No tener miedo a las palabras
El señor José volvió a la obra el martes, porque el lunes era fiesta en Catalunya. Llevábamos un par de semanas con la obra de la fachada parada, tras el confinamiento total decretado por el Gobierno. Pero ahora volvían a la actividad algunas de las profesiones llamadas no esenciales. Entre ellas, la construcción. A media mañana la policía local paralizaba la obra: no se podía trabajar en bloques habitados. La noticia no fue muy bien recibida por los trabajadores. Muchos de ellos necesitan volver al curro porque si no, no cobran. Y no van muy sobrados. Esa es la realidad de muchísima gente en nuestro país.
Tengo el corazón partido con ese tema. Por un lado, pienso que puede ser precipitado que vuelvan al trabajo. Por otro, conozco las necesidades de muchas de esas personas. Cuando estoy confundido en temas económicos, llamo a Antón Costas, mi economista de cabecera. Costas tiene esa virtud de hacer sencillo lo que otros quieren que sea complicado, para que sólo lo entiendan unos pocos. Él prefiere compartir su conocimiento, incluso con los neófitos en economía como yo. Además, tiene un timbre de voz tan agradable, que puede estar contándote los últimos vaticinios catastróficos del FMI con la delicadeza y afabilidad de quien te lee un cuento antes de ir a dormir.
Antón Costas habla de renta básica o nacionalizaciones sin convertir las palabras en armas arrojadizas
¿Es normal que esta semana haya vuelto la actividad a sectores como el de la construcción? “Tenemos que ir combinando el salvar vidas con salvar empleos porque la falta de empleo produce hambre y también produce muerte”. ¿Y si repunta la pandemia? “Si hay que rectificar, se rectifica. Estamos ante una situación de prueba y error: nadie tiene un conocimiento suficiente como para decir lo que va a ocurrir”.
¿Es necesaria una renta básica? “Nuestro país es uno en los que más han aumentado la pobreza y la desigualdad en los últimos diez años”. ¿Cómo siendo una economía fuerte y una sociedad democrática hemos dejado que la pobreza y la desigualdad se nos haya ido de las manos? “Tenemos que aprovechar este momento para crear de una forma permanente esta renta contra la pobreza”. Y ¿de dónde sacará el Estado el dinero? “Aumentando la deuda publica. Es inevitable. ¿Qué queremos? ¿Que el país se venga abajo y la economía se desplome o que la deuda publica aumente un 10%?”.
Hemos visto en otros países que se ha hablado de nacionalizaciones. “Lo veo bien. Los grandes países desarrollados ya lo han anunciado. Lo están haciendo Alemania, Francia y Estados Unidos. Necesitamos no tener miedo a las palabras”.
Y entre los que dicen que todo esto nos va a cambiar y los que dicen que no va a cambiar nada, ¿dónde estás? “Debemos intentar que cambie, pero es un riesgo que comencemos a hablar del día siguiente como creyendo que esta pandemia va a cambiar por sí sola todas nuestras conductas, nuestros valores. Aquellos que quieran cambiar algo tendrán que ponerse al frente de esa manifestación para cambiarlo. De lo contrario, la pandemia por sí sola no cambiará las cosas”.
Y así acaba una charla balsámica con Antón Costas que, sin salidas de tono, te habla de rentas básicas o de nacionalizaciones sin convertir las palabras en armas arrojadizas. Cuando cuelgo, pongo la tele. Hay otro debate bronco en el Congreso. Empalmo con una rueda de prensa de un conseller que habla muy enfadado de 1.714.000 mascarillas. En Twitter se ridiculiza la posible aprobación de la renta mínima vital denominándola “Dame paguita”. Y el CIS pregunta si se debería mantener la “libertad total” de información sobre el coronavirus. Pienso que quizás este país ya estaba enfermo antes de la pandemia.
Sólo la gente sensata, que piense en el bien común, con ganas de arremangarse, sin pensar en las próximas elecciones, nos hará salir de esta. Y son más de los que nos pensamos. Sólo que hacen menos ruido.
Jordi Évole
Artículo publicado en La Vanguardia