Los Veranos
Comidas familiares
en el patio grande, fulgente cada día.
Jugueteo en la calle, aromas
de fiesta renacentista,
humedecen los usos de la gente.
Endomingados de sol e inacabables sueños,
retazos de la noche densa de verano¡ Qué fuerza,
qué aliento, qué viveza recobrada.
Preparación desde la mañana.
Vuelta a empezar ilusionados,
mientras se siente el palpitar de la vida
Latente aún en partículas
el dolor
En el aire sin posarse,
demorada elección de su sujeto
I I
Observaba abstraído la larga mesa.
Numerosos parientes. Risas cálidas,
caras juntas inesperadas. Habla común
de la aparente confidencia
e interés mutuo…
tal vez sólo momentáneo.
Bullicio con sordina, refunfuño contrariado
y expectante de los primos.
Amparados apenas del calor…
De aquel calor…
tan henchido de deseos.
Abierto al después, a conseguir el gozo
embriagado de libre cobijo y color.
Augurio de fiebre sensual allá fuera…
En el campo.
En la siesta de la viña calma
que detiene el aire, fertilizándose
de sol hasta septiembre.
III
Tarde bañada en el sudor
de los anhelos del verano.
Vaivenes del ánimo
antes del fragor, corazón y firme fuerza.
Pisadas las piedras acunales de siglos.
En grupos, entoldadas las calles
de alientos, promesas de sol y azul
entre caserones. Blasones curtiendo
el andar desde los siglos.
Amplias de sexo agreste.
IV
En la fiesta, la corrida
que no tendrá fin, con ella acaba todo.
Abajo, en los tendidos
entre el sol
las muchachas del
ardiente disimulo. Después,
en la noche irrepetible del baile
se musitan insolencias
con el cuba-libre entre las manos.
Y bromas, seducción
amores en los que caben
uno y todos los cuerpos, donde no existe la muerte.
Que consumen su esperanza
cuando la lluvia pone fin a agosto.
V
Estudiar y arar en la mañana
A lograr el sedimento del labriego.
El labriego manchego,
diaria y difícil astucia
plegado y desplegado en la cotidianidad.
Andrés Pinar Godoy