Tampoco hace falta que sigamos los indicadores económicos, porque la realidad está ahí, y lo vivimos en nuestras propias familias. Nuestros hijos emigran, mientras que los que pasamos de 50 años difícilmente encontramos una oportunidad laboral.
Pero, cuando dos instituciones internacionales, como Bruselas o la OCDE, coinciden en un diagnóstico negativo acerca de los riesgos de pobreza y exclusión social, el Gobierno debería hacérselo mirar, pero también el conjunto político-social español, porque el quiebro en el bienestar social y en las oportunidades económico-laborales de nuestro país está poniendo en jaque el futuro del país.
Como dice el informe: “Los jóvenes y los trabajadores con baja cualificación son quienes más sufren el desempleo, al tiempo que existen unos niveles muy elevados de desempleo de larga duración. Estos factores corren el riesgo de afianzar las desigualdades, incidiendo negativamente en el crecimiento futuro y en la cohesión social”.
Me sigue resultando sorprendente, con una gran carga irónica, que se pueda afirmar que: “la economía española ha mejorado, con tasas de crecimiento superiores a lo esperado, pero ha aumentado la pobreza y la amenaza de exclusión para una parte de los ciudadanos”. El liberalismo económico ha conseguido su propósito: que la economía nada tenga que ver con el bienestar. Para los padres de la Economía Moderna hubiera sido impensable disociar el éxito de la economía del crecimiento y desarrollo social, pero, hemos llegado al siglo XXI, para descubrir la cuadratura del círculo: que la macroeconomía nada tiene que ver con las personas.
Habrá a quien este principio económico le parezca, no solamente aceptable, sino racional, pero a mí me supone la irracionalidad de nuestro sistema.
Como dice la OCDE, “nuestra economía va bien”, pero las amenazas al bienestar son evidentes. La pobreza relativa ha aumentado desde el 14% al 16% entre 2007 y 2014; y la pobreza infantil es del 23,4%, frente a una media europea del 13,3%.
¿Y qué recetas ofrece la OCDE? Ayudas a la familia y política de empleo. Y añade Bruselas que España tiene que “aumentar el empleo de calidad”. Resultaría cómico si no fuera para llorar.
Pues me temo que nos será más útil rezar a la Virgen que esperar la modificación de la política de empleo y social del Gobierno Rajoy.
Conclusión: para que los “grandes números” fueran exitosos, España ha sacrificado a “los insignificantes ciudadanos”. Al fin y al cabo, vivimos en un mundo donde ya no hay, ni siquiera, que elegir entre el dinero o las personas. La elección se hizo hace tiempo.
Ana Noguera
abril 3rd, 2017 at 11:53 pm
Sin una política económica basada en el efecto multiplicador de l inversión y el gasto público y una reforma laboral oportuna, no hay nada que hacer