdadera del ser humano, que tiene una dimensión social, es la plenitud de un yo que desemboca en un nosotros. Ahí es cuando el yo se realiza plenamente, y la sanidad pública es la propia de una sociedad que se cuida porque identifica convivencia con cuidados».
Completamente viernes
«Comprendí que los viajes y los libros / con sus dedicatorias / siempre han sido maneras de cuidarnos. / Comprendí las raíces de nuestra militancia / comprendí la factura de querer / de un modo tan completamente viernes». Son estos versos que se encuentran también en Un año y tres meses otro capítulo en una historia de amor que empezó literariamente en, efectivamente, Completamente viernes (1998). «Cuando empezamos a hablar de amor le regalaba libros de poemas y en la última página en blanco del libro le escribía un poema. Libros de Joan Margarit, de Ángel González, de Felipe Benítez Reyes o Jaime Gil de Biedma… mis poetas más amigos. También de Gloria Fuertes, que cuando se enteró de que estábamos juntos me llamó para preguntarme y cuando le dije que sí me respondió: ‘Pues esa la quiero yo para mí'», rememora el poeta.
«Poco a poco», esa historia fue la que acabó en Completamente viernes, que es un «libro de afirmación del derecho a la alegría y ser dueños de nuestros propios destinos, la historia de una pareja que vive en ciudades distintas pero se reúne durante una temporada los viernes para pasar juntos el fin de semana», según sus propias palabras. Desde este libro, hay poemas de amor para Almudena en todas las obras de Luis García Montero, quien ahora completa y contempla cómo «esa historia de amor desemboca también en una pérdida y en una conciencia de lo que es la muerte». ¿Es Un año y tres meses el libro de amor definitivo? «Bueno, es el libro de amor que por lo menos lleva hasta el final el sentimiento amoroso», concluye.
David Gallardo
Publicado en Infolibre