Carta abierta a doña Cayetana Álvarez de Toledo
Doña Cayetana, me dirijo a V. con este tratamiento teniendo en cuenta la alta alcurnia a la que pertenece, ya que su apellido ha sido siempre el de la Casa de Alba. Por ello me resulta más sorprendente que quien debe haber tenido una refinada instrucción, y mejores asesores, como bien presumen de ello en su partido, que se dedica a la profesión política y es la portavoz en el Parlamento, ignore acontecimientos históricos y políticos que han marcado la historia del mundo, incluyendo a España, y asegurar necedades como las que le oí hace pocos días en una entrevista en Radio Nacional de España.
Me refiero a que V. parece ignorar que la seña de identidad de la socialdemocracia internacional es establecer un Estado opulento, que construyó después de la II Guerra Mundial, con el que sostiene un gran entramado de servicios públicos en la sanidad, la educación y los servicios sociales, para mantener el cual impone una carga fiscal muy superior a la que rige en España, especialmente para las clases adineradas. Ese ha sido el régimen económico de los Partidos Socialdemócratas alemán, sueco, finés, danés, noruego, durante más de medio siglo.
Ya sabemos –no si V. también- que el programa de Godesberg (en alemán: Godesberger Programm), llamado programa de Bad Godesberg, fue un manifiesto que marcó el cambio de orientación política e ideológica del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) en la segunda mitad del siglo XX. Fue ratificado el 15 de noviembre de 1959 en el congreso del partido en Bad Godesberg, que hoy forma parte de Bonn.
El documento representaba un cambio trascendental en los objetivos del SPD y terminaría influyendo en toda la socialdemocracia europea. En ese manifiesto el SPD abandonó formalmente el marxismo, renunciando a «proclamar últimas verdades», e identificando completamente socialismo con democracia. En ese sentido, el SPD se propuso crear un «nuevo orden económico y social» conforme con «los valores fundamentales del pensamiento socialista» —«la libertad, la justicia, la solidaridad y la mutua obligación derivada de la común solidaridad»— y que no se consideraba incompatible con la economía de mercado y la propiedad privada. De este modo se desmarcaba por completo del Partido Socialista Unificado de Alemania y rompía con la tradición del SPD para llegar a una masa de votantes transversal. En realidad buena parte de los cambios ya se habían ido introduciendo en los textos y discursos del partido en los últimos años, pero el SPD aprovechó el congreso para realzarlos públicamente al objeto de renovar la imagen del partido.
El programa de Godesberg se mantuvo vigente hasta el 20 de diciembre de 1989, con la aprobación del «programa de Berlín» en los primeros compases de la reunificación alemana. Pero ese es otro cantar, porque en aquel momento el mundo cambiaba de base.
Lo que viene aquí a tener protagonismo, es informarla de que el PSOE es el menos socialdemócrata de todos los partidos de su Internacional, pero no como V. acusa por su deriva izquierdista bajo la influencia o la imposición de Podemos, no olvide que también abandonó el marxismo en el XXIII Congreso de 1979, sino muy al contrario por haberse situado hace años en la derecha liberal. Precisamente quien se reclama ahora socialdemócrata es Pablo Iglesias, recordando las reformas y beneficios que tal programa económico proporcionó a las clases trabajadoras.
Aunque V. se empeñe, siguiendo la tradición de su clase y partido político de invocar siempre, con discursos grandilocuentes los terribles peligros que acarreará al país un gobierno comunista, para mantener atemorizado al pueblo, lo cierto es que en el gobierno actual no hay más comunista confeso que Alberto Garzón, recluido en ese misterioso Ministerio de Consumo, cuyas competencias y actuaciones desconocemos, y cuyo ideario deja mucho que desear para quien como yo siempre he defendido la revolución comunista.
Cuando V. hizo un llamamiento al Presidente para que no se dejara seducir o imponer por Podemos un programa comunista y volviera a las raíces de la socialdemocracia, no sabía lo que estaba diciendo. En primer lugar porque Podemos no es comunista. Siempre se ha negado a ser clasificado como de izquierda o de derecha, declarándose a veces peronista y ahora, precisamente socialdemócrata. Y en segundo porque ni Sánchez ni el PSOE son ya socialdemócratas habiendo derivado hace ya muchos años, desde el reinado de Felipe González a una democracia liberal, mucho más obediente al Capital que los partidos hermanos del resto de Europa.
Uno de los efectos de las decisiones que tomó González en los años de sus gobiernos por mayorías absolutas fue la privatización de buena parte del sector industrial –el resto lo completó el PP- y el desmantelamiento del INI, el montaje franquista de los sectores de producción estatales. Como eso ya es sabido no quiero aburrir a los y las lectoras con la repetición del plan que llevaron a cabo los ministros de Economía, Industria, Energía y adláteres, de los gobiernos socialistas, para que España fuera aceptada en el Mercado Común primero y en la Unión Europea después. Pero sí pensaba que V. no lo ignoraba.
Dada su categoría de clase y la profundidad de sus conocimientos de los que tanto presume y por los que detenta el puesto en que la ha situado su partido, V. tendría que estar mejor informada. O si en realidad lo está, no debería engañar a este pueblo que lo ignora casi todo de la historia de su propio país, gracias a los planes educativos y los medios de comunicación que han impuesto desde la Transición su partido, el PP, y el PSOE que han gobernado alternativamente durante estos cuarenta últimos años.
Porque el ser de derecha no debería significar utilizar la mentira, el engaño y la propaganda falsa para convencer a sus votantes de que su partido es el único bueno para gobernar nuestro país y que el PSOE, su eterno rival, es tan malvado y estúpido que quiere llevar a cabo los planes soviéticos de Pablo Iglesias.
Mire, doña Cayetana, el Presidente del Gobierno no tiene ninguna afición a Podemos ni a su programa ni a su líder, y si lo aguanta en la Mesa del Consejo de Ministros es bien a su pesar porque no tiene otro remedio para gobernar. Tampoco Podemos con su grupo de 35 diputados, que contiene a su vez una mescolanza de ideologías, estrategias e identidades que lo hacen bastante ineficaz, tiene poder para implantar una dictadura soviética en España, suponiendo que ese sea su propósito, cosa que dudo bastante.
Doña Cayetana, le aconsejo, y ya sé que mis consejos le repelen, pero a veces, como dice el refrán «más sabe el Diablo por viejo que por Diablo«, es acertado escuchar de la experiencia ajena buenos consejos aunque sean del enemigo, repito que le aconsejo que antes de decir esas tonterías se informe. V. tiene toda clase de expertos a su alrededor que pueden proporcionarle los datos que necesite y en todo caso, como hacemos los modestos escritores sin equipos de investigadores ni técnicos, consulte el portal de Goggle que ayuda mucho.
Porque es una tontería, y lo remarco para que mis lectores lo recuerden, decir que Podemos es comunista o bolchevique o se propone la revolución soviética, o en todo caso la bolivariana, cuya amenaza está hoy de moda, porque ni alberga semejante propósito ni mucho menos tiene la fuerza política, económica ni militar que precisaría su partido para hacer sus propósitos realidad.
Y tampoco reproche al señor Sánchez no ser socialdemócrata, porque efectivamente no lo es, pero no porque su partido bascule hacia la izquierda sino precisamente porque comulga más con los planes del Capital y del Partido Popular que con los que fueron del Partido Comunista.
Si V., doña Cayetana, quiere oponerse a los planes del gobierno de coalición que hoy ocupa la Moncloa hágalo con otros argumentos, y yo le podría ofrecer unos cuantos, ya que desde el Partido Feminista somos muy críticas con la actuación de ese gobierno. Si quiere acusar de intervencionista al Presidente del Gobierno y tal actuación le parece reprobable no le pida que vuelva a la socialdemocracia porque eso es hacer el ridículo. Ya he planteado alguna vez que si los representantes de la derecha pertenecen a las clases más acomodadas, por lo que no tienen compasión alguna por los más desfavorecidos y solamente se proponen beneficiar al Capital, disponen de una educación y una información muy superior a la que tuvimos los pobres, los trabajadores y los vencidos de la Guerra Civil. De modo que V. no tiene derecho ni excusa para decir públicamente las tonterías y falsedades a que nos tiene ya acostumbradas.
Lidia Falcón
Artículo publicado en Público