¡Suerte, Júnior! Te echaremos de menos
Soledad Gallego-Díaz es la única periodista capaz de devolver la credibilidad perdida al diario El País
Conocí a Sol Gallego-Díaz en 1990, aunque ella no lo sabe. Estaba metida en una burbuja-despacho, en el centro geodésico de la redacción de El País. Ella era directora adjunta y yo un jovenzano con ínfulas que estudiaba el máster en la escuela del periódico. La vi en acción en un par de reuniones y era un espectáculo: cariñosa, competente, sabia, mandaba con una suavidad extraordinaria, como si diera consejos personales en vez de instrucciones profesionales. Ya no coincidí más con ella hasta muchos años después. Yo caí de corresponsal en Roma cuando ella estaba en Buenos Aires, y un día elogió una cosa que yo había escrito sobre Berlusconi, sin venir mucho a cuento. Me sentí como si me hubiera tocado la lotería y, en efecto, me tocó. Poco después, por su influjo, Miguel Ángel Aguilar, Juby Bustamante y otros insensatos me dieron el premio Cerecedo, y Enrique Morente me invitó a ir con él a Buenos Aires a dar unas semiconferencias sobre su arte. Y allí conocí por fin a Soledad. Era tan extraordinaria como el mito: generosa, inquieta, curiosa como un gato, cubrió los eventos flamencos y el morenting con la ilusión de una becaria.
Un par de años después vivimos el Gran Trauma: el ERE en PRISA y El País. Sol y yo nos consolamos mutuamente, en la distancia, por sms y por email. Los dos fuimos muy críticos con el destrozo, con palmario riesgo para la integridad física del artista. No pasaron dos años y los dos salíamos de Miguel Yuste con nuestra caja de cartón. Sol se prejubiló y mantuvo la columna dominical que durante cuatro años ha sido el faro contra los editoriales del diario; yo me metí en el ERE (“coerenza morale”, ordenó mi hija Elisa) y pasé de la corresponsalía de París al paro.
Pero el consuelo fue fructífero: junto al gran Aguilar y José María Ridao, parimos e intentamos lanzar el Ahora, un semanario en papel. Sol duró dos semanas; yo, dos meses. Y enseguida nos encontramos otra vez, en una patera digital a la que llamamos CTXT: el semanario más pobre de la historia (salió a la calle con 14.000 euros de inversión) nació el 15 de enero de 2015 con cuatro piezas en la portada. José Luis Cuerda no fue el único en pronosticarnos una vida efímera: “Si pides eso en el quiosco te mandan a la farmacia”, dijo.
En aquel primer número cumplí el sueño de todo plumilla español: firmar una entrevista con la mejor periodista del país. Se la hicimos a Íñigo Errejón, y tenía 25 folios. La gente la leyó como si no hubiera un mañana, así que decidimos que igual no estábamos tan locos como algunos pensaban.
En los siguientes tres años y medio, Soledad pasó a ser conocida como Júnior en el grupo de whatsapp del consejo editorial de CTXT, un refugio acogedor –las vueltas que da la vida– que ha acabado siendo una puerta giratoria estilo Telefónica (Soledad, directora de El País; Jesús Ceberio, presidente del Comité Editorial de PRISA; Teresa Ribera, ministra de Transición Energética).
Trabajar codo a codo con Júnior, o Soleil, durante este tiempo ha sido un lujo inolvidable: como hacer varios masters de periodismo en Columbia y Harvard. No hay joven más voraz ni curioso que ella. No hay veterano tan ágil y alerta como ella. Sol es capaz de encontrar historias interesantísimas en revistas polacas. Conoce el oficio como nadie, y lo ejerce con una mezcla asombrosa de humildad, rigor, ojo clínico, sencillez y conciencia del poder pedagógico y de la responsabilidad democrática de la prensa.
Trabajar con Sol es también un calvario, y ya se pueden ir preparando sus jefes: para ella no hay límites de recursos y el cielo es la única frontera. Si hay que hacer un perfil de un opositor tailandés, se hace; y cuando no ve algo, no lo ve, y te lo explica de una forma tan aplastante que no hay la menor posibilidad de llevarle la contraria. Así que, como todos tenemos nuestro carácter, las broncas han sido épicas. La ventaja es que duraban diez minutos, pero dos segundos más tarde ya estábamos otra vez enganchados, conspirando para publicar un editorial, montar un reportaje imposible, encargar un perfil de la escritora rusa que todo el mundo lee pero nadie conoce…
Ahora Sol vuelve a El País y deja CTXT, donde ha sido, además de alma y directora sin cargos, redactora ocasional de Deportes (debutó con un análisis sobre el Atleti de Kolkata en La Colchonería). Hace un par de días comimos con ella Vanesa Jiménez, Mónica Andrade y yo y brindamos por su éxito y por nuestra orfandad, que esperamos sea breve. Sol deja CTXT con 700.000 lectores mensuales que leen 13 minutos cada vez que entran, el tiempo más alto de la prensa española. Y con 6.500 suscriptores que pagan para permitir que el medio siga siendo libre, sostenible y radicalmente independiente.
Todos sabemos que el regreso será duro, y la tarea, titánica. Pero solo Sol puede torear ese Miura. De momento, ya ha conseguido la primera victoria sin bajarse del autobús: las Redes Sociales han festejado el anuncio de su vuelta como lo que es, un triunfo del periodismo y una esperanza para la democracia española. Le espera una redacción entregada y la difícil labor que hizo The New York Times: recuperar lectores y convertirlos en suscriptores.
Arropada por un equipo estupendo de profesionales, Sol asume el reto formidable (este es su adjetivo favorito, si lo ven en un editorial, es suyo) de devolver la cabecera a sus principios fundacionales. El Consejo de Administración ha tenido esta vez la intuición acertada. No hay que ser Woodward y Bernstein para saber que Júnior recuperará en poco tiempo el prestigio perdido del que fue el mejor periódico en español. Pero la empresa deberá aceptar una gran línea roja: el día que intenten entrometerse en su trabajo, Sol se vuelve a CTXT.
Mucha suerte, Júnior querida, arregla pronto ese periódico y no tardes en volver.
Gracias por tanto. Te echaremos de menos mucho más de lo que imaginas.
¡Salud y libertad!
Miguel Mora
Artículo publicado en Ctxt