La nuevos esclavos
Carola Rackete, la capitana del barco Sea-Watch3, con su actitud generosa, fue valiente hasta la temeridad al enfrentarse y desafiar, además de a barcos de guerra, a algo aún peor: a ese salvaje inhumano que ejerce de ministro en Italia, ese tal Salvini. La ejemplar capitana, defendiendo vidas y derechos humanos inalienables, merece un reconocimiento mundial, por su ejemplo, y merece, además, todo el apoyo que sea necesario para defenderla y apoyarla en la increíble, por vergonzante, causa judicial que le han montado por cumplir perfectamente con su deber moral y actuar respetando las obligaciones que le exige la Carta de los Derechos Humanos.
Estos y otros muchos sucesos similares que con demasiada frecuencia vienen sucediendo exigen una seria reflexión sobre lo que está ocurriendo ante nuestros ojos, contando, eso sí, con la pasividad casi generalizada del conjunto de nuestra dócil y mansa sociedad.
Son cosas que sacuden a diario nuestras conciencias, nos recuerdan dolorosamente la situación infrahumana que vienen sufriendo millones de personas en multitud de lugares como Gaza, Haití, Siria, en el África negra y no tan negra… Creo, sinceramente que estas cosas son solo posibles gracias a los “nuevos y modernos” modos de esclavitud, que han ido evolucionando en el transcurso de los años y que nos viene imponiendo el Sistema Capitalista.
¿Vivimos en un sistema democrático? Claro que sí. Pero no nos olvidemos de algo esencial: se trata de democracias capitalistas, de aquellas donde se rescatan bancos pero no las personas.
Hoy vivimos de espaldas a la esclavitud, como si ese tema hubiese sido superado hace muchos siglos. Los españoles, por ejemplo, somos poco conscientes de que fuimos el último país “civilizado” que abolió la esclavitud (1817) pero que hasta 1890 la mantuvimos en Cuba. ¿Esclavistas nosotros? ¡No, que va! Los esclavistas eran los de la Pérfida Albión. ¿Cuándo hemos estudiado, o visto en nuestros libros de historia, que España tuviese esclavos?
Ya en tiempos del capitalismo, la esclavitud se ha seguido manteniendo a través de formas más modernas, hoy ya no se emplean grilletes, ni látigos, los dueños casi no se relacionan con sus esclavos y en muchos casos ni los conocen, en ocasiones la única huella de esa relación es una miserable nómina; muchas veces… ni eso.
Entre los esclavos siempre ha habido categorías. En la antigua Roma algunos llegaron a convertirse en apreciados servidores hasta el punto de alcanzar a ser libertos. Los libertos de hoy no suelen tener tanta “suerte”; arrastran su esclavitud por las calles de nuestras civilizadas ciudades ante la indiferencia, pasividad, ignorancia o mala conciencia de los demás ciudadanos.
¿No me creen? ¿Exagero? Dejen de leer y asómense a la ventana, es solo un rato. Verán pasar algún que otro emigrante. Fíjense especialmente en ellas, las mujeres de otros países, especialmente las de color… ahora recuerde que esa persona, al igual que usted, como todos pero en mucho peores condiciones, está sujeta al capitalismo pero también al racismo y, además, al machismo. Pero eso no es todo: para colmo normalmente esas mujeres, da igual que trabajen en la prostitución o de chachas, o como cuidadoras, o recolectando fruta, no suelen tener papeles, por tanto, nada de lo que les pueda ocurrir puede ser denunciado ya que tienen sobre sí el hacha de una posible deportación. Pues bien, ¿sabe usted qué es lo peor de todo esto?: que esa mujer aún puede dar gracias a su dios porque tiene la enorme suerte de pertenecer al grupo, de entre sus iguales, que ha logrado llegar hasta aquí.
¿Qué hay detrás de todo esto? Que el Primer Mundo continúa necesitando mano de obra barata para aquellas tareas que aquí ya nadie quiere hacer, sobre todo para las imprescindibles labores de temporada que se desarrollan en condiciones pésimas de alojamiento, salud, seguridad frente a los accidentes y sobre todo a bajos, muy bajos salarios. Para ello lo mejor es disponer de un ejército de parados, siempre atentos y dispuestos a disputarse la menor ocasión de ganar un jornal.
Escribo esto muerto de vergüenza: hoy el Sistema ya no necesita de grilletes ni látigos, ni marcar al fuego. Antes, el propietario de un esclavo tenía que preocuparse de la alimentación y salud de su “inversión”, los esclavos costaban dinero, hoy ya no. Ahora la moderna esclavitud está “socializada”, los esclavos ya no se compran, ya pueden morirse tranquilamente bajo un puente sin afectar al patrimonio de los amos. Como mucho conseguirán que alguna ONG o algún organismo asistencial del Estado haga como que hace por él, con mejor o peor voluntad, pero sin gran eficacia porque el Sistema mismo se encarga de impedir que pueda llegarse a soluciones reales.
¿Eso explica por qué Pedro Sánchez ha tenido inmovilizado durante un tiempo el Open Arms en el puerto de Barcelona? o, ¿porqué son aceptados algunos supervivientes de las pateras? ¿o aquellos atletas que sean capaces de superar las concertinas que el mismo Pedro Sánchez continúa manteniendo? ¿Será que siendo que necesitamos a los emigrantes subsaharianos como mano de obra barata lo mejor es que lleguen solo aquellos que demuestren en la práctica ser los más fuertes, jóvenes y resistentes?
¿Exageraciones? ¿Visión negativa de la realidad? ¿O será que lo que realmente necesitamos es que se nos caiga de una vez por todas la venda de los ojos?
Miguel Álvarez