¿Está el Medio Ambiente en la agenda de los amos del Mundo?
Se las ha bautizado como GAFA. Google, Apple, Facebook y Amazon son las empresas tecnológicas más poderosas en la actualidad. Según se expanden, aumenta el tráfico de datos y el consumo energético. El cambio climático depende en gran parte de sus prácticas sostenibles.
Para que los servidores de Google consuman la misma energía que requiere la producción de un DVD, incluido el estuche de plástico, usted debería estar tres días seguidos viendo YouTube. Si tenemos en cuenta que el soporte físico apenas alcanza las cuatro horas de vídeo con una calidad mínimamente aceptable y que la plataforma digital ya ofrece contenidos en alta definición, sin duda estamos ante un ejemplo extremo de eficiencia.
Hay más: en el blog para Latinoamérica de Google, el gerente de Programación, Ingeniería Verde y Operaciones, David Jacobowitz, escribió en 2011 lo siguiente: «Usar Gmail en el ámbito corporativo puede ahorrar casi 80 veces más energía que si se usara un sistema de correo electrónico interno. Esto se debe a que los servicios basados en la nube están por lo general alojados en centros de datos altamente eficientes».
Esto lo decía la propia compañía hace casi una década, cuando lo analógico aún colisionaba con lo digital y la partida no estaba decidida del todo. Uno de los grandes argumentos con los que se justificaban a sí mismos los nuevos modelos de negocio que inundaban la Red era, precisamente, su carácter sostenible. El mundo virtual desplazaba al físico. Fabricar componentes con materiales sólidos provenientes de la minería y el petróleo tenía mucho más coste medioambiental que programar páginas web, plataformas de pago y aplicaciones móviles ubicuas e incorpóreas que ofrecen todo tipo de servicios. Un informático talentoso con un ordenador portátil sustituía a una fábrica entera. Y, de esta manera tan teñida de verde, el mundo abrazaba la era digital.
Empiezan a aflorar informaciones, sin embargo, que fisuran ese idilio entre el medio ambiente y el auge de las nuevas y, a priori, inocuas tecnologías. Por ejemplo, la desembridada creación de bitcoins y otros cientos de monedas virtuales requiere ordenadores cada vez más potentes, y consume hoy la electricidad equivalente de 159 países (la mayoría africanos), según un estudio comparativo de la plataforma Power Compare. Esto es: el dinero digital supone el 0,13% de la producción anual mundial de electricidad. No hay un estudio veraz de cuántos voltios requiere la fabricación de billetes y monedas, pero, a buen seguro, no es mayor. Y, en cualquier caso, es un consumo constante. El de las criptomonedas crece exponencialmente cada mes. Hay expertos que auguran un apagón planetario a costa del dinero virtual.
Es solo un ejemplo de la energía que pueden llegar a consumir los servidores, esos centros de almacenaje de datos cada vez más grandes que brotan día tras día para satisfacer una demanda mundial imparable. El único estudio al respecto que puede presumir de cierta exactitud es el que ha presentado recientemente Greenpeacebajo el título ¿Quién está ganando la carrera para construir un Internet verde? La ONG ha rastreado las huellas energéticas de los operadores de los mayores centros de datos y de las casi 70 páginas web y aplicaciones más populares del mundo, pero ha puesto el foco en las cuatro compañías tecnológicas más grandes del momento (su cotización en bolsa las refrenda como tales): Google, Amazon, Facebook y Apple. Las GAFA, como resumen los expertos.
Desde la organización ecologista hacen una advertencia: «Internet será probablemente la cosa más grande que construyamos como especie. La Red sirve de sistema nervioso central de la economía global moderna, al crear y luego satisfacer el insaciable apetito de mensajes, fotos y vídeos en streaming de todo el mundo y al alimentar sistemas cruciales que soportan nuestras infraestructuras financieras, de transporte y de comunicación».
El estudio aporta unas cuantas previsiones: en 2020, habrá cerca de 4.100 millones de usuarios de Internet a escala global (más de la mitad de la población mundial), frente a los 3.000 millones de 2015. Ese año, generamos 4.423 exabytes de contenido digital; un exabyte equivale a 119 mil millones de canciones que, si se reprodujeran una tras otra, sonarían durante 906.000 años. Si Internet fuera un país, se situaría como el sexto en consumo de electricidad.
La Red, en definitiva, abarca hasta el último intersticio de nuestra sociedad. Y las cuatro compañías más potentes que operan en ella tienen un indudable impacto en el planeta. También medioambiental. La industria de las tecnologías de la información consumió en 2017 más del 12% de la electricidad mundial. Diez años antes era casi la mitad. Los expertos aún no atisban el fin de este crecimiento en los años venideros. El tráfico global de datos aumenta cada día y eso infla cada vez más a los principales actores de la Red. Alphabet (en la que se integra Google), Apple y Amazon pugnan entre ellas por ser la primera compañía billonaria del mundo. La firma de la manzana está valorada actualmente en unos 746.400 millones de dólares. Alphabet es un negocio de 585.700 millones de dólares y Amazon ya alcanza una cotización bursátil de 429.500 millones. Facebook les va a la zaga, con un valor cercano a los 300.000 millones de dólares.
Las tres compañías están en pleno crecimiento desde hace años, y lo mismo puede decirse de sus infraestructuras y su consumo energético. Casi 20 empresas tecnológicas de ámbito mundial se han comprometido públicamente a que el 100% de su energía provenga de fuentes renovables. Apple, Google y Facebook están entre ellas, no así Amazon. «Amazon continúa defendiendo las energías limpias, pero mantiene a sus clientes en la oscuridad sobre sus decisiones energéticas», dice Sara Pizzinato, responsable de Energía de Greenpeace España. Esta información contrasta, sin embargo, con el anuncio que hizo públicamente a finales del año pasado Jeff Bezos, fundador y presidente de Amazon, hoy, el hombre más rico del mundo, y de la historia, según Forbes. La compañía tiene 18 proyectos eólicos y solares en funcionamiento y 35 más en desarrollo. El año pasado, según publicaba Bloomberg, compró más de 1,22 gigavatios de producción para proyectos de energía limpia en Estados Unidos, superada solo por Google. «Pero sigue faltando transparencia en las políticas internacionales de Amazon en este sentido, especialmente cuando la empresa se está expandiendo en los mercados cuya electricidad es generada mayoritariamente con energía sucia», advierte Pizzinato.
De puertas para adentro
A esto, se suman las denuncias que han ido surgiendo en diferentes puntos del planeta sobre las condiciones laborales en los almacenes logísticos de la compañía de venta online. El documental alemán Esclavos de Amazon entra en algunos de estos centros y destapa las condiciones en que trabajan (y, en algunos casos, viven) más de 10.000 empleados europeos. Habla de turnos maratonianos y extenuantes, precarios bungalows en donde pernoctan algunos de los trabajadores de los almacenes más alejados de las ciudades y, sobre todo, un control férreo por parte de la empresa de cada uno de sus movimientos. Recientemente, el diario El Español recogió también denuncias de algunos de los empleados temporales que Amazon tiene en España (hay que matizar que la empresa tiene a 2.000 contratados con carácter indefinido). Todos coinciden en el elevado nivel de vigilancia al que los someten: «Controlan hasta la velocidad a la que trabajas», declaraba uno de los trabajadores al periódico. Precisamente cuando se escriben estas líneas, los cerca de 2.000 trabajadores del macro almacén que la compañía tiene Madrid realizan un paro de 48 horas para reclamar la negociación de un nuevo convenio colectivo. Amazon quiere suprimir las condiciones laborales actuales y trasladarlas al convenio provincial de logística, lo que supondría un recorte en derechos, según los sindicatos CCOO y UGT.
Ethic contactó con Amazon en España para darle el derecho de réplica. La compañía respondió lo siguiente: «Estamos firmemente comprometidos con la responsabilidad social en nuestras operaciones y cadena de suministro. También nos comprometemos firmemente a llevar a cabo nuestro negocio de una manera legal y ética, tanto en nuestras propias operaciones como a través del compromiso con los proveedores que están comprometidos con los mismos principios. La base de nuestras expectativas en torno a la responsabilidad social se describe en nuestro Código de Conducta para Proveedores». Y añaden: «Además de nuestra tolerancia cero con respecto al trabajo infantil y el soborno y la corrupción, las áreas clave en las que nos enfocamos incluyen: salud y seguridad en las áreas de producción y en cualquier lugar de residencia, el derecho a salarios y beneficios legales, horas de trabajo apropiadas y pago de horas extras, y trato justo y ético, incluida la no discriminación».
En cuanto a sus políticas sostenibles, la entidad explica: «En todas las oficinas y sedes de nuestra compañía alrededor del mundo, implementamos múltiples iniciativas para proteger el medio ambiente. Con la ayuda de nuestros empleados, buscamos constantemente formas de desarrollar buenas prácticas energéticas y medioambientales. Por ejemplo, en todos nuestros centros logísticos se lleva a cabo un programa en el que los empleados trabajan en pequeños grupos para crear procesos de simplificación y gestión de residuos. Cuando un equipo inventa algo nuevo, exportamos rápidamente esta nueva idea a toda nuestra red global. Y con nuestro sistema de apertura fácil de paquetes, evitamos 36.000 toneladas de residuos en 2015».
Apple también ha estado en el centro de varias polémicas por las condiciones laborales de sus plantas de producción. Una periodista del diario Shanghai Evenining News se infiltró diez días en una fábrica de Foxconn, principal proveedora de la compañía de la manzana: «Para los trabajadores que viven lejos de su puesto de trabajo, la empresa dispone de complejos residenciales cerca de las fábricas. Pero las condiciones de higiene y salubridad brillan por su ausencia. La primera noche en el dormitorio de Foxconn fue una pesadilla. Toda la estancia olía a basura y, cuando abrí mi taquilla, salieron de allí un montón de cucarachas. Las sábanas estaban sucias y llenas de ceniza», escribía la periodista.
The New York Times retrataba un panorama desolador de jornadas laborales de 60 horas semanales, de seis y hasta siete días, y menos de dos dólares la hora. En otro reportaje emitido por ABC News, se veía a trabajadores que dormían sobre la cadena de ensamblaje y sobre las cajas, para poder cumplir con los exhaustivos turnos. Muchos empleados, según estos medios, terminaban suicidándose, incapaces de soportar el estrés.
Apple reaccionó inmediatamente al escándalo y envió a un equipo de expertos en derecho laboral para controlar las condiciones de los trabajadores en sus fábricas en China. El mayor fabricante de componentes electrónicos del mundo se comprometió a que la Asociación de Justicia Laboral (FLA), una organización independiente, llevase a cabo inspecciones periódicas. Además, Foxconn prometió reducir el horario laboral y mejorar los protocolos de seguridad y beneficios sociales. Para calmar las críticas, la empresa taiwanesa subió los sueldos entre un 16% y un 25% hasta llegar a los 1.800 yuanes (220 euros) mensuales. Y, para evitar más muertes, Apple obligó a la compañía a contratar un equipo de psicólogos e instalar redes en las escaleras, los pasillos y las ventanas de los dormitorios.
En cuanto a sus políticas medioambientales, la compañía apuesta por la transparencia y hace pública su huella de carbono en su página web. Desde la delegación de España, un portavoz explica a Ethic: «Cuando medimos nuestra huella de carbono, tenemos en cuenta a cientos de proveedores, millones de clientes y cientos de millones de dispositivos. Y siempre buscamos formas de mejorar en cinco aspectos principales: fabricación, uso de los productos, instalaciones, transporte y reciclaje. Además, producimos y contratamos energía renovable para el 96% de nuestras instalaciones en todo el mundo».
Google también publica su huella en su página web y, en 2007, se convirtió en una compañía neutral en carbono, esto es: la provisión de un servicio o su consumo no emite más gases de efecto invernadero a la atmósfera que los que hayan podido capturar o eliminar. Facebook, por su parte, tiene su mayor centro de datos en la localidad sueca de Lulea, cerca del polo norte. El motivo es que, en lugares de climas gélidos, no hacen falta sofisticados y consumidores sistemas de refrigeración para mantener a raya la temperatura de los servidores. De esta manera, puede presumir de un ediifcio de bajo consumo y alimentado con energías renovables.
Queda claro que las cuatro grandes tecnológicas se esfuerzan en ser sostenibles, les mueva un verdadero compromiso con el planeta o una cuestión de imagen. Sea como fuere, en Greenpeace lo ven como una oportunidad: «Si los centros de datos y las demás infraestructuras digitales se alimentan al 100% con energías renovables, nuestra creciente dependencia de Internet puede incluso acelerar nuestra transición hacia una economía renovada», concluye su informe, pero advierte: «Si nuestra creciente infraestructura digital se construye en la dirección opuesta, atrapándonos en un aumento dramático de la demanda de electricidad generada con carbón y otras fuentes sucias de energía que están cambiando el clima de nuestro planeta, será mucho más costoso y tomará innecesariamente más tiempo modernizar nuestra economía».
Luis Meyer
Artículo publicado en Ethic