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Beneficios de una comunicación eficaz

Ni la crisis económica, ni el cambio climático ni la pandemia han despertado el ánimo combativo en la gente para desesperación de los activistas medioambientales, incapaces de convencer a la población de la necesidad de reaccionar enfrentándose al sistema y atajando un colapso generalizado.

¿Por qué han fracasado? Porque no tienen en cuenta los rasgos individuales y colectivos de la sociedad ni creen realmente en sí mismos. Ocurre también en organizaciones sindicalistas y feministas.

Michael Lerner1 lo constató en algunos organizadores de la manifestación estadounidense de aproximadamente un millón de persona como consecuencia de la guerra de Vietnam: restaron importancia al triunfo de su propia convocatoria.

No pienses en un elefante2 demuestra que una comunicación adecuada consigue una respuesta eficaz de la población. Lo sabían derechistas como Ronald Reagan3 y Margaret Thatcher4, que impusieron un neoliberalismo radical porque ganaron la «batalla del lenguaje» frente a una izquierda incapaz de emplear recursos lingüísticos a favor del progresismo.

La solución consiste en cambiar la mentalidad de los activistas para mejorar sus hábitos de actuación. Aunque tengan en contra el hecho de que la mayoría de la población no haya asimilado todavía los conceptos ecológicos básicos, como sí ha ocurrido, por ejemplo, con los laborales.

Tres son los grandes errores en que caen la organizaciones medioambientales: ocultar los propios logros, «atiborrar» a los receptores con cifras y utilizar un lenguaje tan conceptual que solo lo entiende una parte ínfima de la población.

Un lenguaje comprensible y asequible atraería el entendimiento, la receptividad y la asertividad de la mayoría. Asimismo, la utilización de una terminología basada en valores llegaría a todo el mundo y conseguiría su implicación, como han hecho los populismos de derechas.

En cuanto a la terminología, debería evitarse la negativa («no a la contaminación atmosférica») e incidir en la positiva («sí al aire limpio»). Si bien el sentido de ambas es el mismo, las consecuencias «inconscientes» son opuestas… El primero se opone a los combustibles fósiles; el segundo sugiere la defensa de la energía renovable. Sería interesante analizar con cuál nos sentimos más identificados; con qué sensaciones, imágenes, significados y emociones conectamos mejor; cuál solemos usar; y qué impacto pueden tener en el interlocutor. Ocurre también con términos como «distopía» y «utopía». El primero presenta un futuro apocalíptico que proyecta lo opuesto a nuestro ideal y utiliza un nivel que pocos entienden y, por tanto, poco activador o motivador. El segundo muestra un panorama aplicado al medio ambiente perfecto que nos identifica con retos superables para construir la sociedad deseada, fuente de inspiración y esperanza, y enormemente activadora.

Por lo que respecta al cambio climático, llevamos hablando de él más de 20 años, pero no hemos sabido llegar a la población en general porque la estrategia comunicativa ha sido inadecuada. Aunque la destreza lingüística no lo es todo, las metas se consiguen utilizando hábilmente la comunicación: partiendo de la realidad, lenguaje y acción deben ir de la mano mediante un aprendizaje más «operativo» que «teórico».

La comunicación poco «empática» del lenguaje científico-técnico en ámbitos poblacionales amplios tampoco resulta comprensible y significativa para la inmensa mayoría. Así, cuando dicen que «la temperatura del planeta no debería sobrepasar el 1,5º», a dicha mayoría le parece incomprensible, porque no alcanza a ver sus implicaciones: fuertes olas de calor, sequías, migraciones de cientos de millones… Exigimos de la gente que haga caso de dichos informes porque tienen sentido para nosotros y olvidamos que existen distintos niveles de comprensión y que la endogamia tampoco es la solución. Ahora bien, si aprendemos a comunicarnos con la franja poblacional atraída por nuestros postulados, empezarán a «votar verde» y desarrollarán conductas sostenibles.

En Gran Bretaña, un estudio empírico mostró qué temas incitaban a su población a hacer algo práctico por el clima. Un 75% consideró que podía hacer mucho más contra la contaminación del aire —ir en bicicleta, usar el transporte público…— que ante inundaciones (6%), olas de calor (12%) o enfermedades infecciosas (7%).

¿Cómo podríamos conseguir la implicación del público en las olas de calor, por ejemplo? Conectando «aire contaminado» con «crisis climática» al decir que la contaminación durante las olas de calor afecta a amplias zonas urbanas, el cambio climático daña el aire que respiramos y su estancamiento en forma de «boinas» en las grandes ciudades perjudica la salud humana.

Un excelente ejemplo comunicativo de la transición energética a capas de población amplias, fue el informe4 que Partido Verde Europeo pidió a una entidad. Sugirieron un enfoque «empírico» en vez de «teórico» que impactó enormemente en la población. Utilizaban expresiones lingüísticas que facilitaban asociaciones positivas —energía limpia, empleos verdes, autosuficiencia energética…—, activaban ciertos valores y evitaban el rechazo público sin usar un lenguaje técnico. No obstante, pocas organizaciones han hecho uso de dicho informe.

¿Por qué no se utiliza más una metodología tan eficiente? Por un lado, para muchas personas «comunicación» es sinónimo de «manipulación», ya que los medios de comunicación masivos y las grandes empresas nos manejan. Sin embargo, si planteamos que podemos manejar una comunicación intachable —amor por la naturaleza, lucha por una sociedad justa…— y puede comprobarse, cambiarían de actitud. Por otro lado, la mayoría de activistas hasta hace poco  desconocía los efectos positivos de una comunicación eficaz y sus  implicaciones.

Ciertamente, la situación está cambiando y cada vez más activistas emplean la psicología social y la sociología para implementar acciones que hagan reaccionar a la población y cambiar su comportamiento. Saben que impactan positivamente siendo más sensibles al lenguaje y la comunicación, además de modificar los hábitos de consumo. Después, solo necesitarían que la «ideología verde» entrase en los parlamentos para combatir mejor las crisis ecológicas y actuar con mayor efectividad frente a los representantes políticos del neoliberalismo y los populistas de extrema derecha.

Indudablemente hay movimientos ecologistas que la continúan considerando irrelevante, pero deberían investigar a fondo y, si  comprueban que los resultados son efectivos, podrían introducir cambios importantes.

Aunque largo y cotoso, el camino puede ser fructífero.

1 Lerner, Michael. En Surplus Powerlessness: The Psychodynamics of Everyday Life and the Psychology of Individual and Social Transformation explica su experiencia en movimientos sociales. Fue un activista antibélico en la guerra del Vietnam.

2 De George Lakoff, profesor de Lingüística de la Universidad de California. Según él, los demócratas estadounidenses perdieron varias elecciones presidenciales a causa de una comunicación deficiente

3 Presidente de los Estados Unidos.

4 Primera Ministra de Gran Bretaña. 

5 Un futuro completamente renovable.

Pepa Úbeda

 

 

  1. Diego B. ESCRIVÁ Says:

    Creo que si, sabemos transmitir la urgencia climática. Igual debemos ser más «pesados» y seguir insistiendo. Así como insiste la derecha » con su liberalismo» ( apropiación indebida) y lo repiten continuamente y su significado, es justo lo contrario. Es cuestión de administrar bien los esfuerzos.

  2. gustavo arango restrepo Says:

    Bien Pepa, Josefa, Josefina. Así hay que hablar. Besitos, Dolores.

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