El rey, las esteladas y la policía
Todavía me estoy preguntando por qué el ciudadano Felipe de Borbón, Felipe VI, según nuestra Constitución indica, acudió a la gran manifestación de Barcelona del pasado sábado.
El campechano, Rey Emérito, o como quiera que se le llame, jamás acudió a manifestación alguna. Eso lo hizo bien, a mi juicio, al menos. La manifestación del sábado, era una manifestación del pueblo. Era la manifestación de un pueblo que lloraba y mostraba al mundo su dolor, y que necesitaba expresarse en libertad. La realidad es que expresarse, se expresó. Hay quien se pregunta aún el porqué de los pitidos al monarca. Es muy fácil, en Cataluña existe una amplia mayoría que, no es que no quiera al rey, no es algo personal, es que no quieren la monarquía como forma de gobierno. Incluso una mayoría de los que no quieren independizarse. Por ello, la actitud de Felipe de Borbón no fue sino una provocación al pueblo catalán. ¡Y que no me digan que eso él –o la Casa Real, si lo prefieren -no lo sabía!
La provocación, arrastró las esteladas a la manifestación. Posiblemente si el depositario de la corona no hubiese asistido también se habrían visto esteladas, pero estoy plenamente convencido de que habrían sido menos. Es lo que pasa cuando provocas el rechazo.
Sorpréndeme magníficamente el amor desatado que, de repente, se dejó ver hacia la policía, los mossos y demás cuerpos de seguridad autonómicos y estatales. Es cierto que después de una tragedia aderezada de una brutalidad semejante, la memoria se boloquee, y no recuerde, ni por un instante que aquellos a los que aplauden son los mismos que otrora blandían sus porras y lanzaban sus pelotas de goma y bombas de humo contra ellos. Todas esas rosas cualquier día volverán a transformarse en espinas.
Que hicieron su labor, no cabe duda. Con eficacia, por supuesto. Para ello se los mantiene, para proteger al pueblo, no para molerlo a palos como han hecho en otras muchísimas ocasiones. Y reconociendo la labor de captura que llevaron a cabo, también hay que decir que la diosa fortuna les echó una inestimable ayuda, porque, de no ser porque a los yihadistas les explotó la bomba en las manos, ahora estaríamos lamentándonos de una masacre de gigantescas proporciones. Así que… no todo son luces, también hay sombras.
Víctor Chamizo
Artículo publicado en Alcantarillasocial