#QuieroSumar: Rebelémonos contra el miedo, venzamos al virus
Ahora mismo, mientras lees este artículo, hay miles de profesionales sanitarios que apenas se dan cuenta de la hora que es ni las ojeras que arrastran. Con guantes, batas o mascarillas como segunda piel, no tienen ni un segundo para pensar en sí mismos. Están doblando turnos, posponiendo sus días de descanso y soñando con devolver, cuando pase esta pesadilla, el tiempo arañado a sus seres queridos.
Miles de ellos (3.475, según el doctor Fernando Simón), han dado positivo en coronavirus, la inmensa mayoría mientras trabajaban por los demás. Han pasado ya a formar parte de la terrible estadística, de ese marcapasos social en el que se ha convertido la relación entre casos confirmados, hospitalizados y fallecidos. Trabajan con escasez de material, salas de espera abarrotadas y la certeza, anunciada por científicos y responsables políticos, de que lo peor está aún por llegar.
Somos los demás los que, cada tarde a las 20, salimos emocionados a la ventana a homenajearlos. A ellos y la farmacia del barrio, a los trabajadores del súper ante el que hacemos cola como nunca habríamos imaginado, a los transportistas, al personal de limpieza o tantos otros que siguen trabajando para que el país siga en pie.
Un espejo media entre unos y otros. Los que nos cuidan durante la crisis no nos preguntan dónde hemos nacido, qué idioma hablamos, a qué partido votamos o cuánto dinero tenemos en el banco. ¿Qué importa cuando todos estamos amenazados? Al aplaudirles, nosotros agradecemos el esfuerzo a todos por igual, alimentando con un único gesto el sonoro caudal de reconocimiento. No es algo anónimo. Es el abrazo a distancia de una comunidad hablando consigo misma. El recordatorio de que estamos encerrados, pero también de que queremos seguir vivos para vivir juntos.
No basta. No es suficiente con salir cinco minutos al balcón. Ese aplauso tiene que ser permanente y traducirse en una actitud constante: la de querer sumar. Porque si algo nos ha enseñado esta crisis es hasta qué punto estamos conectados, hasta qué punto nuestras individualidades son irrelevantes y dependemos unos de otros. Estamos juntos en esto.
Ahora que se avecinan las horas más oscuras es precisamente el momento de ponerse las pilas contra el virus sabiendo que no es invencible.
Desde los medios de comunicación tenemos no sólo la posibilidad sino la obligación de contribuir informando con rigor y generosidad, repudiando los bulos y renunciando a cualquier interés distinto al servicio público. Si la información es habitualmente un producto de primera necesidad en una democracia, en una crisis que afecta a la salud de todos es aún más importante porque es la propia democracia la que se pone a prueba.
Nuestro mensaje más importante hoy, por encima de las noticias que en unos días se perderán en la niebla de nuestro recuerdo, es el de gritar a los cuatro vientos que la ciencia y la experiencia en otros países nos dice que es posible vencer al virus y que depende de que queramos sumar esfuerzos cuanto antes.
Sumar significa, primero, lavarse las manos, no tocarse la cara y quedarse en casa. Sumar es atender a nuestros mayores, personas dependientes y niños sin correr riesgos innecesarios.
Sumar es hacer esa llamada pendiente a esa persona de la que hace tiempo que no tienes noticias. A aquella con la que no te comportaste bien. Es pensar en si algún vecino no podrá con el peso de la bolsa del súper. Es una sonrisa de balcón a balcón para que quien sufra el mal de la soledad sepa que no está solo.
Sumar es reconocer que no sabemos. Admitir que la situación nos supera como ciudadanos y que son otros, nuestros representantes públicos, los que tienen toda la información para tomar las mejores decisiones. Ni siquiera ellos tienen un libro de instrucciones sobre la crisis, porque no existe (no hay más que ver las distintas estrategias seguidas hasta ahora en distintos países), pero cuentan con los puntos de vista de las instituciones internacionales y la comunidad científica.
Sumar es no caer en la crítica destructiva y no dejarse llevar por el odio. No nos ayudan los ‘capitanes a posteriori’ que, enfundados en un título de experto, se erigen en autoridad frente a un micrófono a pesar de que su propia hemeroteca bastaría para dejarlos en evidencia. Tampoco ayudan los gobernantes que anteponen el afán de desgaste del contrario a la contribución discreta para salir de la crisis. Ni los que presuponen que los que tienen la responsabilidad de actuar no quieren hacerlo por inexplicables y oscuros motivos. Sumar es tragarse el orgullo y la soberbia y reconocer con un poco de humildad que el otro también puede ser de los nuestros.
Sumar es pensar en aquellos que ahora no tienen tiempo para pensar. Darse cuenta de que la crisis ha puesto las cartas boca arriba, recordándonos el valor de lo público, no sólo por su alcance asistencial sino porque sólo desde ahí se puede coordinar los esfuerzos de todos. Sumar es pensar en que, más pronto que tarde, desde la política habrá que hacer justicia con todos aquellos que nos protegen con empleos dignos y medios técnicos suficientes. Se los merecen y nos va la vida en ello.
Sumar es acordarse de que, por muy crítica que sea esta situación, los demás grandes problemas del mundo y de los más desfavorecidos no se han ido de vacaciones. Sumar es recordar que, al margen de este combate contra el coronavirus que nos implica a todos, otras muchas personas libraban antes y librarán después otras feroces batallas que necesitarán nuestra atención cuando volvamos a nuestra rutina.
Sumar es “defender la alegría como una trinchera”, que diría Mario Benedetti. Es rebelarnos contra el miedo como una forma de supervivencia. Sabemos que podemos salir adelante para, más pronto que tarde, volver a celebrarnos entre abrazos como los de Juan Genovés, que nos recuerdan cómo en otros momentos fuimos capaces de vencer a la adversidad.
Se lo debemos a los que ya sufren este maldito virus, a los que lo van a pasar mal y a todos los que cuidan de nosotros. No sólo cinco minutos al día a las 20 sino permanentemente, hasta que despertemos de este mal sueño. Es un esfuerzo colectivo.
Por eso, #quierosumar.
Daniel Basteiro
Artículo publicado en Infolibre