Rafa Rivera: «Activismo»
Tal vez el antónimo de activismo sea la indiferencia, más que el inmovilismo; una cosa lleva a la otra. Dame un activismo y moveré el mundo, podríamos parafrasear. O decir, dame indiferencia, y el mundo se quedará igual. Con sus injusticias, con sus contradicciones, con su inercia tóxica, con sus desajustes. Igualito.
Por eso este humilde escrito tiene gratitud en sus entrañas, entrelíneas. Agradecimiento al activismo casi anónimo, casi invisible, al convencido, al que se mueve. Ese que nos permite respirar ensanchando los pulmones. Ese que contesta cuando preguntamos ¿hay alguien ahí?
El activismo tiene muchos sinónimos cotidianos turbios. Que si radicalismo, que si idealismo, que si utópico, que si ingenuo, que si vive en el mundo de Alicia y sus fantasías, que si imposible, que si qué joven eres. Todo pretendiendo descalificarlo, incluyendo palmaditas en la espalda, y una sonrisa paternalista que murmura entre dientes, ya te darás cuenta de cómo es la vida.
Pero es al contrario, no vayan a creer toda esa leyenda urbana. No se dejen llevar por esa cantinela que trata de cerrar cualquier debate imponiendo una realidad falseada. Eso no es posible, dicen, y recuerdo aquel grafiti maravilloso: Como no sabía que era imposible, lo hizo.
Es cuando el activismo se convierte en el motor del mundo, cuando la ciudadanía se junta, se apoya, y reflexiona. Pienso luego actúo, dice el eslogan publicitario. Actúo luego transformo, podríamos añadir.
Tal vez el activismo es sinónimo de ilusionismo, que viene a querer decir, generar ilusión en el cambio, ilusión que lleva a las convicciones profundas, esas que nos recuperan como personas. El refrán ahora es “si no lo creo, no lo veo”. No es ver para creer, es creer para ver más allá de lo que nos cuentan, para actuar, para transformar. Hoy nadie niega que haya que cambiar el mundo, es obvio, necesita una reinterpretación, pero no podremos hacerlo desde lo de siempre o dejando que otros lo modelen a su imagen y semejanza. Eso ya lo hicieron, y el resultado ha sido una balanza inclinada otra vez contra los más desfavorecidos.
Los activistas de ayer son la realidad palpable de hoy. Las utopías de entonces, esas que fueron tachadas de locuras (el feminismo, la ecología, la participación de la ciudadanía, y tantas otras) hoy son objetivos reconocidos, a regañadientes, lo sé, pero asumidos socialmente e incluidos en las leyes. Y con más gente dispuesta a defenderlos.
Recuerdo las primeras voces, hace tanto, que se levantaron contra los gases CFC. Y recuerdo las desautorizaciones, incluso “científicas”, que les llovieron. Querían destruir la industria y sembrar el caos, eran antisistema, conspiradores, mentirosos, jóvenes hijos de papá, por no citar otros insultos. Hoy esos gases están prohibidos y reconocida su perversión, pero no ha habido ningún homenaje, ningún reconocimiento a aquellos activistas que encendieron la luz roja, contra viento y marea, y nos salvaron.
Tenemos mucho que agradecer al activismo, nuestro mundo, nuestro entorno, nuestra convivencia es mejor gracias a su constancia, a sus gritos, a su convicción, a su esfuerzo.
Las agrupaciones, los colectivos, las asociaciones, las ONG, las fundaciones, el voluntariado, son una suma de motores alternativos, ajenos al poder, que canalizan sus convicciones hacia las transformaciones de un mundo que las necesita urgentemente.
Incluso ahora, dentro de la pandemia, sabemos que la verdadera vacuna solo puede ser cambiar nuestra manera de relacionarnos con el planeta, con los mundos mineral, vegetal y animal, solo eso. La vacuna química será un parche más si no va acompañada con la vacuna de las convicciones.
Como ya habrán imaginado, es ahí, en ese grupo de cabeza donde ubico primero a Hugo Zárate, mientras estuvo con nosotros, y luego a su fundación que, juntándose con la gente, ejerce esa función transformadora.
Los años solo son la huella del caminar, y el aprendizaje para seguir caminando. No es caminar por caminar, es caminar para cambiar. Sin indiferencia, con agradecimiento.
Por eso el reconocimiento hacia el activismo. Por eso este aplauso.
Rafa Rivera