¿Quién es Kamala Harris?
He de reconocer que me sentía bastante decepcionada frente a las elecciones norteamericanas del próximo 3 de noviembre. Pese al papel indescriptible y vergonzante, misógino y fascista al mismo tiempo, burlón y maleducado de Donald Trump, no veía en Joe Biden un rival atractivo. Personalmente no me motiva nada el duelo entre estos dos personajes, por mucho que Biden sea un elegante caballero, muy diferente afortunadamente a Trump, pero a quien no veo con fuerza suficiente para arrebatar la presidencia a este incendiario.
Reconozco que mi impresión visual, a distancia, no corresponde con la biografía personal, política y profesional de Joe Biden, quien reúne méritos y capacidad más que sobrada para ser presidente de EEUU. Pero lo mismo le ocurría a Hillary Clinton quien se dijo de ella que era, sin duda, la más preparada de todos los que concurrían.
No hay medida ni color entre Biden y Trump. Eso es indiscutible. Sin embargo, todo se ha puesto muchísimo más interesante con la decisión innovadora y atractiva que ha tomado Biden al nombrarla a Ella, su número dos: Kamala Harris.
Una política que combina la juventud necesaria para hacerse frente con fuerza y energía de la presidencia de EEUU con la madurez y la experiencia profesional. Una edad perfecta para ser vicepresidenta y situarse en una primera fila, considerando que Joe Biden se acerca a los 80 años.
Progresista, feminista, vinculada a movimientos históricamente marginados como las mujeres, las personas de color o los más pobres y vulnerables, Kamala puede reunir ese voto que se quedó en casa en unas elecciones anteriores que fueron el gran error de los progresistas norteamericanos.
Dicen que es buena oradora, con grandes habilidades para el debate, al mismo tiempo que tiene una fuerte personalidad afable. Segura de sí misma con la capacidad de escuchar. Con convicciones profundas pero con la amabilidad en sus formas. También aseguran que es pragmática, algo que a veces molesta a los más liberales, pero que le garantiza eficacia en sus objetivos.
Ella misma se define como “una fiscala progresista”. Así lo hizo cuando fue fiscal de distrito y fiscal general en California, inclinándose a la izquierda en temas como el matrimonio gay y la pena de muerte. Un punto más a su favor en un momento que EEUU llora la pérdida de una mujer tan emblemática como la jueza Ruth Joan Bader Ginsburg, icono del feminismo y de la lucha por los derechos civiles.
Y no es solo la personalidad, la profesión y las formas políticas de Kamala sino también su origen que puede recoger lo que, en su momento, supuso el triunfo de Barak Obama: su origen. Es de ascendencia jamaiquina e india, y es la primera mujer de color en el binomio presidencial. Asistió a una universidad históricamente negra, y nunca ha renegado u ocultado sus raíces mestizas. Todo un desafío para el supremacismo blanco representado por Donald Trump. Como ella misma dijo en una entrevista: “Creo que nuestro país quiere y necesita un liderazgo que proporcione una visión del país en la que todos puedan verse a sí mismos”.
La decisión que toma Joe Biden, no solo es innovadora, sino muy inteligente. Ya advierte que él solo será presidente un mandato por lo que está propiciando la transición que EEUU necesita. Ha elegido a una mujer que representa el futuro al mismo tiempo que enlaza con las señas de identidad y compromiso simbolizadas por la familia Obama, y truncadas con la llegada de Trump.
De repente, ese tándem extraño y, sin embargo, complementario de Biden-Harris resulta una fórmula ganadora. Esperemos que así sea, por el bien de EEUU y del resto del mundo.
Ana Noguera