El fuerte impacto de la crisis catalana empuja a España hacia la derecha
Catalunya está empujando a la sociedad española hacia la derecha. ¿Catalunya? La crisis política y emocional derivada del momentum independentista es la que empuja. La percepción de que España podía romperse, después del 1 de octubre y fechas siguientes. El ambiente tenso y dramático de los últimos meses. El estrés mediático. La polarización extrema en las redes sociales. La movilización de las emociones y los sentimientos. El foco obsesivo que deja en la oscuridad cualquier otro tema o preocupación. La extrema inflamación del significante Catalunya moviliza a la España unitaria y conservadora, mientras cohíbe a la España pluralista. El concepto España plurinacional –abrazado tácticamente por Pedro Sánchez antes del verano– se halla en estos momentos bajo arresto domiciliario.
La dramatización de la hipótesis separatista empuja a España hacia la derecha. El zigzagueante ballet táctico de los dirigentes soberanistas convierten la crisis catalana en un libreto difícil de leer. No lo entienden miles de catalanes, y para muchos españoles oscila estos días entre el drama (hay diez dirigentes políticos encarcelados), la comedia y el absurdo. Más motivos para la hostilidad.
El corrimiento electoral hacia la derecha es perceptible en todos los sondeos y alcanza una especial intensidad en la España meridional y en las capitales de provincia, ciudades medias y pueblos de toda la España interior. La España más habituada al cuadro bipartidista está cerrando filas. La España contestataria de las grandes ciudades se siente políticamente aislada y en minoría. No es su momento.
Si hoy se celebrasen elecciones generales, el Partido Popular y Ciudadanos sumarían una clara mayoría absoluta. Si mañana mismo los españoles fuesen convocados a las urnas, con toda probabilidad Mariano Rajoy se convertiría en prisionero de Albert Rivera y de su actual mentor en la sombra, José María Aznar. No es probable que haya elecciones anticipadas en España después de la cita electoral catalana del 21 de diciembre, sea cual sea su resultado. No hay que excluir, en absoluto, un apoyo de última hora del Partido Nacionalista Vasco a los presupuestos generales del Estado del 2018. Oxígeno vasco para ganar tiempo. Si esta hipótesis se confirma, la próxima gran cita electoral en España serán las elecciones municipales y autonómicas de la primavera del 2019. Rajoy podría entonces adelantar las generales –la actual legislatura no concluye hasta junio del 2020– para hacerlas coincidir con los comicios locales.
A la espera de los resultados del 21-D, Ciudadanos parece capitalizar la crisis catalana en el tablero español. Ha optado por un lenguaje duro, agresivo y contundente. Rivera se ha colocado sin complejos a la derecha de Rajoy en la cuestión territorial. Habla de tentativa de golpe de Estado y califica a los independentistas de “golpistas”, expresión que el presidente del Gobierno no ha utilizado en las últimas semanas, pese a sus severas críticas a los dirigentes soberanistas. Ciudadanos fue el primer partido en exigir públicamente la aplicación del artículo 155 en Catalunya, con una insistente condición: que se convocasen elecciones de inmediato. Así ha sido. Rivera cree en los sondeos y está convencido de que Inés Arrimadas le dará buenas noticias el día 21 de diciembre. Falta un mes. Los últimos sondeos indican que el PSC y sus sobrevenidos aliados democristianos también suben.
Rivera vuelve a gozar del aplauso mediático en Madrid. Diversas encuestas señalan que Ciudadanos podría superar el 20% en unas elecciones generales españolas, arrebatando la tercer posición a Podemos, con el consiguiente reajuste en la asignación de escaños. Rivera, sonríe.
Algunos analistas electorales consideran que Ciudadanos podría absorber en estos momentos cerca de un millón de votos del Partido Popular, gracias a la confluencia de tres factores: una mayor dureza verbal contra el independentismo catalán, una recuperación más desacomplejada del nacionalismo español explícito, y el óxido que sigue afectando al Partido Popular, desgastado por la gestión de la crisis y por los casos de corrupción, cuyo eco sigue siendo audible por la sociedad española, pese a la espesa cortina catalana, que todo lo tapa y que todo lo esconde desde principios de septiembre.
Ciudadanos sigue perforando al PP y Aznar no ahorra elogios para Rivera. Ciudadanos se está convirtiendo en un instrumento de presión sobre el presidente del Gobierno que va más allá de la actual aritmética parlamentaria. Se está dibujando un serio problema estratégico para Rajoy y para las personas que puedan aspirar a sucederle en el liderazgo del Partido Popular en el momento, quizá aún lejano, en que se plantee el relevo. El Partido Alfa y su Caballo de Troya. Aznar está ahí, observando atentamente el tablero. Rivera puede ser el alfil que ponga en jaque a Rajoy.
Una mayor cercanía y competición electoral entre el PP y Ciudadanos reproducirá en el campo de las derechas las dinámicas que estos tres últimos años se han vivido en el campo de las izquierdas tras la fuerte irrupción de Podemos, que en el último ciclo electoral estuvo a punto de sobrepasar al PSOE.
La coalición Unidos Podemos puede ser la principal víctima del shock político y emocional que la cuestión de Catalunya está provocando en amplios sectores de la sociedad española. El partido liderado por Pablo Iglesias es la única formación de ámbito nacional español que no ha apoyado la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Aboga por la celebración de un referéndum pactado en Catalunya y defiende abiertamente una España plurinacional, concepto que hoy se halla en arresto domiciliario. El último barómetro del CIS (octubre) sitúa a Unidos Podemos en el 18,5%, unos tres puntos por debajo de los resultados obtenidos en las últimas elecciones generales. Otros sondeos les sitúan cerca del 15%. El partido morado retorna votos al PSOE –especialmente en la España interior y meridional– y tiende a encogerse en las grandes ciudades. Su esperanza son las elecciones municipales.
El PSOE mejora posiciones, sin estridencia. Pedro Sánchez se ha puesto ha cubierto detrás del artículo 155, después de escuchar el inequívoco discurso del Rey, el 4 de octubre. El día anterior, el Partido Socialista había presentado una moción de reprobación contra la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría por la actuación policial en Catalunya durante la jornada del 1 de octubre, moción que fue retirada de inmediato. El líder del PSOE captó el mensaje. Pactó su apoyo al 155 a cambio de una vaporosa promesa de reforma de la Constitución, de la que ahora el PP, hostigado por Ciudadanos, se desdice.
La secretaría general de Sánchez, fatigosamente reconquistada, no está hoy en riesgo. Otra cosa son sus posibilidades reales de articular una mayoría alternativa, si las actuales coordenadas se mantienen en España.
Enric Juliana
Artículo publicado en La Vanguardia