Dragón moderno
En la edad media los siervos de la gleba (que eran como los currantes de hoy, pero peor) vivían asustados por unos monstruos que tenían dos cualidades terroríficas, una la de echar fuego por la boca, y otra, la de tener varias cabezas. A veces había suerte y venía un noble y hermoso caballero (como San Jorge, también conocido como Sant Jordi) y los mataba por diversos procedimientos, pero eso ocurría pocas veces.
La cosa sigue ocurriendo igual, más o menos. Ya no echan fuego por la boca, como antes, ahora solo echan obreros al paro, que no se queman, pero se mueren de hambre, o de necesidades varias. Pero eso sí, siguen teniendo varias cabezas, o, por decir verdad, más cabezas que ningún otro monstruo tuvo en la historia.
El monstruo, conocido por su voracidad insaciable, tiene nombre, pero su nombre no suele aparecer como tal. Por eso utiliza diversas cabezas que tienen sus propios nombres, según los casos.
Si se trata de la supervivencia de los currantes, los antiguos siervos, el monstruo enseña su cabeza de “patronal”, organizada para recibir el pienso del estado, seria, circunspecta y hasta discreta. Solo que sus dientes son terribles y una vez agarran la pieza no la sueltan jamás, hasta que un decreto providencial viene a darles la razón para aumentar sus beneficios, necesarios, dicen, para el bien de la patria (y de todas las patrias).
Si el estado se resiste a sus pretensiones y tarda en parir el oportuno decreto, la bestia enseña la cabeza que llaman “mercados”, que es plural y variada, que nadie sabe donde está ni como se llama y con diez bocados bien dados, mete en cintura hasta el más díscolo de los estados socialdemócratas y lo reduce a polvo y cenizas, salvo que prudentemente obedezca las órdenes perentorias, que es lo que casi siempre suele suceder.
Si fuere necesario, antes de que “mercados” entre en funcionamiento, aparece la cabeza de “organismos internacionales”, que esta cabeza múltiple sí que tiene nombres como FMI, Banco Mundial, OCDE, Comisión Europea, Banco Central Europeo, Reserva Federal Americana, etc, etc,, que preparan y allanan el terreno a fuerza de terribles profecías que jamás se cumplieron ni se cumplirán, pero que acojonan mucho al personal.
Al mismo tiempo dispone de una cabeza repetitiva y machacona que amplifica todo lo negativo que por el mundo camina, cabeza que es conocida como “los medios” (prensa, teles, radios), cuya cabeza es manejada por un sinfín de enanos servidores, llamados periodistas, que tienen la extraña virtud de no pensar por sí mismos, sino que piensan con la cabeza pensante de la bestia, que es otra cabeza distinta, a la que los marxistas de los de antes llamaban el “intelectual orgánico”, formado por cátedros, directores del Banco de España, asesores de inversiones, centros de estudios económicos y gente del ramo, todo ello tan bien coordinado que ambas cabezas parecen una sola y no se sabe si la propaganda es la ciencia o si la ciencia es la propaganda. Y como la bestia tiene poder para imponer sus propias reglas, sean o no correctas, ocurre que casi siempre aciertan.
Cuando la bestia quiere mostrarse pacífica y hasta amable, enseña su cabeza de “empresariado”, que, aparentemente, son gente técnica que hace su trabajo por el bien del pueblo y a la que los mejores enanos servidores del asunto la llama “emprendedores”, aunque la única cosa que hayan emprendido haya sido la de heredar el botín amasado por sus ancestros.
Tiene aún una cabeza más hermosa que esa de la “filantropía”. A su vez, esta cabeza es mejorada por otra más hermosa que es la de “mecenas”. Y no digamos nada de la de “sponsor” que es la que utiliza para ser popular y estimada del personal de a pie. También puede utilizar la hermosa cabeza de benefactor, que tan bien le sienta al monstruo porque casi raya con la santidad..
Aún tiene otras varias cabezas muy útiles, que maneja con arte, gracia y salero, unas a la derecha y otras a la izquierda, según vengan los tiempos, llamadas “partidos”. Porque ocurre que la inmensa mayoría de los partidos obedecen al monstruo, a las buenas o a las malas. Y aunque quisieran, a veces, que otras no, obrar por su propia cuenta y hacer cosas para arreglar el mundo, no pueden salirse del guión y terminan cumpliendo los designios manifiestos o secretos del bicho que nos domina, que, dicho sea de paso, es quien los alimenta a través de unos establecimientos llamados bancos, que no hay partido que pueda subsistir sin tan necesario alimento como es el crédito y es que el tinglado funciona exactamente de ese modo y manera.
Más cabezas encontraríamos, si las buscáramos, que cualquiera puede hacerlo, pero suponemos que con las dichas hay bastantes. Y es que la burguesía es así, nos guste o no.
Juan García Caselles