Las leyes sociales y el reconocimiento de derechos políticos que promulgaron algunos gobiernos a finales del siglo XIX, no alcanzaron a las mujeres trabajadoras ni a las burguesas, que fueron excluidas de nuevo del derecho al sufragio. Esta es la razón por la que Clara Zetkin, dirigente del movimiento alemán de mujeres socialistas, propuso la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague en 1910, en un contexto de gran transformación social y política en el mundo. Las crónicas señalan el año 1911 como la fecha de la primera celebración del día Internacional de la Mujer, con una participación pública de más de un millón de mujeres de diversos países para reivindicar el derecho al voto, el derecho a ocupar cargos públicos y el fin de la discriminación en el trabajo. Durante la Primera Guerra Mundial se suspendió la conmemoración de este día, hasta que en 1917 en el marco de la Revolución Rusa, se recuperó la fecha del 8 de Marzo para recordar las mejoras que la revolución había introducido en el estatus de las mujeres. Acabada la Segunda Guerra Mundial, la Organización de las Naciones Unidas creó un nuevo marco institucional, que animaba a participar a las mujeres de todos los países para garantizar el reconocimiento de sus derechos en el nuevo orden internacional. En 1975, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el Año Internacional de las Mujeres, lo que permitió situar la lucha por la igualdad de las mujeres en el contexto de la amplia lucha por el desarrollo económico y social y por la paz internacional.
Nadie puede negar que durante el último siglo los derechos de las mujeres se han ampliado considerablemente, gracias a las actuaciones colectivas e individuales de mujeres de cualquier latitud y diferente condición social e identitaria. Pero sería injusto no reconocer la pervivencia de múltiples situaciones de marginación y exclusión de las mujeres en diferentes campos. El trabajo doméstico es uno de ellos, a pesar de su importancia en la reproducción y los cuidados. El hecho de que sean actividades atribuidas generalmente a las mujeres, podría interpretarse como la causa de su escasa consideración y valoración social. Si estos trabajos se realizan fuera del ámbito del hogar, aparecen devaluados y, por tanto, peor remunerados o alimentando la economía sumergida. Y si las actividades se realizan dentro del mismo, se computan como gratuitas y no contabilizadas en las cuentas del PIB u otros marcadores económicos, con independencia del número de horas empleadas en su realización.
La brecha salarial entre hombres y mujeres persiste todavía. Y si nos referimos a la educación, no parece presentable que en el siglo XXI se relegue hasta la invisibilidad el papel de las mujeres a lo largo de la historia. Filósofas, escritoras, pintoras o científicas, se merecen un lugar en el saber académico que se imparte actualmente en las aulas, si queremos un mundo más justo. Queda mucho camino por recorrer hasta corregir las desigualdades existentes en la sociedad. Por ello se convoca la huelga a escala mundial en una fecha cargada de significado histórico para las mujeres.
Mila Belinchón
Artículo publicado en Cartelera Turia