Yo soy de derechas, tú de izquierdas: ¿Salimos?
«Cualquiera que se declare de derechas ha de ser un cretino o un cabrón». Esta mazada salió de la boca del cantautor Nacho Vegas durante una entrevista a El País, ante la polémica que había desatado la también música Russian Red cuando reconoció hace unos años, públicamente, que prefería la derecha a la izquierda. Vegas resolvía su enfado con un paternalista: «Como en principio no tengo a Lourdes por ninguna de estas tres cosas, quiero pensar que no sabía muy bien de lo que hablaba». El músico se ha reconocido de izquierdas en muchas ocasiones, y también en muchas de sus canciones. Y se presentó a las primarias de Podemos en Vistalegre como número 15 de la lista de Anticapitalistas. Hace unas semanas, algunos medios, entre ellos El Mundo, sacaban a la luz su supuesto romance con Andrea Levy, vicesecretaria de Estudios y Programas del PP, y diputada en el Parlamento de Cataluña. Un apartado que, a día de hoy, Nacho Vegas no ha desmentido.
De ser cierto, sería uno de tantos casos de relaciones sentimentales ideológicamente antagónicas: Inés Arrimadas, diputada de Ciudadanos por el Parlamento de Cataluña, se casó hace un año con Xavier Cima, antiguo miembro de Convèrgencia, manifiestamente secesionista. Tras el enlace, él se ha definido con un casi oxímoron: «nacionalista no independentista». En qué medida su esposa le ha influido en su viraje es algo que dejamos dentro de su intimidad. José María Lassalle, secretario de Estado de la Sociedad de la Información y Agenda Digital del PP, y Meritxell Batet, diputada por el PSC, se casaron en 2005 y tuvieron dos hijas. Hace un año, rompieron su enlace. Estos tres ejemplos bastan para formular la siguiente pregunta: ¿Es posible enamorarse de alguien que sea ideológicamente opuesto?
Varios estudios tratan de dar con una respuesta. Uno es el llevado a cabo hace tres años por expertos en política de las universidades de Brown y Miami, y un epidemiólogo genético de la Universidad Estatal de Pensilvania. Se publicó en la revista Evolution and Human Behavior, y concreta lo siguiente: en sus relaciones online, como los portales de citas o aplicaciones móviles como Tinder, los solteros son más propensos a admitir que tienen exceso de peso en sus perfiles de citas online que a definirse como políticamente liberales o conservadores. Según dicen sus artífices, «el equipo de investigación tomó una muestra aleatoria de 2.944 perfiles de una página web de citas y examinó si las personas habían manifestado su interés por la política o se posicionaron con un color político concreto». Estos fueron los resultados: «Solo el 14% incluyó intereses políticos en su perfil, en el puesto 23 del ranking entre las 27 categorías posibles, justo debajo de videojuegos». Por otra parte, de los que sí eligieron su orientación política entre sus principales intereses, la mayoría matizó que no era «radical».
Para los investigadores, este resultado es determinante porque «estudios previos han demostrado que los cónyuges comparten puntos de vista políticos por encima de cualquier otro rasgo, lo que no sucede con las creencias religiosas». Por eso se plantean: ¿Qué sucede desde que se elige a una pareja hasta que están juntos para que personas con los mismos ideales políticos tengan relaciones más duraderas? Y concluyen: «Nuestra mejor estimación es que la mayoría de las personas prefieren abrir miras en sus relaciones esporádicas, pero a largo plazo prefieren que los gustos políticos sean un requisito esencial para las relaciones duraderas, porque se relacionan directamente con una visión de la vida».
Un estudio previo recogió por la publicación The Journal of Politicsanalizó a 5.000 parejas. Lo realizaron las universidades, también estadounidenses, de Rice y Nebraska-Lincoln. «Parece ser que, para las relaciones a largo plazo, la gente pone más énfasis en las ideas políticas de su pareja, su religión o su actividad social, que en su sincronía en cuanto a personalidad o psicología», es una de las conclusiones más relevantes.
¿A qué huele la política?
Hay otros estudios que llegan a metas más pintorescas. Como el de la publicación American Journal of Political Science, en el que los investigadores entrevistaron a 146 personas de entre 18 y 40 años que afirmaron tener una postura política desde «fuertemente progresista» hasta «fuertemente conservadora». Después, por medio de gasas aplicadas a la epidermis axilar, se tomaron los olores de 24 personas de distinto signo político. El resultado fue, cuando menos, sorprendente: las 146 personas entrevistadas olieron dichas gasas de forma totalmente anónima, y valoraron mejor las de los afines a su ideología.
El biólogo Claus Wedekind encontró una relación probable entre el olor y la histocompatibilidad entre dos personas, esto es: «El grado de semejanza de los antígenos tisulares de distintos individuos del que depende la posibilidad de un injerto o trasplante». En versión prosaica: está biológicamente demostrado que la elección de una pareja está mediada, de forma sustancial, por su olor.
Y en este punto, confluyen dos hechos probados científicamente: la influencia de la política y del olor corporal en el éxito o fracaso de una pareja. Cuando encontremos un estudio que concrete a qué huele la izquierda, y a qué la derecha, ampliaremos este artículo.
Luis Meyer
Artículo publicado en Ethic